Deuteronomio  4 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 49 versitos |
1

Exhortaciones de Moisés

Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo les enseño a cumplir; así vivirán, entrarán y tomarán posesión de la tierra que el Señor, Dios de sus padres, les va a dar.
2 No añadan ni supriman nada a lo que les mando; cumplan los preceptos del Señor, su Dios, que yo les mando hoy.
3 Sus ojos ya han visto lo que el Señor hizo en Baal Fegor; el Señor, tu Dios, exterminó en medio de ti a todos los que se fueron con el ídolo de Fegor;
4 en cambio, ustedes, los que permanecieron fieles al Señor, todavía hoy siguen con vida.
5 Miren, yo les enseño los mandatos y decretos que me mandó el Señor, mi Dios, para que los cumplan en la tierra donde van a entrar para tomar posesión de ella.
6 Pónganlos por obra, que ellos serán su prudencia y sabiduría ante los demás pueblos, que al oír estos mandatos comentarán: ¡Qué pueblo tan sabio y prudente es esa gran nación!
7 Porque, ¿qué nación grande tiene un dios tan cercano como nuestro Dios, que cuando lo invocamos siempre está cerca?
8 Y, ¿qué nación grande tiene unos mandatos y decretos tan justos como esta ley que yo hoy promulgo en presencia de ustedes?
9 Pero, cuidado, guárdate muy bien de olvidar los sucesos que vieron tus ojos, que no se aparten de tu memoria mientras vivas; cuéntaselos a tus hijos y nietos.
10 El día aquel que estuviste ante el Señor, tu Dios, en el Monte Horeb, cuando me dijo el Señor: Reúneme al pueblo y les haré oír mis palabras, para que aprendan a temerme mientras vivan en la tierra y se las enseñen a sus hijos.
11 Ustedes se acercaron y se quedaron al pie de la montaña, mientras la montaña ardía con llamas que se alzaban hasta el cielo, en medio de oscuros y densos nubarrones.
12 El Señor les hablaba desde el fuego: oían palabras sin ver figura alguna, sólo se oía una voz.
13 El les comunicó su alianza y los diez mandamientos que les exigía cumplir, y los grabó en dos tablas de piedra.
14 A mí me mandó entonces que les enseñara los mandatos y decretos que tenían que cumplir en la tierra adonde van a cruzar para tomar posesión de ella.
15 ¡Mucho cuidado!, que cuando el Señor, su Dios, les habló en el Horeb, desde el fuego, no vieron figura alguna.
16 No se perviertan haciéndose ídolos o figuras esculpidas: imágenes de varón o mujer,
17 imágenes de animales terrestres, imágenes de aves que vuelan por el cielo,
18 imágenes de reptiles del suelo, imágenes de peces del agua bajo la tierra.
19 Al levantar los ojos al cielo y ver el sol, la luna y las estrellas, el ejército entero del cielo, no te dejes arrastrar a postrarte ante ellos para darles culto; porque ellos son la parte que el Señor, tu Dios, ha repartido a todos los pueblos bajo el cielo.
20 En cambio, a ustedes, los tomó el Señor y los sacó del horno de hierro de Egipto para que fueran el pueblo de su herencia, como lo son hoy.
21 El Señor se irritó conmigo y me juró que no cruzaré el Jordán ni entraré en esa tierra buena que el Señor, tu Dios, te va a dar como herencia.
