Deuteronomio  14 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 29 versitos |
1

Animales puros e impuros
Lv 11

»Ustedes son hijos del Señor, su Dios. No se hagan incisiones ni se rapen el cabello en la frente por un muerto.
2 Eres un pueblo consagrado al Señor, tu Dios; el Señor te ha elegido entre todos los pueblos de la tierra como pueblo de su propiedad.
3 No comerás nada abominable:
4 »Animales terrestres comestibles: el toro, el cordero, el cabrito,
5 el ciervo, la gacela, el corzo, la cabra montés, el antílope, el bisonte y la gamuza.
6 De los animales terrestres pueden comer todos los rumiantes de pezuña partida;
7 se exceptúan sólo los siguientes: el camello, la liebre y el león, que son rumiantes, pero no tienen la pezuña partida, ténganlos por impuros;
8 el jabalí, que tiene la pezuña partida, pero no es rumiante, ténganlo por impuro. No coman su carne ni toquen sus cadáveres.
9 »Animales acuáticos comestibles: pueden comer los que tienen aletas y escamas;
10 pero los que no tienen aletas ni escamas no los pueden comer, ténganlos por impuros.
11 »Pueden comer todas las aves puras,
12 pero no pueden comer el águila, el quebrantahuesos, el buitre negro,
13 el buitre, el milano en todas sus variedades,
14 el cuervo en todas sus variedades,
15 el avestruz, la lechuza, la gaviota y el halcón en todas sus variedades,
16 el búho, el mochuelo, la corneja,
17 el pelícano, el calamón, el cormorán,
18 la cigüeña y la garza en todas sus variedades, la abubilla y el murciélago,
19 y los insectos, ténganlos por impuros, no son comestibles.
20 Pero podrán comer todas las aves puras.
21 »No comerán sus cadáveres, se lo dejarán al emigrante que vive en tu vecindad para que se los coma o se lo venderás al extranjero, porque tú eres un pueblo santo para el Señor, tu Dios.
»No cocerás un cabrito en la leche de su madre.
22

Diezmos y remisión
Nm 18,20-32

»Todos los años apartarás la décima parte de los productos de tus campos
23 y comerás en presencia del Señor, tu Dios, en el lugar que se elija por morada de su Nombre, el diezmo de tu trigo, tu mosto y tu aceite y los primogénitos de tus reses y ovejas, para que aprendas a respetar al Señor, tu Dios, mientras te dure la vida.
24 Si te resulta demasiado largo el camino y no puedes transportar el diezmo, porque te ha bendecido el Señor, tu Dios, y porque te queda lejos el lugar que haya elegido el Señor para poner en él su Nombre,
25 lo venderás, meterás el dinero en una bolsa y lo llevarás al lugar que elija el Señor, tu Dios.
26 Allí compra lo que desees: reses, ovejas, vino, licores, todo lo que te pida el apetito, y lo comerás en la presencia del Señor, disfrutando tú y los tuyos.
27 Pero no descuides al levita de tu vecindad, porque a él no le tocó nada en el reparto de la herencia.
28 »Cada tres años apartarás la décima parte de la cosecha de ese año y lo depositarás a las puertas de la ciudad.
29 Así, vendrá el levita, que no se benefició contigo en el reparto de la herencia, el emigrante, el huérfano y la viuda que viven en tu vecindad, y comerán hasta hartarse. Así, te bendecirá el Señor tu Dios en todas las tareas que emprendas.

