Deuteronomio  29 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 29 versitos |
1

Alianza en Moab
Jos 24

Términos de la alianza que el Señor mandó a Moisés hacer con los israelitas en Moab, aparte de la alianza que había realizado con ellos en el monte Horeb.
2 Moisés convocó a todo Israel y les dijo:
– Ustedes son testigos de todo lo que el Señor hizo en Egipto contra el faraón, sus ministros y todo su país:
3 aquellas grandes pruebas que vieron sus ojos, aquellos grandes signos y prodigios;
4 pero hasta el día de hoy el Señor no les había dado inteligencia para entender, ni ojos para ver, ni oídos para escuchar.
5 Yo los hice caminar cuarenta años por el desierto: no se les gastaron los vestidos que llevaban puestos ni las sandalias que tenían en los pies;
6 no fue pan lo que comieron, ni vino ni otro licor lo que bebieron; para que ustedes supieran que soy yo, el Señor, su Dios.
7 Al llegar a este lugar, Sijón, rey de Jesbón, y Og, rey de Basán, nos salieron al encuentro en son de guerra; los vencimos,
8 conquistamos sus territorios y se los dimos en herencia a los rubenitas, a los gaditas y a la media tribu de Manasés.
9 Por eso observarán fielmente los términos de esta alianza y los cumplirán, y así prosperarán en todas sus obras.
10 Hoy todos ustedes se han reunido en la presencia del Señor, su Dios: – sus jefes de tribu, concejales y magistrados y todos los hombres de Israel;
11 sus niños y mujeres y también los emigrantes que están en el campamento, desde el leñador al aguatero–
12 para entrar en alianza con el Señor, tu Dios, y aceptar el pacto que el Señor, tu Dios, concluye contigo hoy; en virtud de él,
13 te constituye pueblo suyo, y él será tu Dios, como te dijo y como había jurado a tus padres, a Abrahán, Isaac y Jacob.
14 No sólo con ustedes hago esta alianza y este pacto;
15 lo hago con el que está hoy aquí con nosotros, en presencia del Señor, y con el que hoy no está aquí con nosotros.
16 Ustedes saben muy bien cómo han vivido en Egipto y de qué manera han tenido que pasar por las naciones que encontraron en su camino,
17 vieron sus ídolos monstruosos, de piedra y madera, de plata y oro.
18 Que no haya nadie entre ustedes, hombre o mujer, familia o tribu, cuyo corazón se aparte hoy del Señor, su Dios, yendo a dar culto a los dioses de estos pueblos; que no haya entre ustedes una raíz que produzca plantas amargas y venenosas,
19 alguien que al escuchar los términos de este pacto se felicite diciendo por dentro: Todo me irá bien, aunque siga en mi obstinación; apagaré mi sed con lo que me dé gana,
20 porque el Señor no está dispuesto a perdonarlo; su ira y su celo echarán humo contra ese hombre, se asentará sobre él la maldición de este código, y el Señor borrará su nombre bajo el cielo;
21 el Señor lo apartará, para su perdición, de todas las tribus de Israel, según las maldiciones que sancionan la alianza, escritas en este código.
22 Las generaciones venideras, los hijos que los sucedan y los extranjeros que vengan de lejanas tierras, cuando vean las plagas de esta tierra, las enfermedades con que la castigará el Señor
23 – azufre y sal, tierra calcinada, donde no se siembra, ni brota, ni crece la hierba, catástrofe como la de Sodoma y Gomorra, Adamá y Seboín, arrasadas por la ira y la cólera del Señor– ,
24 todos esos pueblos se preguntarán: ¿Por qué trató el Señor así a esta tierra? ¿Qué significa esta cólera terrible?
25 Y les responderán: Porque abandonaron la alianza del Señor, Dios de sus padres, el pacto que hizo con ellos al sacarlos de Egipto,
26 porque fueron a dar culto a dioses extranjeros, postrándose ante ellos – dioses que no conocían, dioses que no les había asignado– ;
27 por eso la ira del Señor se encendió contra esta tierra, haciendo recaer sobre ella todas las maldiciones escritas en este código;
28 por eso el Señor los arrancó de su suelo, con ira, furor e indignación, y los arrojó a una tierra extraña, como sucede hoy.
29 Las cosas ocultas pertenecen al Señor, nuestro Dios; lo revelado es nuestro y de nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todos los artículos de esta ley.

