Deuteronomio  28 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 68 versitos |
1

Bendiciones

»Si obedeces y escuchas la voz del Señor, tu Dios, poniendo en práctica todos los preceptos que yo te mando hoy, el Señor, tu Dios, te pondrá por encima de todas las naciones del mundo.
2 Sobre ti irán viniendo, hasta darte alcance, todas estas bendiciones, si escuchas la voz del Señor, tu Dios:
3 »Bendito seas en la ciudad, bendito seas en el campo.
4 »Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu suelo, el fruto de tu ganado, las crías de tus reses y el parto de tus ovejas.
5 »Bendita tu canasta y bendito el recipiente donde amasas tu pan.
6 »Bendito seas al entrar, bendito seas al salir.
7 »Que el Señor te entregue ya vencidos los enemigos que se alcen contra ti; vendrán a atacarte por un camino y por siete caminos huirán.
8 »Que el Señor mande contigo la bendición en tus graneros y en tus empresas y te bendiga en la tierra que va a darte el Señor, tu Dios.
9 »Que el Señor te nombre su pueblo santo, como te tiene prometido, si guardas los preceptos del Señor, tu Dios, y vas por sus caminos;
10 así verán todos los pueblos de la tierra que se ha invocado sobre ti el Nombre del Señor, y te temerán.
11 »Que el Señor te enriquezca con el fruto de tu vientre, el fruto de tu ganado y el fruto de tu suelo, en la tierra que el Señor había prometido a tus padres que te daría a ti.
12 »Que el Señor te abra su rico tesoro del cielo, dando a su tiempo la lluvia a tu tierra y bendiciendo todas tus tareas; así, prestarás a muchas naciones y tú no pedirás prestado.
13 »Que el Señor te ponga en el primer lugar, no en el último; que siempre estés encima de los demás, nunca debajo; si escuchas los preceptos del Señor, tu Dios, que yo te mando hoy, poniéndolos por obra,
14 y no te apartas a derecha ni a izquierda de lo que yo te mando hoy, yendo detrás de dioses extranjeros para darles culto.
15

