Efesios  5 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 33 versitos |
1 Como hijos queridos de Dios, traten de imitarlo.
2 Sigan el camino del amor, a ejemplo de Cristo que los amó hasta entregarse por ustedes a Dios como ofrenda y sacrificio de aroma agradable.
3 En cuanto a la inmoralidad sexual y a cualquier clase de impureza o de codicia, ni se nombre entre ustedes, como corresponde a consagrados;
4 lo mismo digo respecto de las obscenidades, de las estupideces, y de las groserías, porque todas estas cosas están fuera de lugar; lo que deben hacer es alabar a Dios.
5 Pues han de saber que ni el que comete inmoralidades sexuales, ni el impuro o el avaro – que es una forma de idolatría– recibirá una herencia en el reino de Cristo y de Dios.
6

El reino de la luz

Nadie los engañe con argumentos falsos: estas cosas son, precisamente, las que atraen la ira de Dios sobre los rebeldes.
7 No se hagan cómplices de los que obran así.
8 Porque si en un tiempo eran tinieblas, ahora son luz por el Señor: vivan como hijos de la luz
9 – toda bondad, justicia y verdad es fruto de la luz– .
10 Sepan discernir lo que agrada al Señor.
11 No participen en las obras estériles de las tinieblas, al contrario denúncienlas.
12 Lo que ellos hacen a ocultas da vergüenza decirlo,
13 pero todo esto ha de ser denunciado por la luz hasta que se vuelva claridad
14 y todo lo que está al descubierto recibe el influjo de la luz. Por eso dice: ¡Despierta, tú que duermes, levántate de la muerte, y te iluminará Cristo!
15 Por lo tanto cuiden mucho su comportamiento, no obren como necios, sino como personas sensatas,
16 que saben aprovechar bien el momento presente porque corren tiempos malos.
17 Por eso no sean imprudentes, antes bien, procuren entender cuál es la voluntad del Señor.
18 No se embriaguen con vino, que engendra lujuria, más bien llénense de Espíritu.
19 Entre ustedes entonen salmos, himnos y cantos inspirados, cantando y celebrando al Señor de todo corazón,
20 dando gracias siempre y por cualquier motivo a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.
21 Sométanse los unos a los otros en atención a Cristo.
22

Marido y mujer

Las mujeres deben respetar a los maridos como al Señor;
23 porque el marido es cabeza de la mujer como Cristo es cabeza y salvador de la Iglesia, que es su cuerpo.
24 Así, como la Iglesia se somete a Cristo, de la misma manera las mujeres deben respetar en todo a los maridos.
25 Maridos, amen a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella,
26 para limpiarla con el baño del agua y la palabra, y consagrarla,
27 para presentar una Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni cosa semejante, sino santa e irreprochable.
28 Así tienen los maridos que amar a sus mujeres, como a su cuerpo. Quien ama a su mujer se ama a sí mismo;
29 nadie aborrece a su propio cuerpo, más bien lo alimenta y cuida; así hace Cristo por la Iglesia,
30 por nosotros, que somos los miembros de su cuerpo.
31 Por eso abandonará el hombre a su padre y su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne.
32 Ese símbolo es magnífico, y yo lo aplico a Cristo y la Iglesia.
33 Del mismo modo ustedes: ame cada uno a su mujer como a sí mismo y la mujer respete a su marido.

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Introducción a Efesios 

EFESIOS

Éfeso y Pablo. Desde tiempos antiguos, Éfeso fue una ciudad importante por su situación geográfica. En tiempos de Pablo era la capital de la provincia romana de Asia. Entre sus muchos edificios suntuosos descollaba el templo de Artemisa, diosa asiática de la fecundidad (cfr. Hch 19). Como ciudad romana del Mediterráneo oriental, formaba terna con Antioquía y Alejandría.
Cuando Pablo visitó Éfeso ( Hch_19:1 ) encontró allí algunos cristianos no muy bien formados. Les instruyó y constituyó con ellos una floreciente comunidad de paganos convertidos, base de operaciones para la expansión misionera. El Apóstol residió allí tres años entre éxitos y dificultades.

