Deuteronomio  10 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 22 versitos |
1

Renovación de la Alianza

En aquella ocasión me dijo el Señor: Talla dos tablas de piedra, como las primeras, súbemelas a la montaña y construye un arca de madera;
2 voy a escribir sobre esas tablas los mandamientos escritos en las primeras tablas, que has estrellado, para que las deposites en el arca.
3 Hice un arca de madera de acacia, tallé dos tablas de piedra como las primeras y subí al monte con las dos tablas.
4 Él escribió en las tablas la misma escritura de antes, los diez mandamientos que les había dado el Señor en la montaña, desde el fuego, el día de la asamblea, y me las entregó.
5 Yo bajé de la montaña y coloqué las dos tablas en el arca que tenía preparada, y allí quedaron, como me había mandado el Señor.
6 Los israelitas se dirigieron de los Pozos de los anaquitas a Moserot. Allí murió Aarón y allí lo enterraron. Su hijo Eleazar le sucedió en el sacerdocio.
7 De allí se dirigieron a Gudgoda, y de allí a Yotbatá, región de torrentes.
8 En aquella ocasión el Señor apartó a la tribu de Leví para que llevara el arca de la alianza del Señor, para que estuviera a disposición del Señor y lo sirviera y para que bendijera en su nombre, y así lo hacen todavía hoy.
9 Por eso el levita no recibe parte en la herencia de sus hermanos, sino que el Señor es su herencia, como le dijo el Señor, tu Dios.
10 Yo permanecí en la montaña cuarenta días y cuarenta noches, como la vez anterior, y también aquella vez me escuchó el Señor.
11 No quiso destruirlos, sino que me dijo: Levántate y prepárate a partir al frente del pueblo. Que vayan y tomen posesión de la tierra que les daré, como prometí a sus padres.
12

Recapitulación: exigencias del Señor

»Ahora, Israel, ¿qué es lo que te exige el Señor, tu Dios? Que respetes al Señor, tu Dios; que sigas todos sus caminos y lo ames; que sirvas al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma;
13 que guardes los preceptos del Señor, tu Dios, y los mandatos que yo te mando hoy, para tu bien.
14 »Cierto: del Señor son los cielos, hasta el último cielo; la tierra y todo cuanto la habita;
15 con todo, sólo de sus padres se enamoró el Señor, los amó, y de su descendencia los escogió a ustedes entre todos los pueblos, como sucede hoy.
16 »Por eso circunciden sus corazones, no persistan en su obstinación;
17 que el Señor, su Dios, es Dios de dioses y Señor de señores; Dios grande, fuerte y terrible, no es parcial ni acepta soborno,
18 hace justicia al huérfano y a la viuda, ama al emigrante, dándole pan y vestido.
19 »Amarán al emigrante, porque ustedes fueron emigrantes en Egipto.
20 »Al Señor, tu Dios, respetarás y a él sólo servirás, te unirás a él, en su Nombre jurarás.
21 Él será tu alabanza, él será tu Dios, porque él hizo a tu favor las terribles hazañas que tus ojos han visto.
22 Setenta eran tus padres cuando bajaron a Egipto, y ahora el Señor, tu Dios, te ha hecho numeroso como las estrellas del cielo.

