Deuteronomio  19 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 21 versitos |
1

Ciudades de refugio
Nm 35,9-32

»Cuando el Señor, tu Dios, haya extirpado las naciones cuya tierra va a darte el Señor, tu Dios, y habites sus ciudades y sus casas,
2 separarás tres ciudades en la tierra que el Señor va a darte en posesión.
3 Medirás bien las distancias y dividirás en tres zonas la tierra que el Señor, tu Dios, va a darte en herencia, como asilo de los homicidas.
4 Ley sobre el homicida que pide asilo para salvar su vida:
»Si uno mata a su prójimo sin querer, sin estar enemistado con él:
5 por ejemplo, uno sale con su prójimo al bosque a cortar leña, y al blandir el hacha para cortar la leña, el hierro se escapa del mango, alcanza al prójimo y lo mata, ése recibirá asilo en una de dichas ciudades y salvará la vida.
6 No sea que el vengador de la sangre lo persiga enfurecido, le dé alcance, porque el camino es largo, y lo mate sin motivo suficiente, porque el homicida no estaba enemistado con el otro.
7 »Por eso yo te mando: Separa tres ciudades.
8 Si el Señor, tu Dios, ensancha tus fronteras, como juró a tus padres, y te da toda la tierra que prometió dar a tus padres
9 – si pones por obra este precepto que yo te mando hoy amando al Señor, tu Dios, y siguiendo sus caminos toda la vida– , añadirás otras tres ciudades a las anteriores.
10 Para que no se derrame sangre inocente en la tierra que el Señor, tu Dios, va a darte en herencia y no recaiga sobre ti un homicidio.
11 »Pero si uno que odia a su prójimo se pone al acecho, lo ataca, lo hiere de muerte y después busca asilo en una de esas ciudades,
12 los ancianos de dicha ciudad lo mandarán sacar de allí y lo entregarán al vengador de la sangre para que muera.
13 No tengas piedad de él; así extirparás de Israel el homicidio y te irá bien.
14 »No correrás los mojones que marcan los límites de la propiedad de tu prójimo, plantados por los mayores en el patrimonio que heredes, en la tierra que el Señor, tu Dios, va a darte en posesión.
15

Ley sobre los testigos

»No es válido el testimonio de uno solo contra nadie, en cualquier caso de pecado, culpa o delito. Sólo por el testimonio de dos o de tres testigos se podrá fallar una causa.
16 »Si se presenta contra alguien un testigo de mala fe acusándolo de rebelión,
17 las dos partes comparecerán ante el Señor, ante los sacerdotes y jueces que estén en funciones entonces,
18 y los jueces investigarán a fondo; si resulta que el testigo es falso y que ha calumniado a su hermano,
19 le harán a él lo que él intentaba hacer a su hermano, y así extirparás de ti la maldad,
20 y los demás escarmentarán al enterarse y no volverán a cometer maldad semejante entre los tuyos.
21 No tengas piedad de él: vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie.

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Introducción a Deuteronomio 

DEUTERONOMIO

El Deuteronomio que nosotros leemos hoy tiene algo de final de sinfonía, de conclusión solemne; pero, posee a la vez algo de roto, de violentamente interrumpido, como si el final no pudiera llegar a su cadencia tonal.
Moisés va a culminar su misión liberadora y el pueblo su largo peregrinar por el desierto. En cierto sentido, el movimiento del Pentateuco se remansa y se aquieta aquí, en la planicie de Moab: silencio contenido para escuchar largos discursos de un hombre que se dispone a morir. Al mismo tiempo, la historia se rompe. Moisés ha de morir antes de completar toda su empresa, el pueblo se queda a las puertas de la tierra prometida, ante la aduana geográfica del Jordán. ¿Qué será del pueblo? ¿Cómo ha de organizarse? ¿Quién lo ha de guiar?
Y porque se rompe bruscamente la historia, se advierte una agitación extraña: tribus impacientes por empezar ya la conquista y ocupación, Rubén, Gad, parte de Manasés; a la que Moisés sanciona. Se anticipa la vida del pueblo en un código que prevé y resuelve las situaciones más importantes de la historia: monarquía, sacerdocio, profetismo, culto, justicia, guerra y paz, familia y sociedad. Moisés lucha desesperadamente por inculcar tal ley, por meter en las entrañas la fidelidad radical y duradera al único Señor, a sus leyes y mandatos, a las exigencias de la historia; lucha contra el olvido, el cansancio, la desesperanza. Y sintiendo que no va a vencer, Moisés deja un poema de testimonio que le sobreviva. Renueva la Alianza, compila sus leyes, encara al pueblo con la gran decisión de su existencia.
Esto es a grandes rasgos el Deuteronomio. También nosotros tenemos que sentarnos con calma para escuchar la conclusión del Pentateuco.