22 Sí, yo moriré en esta tierra, sin cruzar el Jordán, mientras que ustedes lo cruzarán y tomarán posesión de esa tierra buena.
23 Cuidado con olvidar la alianza que el Señor, su Dios, concertó con ustedes, haciéndose ídolos de cualquier figura, cosa que te ha prohibido el Señor, tu Dios.
24 Porque el Señor, tu Dios, es fuego voraz, Dios celoso.
25 Cuando engendres hijos y nietos y ya hayas vivido largo tiempo en la tierra, si se pervierten haciéndose ídolos de cualquier figura, haciendo lo que el Señor, tu Dios, reprueba irritándolo
26 –¡cito hoy como testigos contra ustedes al cielo y a la tierra!– , desaparecerán muy pronto de la tierra de la que vas a tomar posesión pasando el Jordán; no prolongarán la vida en ella, sino que serán destruidos.
27 El Señor los dispersará por las naciones, y quedarán unos pocos en los pueblos adonde los deportará el Señor.
28 Allí servirán a dioses fabricados por hombres, de madera y piedra, que no ven, ni oyen, ni comen, ni huelen.
29 Desde allí buscarás al Señor, tu Dios, y lo encontrarás si lo buscas de todo corazón y con toda el alma.
30 Cuando al cabo de los años te alcancen y te estrechen todas estas maldiciones, volverás al Señor, tu Dios, y le obedecerás.
31 Porque el Señor, tu Dios, es un Dios compasivo: no te dejará, ni te destruirá, ni olvidará el pacto que juró a tus padres.
32 Pregunta a la antigüedad, a los tiempos pasados, remontándote al día en que Dios creó al hombre sobre la tierra si de un extremo al otro del cielo ha sucedido algo tan grande o se ha oído algo semejante.
33 ¿Qué pueblo ha oído a Dios hablando desde el fuego, como tú lo has oído, y ha quedado vivo?
34 ¿Qué dios intentó acudir a sacarse para sí un pueblo de en medio de otro con pruebas, signos y prodigios, en son de guerra, con mano fuerte y brazo extendido, con terribles portentos, como hizo el Señor, su Dios, con ustedes contra los egipcios, delante de tus mismos ojos?
35 A ti se te hicieron ver todas estas cosas, para que sepas que el Señor es Dios y no hay otro fuera de él.
36 Desde el cielo te hizo oír su voz para instruirte, en la tierra te hizo ver su fuego terrible y escuchaste sus palabras entre el fuego.
37 Porque quiso a tus padres y escogió a sus descendientes, él en persona te sacó de Egipto con su gran poder,
38 para desposeer a pueblos más grandes y poderosos que tú, para llevarte a su tierra y dártela en herencia, cosa que hoy es un hecho.
39 Reconoce hoy, y aprende en tu corazón, que el Señor es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otro.
40 Guarda los mandatos y preceptos que te daré hoy; así les irá bien a ti y a los hijos que te sucedan y prolongarás la vida en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar para siempre.
41 Entonces Moisés separó tres ciudades al este del Jordán
42 para que en ellas buscase asilo el que sin intención hubiera matado a otro sin que lo odiase antes; refugiándose en una de ellas, salvaría la vida.
43 Para los rubenitas, Beser, en el desierto, en la planicie; para los gaditas, Ramot de Galaad; para los manasitas, Golán de Basán.
44