Maldiciones

»Pero si no escuchas la voz del Señor, tu Dios, poniendo por obra todos los preceptos y mandatos que yo te mando hoy, irán viniendo sobre ti, hasta darte alcance, todas estas maldiciones:
16 »Maldito seas en la ciudad, maldito seas en el campo.
17 »Maldita tu canasta y el recipiente donde amasas el pan.
18 »Maldito el fruto de tu vientre, el fruto de tu suelo, las crías de tus reses y el parto de tus ovejas.
19 »Maldito seas al entrar, maldito seas al salir.
20 »Que el Señor te mande la maldición, el pánico y la amenaza en todas las tareas que emprendas, hasta que seas exterminado, hasta que perezcas sin tardanza, por haberlo abandonado con tus malas obras.
21 »Que el Señor te contagie la peste, hasta terminar contigo, en esa tierra adonde vas para tomarla en posesión.
22 »Que el Señor te hiera de tisis, fiebre y delirios; calor sofocante, sequía, plagas sobre tus trigales y epidemias que te persigan hasta que perezcas.
23 »Que el cielo sobre tu cabeza sea de bronce y la tierra bajo tus pies de hierro.
24 »Que el Señor te mande en vez de lluvia polvo, y haga bajar ceniza del cielo, hasta que seas exterminado.
25 »Que el Señor te haga caer derrotado ante tu enemigo: saldrás a atacarlo por un camino y por siete caminos huirás; serás el espanto de todos los reinos de la tierra;
26 será tu cadáver pasto de las aves del cielo y de las bestias de la tierra, y no habrá quien las espante.
27 »Que el Señor te hiera de viruela, tumores, tiña y sarna, que no puedes sanar.
28 »Que el Señor te hiera de locura, ceguera y demencia;
29 andarás a tientas a mediodía, como a tientas anda un ciego en la oscuridad. Fracasarás en todos tus caminos, te explotarán y te robarán mientras vivas, y no habrá quien te salve.
30 »Te prometerás con una mujer, y otro gozará de ella; te edificarás una casa, y no la habitarás; te plantarás una viña, y no la vendimiarás.
31 »Te matarán el buey ante tus ojos, y no lo podrás comer; te robarán el asno, y no te lo devolverán; entregarán tu rebaño al enemigo, y no habrá quien te salve.
32 »Serán entregados tus hijos e hijas a un pueblo extranjero; tus ojos lo verán y se irán consumiendo por ellos, sin que puedas echarles una mano.
33 »Un pueblo desconocido se comerá el fruto de tu suelo y el producto de tus fatigas; te verás explotado y aplastado del todo mientras vivas,
34 hasta volverte loco, por el espectáculo que han de contemplar tus ojos.
35 »Que el Señor te hiera en las rodillas y en los muslos con úlceras que no puedas sanar, de la planta de los pies hasta la cabeza.
36 »Que el Señor te haga sufrir la deportación a una nación desconocida a ti y al rey que hayas puesto para que te gobierne; allí darás culto a dioses extranjeros de piedra y madera.
37 Serás el asombro, el refrán y la burla de todos los pueblos adonde te deporte el Señor, tu Dios.
38 »Saldrás al campo cargado de semilla y cosecharás una miseria, porque te lo devorará la langosta.
39 »Plantarás y cultivarás viñas, y no beberás ni almacenarás vino, porque te lo comerá el gusano.
40 »Tendrás olivos en todos tus terrenos, y no te ungirás con aceite, porque se te caerán las olivas.
41 »Engendrarás hijos e hijas, y no serán para ti, porque marcharán al cautiverio.
42 »De tus árboles frutales y cosechas se apoderarán los insectos.
43 »El extranjero que viva entre los tuyos se alzará sobre ti, cada vez más arriba, y tú caerás, cada vez más abajo;
44 él te prestará, y tú no le podrás prestar; él estará en el primer lugar y tú en el último.
45 »Sobre ti irán viniendo todas estas maldiciones, te perseguirán y te darán alcance, hasta exterminarte, por no haber escuchado la voz del Señor, tu Dios, y haber desobedecido los preceptos y mandatos que él te mandó.
46 Y ellas serán signo y prodigio contra ti y tu descendencia para siempre.
47 »Por no haber servido al Señor, tu Dios, con alegría y generosidad en tu abundancia,
48 servirás al enemigo que mande el Señor contra ti: en hambre y sed, desnudez y miseria total; él te pondrá en los hombros un yugo de hierro, hasta exterminarte.
49 »El Señor alzará contra ti una nación lejana – se lanzará sobre ti como buitre desde los confines de la tierra– ; una nación de lengua incomprensible,
50 nación cruel sin respeto para el anciano, sin piedad para el muchacho;
51 que devorará el fruto de tu ganado y el fruto de tu suelo, hasta exterminarte; que no dejará rastro de tu trigo, tu mosto y tu aceite, de las crías de tu ganado y del parto de tus ovejas, hasta destruirte;
52 que te sitiará en todas tus ciudades, hasta que se derrumben las altas y sólidas murallas en las que habías depositado la seguridad de toda tu tierra; te sitiará en todas tus ciudades, por toda la tierra que va a darte el Señor, tu Dios,
53 y durante el asedio, será tanto el hambre, que te comerás a tus propios hijos, la carne de los hijos e hijas que el Señor te dio.
54 El más refinado y exquisito mirará con malos ojos a su hermano, a su amada esposa y a los hijos que aún le queden,
55 para no compartir con ellos la carne del hijo que se coma. Y no habrá nada que comer durante el ataque a las ciudades y la horrible angustia que tu enemigo te hará sufrir en todas tus ciudades;
56 la más refinada y exquisita entre las mujeres de tu pueblo, la que jamás se aventuraba a posar la planta del pie sobre la tierra, de tanta finura y exquisitez, mirará con envidia al hombre que se acostaba en sus brazos, a su hijo y a su hija;
57 y se ocultará para comer la placenta salida de su seno y a los hijos que dé a luz, porque estará privada de todo, en la angustia del asedio con que te estreche tu enemigo, en todas tus ciudades.
58 »Si no pones por obra todos los artículos de esta ley, escritos en este Código, temiendo este nombre glorioso y terrible, el Señor, tu Dios,
59 el Señor te castigará a ti y a tus descendientes con calamidades extraordinarias. Serán calamidades impresionantes, heridas tremendas e insanables, enfermedades malignas y crónicas;
60 él volverá contra ti las epidemias egipcias que te horrorizan y te las pegará,
61 y todas las enfermedades y heridas que no aparecen en el código de esta ley también las lanzará contra ti, hasta exterminarte.
62 »Pocos serán los que queden, después de haber sido numerosos como las estrellas del cielo, por no haber escuchado la voz del Señor, tu Dios.
63 »Y así como antes el Señor se complacía en hacerlos felices y numerosos, luego se complacerá en destruirlos y exterminarlos. Ustedes serán arrancados de la tierra adonde vas a entrar para tomarla en posesión,
64 y el Señor los dispersará entre todos los pueblos, de un extremo a otro de la tierra, y allí darás culto a dioses extranjeros, que ni tú ni tus padres conocían, dioses de piedra y madera;
65 no descansarás jamás en esos pueblos, no reposará nunca la planta de tu pie; el Señor te volverá allí asustadizo, ciego y cobarde;
66 vivirás pendiente de un hilo, temblarás día y noche, no vivirás jamás seguro;
67 por la mañana dirás: Ojalá anocheciese, y por la tarde, Ojalá amaneciese, por el miedo que estremecerá tu corazón, por el espectáculo que verán tus ojos.
68 »El Señor te hará volver en barcos a Egipto, por ese camino del que yo te dije: No lo volverás a ver, y allí serán puestos en venta como esclavos y esclavas a sus enemigos, y no habrá comprador.

