Deuteronomio  27 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 26 versitos |
1

Maldiciones

Moisés y los ancianos de Israel mandaron al pueblo:
– Guarden todos los preceptos que yo les mando hoy.
2 El día que crucen el Jordán para entrar en la tierra que va a darte el Señor, tu Dios, levantarás unas piedras grandes, las revocarás de cal, y cuando crucen,
3 escribirán en ellas todos los artículos de esta ley, en conmemoración de tu entrada en la tierra que va a darte el Señor, tu Dios, una tierra que mana leche y miel, como te dijo el Señor, Dios de tus padres.
4 Cuando crucen el Jordán, levantarán esas piedras en el monte Ebal y las revocarán de cal.
5 Allí construirás un altar al Señor, tu Dios, un altar de piedras no labradas a hierro
6 un altar de piedras enteras construirás al Señor, tu Dios; ofrecerás sobre él holocaustos al Señor, tu Dios,
7 ofrecerás sacrificios de comunión y allí los comerás haciendo fiesta ante el Señor, tu Dios,
8 y escribirás sobre las piedras, grabándolos bien, todos los artículos de esta ley.
9 Moisés y los sacerdotes levitas dijeron a todo Israel:
– Guarda silencio y escucha, Israel: hoy te has convertido en el pueblo del Señor, tu Dios;
10 escucharás la voz del Señor, tu Dios, y cumplirás los preceptos y mandatos que yo te mando hoy.
11 Aquel día ordenó Moisés al pueblo:
12 – Cuando crucen el Jordán, se colocarán sobre el monte Garizín las tribus de Simeón, Leví, Judá, Isacar, José y Benjamín
13 para pronunciar la bendición al pueblo, y en el monte Ebal las tribus de Rubén, Gad, Aser, Zabulón, Dan y Neftalí para pronunciar la maldición al pueblo.
14 Los levitas entonarán y recitarán con voz fuerte, ante todos los hombres de Israel:
15 ¡Maldito quien se haga una imagen o se funda un ídolo
– abominación del Señor, obra de un artesano–
y se lo guarde escondido!,
y todo el pueblo responderá: ¡Amén!
16 ¡Maldito quien desprecie a su padre o a su madre!,
y todo el pueblo responderá: ¡Amén!
17 ¡Maldito quien corra los mojones
que marcan los límites de propiedad de su vecino!,
y todo el pueblo responderá: ¡Amén!
18 ¡Maldito quien extravíe a un ciego en el camino!,
y todo el pueblo responderá: ¡Amén!
19 ¡Maldito quien cometa injusticia con
el emigrante, el huérfano o la viuda!,
y todo el pueblo responderá: ¡Amén!
20 ¡Maldito quien se acueste con la mujer de su padre!,
por haber descubierto lo que es de su padre,
y todo el pueblo responderá: ¡Amén!
21 ¡Maldito quien se acueste con bestias!,
y todo el pueblo responderá: ¡Amén!
22 ¡Maldito quien se acueste con su hermana,
hija de su padre o de su madre!,
y todo el pueblo responderá: ¡Amén!
23 ¡Maldito quien se acueste con su suegra!,
y todo el pueblo responderá: ¡Amén!
24 ¡Maldito quien mate a escondidas a su hermano!,
y todo el pueblo responderá: ¡Amén!
25 ¡Maldito quien se deje sobornar para matar a un inocente!,
y todo el pueblo responderá: ¡Amén!
26 ¡Maldito quien no mantenga los artículos de esta ley,
poniéndolos por obra!,
y todo el pueblo responderá: ¡Amén!

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Introducción a Deuteronomio 

DEUTERONOMIO

El Deuteronomio que nosotros leemos hoy tiene algo de final de sinfonía, de conclusión solemne; pero, posee a la vez algo de roto, de violentamente interrumpido, como si el final no pudiera llegar a su cadencia tonal.
Moisés va a culminar su misión liberadora y el pueblo su largo peregrinar por el desierto. En cierto sentido, el movimiento del Pentateuco se remansa y se aquieta aquí, en la planicie de Moab: silencio contenido para escuchar largos discursos de un hombre que se dispone a morir. Al mismo tiempo, la historia se rompe. Moisés ha de morir antes de completar toda su empresa, el pueblo se queda a las puertas de la tierra prometida, ante la aduana geográfica del Jordán. ¿Qué será del pueblo? ¿Cómo ha de organizarse? ¿Quién lo ha de guiar?
Y porque se rompe bruscamente la historia, se advierte una agitación extraña: tribus impacientes por empezar ya la conquista y ocupación, Rubén, Gad, parte de Manasés; a la que Moisés sanciona. Se anticipa la vida del pueblo en un código que prevé y resuelve las situaciones más importantes de la historia: monarquía, sacerdocio, profetismo, culto, justicia, guerra y paz, familia y sociedad. Moisés lucha desesperadamente por inculcar tal ley, por meter en las entrañas la fidelidad radical y duradera al único Señor, a sus leyes y mandatos, a las exigencias de la historia; lucha contra el olvido, el cansancio, la desesperanza. Y sintiendo que no va a vencer, Moisés deja un poema de testimonio que le sobreviva. Renueva la Alianza, compila sus leyes, encara al pueblo con la gran decisión de su existencia.
Esto es a grandes rasgos el Deuteronomio. También nosotros tenemos que sentarnos con calma para escuchar la conclusión del Pentateuco.

