Deuteronomio  32 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 52 versitos |
1

Cántico de Moisés

Escucha, cielo, y hablaré;
oye, tierra, los dichos de mi boca;
2 descienda como lluvia mi doctrina,
caiga como rocío mi palabra;
como llovizna sobre la hierba,
como aguacero sobre el césped;
3 voy a proclamar el Nombre del Señor:
reconozcan la grandeza de nuestro Dios.
4 Él es la Roca, sus obras son perfectas,
sus caminos son justos;
es un Dios fiel, sin maldad,
es justo y recto.
5 Hijos degenerados, se portaron mal con él,
generación malvada y pervertida.
6 ¿Así le pagas al Señor,
pueblo necio e insensato?
¿No es él tu padre y tu creador,
el que te hizo y te constituyó?
7 Acuérdate de los días remotos,
considera las épocas pasadas,
pregunta a tu padre y te lo contará,
a tus ancianos y te lo dirán:
8 Cuando el Altísimo daba a cada pueblo su herencia,
y distribuía a los hijos de Adán,
trazando las fronteras de las naciones,
según el número de los hijos de Dios,
9 la parte del Señor fue su pueblo,
Jacob fue el lote de su herencia.
10 Lo encontró en una tierra desierta,
en una soledad poblada de aullidos;
lo rodeó cuidando de él,
lo guardó como a las niñas de sus ojos.
11 Como el águila incita a su nidada
revoloteando sobre los pichones,
así extendió sus alas, los tomó
y los llevó sobre sus plumas.
12 El Señor sólo los condujo,
no hubo dioses extraños con él.
13 Los puso a caballo de sus montañas,
y los alimentó con las cosechas de sus campos;
los crió con miel silvestre,
con aceite de rocas de pedernal;
14 con cuajada de vaca y leche de ovejas,
con grasa de corderos y carneros,
ganado de Basán y cabritos,
con la mejor harina de trigo,
y por bebida, con la sangre fermentada de la uva.
15 Comió Jacob hasta saciarse,
engordó mi cariño, y tiró coces
– estabas gordo y cebado y corpulento–
y rechazó a Dios, su creador;
deshonró a su Roca salvadora.
16 Le dieron celos con dioses extraños,
lo irritaron con sus abominaciones,
17 ofrecieron víctimas a demonios que no son dios,
a dioses desconocidos,
nuevos, importados de cerca,
a los que no veneraban sus padres.
18 ¡Despreciaste a la Roca que te engendró,
y olvidaste al Dios que te dio a luz!
19 Lo vio el Señor, e irritado
rechazó a sus hijos e hijas,
20 pensando: Les esconderé mi rostro,
y veré en qué acaban,
porque son una generación depravada,
unos hijos desleales;
21 ellos me han dado celos con un dios ilusorio,
me han irritado con ídolos vacíos;
yo les daré celos con un pueblo ilusorio,
los irritaré con una nación insensata.
22 Está ardiendo el fuego de mi ira
y abrasará hasta el fondo del abismo,
consumirá la tierra y sus cosechas
y quemará los cimientos de los montes.
23 Amontonaré desastres contra ellos,
agotaré en ellos mis flechas;
24 andarán debilitados por el hambre,
consumidos de fiebres y epidemias malignas;
les enviaré los dientes de las fieras
y el veneno de las serpientes que se arrastran;
25 en las calles, los diezmará la espada;
en las casas, el espanto,
tanto a los jóvenes como las doncellas,
a los niños de pecho como a los ancianos.
26 Yo pensaba: Voy a dispersarlos
y a borrar su memoria entre los hombres.
27 Pero no quise soportar las burlas del enemigo,
y la mala interpretación del adversario,
que dirían: Nuestra mano ha vencido,
no es el Señor quien lo ha hecho.
28 Porque son una nación que ha perdido el juicio
y carece de inteligencia.
29 Si fueran sensatos, lo entenderían,
comprenderían su destino.
30 ¿Cómo es que uno persigue a mil
y dos ponen en fuga a diez mil?
¿No es porque su Roca los ha vendido,
porque el Señor los ha entregado?
31 Porque su roca no es como nuestra Roca;
nuestros mismos enemigos pueden juzgarlo.
32 Su viña es un retoño de las viñas de Sodoma,
de los campos de Gomorra;
sus uvas son uvas venenosas
y sus racimos son amargos;
33 su vino es ponzoña de monstruos
y veneno mortal de víboras.
34 ¿No tengo todo esto recogido
y sellado en mis archivos?
35 Mía será la venganza y el desquite
en la hora en que tropiecen sus pies,
porque el día de su perdición se acerca
y su suerte se apresura
36 – porque el Señor defenderá a su pueblo
y tendrá compasión de sus siervos– .
Cuando vea que sus manos flaquean,
que se consumen amos y criados,
37 dirá: ¿Dónde están sus dioses
o la roca donde se refugiaban?
38 ¿No comían la grasa de sus sacrificios
y bebían el vino de sus libaciones?
Que se levanten para socorrerlos,
que sean su refugio.
39 Pero ahora miren: yo soy yo,
y no hay otro fuera de mí;
yo doy la muerte y la vida,
yo desgarro y yo sano,
y no hay quien se libre de mi mano.
40 Levanto la mano al cielo y juro:
Tan verdad como que vivo eternamente,
41 cuando afile el relámpago de mi espada
y tome en mi mano la justicia,
haré venganza del enemigo
y daré su paga al adversario;
42 embriagaré mis flechas en sangre,
mi espada devorará carne;
sangre de muertos y cautivos,
cabezas de jefes enemigos.
43 Naciones, aclámenlo con su pueblo,
porque él venga la sangre de sus siervos,
porque toma venganza del enemigo
y perdona a su tierra y a su pueblo.
44 Moisés fue y recitó este canto entero en presencia del pueblo. Lo acompañaba Josué, hijo de Nun.
45 Y cuando terminó de decir todo esto a los israelitas,
46 añadió:
– Fíjense bien en todas las palabras que yo les he conminado hoy, y ordenen a sus hijos que pongan por obratodos los artículos de esta ley.
47 Porque no son palabra vacía para ustedes, sino que por ella vivirán y prolongarán la vida en la tierra que van a tomar en posesión después de pasar el Jordán.
48