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Introducción a Deuteronomio 

DEUTERONOMIO

El Deuteronomio que nosotros leemos hoy tiene algo de final de sinfonía, de conclusión solemne; pero, posee a la vez algo de roto, de violentamente interrumpido, como si el final no pudiera llegar a su cadencia tonal.
Moisés va a culminar su misión liberadora y el pueblo su largo peregrinar por el desierto. En cierto sentido, el movimiento del Pentateuco se remansa y se aquieta aquí, en la planicie de Moab: silencio contenido para escuchar largos discursos de un hombre que se dispone a morir. Al mismo tiempo, la historia se rompe. Moisés ha de morir antes de completar toda su empresa, el pueblo se queda a las puertas de la tierra prometida, ante la aduana geográfica del Jordán. ¿Qué será del pueblo? ¿Cómo ha de organizarse? ¿Quién lo ha de guiar?
Y porque se rompe bruscamente la historia, se advierte una agitación extraña: tribus impacientes por empezar ya la conquista y ocupación, Rubén, Gad, parte de Manasés; a la que Moisés sanciona. Se anticipa la vida del pueblo en un código que prevé y resuelve las situaciones más importantes de la historia: monarquía, sacerdocio, profetismo, culto, justicia, guerra y paz, familia y sociedad. Moisés lucha desesperadamente por inculcar tal ley, por meter en las entrañas la fidelidad radical y duradera al único Señor, a sus leyes y mandatos, a las exigencias de la historia; lucha contra el olvido, el cansancio, la desesperanza. Y sintiendo que no va a vencer, Moisés deja un poema de testimonio que le sobreviva. Renueva la Alianza, compila sus leyes, encara al pueblo con la gran decisión de su existencia.
Esto es a grandes rasgos el Deuteronomio. También nosotros tenemos que sentarnos con calma para escuchar la conclusión del Pentateuco.

Historia del libro. Parece ser que el Deuteronomio se leyó en otros tiempos de otro modo; no como final del Pentateuco, sino como comienzo de una gran obra histórica que abarcaba el tiempo de la tierra prometida desde la entrada, cruzando el Jordán, hasta la salida, camino del destierro.
Según esta teoría, el autor de la gran construcción y compilación histórica introdujo los capítulos autobiográficos (1-3), que le permitían ofrecer un resumen histórico con nueva perspectiva, y añadió el paso de poderes a Josué, como preparación para lo siguiente. Esta obra se extendía hasta el último capítulo del Segundo libro de los Reyes.
En tal posición, el Deuteronomio era un código de alianza que organizaba la vida en la tierra, previendo y sancionando la lealtad y la deslealtad del pueblo. Y como la historia terminaba en el destierro, el Deuteronomio justifica por adelantado el castigo de Dios. Moisés prevé dolorido ese desenlace y pronuncia una última palabra de esperanza.
La alianza en Moab adquiere así importancia capital. Empalma con la alianza del Sinaí, que recoge en la memoria. Pero asigna a dicha alianza solamente el decálogo como ley promulgada; el resto lo escucha sólo Moisés, se lo guarda, lo promulga antes de morir.
Las instituciones, la legislación y el mensaje del Deuteronomio acompañan al lector desde el comienzo de la obra histórica: como lo que pudo ser y no fue, pero puede y debe volver a ser si el pueblo se convierte. Como un punto de arranque que coloca toda la historia subsiguiente bajo el signo de la libertad responsable ante Dios.
En esta perspectiva, el sentido del libro cambia notablemente. Es muy difícil la paciencia para escuchar tantos sermones al comienzo de una historia. La ficción retrospectiva se hace más patente, las referencias a los Patriarcas se vuelven borrosas en la lejanía. El libro es un homenaje a la personalidad apasionada de Moisés, capaz de dejar tan gravemente preñada la historia que le sucede.
El Deuteronomio ya existía antes de las dos lecturas descritas. No íntegro, sino aproximadamente desde 4,44 hasta el final del capítulo 28. Tiene la forma de un código legal preparado y entreverado de discursos o frases parenéticas, rematado en la serie paralela de bendiciones y maldiciones. La breve justificación histórica de 4,45 y 5,6, las alusiones históricas esparcidas en 6-11, las indicaciones rituales del capítulo 27 confieren al libro la forma aproximada de un documento o protocolo de alianza.
Es bastante probable que, prescindiendo de adiciones, este libro sea el documento encontrado en el Templo en tiempos de Josías (2 Re 22), que sirvió de impulso y base para la reforma del rey. No es probable que el libro se fabricase «ad hoc» en aquella época, pero sí lo es que fuera obra de círculos reformadores, quizá durante el reinado de Manasés. Esto no pasa de conjetura. Es probable que parte del material legal se remonte a tiempos antiguos, mientras que la exhortación sobre la Ley también puede tener raíces seculares.