Patrocinio

 
 

Introducción a Deuteronomio 

DEUTERONOMIO

El Deuteronomio que nosotros leemos hoy tiene algo de final de sinfonía, de conclusión solemne; pero, posee a la vez algo de roto, de violentamente interrumpido, como si el final no pudiera llegar a su cadencia tonal.
Moisés va a culminar su misión liberadora y el pueblo su largo peregrinar por el desierto. En cierto sentido, el movimiento del Pentateuco se remansa y se aquieta aquí, en la planicie de Moab: silencio contenido para escuchar largos discursos de un hombre que se dispone a morir. Al mismo tiempo, la historia se rompe. Moisés ha de morir antes de completar toda su empresa, el pueblo se queda a las puertas de la tierra prometida, ante la aduana geográfica del Jordán. ¿Qué será del pueblo? ¿Cómo ha de organizarse? ¿Quién lo ha de guiar?
Y porque se rompe bruscamente la historia, se advierte una agitación extraña: tribus impacientes por empezar ya la conquista y ocupación, Rubén, Gad, parte de Manasés; a la que Moisés sanciona. Se anticipa la vida del pueblo en un código que prevé y resuelve las situaciones más importantes de la historia: monarquía, sacerdocio, profetismo, culto, justicia, guerra y paz, familia y sociedad. Moisés lucha desesperadamente por inculcar tal ley, por meter en las entrañas la fidelidad radical y duradera al único Señor, a sus leyes y mandatos, a las exigencias de la historia; lucha contra el olvido, el cansancio, la desesperanza. Y sintiendo que no va a vencer, Moisés deja un poema de testimonio que le sobreviva. Renueva la Alianza, compila sus leyes, encara al pueblo con la gran decisión de su existencia.
Esto es a grandes rasgos el Deuteronomio. También nosotros tenemos que sentarnos con calma para escuchar la conclusión del Pentateuco.

Historia del libro. Parece ser que el Deuteronomio se leyó en otros tiempos de otro modo; no como final del Pentateuco, sino como comienzo de una gran obra histórica que abarcaba el tiempo de la tierra prometida desde la entrada, cruzando el Jordán, hasta la salida, camino del destierro.
Según esta teoría, el autor de la gran construcción y compilación histórica introdujo los capítulos autobiográficos (1-3), que le permitían ofrecer un resumen histórico con nueva perspectiva, y añadió el paso de poderes a Josué, como preparación para lo siguiente. Esta obra se extendía hasta el último capítulo del Segundo libro de los Reyes.
En tal posición, el Deuteronomio era un código de alianza que organizaba la vida en la tierra, previendo y sancionando la lealtad y la deslealtad del pueblo. Y como la historia terminaba en el destierro, el Deuteronomio justifica por adelantado el castigo de Dios. Moisés prevé dolorido ese desenlace y pronuncia una última palabra de esperanza.
La alianza en Moab adquiere así importancia capital. Empalma con la alianza del Sinaí, que recoge en la memoria. Pero asigna a dicha alianza solamente el decálogo como ley promulgada; el resto lo escucha sólo Moisés, se lo guarda, lo promulga antes de morir.
Las instituciones, la legislación y el mensaje del Deuteronomio acompañan al lector desde el comienzo de la obra histórica: como lo que pudo ser y no fue, pero puede y debe volver a ser si el pueblo se convierte. Como un punto de arranque que coloca toda la historia subsiguiente bajo el signo de la libertad responsable ante Dios.
En esta perspectiva, el sentido del libro cambia notablemente. Es muy difícil la paciencia para escuchar tantos sermones al comienzo de una historia. La ficción retrospectiva se hace más patente, las referencias a los Patriarcas se vuelven borrosas en la lejanía. El libro es un homenaje a la personalidad apasionada de Moisés, capaz de dejar tan gravemente preñada la historia que le sucede.
El Deuteronomio ya existía antes de las dos lecturas descritas. No íntegro, sino aproximadamente desde 4,44 hasta el final del capítulo 28. Tiene la forma de un código legal preparado y entreverado de discursos o frases parenéticas, rematado en la serie paralela de bendiciones y maldiciones. La breve justificación histórica de 4,45 y 5,6, las alusiones históricas esparcidas en 6-11, las indicaciones rituales del capítulo 27 confieren al libro la forma aproximada de un documento o protocolo de alianza.
Es bastante probable que, prescindiendo de adiciones, este libro sea el documento encontrado en el Templo en tiempos de Josías (2 Re 22), que sirvió de impulso y base para la reforma del rey. No es probable que el libro se fabricase «ad hoc» en aquella época, pero sí lo es que fuera obra de círculos reformadores, quizá durante el reinado de Manasés. Esto no pasa de conjetura. Es probable que parte del material legal se remonte a tiempos antiguos, mientras que la exhortación sobre la Ley también puede tener raíces seculares.