Patrocinio

 
 

Introducción a Deuteronomio 

DEUTERONOMIO

El Deuteronomio que nosotros leemos hoy tiene algo de final de sinfonía, de conclusión solemne; pero, posee a la vez algo de roto, de violentamente interrumpido, como si el final no pudiera llegar a su cadencia tonal.
Moisés va a culminar su misión liberadora y el pueblo su largo peregrinar por el desierto. En cierto sentido, el movimiento del Pentateuco se remansa y se aquieta aquí, en la planicie de Moab: silencio contenido para escuchar largos discursos de un hombre que se dispone a morir. Al mismo tiempo, la historia se rompe. Moisés ha de morir antes de completar toda su empresa, el pueblo se queda a las puertas de la tierra prometida, ante la aduana geográfica del Jordán. ¿Qué será del pueblo? ¿Cómo ha de organizarse? ¿Quién lo ha de guiar?
Y porque se rompe bruscamente la historia, se advierte una agitación extraña: tribus impacientes por empezar ya la conquista y ocupación, Rubén, Gad, parte de Manasés; a la que Moisés sanciona. Se anticipa la vida del pueblo en un código que prevé y resuelve las situaciones más importantes de la historia: monarquía, sacerdocio, profetismo, culto, justicia, guerra y paz, familia y sociedad. Moisés lucha desesperadamente por inculcar tal ley, por meter en las entrañas la fidelidad radical y duradera al único Señor, a sus leyes y mandatos, a las exigencias de la historia; lucha contra el olvido, el cansancio, la desesperanza. Y sintiendo que no va a vencer, Moisés deja un poema de testimonio que le sobreviva. Renueva la Alianza, compila sus leyes, encara al pueblo con la gran decisión de su existencia.
Esto es a grandes rasgos el Deuteronomio. También nosotros tenemos que sentarnos con calma para escuchar la conclusión del Pentateuco.

Historia del libro. Parece ser que el Deuteronomio se leyó en otros tiempos de otro modo; no como final del Pentateuco, sino como comienzo de una gran obra histórica que abarcaba el tiempo de la tierra prometida desde la entrada, cruzando el Jordán, hasta la salida, camino del destierro.
Según esta teoría, el autor de la gran construcción y compilación histórica introdujo los capítulos autobiográficos (1-3), que le permitían ofrecer un resumen histórico con nueva perspectiva, y añadió el paso de poderes a Josué, como preparación para lo siguiente. Esta obra se extendía hasta el último capítulo del Segundo libro de los Reyes.
En tal posición, el Deuteronomio era un código de alianza que organizaba la vida en la tierra, previendo y sancionando la lealtad y la deslealtad del pueblo. Y como la historia terminaba en el destierro, el Deuteronomio justifica por adelantado el castigo de Dios. Moisés prevé dolorido ese desenlace y pronuncia una última palabra de esperanza.
La alianza en Moab adquiere así importancia capital. Empalma con la alianza del Sinaí, que recoge en la memoria. Pero asigna a dicha alianza solamente el decálogo como ley promulgada; el resto lo escucha sólo Moisés, se lo guarda, lo promulga antes de morir.
Las instituciones, la legislación y el mensaje del Deuteronomio acompañan al lector desde el comienzo de la obra histórica: como lo que pudo ser y no fue, pero puede y debe volver a ser si el pueblo se convierte. Como un punto de arranque que coloca toda la historia subsiguiente bajo el signo de la libertad responsable ante Dios.
En esta perspectiva, el sentido del libro cambia notablemente. Es muy difícil la paciencia para escuchar tantos sermones al comienzo de una historia. La ficción retrospectiva se hace más patente, las referencias a los Patriarcas se vuelven borrosas en la lejanía. El libro es un homenaje a la personalidad apasionada de Moisés, capaz de dejar tan gravemente preñada la historia que le sucede.
El Deuteronomio ya existía antes de las dos lecturas descritas. No íntegro, sino aproximadamente desde 4,44 hasta el final del capítulo 28. Tiene la forma de un código legal preparado y entreverado de discursos o frases parenéticas, rematado en la serie paralela de bendiciones y maldiciones. La breve justificación histórica de 4,45 y 5,6, las alusiones históricas esparcidas en 6-11, las indicaciones rituales del capítulo 27 confieren al libro la forma aproximada de un documento o protocolo de alianza.
Es bastante probable que, prescindiendo de adiciones, este libro sea el documento encontrado en el Templo en tiempos de Josías (2 Re 22), que sirvió de impulso y base para la reforma del rey. No es probable que el libro se fabricase «ad hoc» en aquella época, pero sí lo es que fuera obra de círculos reformadores, quizá durante el reinado de Manasés. Esto no pasa de conjetura. Es probable que parte del material legal se remonte a tiempos antiguos, mientras que la exhortación sobre la Ley también puede tener raíces seculares.