¿Carta de Pablo a los efesios? Los «tres» datos son discutidos por una crítica competente. En primer lugar, se duda de que se trate efectivamente de una carta. Suena más bien a tratado o a exposición homilética vertida en el molde epistolar como recurso literario. Habría que catalogarla en el género de celebración o panegírico. Faltan en el texto, por ejemplo, el tono personal y las referencias a una situación concreta propias de una carta.
En segundo lugar, se duda de que la carta haya salido de la pluma de Pablo. El autor parece no conocer personalmente a los destinatarios ( Hch_1:15 ; Hch_3:2 ), situación extraña si se tiene en cuenta que el Apóstol vivió tres años en dicha comunidad. El estilo, por otra parte, es notablemente inferior al de las cartas auténticamente paulinas. También es diversa o más evolucionada su doctrina; por ejemplo, a muchas Iglesias locales sucede una Iglesia única y universal, tras la superación de la controversia entre judíos y paganos.
Finalmente, está también en discusión que los destinatarios sean los efesios. El nombre de la ciudad falta en algunos códices importantes. ¿Fue borrada del texto original para dejar un espacio en blanco disponible para otras localidades? Dado el carácter del escrito y teniendo en cuenta la noticia de Col_4:16 , algunos biblistas piensan que la carta estaba dirigida en un principio a Laodicea. Otros, por el contrario, que era un texto circular dirigido a una amplia audiencia de Iglesias de Asia.

Autor, destinatarios y fecha de composición de la carta. Todo lo dicho anteriormente hace pensar que el autor es un discípulo de Pablo que escribe después de la muerte del Apóstol a paganos convertidos de la segunda generación, entre los años 70-90. Si atribuye su escrito a Pablo es para dar autoridad a sus reflexiones y, apoyado en las enseñanzas de su maestro que va desarrollando, iluminar la vida de las Iglesias en las nuevas circunstancias por las que atravesaban, veinte o treinta años después de que fueran fundadas por el Apóstol.

Contenido de la carta. El contexto en que viven las comunidades de esta segunda generación ha cambiado notablemente. Después de la destrucción de Jerusalén (año 70), las tensiones entre los cristianos procedentes del judaísmo y los convertidos del paganismo han ido paulatinamente desapareciendo. Ahora, los judeo-cristianos son una pequeña minoría dentro de una comunidad de creyentes que se ha desplazado y esparcido definitivamente más allá de las fronteras de Palestina. Esta situación hacía urgente una reflexión sobre el misterio de una Iglesia que, consciente ya de su universalidad, necesitaba ahondar en el vínculo de comunión que la mantenía unida y plural al mismo tiempo. Pero, sobre todo, profundizar en el alcance de su misión universal.
La Carta a los Efesios comienza donde termina la Carta a los Colosenses. Ambas se complementan. Si aquella habla de Cristo, ésta habla de la Iglesia. Dios tenía un plan escondido por siglos, revelado y ejecutado en y por Jesucristo. Ahora, este plan se despliega en y por la Iglesia. Si Colosenses resalta la dimensión cósmica de la mediación salvadora de Cristo, Efesios coloca la misión de la Iglesia en el centro mismo del universo, como sacramento de salvación de ese cosmos que Cristo llena con su poder vivificador.
Es así como el autor nos presenta a la Iglesia: universal; pueblo de Dios y esposa del Mesías; nueva creación de una humanidad unificada; edificio compacto y cuerpo en crecimiento que se llena de la plenitud de aquel que llena completamente todas las cosas ( Col_1:22 s), Cristo, su cabeza. Más que por la suma de Iglesias locales, o por la coexistencia de judíos penitentes y paganos convertidos, la unidad se realiza derribando muros, aboliendo divisiones, infundiendo un Espíritu único. No en vano la Carta a los Efesios ha sido llamada la «carta magna de la unidad».