Mensaje religioso. El Deuteronomio es un libro de gran riqueza teológica; su teología mana de una preocupación pastoral. Deseando inculcar al pueblo la fidelidad al Señor y a sus leyes, el autor recoge la historia y la comenta, sacando de ella unas cuantas directrices grandes y fecundas, afianza la ley en la historia, apela a la conciencia lúcida y responsable.
A primera lectura, puede llamar la atención la insistencia en la centralización del culto. En la superficie, eso es una medida restrictiva para cortar los abusos de los santuarios locales; en el fondo, es una convicción radical, que el Señor es uno sólo, el Dios único de Israel. Todas sus leyes se concentran en el mandamiento principal del amor o lealtad a Dios; Israel es un pueblo de hermanos que han de ser unánimes en la lealtad a su Dios; cada israelita tiene que darse entero a ese compromiso.
Dios ha elegido al pueblo por puro amor, sin méritos previos le va a regalar una tierra y le exige una tarea. Si el pueblo la cumple, obtendrá nuevos beneficios de su Dios, sobre todo el beneficio supremo de la convivencia con Él; si no la cumple, Dios lo castigará sin abandonarlo del todo, llamándolo a la conversión. La tarea no es puramente cúltica, es ante todo una tarea de justicia social y de amor fraterno.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Deuteronomio  28,1-14Bendiciones. El destino de Israel está definido y asegurado sólo si escucha y obedece la Palabra del Señor y guarda fidelidad al compromiso de mantenerse como pueblo especialmente elegido y protegido por Dios. Como puede verse, el concepto de bendición está íntimamente relacionado con las aspiraciones de bienestar económico, social y familiar. Israel sabe por experiencia que cuando más se aproximó al proyecto de sociedad solidaria no faltó el pan y la prosperidad estuvo de su lado. También sabe que las cosas empezaron a cambiar cuando se dio entrada al egoísmo, a la codicia, al enriquecimiento de unos cuantos a costa del empobrecimiento de muchos; ése es el gran signo de la infidelidad al plan de Dios, o infidelidad a la Alianza: la desobediencia a los mandatos del Señor.


Deuteronomio  28,15-68Maldiciones. Si escuchar y obedecer al Señor atrae la bendición, que casi siempre se confunde con la tranquilidad personal, la abundancia de bienes y de hijos y con el bienestar, la desobediencia trae consigo la «maldición». Puede que categorías como «bendición» y «maldición» no nos produzcan hoy el mismo impacto que causaban en la conciencia del creyente antiguo, pues de una forma u otra ambas estaban ligadas a la magia. Tal vez por eso pasamos como si nada por encima de las bienaventuranzas: bendiciones (Mat_5:3-12; Luc_6:20-23) y de las malaventuranzas: ayes, maldiciones (Luc_6:24-26) de Jesús.
Al paso que Israel fue descubriendo las ventajas de ajustar su vida a unas normas religiosas, morales y sociales, también fue descubriendo que los tropiezos, las dificultades y los fracasos podrían ser síntomas de infidelidad y de desobediencia a su Dios, y con toda naturalidad atribuyó a él sus malaventuranzas. La lectura que Israel hace de sus fracasos es la de un castigo justamente merecido por su infidelidad y desobediencia al Señor.
La interminable lista de maldiciones y consecuencias funestas de esta infidelidad y desobediencia no son, en realidad, una «predicción» de lo que le sucedería al pueblo en caso de desviarse del camino de la Ley. En realidad son una manera de describir situaciones críticas por las cuales ya ha tenido que atravesar: injusticias introducidas por la monarquía, división del reino, desaparición del reino del norte, caída del reino del sur, deportaciones y humillaciones de todo tipo, en fin: situaciones todas ellas que de un modo u otro han golpeado la conciencia del pueblo y que la corriente deuteronomista convierte en material pedagógico para ilustrar los alcances de la maldición.
No hay que asumir que, de hecho, Dios castiga así a sus hijos desobedientes; sí hay que asumir que caminar en contravía del proyecto de la vida y de la libertad que Dios propone -no que impone- trae como consecuencia inmediata la deshumanización y la pérdida del sentido de la vida. Será importante analizar nuestras situaciones vitales y las situaciones de nuestra sociedad a la luz de nuestro compromiso cristiano de vivir según el querer de Dios manifestado en su hijo Jesús.