Deuteronomio  30 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 20 versitos |
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Condiciones para la restauración y la bendición

Cuando se cumplan en ti todas estas palabras – la bendición y la maldición que te he propuesto– y las medites, viviendo entre los pueblos adonde te expulsará el Señor, tu Dios,
2 te convertirás al Señor, tu Dios; escucharás su voz, lo que yo te mando hoy, con todo el corazón y con toda el alma, tú y tus hijos.
3 El Señor, tu Dios, cambiará tu suerte compadecido de ti; el Señor, tu Dios, volverá y te reunirá sacándote de todos los pueblos por donde te dispersó;
4 aunque tus dispersos se encuentren en los confines del cielo, el Señor, tu Dios, te reunirá, te recogerá allí; el Señor, tu Dios,
5 te traerá a la tierra que habían poseído tus padres y tomarás posesión de ella; te hará el bien y te hará crecer más que tus padres;
6 el Señor, tu Dios, circuncidará tu corazón y el de tus descendientes para que ames al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma, y así vivas.
7 El Señor, tu Dios, mandará estas maldiciones contra tus enemigos, los que te habían perseguido con saña,
8 y tú te convertirás, escucharás la voz del Señor, tu Dios, y cumplirás todos los preceptos suyos que yo te mando hoy.
9 El Señor, tu Dios, hará prosperar tus empresas, el fruto de tu vientre, el fruto de tu ganado y el fruto de tu tierra, porque el Señor, tu Dios, volverá a alegrarse de tu prosperidad, como se alegraba con la prosperidad de tus padres;
10 si escuchas la voz del Señor, tu Dios, guardando sus preceptos y mandatos, lo que está escrito en el código de esta ley; si te conviertes al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma.
11 Porque el precepto que yo te mando hoy
no es cosa que te exceda ni inalcanzable;
12 no está en el cielo para que se diga:
¿Quién de nosotros subirá al cielo
y nos lo traerá y nos lo proclamará
para que lo cumplamos?;
13 ni está más allá del mar, para que se diga:
¿Quién de nosotros cruzará el mar
y nos lo traerá y nos lo proclamará
para que lo cumplamos?
14 El mandamiento está a tu alcance:
en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo.
15 Mira: hoy pongo delante de ti la vida y la felicidad, la muerte y la desdicha.
16 Si obedeces los mandatos del Señor, tu Dios, que yo te promulgo hoy, amando al Señor, tu Dios, siguiendo sus caminos, guardando sus preceptos, mandatos y decretos, vivirás y crecerás; el Señor tu Dios, te bendecirá en la tierra adonde vas a entrar para conquistarla.
17 Pero si tu corazón se aparta y no obedeces, si te dejas arrastrar y te postras dando culto a dioses extranjeros,
18 yo te anuncio hoy que morirás sin remedio, que después de pasar el Jordán y de entrar en la tierra para tomarla en posesión, no vivirás muchos años en ella.
19 Hoy tomo como testigos contra ustedes al cielo y a la tierra; te pongo delante bendición y maldición. Elige la vida, y vivirás tú y tu descendencia,
20 amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz, uniéndote a él, porque de ello depende tu vida y tus muchos años en la tierra que había prometido dar a tus padres, Abrahán, Isaac y Jacob.

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Introducción a Deuteronomio 

DEUTERONOMIO

El Deuteronomio que nosotros leemos hoy tiene algo de final de sinfonía, de conclusión solemne; pero, posee a la vez algo de roto, de violentamente interrumpido, como si el final no pudiera llegar a su cadencia tonal.
Moisés va a culminar su misión liberadora y el pueblo su largo peregrinar por el desierto. En cierto sentido, el movimiento del Pentateuco se remansa y se aquieta aquí, en la planicie de Moab: silencio contenido para escuchar largos discursos de un hombre que se dispone a morir. Al mismo tiempo, la historia se rompe. Moisés ha de morir antes de completar toda su empresa, el pueblo se queda a las puertas de la tierra prometida, ante la aduana geográfica del Jordán. ¿Qué será del pueblo? ¿Cómo ha de organizarse? ¿Quién lo ha de guiar?
Y porque se rompe bruscamente la historia, se advierte una agitación extraña: tribus impacientes por empezar ya la conquista y ocupación, Rubén, Gad, parte de Manasés; a la que Moisés sanciona. Se anticipa la vida del pueblo en un código que prevé y resuelve las situaciones más importantes de la historia: monarquía, sacerdocio, profetismo, culto, justicia, guerra y paz, familia y sociedad. Moisés lucha desesperadamente por inculcar tal ley, por meter en las entrañas la fidelidad radical y duradera al único Señor, a sus leyes y mandatos, a las exigencias de la historia; lucha contra el olvido, el cansancio, la desesperanza. Y sintiendo que no va a vencer, Moisés deja un poema de testimonio que le sobreviva. Renueva la Alianza, compila sus leyes, encara al pueblo con la gran decisión de su existencia.
Esto es a grandes rasgos el Deuteronomio. También nosotros tenemos que sentarnos con calma para escuchar la conclusión del Pentateuco.