Moisés ve de lejos la tierra prometida

Aquel mismo día el Señor dijo a Moisés:
49 – Sube a las montañas de Abarín, al monte Nebo, que está en Moab, mirando a Jericó, y contempla la tierra que voy a dar en propiedad a los israelitas.
50 Después morirás en el monte y te reunirás a los tuyos, lo mismo que tu hermano Aarón murió en Monte Hor y se reunió a los suyos.
51 Porque se portaron mal conmigo en medio de los israelitas, en la Fuente de Meribá, en Cades, en el desierto de Sin, y no reconocieron mi santidad en medio de los israelitas.
52 Verás de lejos la tierra, pero no entrarás en la tierra que voy a dar a los israelitas.

Patrocinio

 
 

Introducción a Deuteronomio 

DEUTERONOMIO

El Deuteronomio que nosotros leemos hoy tiene algo de final de sinfonía, de conclusión solemne; pero, posee a la vez algo de roto, de violentamente interrumpido, como si el final no pudiera llegar a su cadencia tonal.
Moisés va a culminar su misión liberadora y el pueblo su largo peregrinar por el desierto. En cierto sentido, el movimiento del Pentateuco se remansa y se aquieta aquí, en la planicie de Moab: silencio contenido para escuchar largos discursos de un hombre que se dispone a morir. Al mismo tiempo, la historia se rompe. Moisés ha de morir antes de completar toda su empresa, el pueblo se queda a las puertas de la tierra prometida, ante la aduana geográfica del Jordán. ¿Qué será del pueblo? ¿Cómo ha de organizarse? ¿Quién lo ha de guiar?
Y porque se rompe bruscamente la historia, se advierte una agitación extraña: tribus impacientes por empezar ya la conquista y ocupación, Rubén, Gad, parte de Manasés; a la que Moisés sanciona. Se anticipa la vida del pueblo en un código que prevé y resuelve las situaciones más importantes de la historia: monarquía, sacerdocio, profetismo, culto, justicia, guerra y paz, familia y sociedad. Moisés lucha desesperadamente por inculcar tal ley, por meter en las entrañas la fidelidad radical y duradera al único Señor, a sus leyes y mandatos, a las exigencias de la historia; lucha contra el olvido, el cansancio, la desesperanza. Y sintiendo que no va a vencer, Moisés deja un poema de testimonio que le sobreviva. Renueva la Alianza, compila sus leyes, encara al pueblo con la gran decisión de su existencia.
Esto es a grandes rasgos el Deuteronomio. También nosotros tenemos que sentarnos con calma para escuchar la conclusión del Pentateuco.

