Deuteronomio  5 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 33 versitos |
1

Los diez mandamientos
Éx 20

Moisés convocó a los israelitas y les dijo:
– Escucha, Israel, los mandatos y decretos que hoy les predico, para que los aprendan, los guarden y los pongan en práctica.
2 »El Señor, nuestro Dios, hizo alianza con nosotros en el Horeb.
3 No hizo esa alianza con nuestros padres, sino con nosotros, con los que estamos vivos hoy, aquí.
4 Cara a cara habló el Señor con ustedes en la montaña, desde el fuego.
5 Yo mediaba entonces entre el Señor y ustedes, anunciándoles la Palabra del Señor, porque les daba miedo aquel fuego y no subieron a la montaña.
»El Señor dijo:
6 Yo soy el Señor, tu Dios. Yo te saqué de Egipto, de la esclavitud.»
7 No tendrás otros dioses rivales míos.»
8 No te harás imágenes: figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o en el agua debajo de la tierra.
9 No te postrarás ante ellos ni les darás culto, porque yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso: castigo la culpa de los padres en los hijos, nietos y bisnietos cuando me aborrecen.
10 Pero actúo con lealtad por mil generaciones cuando me aman y guardan mis preceptos.
11 »No pronunciarás el Nombre del Señor, tu Dios, en falso, porque El Señor no dejará sin castigo a quien pronuncie su Nombre en falso.
12 »Guarda el día del sábado, santificándolo, como el Señor, tu Dios, te ha mandado.
13 Durante seis días trabaja y haz tus tareas;
14 pero el día séptimo es día de descanso dedicado al Señor, tu Dios. No harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu buey, ni tu asno, ni tu ganado, ni el emigrante que viva en tus ciudades, para que descansen como tú, el esclavo y la esclava.
15 Recuerda que fuiste esclavo en Egipto y que te sacó de allí el Señor, tu Dios, con mano fuerte y con brazo extendido. Por eso te manda el Señor, tu Dios, guardar el día del sábado.
16 »Honra a tu padre y a tu madre, como te mandó el Señor; así prolongarás la vida y te irá bien en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar.
17 »No matarás.
18 »Ni cometerás adulterio.
19 »Ni robarás.
20 »Ni darás testimonio falso contra tu prójimo.
21 »Ni pretenderás la mujer de tu prójimo. Ni codiciarás su casa, ni sus tierras, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de él.
22 Éstos son los mandamientos que el Señor pronunció con voz potente ante toda la asamblea, en la montaña, desde el fuego y los nubarrones. Y, sin añadir más, los grabó en dos tablas de piedra y me las entregó.
23

Temor del pueblo

»Al escuchar la voz que salía de las tinieblas, mientras el monte ardía, se acercaron a mí sus jefes de tribu y autoridades,
24 y me dijeron: El Señor, nuestro Dios, nos ha mostrado su Gloria y su grandeza, hemos oído su voz que salía del fuego. Hoy vemos que puede Dios hablar a un hombre y seguir éste con vida.
25 Pero ahora tememos morir devorados por ese fuego violento; si seguimos oyendo la voz del Señor, nuestro Dios, moriremos.
26 Porque, ¿qué mortal es capaz de oír, como nosotros, la voz de un Dios vivo, hablando desde el fuego, y salir con vida?
27 Acércate tú y escucha cuanto tenga que decirte el Señor, nuestro Dios. Luego tú nos comunicarás todo lo que te diga el Señor, nuestro Dios; nosotros escucharemos y obedeceremos.
28 El Señor oyó lo que me decían, y me dijo: He oído lo que te dice ese pueblo; tiene razón.
29 Ojalá conserven siempre esa actitud, respetándome y guardando mis preceptos; así, les irá bien a ellos y a sus hijos por siempre.
30 Ve y diles: vuélvanse a las tiendas.
31 Pero tú quédate aquí conmigo, y te daré a conocer todos los preceptos, los mandatos y decretos que has de enseñarles, para que los cumplan en la tierra que les voy a dar para que tomen posesión de ella.
32 Pongan por obra lo que les mandó el Señor, su Dios; no se aparten ni a derecha ni a izquierda.
33 Sigan el camino que les marcó el Señor, su Dios, y vivirán, les irá bien y prolongarán la vida en la tierra que van a ocupar.