Historia del libro. Parece ser que el Deuteronomio se leyó en otros tiempos de otro modo; no como final del Pentateuco, sino como comienzo de una gran obra histórica que abarcaba el tiempo de la tierra prometida desde la entrada, cruzando el Jordán, hasta la salida, camino del destierro.
Según esta teoría, el autor de la gran construcción y compilación histórica introdujo los capítulos autobiográficos (1-3), que le permitían ofrecer un resumen histórico con nueva perspectiva, y añadió el paso de poderes a Josué, como preparación para lo siguiente. Esta obra se extendía hasta el último capítulo del Segundo libro de los Reyes.
En tal posición, el Deuteronomio era un código de alianza que organizaba la vida en la tierra, previendo y sancionando la lealtad y la deslealtad del pueblo. Y como la historia terminaba en el destierro, el Deuteronomio justifica por adelantado el castigo de Dios. Moisés prevé dolorido ese desenlace y pronuncia una última palabra de esperanza.
La alianza en Moab adquiere así importancia capital. Empalma con la alianza del Sinaí, que recoge en la memoria. Pero asigna a dicha alianza solamente el decálogo como ley promulgada; el resto lo escucha sólo Moisés, se lo guarda, lo promulga antes de morir.
Las instituciones, la legislación y el mensaje del Deuteronomio acompañan al lector desde el comienzo de la obra histórica: como lo que pudo ser y no fue, pero puede y debe volver a ser si el pueblo se convierte. Como un punto de arranque que coloca toda la historia subsiguiente bajo el signo de la libertad responsable ante Dios.
En esta perspectiva, el sentido del libro cambia notablemente. Es muy difícil la paciencia para escuchar tantos sermones al comienzo de una historia. La ficción retrospectiva se hace más patente, las referencias a los Patriarcas se vuelven borrosas en la lejanía. El libro es un homenaje a la personalidad apasionada de Moisés, capaz de dejar tan gravemente preñada la historia que le sucede.
El Deuteronomio ya existía antes de las dos lecturas descritas. No íntegro, sino aproximadamente desde 4,44 hasta el final del capítulo 28. Tiene la forma de un código legal preparado y entreverado de discursos o frases parenéticas, rematado en la serie paralela de bendiciones y maldiciones. La breve justificación histórica de 4,45 y 5,6, las alusiones históricas esparcidas en 6-11, las indicaciones rituales del capítulo 27 confieren al libro la forma aproximada de un documento o protocolo de alianza.
Es bastante probable que, prescindiendo de adiciones, este libro sea el documento encontrado en el Templo en tiempos de Josías (2 Re 22), que sirvió de impulso y base para la reforma del rey. No es probable que el libro se fabricase «ad hoc» en aquella época, pero sí lo es que fuera obra de círculos reformadores, quizá durante el reinado de Manasés. Esto no pasa de conjetura. Es probable que parte del material legal se remonte a tiempos antiguos, mientras que la exhortación sobre la Ley también puede tener raíces seculares.

Mensaje religioso. El Deuteronomio es un libro de gran riqueza teológica; su teología mana de una preocupación pastoral. Deseando inculcar al pueblo la fidelidad al Señor y a sus leyes, el autor recoge la historia y la comenta, sacando de ella unas cuantas directrices grandes y fecundas, afianza la ley en la historia, apela a la conciencia lúcida y responsable.
A primera lectura, puede llamar la atención la insistencia en la centralización del culto. En la superficie, eso es una medida restrictiva para cortar los abusos de los santuarios locales; en el fondo, es una convicción radical, que el Señor es uno sólo, el Dios único de Israel. Todas sus leyes se concentran en el mandamiento principal del amor o lealtad a Dios; Israel es un pueblo de hermanos que han de ser unánimes en la lealtad a su Dios; cada israelita tiene que darse entero a ese compromiso.
Dios ha elegido al pueblo por puro amor, sin méritos previos le va a regalar una tierra y le exige una tarea. Si el pueblo la cumple, obtendrá nuevos beneficios de su Dios, sobre todo el beneficio supremo de la convivencia con Él; si no la cumple, Dios lo castigará sin abandonarlo del todo, llamándolo a la conversión. La tarea no es puramente cúltica, es ante todo una tarea de justicia social y de amor fraterno.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Deuteronomio  27,1-26Maldiciones. Enfatizando que todas estas normas y preceptos serán el proyecto de vida del pueblo para cuando «cruce el Jordán», Moisés sigue instruyendo a los dirigentes de la comunidad para que sean ellos los responsables de mantener esta ley. Los versículos 15-26 enumeran una lista de abominaciones que deben ser erradicadas del pueblo cuando habite en la tierra que el Señor les va a dar. La lista se abre proclamando maldito a quien incumpla el mandato religioso de no hacerse imágenes divinas (15); el resto de maldiciones tiene que ver con el incumplimiento de preceptos que afectan a la responsabilidad respecto a la vida y respecto a las sanas relaciones sexuales.
El versículo 26 resume todos los artículos de la ley que no están mencionados aquí, pero que el pueblo sabe que son de obligatorio cumplimiento. En época tardía, la interpretación rabínica llegó a acumular 613 mandatos, todos cobijados por la misma gravedad de cumplimiento: «maldito quien no mantenga los artículos de esta ley poniéndolos por obra». Es evidente que, a ese paso, la gran mayoría de israelitas estaban «bajo la maldición» de la ley por no cumplirla.
Pues ése es el ambiente en el que nace y crece Jesús, y de esa maldición es de la que Él ha liberado a quien escucha la Buena Noticia de libertad y de amor misericordioso del Padre.