Mensaje religioso. El Deuteronomio es un libro de gran riqueza teológica; su teología mana de una preocupación pastoral. Deseando inculcar al pueblo la fidelidad al Señor y a sus leyes, el autor recoge la historia y la comenta, sacando de ella unas cuantas directrices grandes y fecundas, afianza la ley en la historia, apela a la conciencia lúcida y responsable.
A primera lectura, puede llamar la atención la insistencia en la centralización del culto. En la superficie, eso es una medida restrictiva para cortar los abusos de los santuarios locales; en el fondo, es una convicción radical, que el Señor es uno sólo, el Dios único de Israel. Todas sus leyes se concentran en el mandamiento principal del amor o lealtad a Dios; Israel es un pueblo de hermanos que han de ser unánimes en la lealtad a su Dios; cada israelita tiene que darse entero a ese compromiso.
Dios ha elegido al pueblo por puro amor, sin méritos previos le va a regalar una tierra y le exige una tarea. Si el pueblo la cumple, obtendrá nuevos beneficios de su Dios, sobre todo el beneficio supremo de la convivencia con Él; si no la cumple, Dios lo castigará sin abandonarlo del todo, llamándolo a la conversión. La tarea no es puramente cúltica, es ante todo una tarea de justicia social y de amor fraterno.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Deuteronomio  14,1-21Animales puros e impuros. Antes de la estipulación de los animales puros e impuros hay una ley que prohíbe los tatuajes e incisiones en el cuerpo en honor de los muertos (1s). Podría tratarse de una antigua práctica cananea en señal de duelo por la muerte de un pariente o amigo. Se trataría de un rito funerario bajo la proyección religiosa de Baal, Dios de la fertilidad (cfr. 1Re_18:28). Israel no puede asemejarse en ello a los paganos, porque ellos son hijos de Dios y un pueblo elegido entre muchos otros para ser consagrado al Señor.
Los versículos 3-21 establecen cuáles son los animales terrestres, aéreos y acuáticos que podían ser consumidos. Los criterios para establecer la pureza o impureza no son del todo claros ni precisos; se podría pensar en ciertos tabúes o en un rechazo irracional hacia ciertos animales. En todo caso hay una intención común: ponerlo como mandato divino y, por tanto, de obligatorio cumplimiento para todo fiel israelita.
En la Nueva Alianza no hay que preocuparse de esto, puesto que en Jesús hemos obtenido la completa libertad respecto a nuestra manera de vivir y expresar nuestras relaciones con Dios, con nuestros semejantes y con la creación. Más importante es hoy para nosotros el establecimiento de normas y leyes que nos ayuden a proteger y a defender de modo eficaz la fauna de nuestras regiones y su hábitat, y que nos hagamos cada vez más conscientes de que, a pesar de que la creación está para nuestro servicio y disfrute, es un bien universal que exige de nosotros un trato humano, respetuoso, justo y equilibrado.


Deuteronomio  14,22-29Diezmos y remisión. Se distinguen dos tipos de diezmo: el primero es anual y debe presentarse ante el santuario (22-27); no se trata simplemente de depositar las ofrendas, se trata de comerlas «en presencia del Señor» (23), en compañía de los miembros de la familia (26), pero sin olvidar al levita que, por su condición no heredó tierra alguna de la que pueda obtener frutos (27). El segundo tipo de diezmo es trienal, y no se presenta ante el santuario, sino a las puertas de la ciudad; su objeto es enteramente social puesto que es una ofrenda de la cual pueden comer el levita, el emigrante, el huérfano y la viuda (29). Hay una nota que motiva esta práctica de separar algo de los bienes tanto para el Templo como para los empobrecidos: la bendición del Señor en toda tarea que se emprenda (29), una manera de entender y de practicar el concepto de la retribución.
Nuestro compromiso con los más pobres de la sociedad ya no puede basarse en la simple idea de la retribución, sino sobre la base de una conciencia que tiene que ir aportando cada día más elementos para la construcción de una sociedad más justa y equitativa. Hoy no se trata tanto de separar para dar a los que no tienen, sino de luchar para que todos tengamos las mismas oportunidades de tener lo que es justo y necesario para sobrevivir dignamente.