Patrocinio

 
 

Introducción a Deuteronomio 

DEUTERONOMIO

El Deuteronomio que nosotros leemos hoy tiene algo de final de sinfonía, de conclusión solemne; pero, posee a la vez algo de roto, de violentamente interrumpido, como si el final no pudiera llegar a su cadencia tonal.
Moisés va a culminar su misión liberadora y el pueblo su largo peregrinar por el desierto. En cierto sentido, el movimiento del Pentateuco se remansa y se aquieta aquí, en la planicie de Moab: silencio contenido para escuchar largos discursos de un hombre que se dispone a morir. Al mismo tiempo, la historia se rompe. Moisés ha de morir antes de completar toda su empresa, el pueblo se queda a las puertas de la tierra prometida, ante la aduana geográfica del Jordán. ¿Qué será del pueblo? ¿Cómo ha de organizarse? ¿Quién lo ha de guiar?
Y porque se rompe bruscamente la historia, se advierte una agitación extraña: tribus impacientes por empezar ya la conquista y ocupación, Rubén, Gad, parte de Manasés; a la que Moisés sanciona. Se anticipa la vida del pueblo en un código que prevé y resuelve las situaciones más importantes de la historia: monarquía, sacerdocio, profetismo, culto, justicia, guerra y paz, familia y sociedad. Moisés lucha desesperadamente por inculcar tal ley, por meter en las entrañas la fidelidad radical y duradera al único Señor, a sus leyes y mandatos, a las exigencias de la historia; lucha contra el olvido, el cansancio, la desesperanza. Y sintiendo que no va a vencer, Moisés deja un poema de testimonio que le sobreviva. Renueva la Alianza, compila sus leyes, encara al pueblo con la gran decisión de su existencia.
Esto es a grandes rasgos el Deuteronomio. También nosotros tenemos que sentarnos con calma para escuchar la conclusión del Pentateuco.

Historia del libro. Parece ser que el Deuteronomio se leyó en otros tiempos de otro modo; no como final del Pentateuco, sino como comienzo de una gran obra histórica que abarcaba el tiempo de la tierra prometida desde la entrada, cruzando el Jordán, hasta la salida, camino del destierro.
Según esta teoría, el autor de la gran construcción y compilación histórica introdujo los capítulos autobiográficos (1-3), que le permitían ofrecer un resumen histórico con nueva perspectiva, y añadió el paso de poderes a Josué, como preparación para lo siguiente. Esta obra se extendía hasta el último capítulo del Segundo libro de los Reyes.
En tal posición, el Deuteronomio era un código de alianza que organizaba la vida en la tierra, previendo y sancionando la lealtad y la deslealtad del pueblo. Y como la historia terminaba en el destierro, el Deuteronomio justifica por adelantado el castigo de Dios. Moisés prevé dolorido ese desenlace y pronuncia una última palabra de esperanza.
La alianza en Moab adquiere así importancia capital. Empalma con la alianza del Sinaí, que recoge en la memoria. Pero asigna a dicha alianza solamente el decálogo como ley promulgada; el resto lo escucha sólo Moisés, se lo guarda, lo promulga antes de morir.
Las instituciones, la legislación y el mensaje del Deuteronomio acompañan al lector desde el comienzo de la obra histórica: como lo que pudo ser y no fue, pero puede y debe volver a ser si el pueblo se convierte. Como un punto de arranque que coloca toda la historia subsiguiente bajo el signo de la libertad responsable ante Dios.
En esta perspectiva, el sentido del libro cambia notablemente. Es muy difícil la paciencia para escuchar tantos sermones al comienzo de una historia. La ficción retrospectiva se hace más patente, las referencias a los Patriarcas se vuelven borrosas en la lejanía. El libro es un homenaje a la personalidad apasionada de Moisés, capaz de dejar tan gravemente preñada la historia que le sucede.
El Deuteronomio ya existía antes de las dos lecturas descritas. No íntegro, sino aproximadamente desde 4,44 hasta el final del capítulo 28. Tiene la forma de un código legal preparado y entreverado de discursos o frases parenéticas, rematado en la serie paralela de bendiciones y maldiciones. La breve justificación histórica de 4,45 y 5,6, las alusiones históricas esparcidas en 6-11, las indicaciones rituales del capítulo 27 confieren al libro la forma aproximada de un documento o protocolo de alianza.
Es bastante probable que, prescindiendo de adiciones, este libro sea el documento encontrado en el Templo en tiempos de Josías (2 Re 22), que sirvió de impulso y base para la reforma del rey. No es probable que el libro se fabricase «ad hoc» en aquella época, pero sí lo es que fuera obra de círculos reformadores, quizá durante el reinado de Manasés. Esto no pasa de conjetura. Es probable que parte del material legal se remonte a tiempos antiguos, mientras que la exhortación sobre la Ley también puede tener raíces seculares.