Introducción

Ley que promulgó Moisés a los israelitas.
45 Normas, mandatos y decretos que propuso Moisés a los israelitas al salir de Egipto.
46 Al otro lado del Jordán, en la hondonada frente a Bet Fegor, en territorio de Sijón, rey amorreo que residía en Jesbón. Pero al salir de Egipto lo derrotó Moisés con los israelitas,
47 y conquistaron su territorio, lo mismo que el de Og, rey de Basán. Dos reyes amorreos del lado oriental del Jordán. Toda la estepa al este del Jordán,
48 desde Aroer, a orillas del Arnón, hasta el monte Sirión, o Hermón,
49 y hasta el Mar Muerto, en las laderas del Fasga.

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Introducción a Deuteronomio 

DEUTERONOMIO

El Deuteronomio que nosotros leemos hoy tiene algo de final de sinfonía, de conclusión solemne; pero, posee a la vez algo de roto, de violentamente interrumpido, como si el final no pudiera llegar a su cadencia tonal.
Moisés va a culminar su misión liberadora y el pueblo su largo peregrinar por el desierto. En cierto sentido, el movimiento del Pentateuco se remansa y se aquieta aquí, en la planicie de Moab: silencio contenido para escuchar largos discursos de un hombre que se dispone a morir. Al mismo tiempo, la historia se rompe. Moisés ha de morir antes de completar toda su empresa, el pueblo se queda a las puertas de la tierra prometida, ante la aduana geográfica del Jordán. ¿Qué será del pueblo? ¿Cómo ha de organizarse? ¿Quién lo ha de guiar?
Y porque se rompe bruscamente la historia, se advierte una agitación extraña: tribus impacientes por empezar ya la conquista y ocupación, Rubén, Gad, parte de Manasés; a la que Moisés sanciona. Se anticipa la vida del pueblo en un código que prevé y resuelve las situaciones más importantes de la historia: monarquía, sacerdocio, profetismo, culto, justicia, guerra y paz, familia y sociedad. Moisés lucha desesperadamente por inculcar tal ley, por meter en las entrañas la fidelidad radical y duradera al único Señor, a sus leyes y mandatos, a las exigencias de la historia; lucha contra el olvido, el cansancio, la desesperanza. Y sintiendo que no va a vencer, Moisés deja un poema de testimonio que le sobreviva. Renueva la Alianza, compila sus leyes, encara al pueblo con la gran decisión de su existencia.
Esto es a grandes rasgos el Deuteronomio. También nosotros tenemos que sentarnos con calma para escuchar la conclusión del Pentateuco.

Historia del libro. Parece ser que el Deuteronomio se leyó en otros tiempos de otro modo; no como final del Pentateuco, sino como comienzo de una gran obra histórica que abarcaba el tiempo de la tierra prometida desde la entrada, cruzando el Jordán, hasta la salida, camino del destierro.
Según esta teoría, el autor de la gran construcción y compilación histórica introdujo los capítulos autobiográficos (1-3), que le permitían ofrecer un resumen histórico con nueva perspectiva, y añadió el paso de poderes a Josué, como preparación para lo siguiente. Esta obra se extendía hasta el último capítulo del Segundo libro de los Reyes.
En tal posición, el Deuteronomio era un código de alianza que organizaba la vida en la tierra, previendo y sancionando la lealtad y la deslealtad del pueblo. Y como la historia terminaba en el destierro, el Deuteronomio justifica por adelantado el castigo de Dios. Moisés prevé dolorido ese desenlace y pronuncia una última palabra de esperanza.
La alianza en Moab adquiere así importancia capital. Empalma con la alianza del Sinaí, que recoge en la memoria. Pero asigna a dicha alianza solamente el decálogo como ley promulgada; el resto lo escucha sólo Moisés, se lo guarda, lo promulga antes de morir.
Las instituciones, la legislación y el mensaje del Deuteronomio acompañan al lector desde el comienzo de la obra histórica: como lo que pudo ser y no fue, pero puede y debe volver a ser si el pueblo se convierte. Como un punto de arranque que coloca toda la historia subsiguiente bajo el signo de la libertad responsable ante Dios.
En esta perspectiva, el sentido del libro cambia notablemente. Es muy difícil la paciencia para escuchar tantos sermones al comienzo de una historia. La ficción retrospectiva se hace más patente, las referencias a los Patriarcas se vuelven borrosas en la lejanía. El libro es un homenaje a la personalidad apasionada de Moisés, capaz de dejar tan gravemente preñada la historia que le sucede.
El Deuteronomio ya existía antes de las dos lecturas descritas. No íntegro, sino aproximadamente desde 4,44 hasta el final del capítulo 28. Tiene la forma de un código legal preparado y entreverado de discursos o frases parenéticas, rematado en la serie paralela de bendiciones y maldiciones. La breve justificación histórica de 4,45 y 5,6, las alusiones históricas esparcidas en 6-11, las indicaciones rituales del capítulo 27 confieren al libro la forma aproximada de un documento o protocolo de alianza.
Es bastante probable que, prescindiendo de adiciones, este libro sea el documento encontrado en el Templo en tiempos de Josías (2 Re 22), que sirvió de impulso y base para la reforma del rey. No es probable que el libro se fabricase «ad hoc» en aquella época, pero sí lo es que fuera obra de círculos reformadores, quizá durante el reinado de Manasés. Esto no pasa de conjetura. Es probable que parte del material legal se remonte a tiempos antiguos, mientras que la exhortación sobre la Ley también puede tener raíces seculares.