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Introducción a Deuteronomio 

DEUTERONOMIO

El Deuteronomio que nosotros leemos hoy tiene algo de final de sinfonía, de conclusión solemne; pero, posee a la vez algo de roto, de violentamente interrumpido, como si el final no pudiera llegar a su cadencia tonal.
Moisés va a culminar su misión liberadora y el pueblo su largo peregrinar por el desierto. En cierto sentido, el movimiento del Pentateuco se remansa y se aquieta aquí, en la planicie de Moab: silencio contenido para escuchar largos discursos de un hombre que se dispone a morir. Al mismo tiempo, la historia se rompe. Moisés ha de morir antes de completar toda su empresa, el pueblo se queda a las puertas de la tierra prometida, ante la aduana geográfica del Jordán. ¿Qué será del pueblo? ¿Cómo ha de organizarse? ¿Quién lo ha de guiar?
Y porque se rompe bruscamente la historia, se advierte una agitación extraña: tribus impacientes por empezar ya la conquista y ocupación, Rubén, Gad, parte de Manasés; a la que Moisés sanciona. Se anticipa la vida del pueblo en un código que prevé y resuelve las situaciones más importantes de la historia: monarquía, sacerdocio, profetismo, culto, justicia, guerra y paz, familia y sociedad. Moisés lucha desesperadamente por inculcar tal ley, por meter en las entrañas la fidelidad radical y duradera al único Señor, a sus leyes y mandatos, a las exigencias de la historia; lucha contra el olvido, el cansancio, la desesperanza. Y sintiendo que no va a vencer, Moisés deja un poema de testimonio que le sobreviva. Renueva la Alianza, compila sus leyes, encara al pueblo con la gran decisión de su existencia.
Esto es a grandes rasgos el Deuteronomio. También nosotros tenemos que sentarnos con calma para escuchar la conclusión del Pentateuco.

Historia del libro. Parece ser que el Deuteronomio se leyó en otros tiempos de otro modo; no como final del Pentateuco, sino como comienzo de una gran obra histórica que abarcaba el tiempo de la tierra prometida desde la entrada, cruzando el Jordán, hasta la salida, camino del destierro.
Según esta teoría, el autor de la gran construcción y compilación histórica introdujo los capítulos autobiográficos (1-3), que le permitían ofrecer un resumen histórico con nueva perspectiva, y añadió el paso de poderes a Josué, como preparación para lo siguiente. Esta obra se extendía hasta el último capítulo del Segundo libro de los Reyes.
En tal posición, el Deuteronomio era un código de alianza que organizaba la vida en la tierra, previendo y sancionando la lealtad y la deslealtad del pueblo. Y como la historia terminaba en el destierro, el Deuteronomio justifica por adelantado el castigo de Dios. Moisés prevé dolorido ese desenlace y pronuncia una última palabra de esperanza.
La alianza en Moab adquiere así importancia capital. Empalma con la alianza del Sinaí, que recoge en la memoria. Pero asigna a dicha alianza solamente el decálogo como ley promulgada; el resto lo escucha sólo Moisés, se lo guarda, lo promulga antes de morir.
Las instituciones, la legislación y el mensaje del Deuteronomio acompañan al lector desde el comienzo de la obra histórica: como lo que pudo ser y no fue, pero puede y debe volver a ser si el pueblo se convierte. Como un punto de arranque que coloca toda la historia subsiguiente bajo el signo de la libertad responsable ante Dios.
En esta perspectiva, el sentido del libro cambia notablemente. Es muy difícil la paciencia para escuchar tantos sermones al comienzo de una historia. La ficción retrospectiva se hace más patente, las referencias a los Patriarcas se vuelven borrosas en la lejanía. El libro es un homenaje a la personalidad apasionada de Moisés, capaz de dejar tan gravemente preñada la historia que le sucede.
El Deuteronomio ya existía antes de las dos lecturas descritas. No íntegro, sino aproximadamente desde 4,44 hasta el final del capítulo 28. Tiene la forma de un código legal preparado y entreverado de discursos o frases parenéticas, rematado en la serie paralela de bendiciones y maldiciones. La breve justificación histórica de 4,45 y 5,6, las alusiones históricas esparcidas en 6-11, las indicaciones rituales del capítulo 27 confieren al libro la forma aproximada de un documento o protocolo de alianza.
Es bastante probable que, prescindiendo de adiciones, este libro sea el documento encontrado en el Templo en tiempos de Josías (2 Re 22), que sirvió de impulso y base para la reforma del rey. No es probable que el libro se fabricase «ad hoc» en aquella época, pero sí lo es que fuera obra de círculos reformadores, quizá durante el reinado de Manasés. Esto no pasa de conjetura. Es probable que parte del material legal se remonte a tiempos antiguos, mientras que la exhortación sobre la Ley también puede tener raíces seculares.