Historia del libro. Parece ser que el Deuteronomio se leyó en otros tiempos de otro modo; no como final del Pentateuco, sino como comienzo de una gran obra histórica que abarcaba el tiempo de la tierra prometida desde la entrada, cruzando el Jordán, hasta la salida, camino del destierro.
Según esta teoría, el autor de la gran construcción y compilación histórica introdujo los capítulos autobiográficos (1-3), que le permitían ofrecer un resumen histórico con nueva perspectiva, y añadió el paso de poderes a Josué, como preparación para lo siguiente. Esta obra se extendía hasta el último capítulo del Segundo libro de los Reyes.
En tal posición, el Deuteronomio era un código de alianza que organizaba la vida en la tierra, previendo y sancionando la lealtad y la deslealtad del pueblo. Y como la historia terminaba en el destierro, el Deuteronomio justifica por adelantado el castigo de Dios. Moisés prevé dolorido ese desenlace y pronuncia una última palabra de esperanza.
La alianza en Moab adquiere así importancia capital. Empalma con la alianza del Sinaí, que recoge en la memoria. Pero asigna a dicha alianza solamente el decálogo como ley promulgada; el resto lo escucha sólo Moisés, se lo guarda, lo promulga antes de morir.
Las instituciones, la legislación y el mensaje del Deuteronomio acompañan al lector desde el comienzo de la obra histórica: como lo que pudo ser y no fue, pero puede y debe volver a ser si el pueblo se convierte. Como un punto de arranque que coloca toda la historia subsiguiente bajo el signo de la libertad responsable ante Dios.
En esta perspectiva, el sentido del libro cambia notablemente. Es muy difícil la paciencia para escuchar tantos sermones al comienzo de una historia. La ficción retrospectiva se hace más patente, las referencias a los Patriarcas se vuelven borrosas en la lejanía. El libro es un homenaje a la personalidad apasionada de Moisés, capaz de dejar tan gravemente preñada la historia que le sucede.
El Deuteronomio ya existía antes de las dos lecturas descritas. No íntegro, sino aproximadamente desde 4,44 hasta el final del capítulo 28. Tiene la forma de un código legal preparado y entreverado de discursos o frases parenéticas, rematado en la serie paralela de bendiciones y maldiciones. La breve justificación histórica de 4,45 y 5,6, las alusiones históricas esparcidas en 6-11, las indicaciones rituales del capítulo 27 confieren al libro la forma aproximada de un documento o protocolo de alianza.
Es bastante probable que, prescindiendo de adiciones, este libro sea el documento encontrado en el Templo en tiempos de Josías (2 Re 22), que sirvió de impulso y base para la reforma del rey. No es probable que el libro se fabricase «ad hoc» en aquella época, pero sí lo es que fuera obra de círculos reformadores, quizá durante el reinado de Manasés. Esto no pasa de conjetura. Es probable que parte del material legal se remonte a tiempos antiguos, mientras que la exhortación sobre la Ley también puede tener raíces seculares.