Mensaje religioso. El Deuteronomio es un libro de gran riqueza teológica; su teología mana de una preocupación pastoral. Deseando inculcar al pueblo la fidelidad al Señor y a sus leyes, el autor recoge la historia y la comenta, sacando de ella unas cuantas directrices grandes y fecundas, afianza la ley en la historia, apela a la conciencia lúcida y responsable.
A primera lectura, puede llamar la atención la insistencia en la centralización del culto. En la superficie, eso es una medida restrictiva para cortar los abusos de los santuarios locales; en el fondo, es una convicción radical, que el Señor es uno sólo, el Dios único de Israel. Todas sus leyes se concentran en el mandamiento principal del amor o lealtad a Dios; Israel es un pueblo de hermanos que han de ser unánimes en la lealtad a su Dios; cada israelita tiene que darse entero a ese compromiso.
Dios ha elegido al pueblo por puro amor, sin méritos previos le va a regalar una tierra y le exige una tarea. Si el pueblo la cumple, obtendrá nuevos beneficios de su Dios, sobre todo el beneficio supremo de la convivencia con Él; si no la cumple, Dios lo castigará sin abandonarlo del todo, llamándolo a la conversión. La tarea no es puramente cúltica, es ante todo una tarea de justicia social y de amor fraterno.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Deuteronomio  4,1-43Exhortaciones de Moisés. A partir de la síntesis histórica que acaba de hacer Moisés viene ahora una larga exhortación que tiene como motivo la autorrevelación de Dios en el monte Horeb -Sinaí-. Es importante recordar que este discurso exhortativo no lo está pronunciando en realidad Moisés, sino los redactores del Deuteronomio, quienes mediante este procedimiento literario buscan convencer al pueblo de la necesidad de seguir los preceptos y las normas del Señor. El pueblo que supuestamente está escuchando a Moisés es en realidad un pueblo que ha sido infiel miles de veces a la Ley del Señor y ahora escucha de nuevo al gran mediador que es Moisés. Podríamos decir que aquí Moisés es la voz misma de la conciencia de un pueblo que se ha alejado del camino que el Señor le había trazado. Nótese la insistencia contra la idolatría, el énfasis que se pone sobre la verdadera imagen de Dios y, en contraposición, la vaciedad de los ídolos (15-40). Se trata, por tanto, de la conciencia crítica del pueblo que la corriente deuteronomista (D) representa muy bien aquí. Todos estos consejos son en realidad la constatación de los pecados y desvíos de Israel a lo largo de sus primeros siglos de existencia; son lo que debería haber sido y no fue, unas veces por propia iniciativa, otras veces porque se les obligó. Los versículos 15-24 dan cuenta de los cultos idolátricos que tuvieron que hacer los israelitas obligados por los asirios y, más tarde, por los babilonios. Todo ello se convierte en experiencia para que Israel entienda en qué consiste propiamente adherir su fe al único Dios y Señor, para que sepa exactamente desde su propia realidad lo que significa alejarse de Él. Antes de concluir esta exhortación, el narrador inserta la noticia sobre las ciudades que Moisés había reservado al oriente del Jordán para que sirvieran de refugio a quienes, sin quererlo, hubiesen matado a un hermano (cfr. Núm_35:9-15). El fin del asilo en una ciudad como ésta era protegerse de la venganza de la sangre que permitía la ley (Éxo_21:23-25; Núm_35:16-29); si se trataba de una muerte intencional, la venganza y/o juicio debían ser diferentes.


Deuteronomio  4,44-49Introducción. Con estos versículos se introduce el segundo discurso de Moisés. La «Ley que promulgó Moisés» es especificada como: «Normas, mandatos y decretos». El pueblo aún no atraviesa el Jordán, está a sólo un paso de la tierra prometida.