Mensaje religioso. El Deuteronomio es un libro de gran riqueza teológica; su teología mana de una preocupación pastoral. Deseando inculcar al pueblo la fidelidad al Señor y a sus leyes, el autor recoge la historia y la comenta, sacando de ella unas cuantas directrices grandes y fecundas, afianza la ley en la historia, apela a la conciencia lúcida y responsable.
A primera lectura, puede llamar la atención la insistencia en la centralización del culto. En la superficie, eso es una medida restrictiva para cortar los abusos de los santuarios locales; en el fondo, es una convicción radical, que el Señor es uno sólo, el Dios único de Israel. Todas sus leyes se concentran en el mandamiento principal del amor o lealtad a Dios; Israel es un pueblo de hermanos que han de ser unánimes en la lealtad a su Dios; cada israelita tiene que darse entero a ese compromiso.
Dios ha elegido al pueblo por puro amor, sin méritos previos le va a regalar una tierra y le exige una tarea. Si el pueblo la cumple, obtendrá nuevos beneficios de su Dios, sobre todo el beneficio supremo de la convivencia con Él; si no la cumple, Dios lo castigará sin abandonarlo del todo, llamándolo a la conversión. La tarea no es puramente cúltica, es ante todo una tarea de justicia social y de amor fraterno.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Deuteronomio  10,1-11Renovación de la Alianza. Las primeras tablas de la Ley que según Éxo_32:19 Moisés rompió contra la roca cuando encontró al pueblo postrado ante un ternero de oro son restituidas por el mismo Dios. Romper las tablas de piedra indica que la Alianza había quedado rota, derogada, y que el pueblo quedaba a merced de su propio destino; sin embargo, Moisés recuerda que gracias a la intercesión y súplica suyas (10s), el Señor mismo decide renovar su Alianza con el pueblo (1-5).
Los versículos 6-9 forman un paréntesis para recordar al pueblo que junto con la renovación de la Alianza queda también restablecido el culto en Israel por la mención de Aarón, su muerte, y su sucesor, y por la mención de los levitas.


Deuteronomio  10,12-22Recapitulación: exigencias del Señor. La restauración de las tablas de la Ley da pie a Moisés para recordar al pueblo cuáles son las exigencias del Señor, cuáles son los compromisos que adquiere el pueblo en el momento en que la Alianza queda renovada. Esos compromisos son: honrar al Señor y solo a él (cfr. 6,13); seguir sólo por el camino trazado por el Señor (cfr. 5,33); amarlo de todo corazón (cfr. 6,5); servirle sólo a Él (cfr. 6,13); en una palabra, observar fielmente los mandatos y leyes del Señor (cfr. 6,24). En la misma línea de los compromisos, Israel es exhortado a que circuncide su corazón y ablande su cerviz (10,16), a reconocer la grandeza e imparcialidad de Dios que es el único justo, que se ocupa personalmente de los más pobres entre los pobres: del huérfano, la viuda y el emigrante (10,18). Por tanto, Israel tiene que aprender a hacer lo mismo: amar y abrir la mano (cfr. 15,8) a esos mismos sujetos (10,19).
El capítulo 11 menciona algunas de las hazañas y prodigios del Señor realizados contra Egipto para liberar al pueblo (3-5) con una característica: esos signos y prodigios los realizó el Señor a los ojos de todo Israel. Por tanto, no se trata de un evento del pasado, sino de algo que todos los presentes pudieron ver y de lo cual pueden dar testimonio. Así, la acción salvífica de Dios cobra actualidad y vigencia; el pueblo puede contar con que esa intención salvadora y liberadora de Dios permanece y continuará en la tierra que él les otorga. Pero ellos tienen que comprometerse también a guardar fidelidad al Señor cumpliendo cada uno de sus mandatos, porque eso será benéfico para ellos. En la prosperidad y el bienestar en la tierra prometida, ellos podrán constatar la fidelidad de Dios (12-15); pero si se apartan de la voluntad divina sirviendo a otros dioses extranjeros (16), los efectos serán muy perjudiciales para Israel (17). Así pues, al momento de cruzar el Jordán para tomar posesión de la tierra (31), el pueblo es instado a grabarse muy bien los mandatos y preceptos, a fijarse muy bien en qué proyecto quiere servir, al proyecto de la vida que se traduce en bendiciones, o al proyecto de la muerte que equivale a decir maldición y perdición (26).