Mensaje religioso. El Deuteronomio es un libro de gran riqueza teológica; su teología mana de una preocupación pastoral. Deseando inculcar al pueblo la fidelidad al Señor y a sus leyes, el autor recoge la historia y la comenta, sacando de ella unas cuantas directrices grandes y fecundas, afianza la ley en la historia, apela a la conciencia lúcida y responsable.
A primera lectura, puede llamar la atención la insistencia en la centralización del culto. En la superficie, eso es una medida restrictiva para cortar los abusos de los santuarios locales; en el fondo, es una convicción radical, que el Señor es uno sólo, el Dios único de Israel. Todas sus leyes se concentran en el mandamiento principal del amor o lealtad a Dios; Israel es un pueblo de hermanos que han de ser unánimes en la lealtad a su Dios; cada israelita tiene que darse entero a ese compromiso.
Dios ha elegido al pueblo por puro amor, sin méritos previos le va a regalar una tierra y le exige una tarea. Si el pueblo la cumple, obtendrá nuevos beneficios de su Dios, sobre todo el beneficio supremo de la convivencia con Él; si no la cumple, Dios lo castigará sin abandonarlo del todo, llamándolo a la conversión. La tarea no es puramente cúltica, es ante todo una tarea de justicia social y de amor fraterno.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Deuteronomio  19,1-14Ciudades de refugio. Más allá de la mera protección a la vida de quien había asesinado a otro de manera involuntaria, esta ley, como la encontramos en Núm_35:9-28 y Jos_20:1-9, busca de manera especial salir al paso a la violencia extrema y al derramamiento de sangre ocasionados por cualquier lesión, voluntaria o involuntaria. Israel no estuvo exento de estos excesos y tuvo que haber corrido mucha sangre a causa de cualquier perjuicio, por leve que fuera. La misma Biblia denuncia y condena ese comportamiento (cfr. Gén_4:23s). De ahí, entonces, la necesidad de crear un espacio en el cual la vida de un homicida o agresor involuntario estuviera protegida y asegurada (1-10); sin embargo, ni estas ciudades, ni ningún otro lugar podían servir de refugio al agresor intencional: tenía que pagar con su vida el derramamiento de la sangre de su víctima (11-13).
El versículo 14 prohíbe el desplazamiento de los linderos de la propiedad. Aparentemente, no tiene conexión con la ley sobre las ciudades de refugio y su objetivo; sin embargo, es perfectamente lógico que en el contexto de una ley que busca ante todo proteger la vida se prohíba expresamente atentar contra aquello que proporciona la vida y el sustento al prójimo, su tierra, su heredad. Al parecer, en alguna época fue una práctica común en Israel; los insaciables terratenientes hacían de todo para acaparar y acaparar la tierra de los más pobres. El mismo libro de Reyes nos presenta un caso que ilustra perfectamente ese comportamiento que la Biblia repudia: la viña de Nabot (cfr. 1Re_21:1-19). No podemos dejar de denunciar esta tendencia, tan antigua y tan actual, y atacarla como algo contrario al plan de vida del Padre. El ser humano no se realiza como persona, como humano, en el aire, de manera abstracta; necesita de un espacio y lugar concretos para su realización personal, familiar y social; por eso es necesario incentivar especialmente en nuestros campesinos su derecho a la tierra y a denunciar con valentía todo acto de acaparamiento que, las más de las veces, va acompañado de terror y muerte.


Deuteronomio  19,15-21Ley sobre los testigos. En una sociedad en decadencia es posible encontrar todo tipo de trampas y artimañas que, en el fondo, son la manera como se amenaza y se atenta contra la vida y los bienes de las personas. Uno de esos síntomas de falta de respeto y de amenaza contra la vida es, precisamente, la delación; delatar o denunciar a alguien con el propósito de hacerlo desaparecer y de ese modo quedarse con sus bienes.
Tampoco Israel estuvo exento de este flagelo; por eso, la corriente deuteronomista, preocupada por la justicia y por la vida, establece esta ley que busca proteger la vida y evitar los abusos en las denuncias y acusaciones. Es probable que hoy, en las legislaciones modernas, no se llegue al extremo de proceder de igual forma contra los falsos acusadores, pero de todos modos sigue siendo un delito punible; el Deuteronomio entendió así la forma de hacer justicia y al mismo tiempo de educar por medio del escarmiento (20). En el juicio seguido contra Jesús se infringe precisamente esta ley que los escribas, los maestros de Israel y el sanedrín debían conocer perfectamente.