Historia del libro. Parece ser que el Deuteronomio se leyó en otros tiempos de otro modo; no como final del Pentateuco, sino como comienzo de una gran obra histórica que abarcaba el tiempo de la tierra prometida desde la entrada, cruzando el Jordán, hasta la salida, camino del destierro.
Según esta teoría, el autor de la gran construcción y compilación histórica introdujo los capítulos autobiográficos (1-3), que le permitían ofrecer un resumen histórico con nueva perspectiva, y añadió el paso de poderes a Josué, como preparación para lo siguiente. Esta obra se extendía hasta el último capítulo del Segundo libro de los Reyes.
En tal posición, el Deuteronomio era un código de alianza que organizaba la vida en la tierra, previendo y sancionando la lealtad y la deslealtad del pueblo. Y como la historia terminaba en el destierro, el Deuteronomio justifica por adelantado el castigo de Dios. Moisés prevé dolorido ese desenlace y pronuncia una última palabra de esperanza.
La alianza en Moab adquiere así importancia capital. Empalma con la alianza del Sinaí, que recoge en la memoria. Pero asigna a dicha alianza solamente el decálogo como ley promulgada; el resto lo escucha sólo Moisés, se lo guarda, lo promulga antes de morir.
Las instituciones, la legislación y el mensaje del Deuteronomio acompañan al lector desde el comienzo de la obra histórica: como lo que pudo ser y no fue, pero puede y debe volver a ser si el pueblo se convierte. Como un punto de arranque que coloca toda la historia subsiguiente bajo el signo de la libertad responsable ante Dios.
En esta perspectiva, el sentido del libro cambia notablemente. Es muy difícil la paciencia para escuchar tantos sermones al comienzo de una historia. La ficción retrospectiva se hace más patente, las referencias a los Patriarcas se vuelven borrosas en la lejanía. El libro es un homenaje a la personalidad apasionada de Moisés, capaz de dejar tan gravemente preñada la historia que le sucede.
El Deuteronomio ya existía antes de las dos lecturas descritas. No íntegro, sino aproximadamente desde 4,44 hasta el final del capítulo 28. Tiene la forma de un código legal preparado y entreverado de discursos o frases parenéticas, rematado en la serie paralela de bendiciones y maldiciones. La breve justificación histórica de 4,45 y 5,6, las alusiones históricas esparcidas en 6-11, las indicaciones rituales del capítulo 27 confieren al libro la forma aproximada de un documento o protocolo de alianza.
Es bastante probable que, prescindiendo de adiciones, este libro sea el documento encontrado en el Templo en tiempos de Josías (2 Re 22), que sirvió de impulso y base para la reforma del rey. No es probable que el libro se fabricase «ad hoc» en aquella época, pero sí lo es que fuera obra de círculos reformadores, quizá durante el reinado de Manasés. Esto no pasa de conjetura. Es probable que parte del material legal se remonte a tiempos antiguos, mientras que la exhortación sobre la Ley también puede tener raíces seculares.

Mensaje religioso. El Deuteronomio es un libro de gran riqueza teológica; su teología mana de una preocupación pastoral. Deseando inculcar al pueblo la fidelidad al Señor y a sus leyes, el autor recoge la historia y la comenta, sacando de ella unas cuantas directrices grandes y fecundas, afianza la ley en la historia, apela a la conciencia lúcida y responsable.
A primera lectura, puede llamar la atención la insistencia en la centralización del culto. En la superficie, eso es una medida restrictiva para cortar los abusos de los santuarios locales; en el fondo, es una convicción radical, que el Señor es uno sólo, el Dios único de Israel. Todas sus leyes se concentran en el mandamiento principal del amor o lealtad a Dios; Israel es un pueblo de hermanos que han de ser unánimes en la lealtad a su Dios; cada israelita tiene que darse entero a ese compromiso.
Dios ha elegido al pueblo por puro amor, sin méritos previos le va a regalar una tierra y le exige una tarea. Si el pueblo la cumple, obtendrá nuevos beneficios de su Dios, sobre todo el beneficio supremo de la convivencia con Él; si no la cumple, Dios lo castigará sin abandonarlo del todo, llamándolo a la conversión. La tarea no es puramente cúltica, es ante todo una tarea de justicia social y de amor fraterno.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Deuteronomio  30,1-20Condiciones para la restauración y la bendición. No hay que olvidar que aunque el Deuteronomio insiste varias veces sobre el lugar en el cual se halla el pueblo, en realidad se trata de un recurso literario para actualizar el antiguo pacto hecho con Dios y con Moisés como mediador. La redacción de este capítulo, pese a que se abre con la frase condicional «Cuando se cumplan en ti todas estas palabras» (1), corresponde, en realidad, a una época en la cual ya ha sucedido todo cuanto aquí aparece como posibles acontecimientos futuros.
El trasfondo histórico es la caída del reino del sur, la destrucción del Templo y de Jerusalén y la deportación a Babilonia (587 a.C.). Todo el capítulo es un intento de responder a los interrogantes y dudas que trajo consigo la caída de Judá. La corriente deuteronomista apela a las enseñanzas de Jeremías y de Ezequiel, pero sin perder de vista el contenido de fondo del libro del Deuteronomio para animar a los creyentes israelitas a aceptar la situación que están viviendo como el justo castigo que merecían por haberse alejado del Señor.
Pero lo importante es reconstruir la fe y la esperanza en ese Dios que, aunque los ha castigado, está dispuesto a perdonarlos, a circuncidarles el corazón (6) y a traerlos de regreso a la tierra que bajo juramento había dado a sus padres (20). Lo único que tiene que hacer el pueblo es arrepentirse, volver al Señor en actitud obediente, confiando sólo en su misericordia y en su poder, que de nuevo hará surgir a Israel de las ruinas y hará prosperar de nuevo sus empresas (9). Además, el Señor castigará a todos los que han contribuido a la desgracia de Israel (7).
Pero, eso sí, Israel no tendrá excusa para incumplir más los preceptos del Señor, para no escoger la vida en lugar de la muerte, el bien en lugar del mal (15), la bendición en lugar de la maldición (19), pues los preceptos del Señor son perfectamente comprensibles a todos, están al alcance de todos y, por tanto, pueden ser practicados por todos (11-16).