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Efesios  5,6-21El reino de la luz. Luz y tinieblas: he aquí otra imagen de resonancias bíblicas que usa Pablo para exhortar a los efesios a proceder en su conducta como «hijos de la luz», recordándoles que «en un tiempo eran tinieblas» (8). La mayoría de las comunidades cristianas de Pablo vivía en las grandes ciudades del imperio, donde la decadencia moral generalizada de la época era más patente y notoria. Las perversiones y los vicios más vergonzosos habían tomado carta de ciudadanía en aquella sociedad. Se habían convertido en comportamientos normales, aceptados, bien vistos, incluso cantados en las gestas y proezas míticas de los dioses. Éstas son las «tinieblas» contra las que el Apóstol lanza su grito de alarma a los efesios: «Nadie los engañe con argumentos falsos» (6). Las tinieblas crean la confusión; sus obras son estériles y vergonzosas. El mundo de la luz se opone al mundo de las tinieblas. La luz delata el delito: «pusiste nuestras culpas... a la luz de tu mirada» (Sal_90:8), discierne y desenmascara el mal donde se encuentre e invita a luchar contra él. Ésta es la vida alternativa a la que anima el Apóstol utilizando un himno cristiano, probablemente cantado en la liturgia del bautismo: «Despierta, tú que duermes, levántate de la muerte, y te iluminará Cristo» (14).
Pablo, al final, parece invitar a la comunidad cristiana a permanecer en vela, como las vírgenes prudentes del evangelio, esperando al esposo con las lámparas encendidas de himnos y cantos inspirados en la «noche» de los malos tiempos que corren (Mat_25:1-13).


Efesios  5,22-33Marido y mujer. Pablo ha estado exhortando a la unidad y armonía que debe existir en la comunidad cristiana en general. Ahora concentra su atención en el núcleo familiar, la Iglesia doméstica, formada por el matrimonio, los hijos y, en aquellos tiempos, también los esclavos. Se dirige primero a los esposos y en concreto a la esposa, con una exhortación: las mujeres deben respetar a sus maridos... (22) y después añade: en todo (24). Con respecto al marido, repite tres veces que debe amar a su mujer (25), amarla como a su mismo cuerpo (28) y quien ama a su mujer debe cuidarla y alimentarla (29). Estas expresiones del Apóstol quizás puedan causar perplejidad e irritación en el lector -y especialmente en la lectora de hoy- que solamente se contente con una lectura superficial del texto. Parece como si las exhortaciones no pusieran a ambos esposos en pie de igualdad. Al hombre se le pide «amor» y a la mujer «sometimiento», palabra que repugna a nuestra sensibilidad y, si se trata del sometimiento de la mujer, todavía más. ¿Qué decir de todo esto?
En primer lugar, Pablo no está convirtiendo en «palabra de Dios» los condicionamientos culturales de su tiempo, que eran también suyos. Nada más lejos de lo que aquí intenta decir a los efesios. Es más, si el Apóstol hubiera vivido hoy seguramente hubiera sido un entusiasta defensor de los derechos de la mujer y ciertamente no hubiera usado el término «someterse». En segundo lugar, y esto es lo importante, el Apóstol no está dando «consejos de convivencia matrimonial». El Apóstol ha estado hablando a lo largo de toda la carta del misterio de la salvación y lo ha expresado con una de sus imágenes favoritas: Cristo y los creyentes unidos en un solo cuerpo que es la Iglesia, de la que Cristo mismo es la cabeza. Pues bien, este «misterio de amor» entre Cristo y la Iglesia lo ve el Apóstol simbolizado en la unión matrimonial del esposo y de la esposa. Pero atención: el amor entre Cristo y la Iglesia no están reflejando la experiencia de amor conyugal, sino al revés, es ésta la que es símbolo y presencia sacramental del amor entre Cristo y su Iglesia. Contemplando al marido y la mujer unidos en una sola carne (31), Pablo exclama con entusiasmo que ese símbolo es magnífico, y con su autoridad de Apóstol afirma: «y yo lo aplico a Cristo y la Iglesia» (32).
Ésta es la «Palabra de Dios» que nos trasmite Pablo. Una palabra revolucionaria que desmonta, supera y condena todo modelo cultural humano de matrimonio que establezca o sancione la desigualdad entre los cónyuges, comenzando por el modelo cultural del mismo Pablo. La Palabra de Dios -de la que el Apóstol es portador- va más allá de lo que él mismo podía imaginar.
La tradición bíblica del Antiguo Testamento ya había preparado generosamente este símbolo con la imagen de Dios como esposo y la comunidad como esposa, con expresiones tan audaces como la de Isa_62:5 : «la alegría que encuentra el esposo con su esposa la encontrará tu Dios contigo». Los últimos capítulos del Apocalipsis utilizan este mismo símbolo para clausurar el texto de la Biblia, que termina con la llamada apremiante de la esposa al esposo: «Ven, Señor Jesús» (Apo_22:20). Esta imagen bíblica despliega toda su fuerza expresiva en la relación de amor indisoluble de Cristo hacia la Iglesia, cuyo símbolo y presencia es el sacramento cristiano del matrimonio.