Mensaje religioso. El Deuteronomio es un libro de gran riqueza teológica; su teología mana de una preocupación pastoral. Deseando inculcar al pueblo la fidelidad al Señor y a sus leyes, el autor recoge la historia y la comenta, sacando de ella unas cuantas directrices grandes y fecundas, afianza la ley en la historia, apela a la conciencia lúcida y responsable.
A primera lectura, puede llamar la atención la insistencia en la centralización del culto. En la superficie, eso es una medida restrictiva para cortar los abusos de los santuarios locales; en el fondo, es una convicción radical, que el Señor es uno sólo, el Dios único de Israel. Todas sus leyes se concentran en el mandamiento principal del amor o lealtad a Dios; Israel es un pueblo de hermanos que han de ser unánimes en la lealtad a su Dios; cada israelita tiene que darse entero a ese compromiso.
Dios ha elegido al pueblo por puro amor, sin méritos previos le va a regalar una tierra y le exige una tarea. Si el pueblo la cumple, obtendrá nuevos beneficios de su Dios, sobre todo el beneficio supremo de la convivencia con Él; si no la cumple, Dios lo castigará sin abandonarlo del todo, llamándolo a la conversión. La tarea no es puramente cúltica, es ante todo una tarea de justicia social y de amor fraterno.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Deuteronomio  5,1-22Los diez mandamientos. Los versículos 1-5 actualizan el compromiso del pueblo con las normas y mandatos del Señor, en el sentido de que es una Ley que el Señor «hizo con nosotros, con los que estamos vivos hoy, aquí» (3). De este modo, el auditorio real del s. VIII a.C. se apresta para renovar la Alianza con Dios haciéndola completamente actual. Los versículos 6-21, con algunas leves variaciones, son el mismo decálogo que encontramos en Éxo_20:1-17. Se inicia con la autorrevelación de Dios que contiene dos elementos importantes: «yo soy el Señor», para establecer un rasgo de identidad personal, y «tu Dios», para fijar el aspecto relacional con el pueblo. La identidad de Dios y la relación con el pueblo se concretan en el máximo acto de liberación y redención: la salida de Egipto (6). La respuesta del pueblo a este Dios que se autorrevela como «el Señor» y «el liberador», y por tanto como alguien que invita a construir un proyecto distinto fuera de Egipto, queda fijada en el siguiente decálogo.
El primer mandamiento, «no tendrás otros dioses rivales míos» (7), reclama la primacía absoluta del único que puede salvar, liberar y dar vida. Cualquier otro dios a quien el pueblo intente servirle le quitará la vida y la libertad y le dará a cambio destrucción y muerte. La segunda parte del primer mandamiento establece los efectos negativos de tener dioses frente al Dios único y la representación material de dichas divinidades. Ésta era una práctica común y corriente entre los pueblos vecinos de Israel, pero los israelitas no podrán hacer lo mismo para no hacer del culto a Dios una cuestión íntima, doméstica; personal, sí, pero abierta a la comunidad.
El segundo mandamiento, todavía en relación con el mismo Dios, completa lo anterior. El Nombre de Dios no ha de ser usado de modo abusivo; el ambiente donde se corría el riesgo de hacer mal uso del Nombre de Dios era en el tribunal. Sin embargo, ese aspecto lo toca el octavo mandamiento, por lo que hemos de pensar que aquí se trataría de corregir una tendencia a utilizar el Nombre de Dios en sentido «mágico», riesgo que existe también hoy.
Los demás mandamientos, del tercero al décimo, giran en torno al ideal de comportamiento ético y moral del pueblo. El tercer mandamiento (12-15), que aparentemente es de orden religioso, tiene en realidad un sentido de justicia social consigo mismo, con los demás y hasta con los animales de trabajo (14b); la motivación para el descanso sabático es la esclavitud en Egipto, lo que equivale a decir que la experiencia de Egipto es un verdadero obstáculo para la auténtica realización de las personas y de la comunidad. En efecto: Israel en Egipto no es un pueblo, es un colectivo de esclavos que comienzan a tener identidad como individuos y como pueblo sólo después de salir de la esclavitud. Por tanto, este mandato es, junto con los dos anteriores, el punto de partida, la base fundamental para construir una sociedad donde se respeta y se defiende la vida en todas sus formas: primero que todo, de los más próximos a nosotros, como son nuestros padres (16), y luego de quienes forman parte de nuestra comunidad y sociedad (17-21).


Deuteronomio  5,23-33Temor del pueblo. Moisés recuerda al pueblo la actitud de temor y miedo que habían sentido en el Sinaí cuando Dios se había dirigido a ellos. El pueblo no había soportado escuchar la voz del Señor, y por eso había decidido que Moisés oficiara como su mediador (cfr. Éxo_20:18-26). Esta función de mediador con plena autoridad es aprobada por el mismo Dios, quien manda retirar al pueblo para quedarse solo con Moisés, para instruirlo y para que él transmita luego al pueblo su Ley (30s).
La tradición religiosa de Israel que sostiene este carácter mediador de Moisés, es especialmente subrayada aquí por la corriente deuteronomista (D) para darle una mayor fuerza de autoridad a las inserciones y ampliaciones que esta corriente teológico-literaria está realizando en el s. VIII a.C. El pueblo que ha decidido espontáneamente señalar a Moisés esta función mediadora (27ab) queda comprometido a escuchar y obedecer (27c), y ése es precisamente el motivo de esta exhortación de Moisés (32s).