Historia del libro. Parece ser que el Deuteronomio se leyó en otros tiempos de otro modo; no como final del Pentateuco, sino como comienzo de una gran obra histórica que abarcaba el tiempo de la tierra prometida desde la entrada, cruzando el Jordán, hasta la salida, camino del destierro.
Según esta teoría, el autor de la gran construcción y compilación histórica introdujo los capítulos autobiográficos (1-3), que le permitían ofrecer un resumen histórico con nueva perspectiva, y añadió el paso de poderes a Josué, como preparación para lo siguiente. Esta obra se extendía hasta el último capítulo del Segundo libro de los Reyes.
En tal posición, el Deuteronomio era un código de alianza que organizaba la vida en la tierra, previendo y sancionando la lealtad y la deslealtad del pueblo. Y como la historia terminaba en el destierro, el Deuteronomio justifica por adelantado el castigo de Dios. Moisés prevé dolorido ese desenlace y pronuncia una última palabra de esperanza.
La alianza en Moab adquiere así importancia capital. Empalma con la alianza del Sinaí, que recoge en la memoria. Pero asigna a dicha alianza solamente el decálogo como ley promulgada; el resto lo escucha sólo Moisés, se lo guarda, lo promulga antes de morir.
Las instituciones, la legislación y el mensaje del Deuteronomio acompañan al lector desde el comienzo de la obra histórica: como lo que pudo ser y no fue, pero puede y debe volver a ser si el pueblo se convierte. Como un punto de arranque que coloca toda la historia subsiguiente bajo el signo de la libertad responsable ante Dios.
En esta perspectiva, el sentido del libro cambia notablemente. Es muy difícil la paciencia para escuchar tantos sermones al comienzo de una historia. La ficción retrospectiva se hace más patente, las referencias a los Patriarcas se vuelven borrosas en la lejanía. El libro es un homenaje a la personalidad apasionada de Moisés, capaz de dejar tan gravemente preñada la historia que le sucede.
El Deuteronomio ya existía antes de las dos lecturas descritas. No íntegro, sino aproximadamente desde 4,44 hasta el final del capítulo 28. Tiene la forma de un código legal preparado y entreverado de discursos o frases parenéticas, rematado en la serie paralela de bendiciones y maldiciones. La breve justificación histórica de 4,45 y 5,6, las alusiones históricas esparcidas en 6-11, las indicaciones rituales del capítulo 27 confieren al libro la forma aproximada de un documento o protocolo de alianza.
Es bastante probable que, prescindiendo de adiciones, este libro sea el documento encontrado en el Templo en tiempos de Josías (2 Re 22), que sirvió de impulso y base para la reforma del rey. No es probable que el libro se fabricase «ad hoc» en aquella época, pero sí lo es que fuera obra de círculos reformadores, quizá durante el reinado de Manasés. Esto no pasa de conjetura. Es probable que parte del material legal se remonte a tiempos antiguos, mientras que la exhortación sobre la Ley también puede tener raíces seculares.

Mensaje religioso. El Deuteronomio es un libro de gran riqueza teológica; su teología mana de una preocupación pastoral. Deseando inculcar al pueblo la fidelidad al Señor y a sus leyes, el autor recoge la historia y la comenta, sacando de ella unas cuantas directrices grandes y fecundas, afianza la ley en la historia, apela a la conciencia lúcida y responsable.
A primera lectura, puede llamar la atención la insistencia en la centralización del culto. En la superficie, eso es una medida restrictiva para cortar los abusos de los santuarios locales; en el fondo, es una convicción radical, que el Señor es uno sólo, el Dios único de Israel. Todas sus leyes se concentran en el mandamiento principal del amor o lealtad a Dios; Israel es un pueblo de hermanos que han de ser unánimes en la lealtad a su Dios; cada israelita tiene que darse entero a ese compromiso.
Dios ha elegido al pueblo por puro amor, sin méritos previos le va a regalar una tierra y le exige una tarea. Si el pueblo la cumple, obtendrá nuevos beneficios de su Dios, sobre todo el beneficio supremo de la convivencia con Él; si no la cumple, Dios lo castigará sin abandonarlo del todo, llamándolo a la conversión. La tarea no es puramente cúltica, es ante todo una tarea de justicia social y de amor fraterno.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Deuteronomio  32,1-47Cántico de Moisés. Este cántico tiene, en parte, la forma de un «proceso judicial», género literario muy utilizado en la literatura profética: citación de los testigos (1-4); exposición de la culpa (5s); proceso (7-14); acusación (15-18); sentencia (19-25). Todo el cántico está saturado de material sapiencial (1s.6s.19s.28s) y podría tener un añadido de la época del postexilio (38s) que revela el estadio de la teología judía: ya se habla de un monoteísmo absoluto o teórico: «no hay otro fuera de mí» (39; cfr. Isa_43:11.13; Isa_45:5s.18.21s; Isa_48:12, etc.).
Desde el punto de vista teológico, los versículos 7-14 resaltan la solicitud y ternura con que Dios fue creando y cuidando a su pueblo, dato que Moisés utiliza para que Israel caiga en la cuenta de la calidad de su Dios. Pero Israel no lo entiende ni se da cuenta de ello; ha procurado su independencia y se ha ido detrás de otros dioses que han resultado falsos (15-18), por lo cual Dios los abandona a las fuerzas en las que ellos confiaron. Muy pronto, la desgracia y el poder de sus enemigos lo han llevado al borde del exterminio (20.26). Lo único que puede salvar a Israel es el amor de Dios, que confunde la hostilidad del hombre soberbio (27-35.37-42) y que levanta y alegra de nuevo a su pueblo (36-43).


Deuteronomio  32,48-52Moisés ve de lejos la tierra prometida. Como a Abrahán (Gén_13:14-17), Dios permite que Moisés eche una mirada a la tierra prometida; mirarla de lejos también era una forma de poseerla y una manera de decir que la tierra que Dios había jurado dar a Abrahán, Isaac y Jacob es también de Moisés. Él no la obtiene por conquista, sino por puro don gratuito de Dios (cfr. 34,1-4).