Mensaje religioso. El Deuteronomio es un libro de gran riqueza teológica; su teología mana de una preocupación pastoral. Deseando inculcar al pueblo la fidelidad al Señor y a sus leyes, el autor recoge la historia y la comenta, sacando de ella unas cuantas directrices grandes y fecundas, afianza la ley en la historia, apela a la conciencia lúcida y responsable.
A primera lectura, puede llamar la atención la insistencia en la centralización del culto. En la superficie, eso es una medida restrictiva para cortar los abusos de los santuarios locales; en el fondo, es una convicción radical, que el Señor es uno sólo, el Dios único de Israel. Todas sus leyes se concentran en el mandamiento principal del amor o lealtad a Dios; Israel es un pueblo de hermanos que han de ser unánimes en la lealtad a su Dios; cada israelita tiene que darse entero a ese compromiso.
Dios ha elegido al pueblo por puro amor, sin méritos previos le va a regalar una tierra y le exige una tarea. Si el pueblo la cumple, obtendrá nuevos beneficios de su Dios, sobre todo el beneficio supremo de la convivencia con Él; si no la cumple, Dios lo castigará sin abandonarlo del todo, llamándolo a la conversión. La tarea no es puramente cúltica, es ante todo una tarea de justicia social y de amor fraterno.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Deuteronomio  29,1-28Alianza en Moab. 28,69 indica que aquí se da inicio a la historia de la segunda Alianza realizada en la llanura de Moab, señalada ya en los capítulos 1-4. Era necesario realizar una nueva alianza, puesto que todos los que habían partido de Egipto habían muerto en el desierto. 29,1-10 resume los acontecimientos que dieron lugar a la salida de Egipto y los signos de amor compasivo con los cuales Dios guió al pueblo a través del desierto hasta aquí. Son signos que Israel no había podido entender, pero que ahora entiende perfectamente (29,3). Por eso, el pueblo debe disponerse a contraer un pacto con ese Dios y con ningún otro, puesto que es el único que les garantiza la vida.
Los términos concretos de la Alianza los encontramos en 29,11s: «Dios te constituye pueblo suyo y él será tu Dios». Esta Alianza será aceptada y respetada no sólo por quienes están presentes hoy, sino por todos los que vendrán (29,13s). Su incumplimiento acarreará las maldiciones y desgracias «escritas en este libro» (29,17-20), así como le sucedió a Sodoma, Gomorra, Adamá y Seboín (29,22); ese panorama de desolación será el gran ejemplo para que Israel escarmiente y el mundo sepa y conozca lo que es obedecer o no, caminar o no según los términos de la Alianza pactada con el Señor (29,23-28).