Deuteronomio  8 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 20 versitos |
1

No sólo de pan vive el hombre

»Todos los preceptos que yo les mando hoy pónganlos por obra; así vivirán, crecerán, entrarán y conquistarán la tierra que el Señor prometió con juramento a sus padres.
2 »Recuerda el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto, para afligirte, para ponerte a prueba y conocer tus intenciones, y ver si eres capaz o no de guardar sus preceptos.
3 Él te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná – que tú no conocías ni conocieron tus padres– para enseñarte que el hombre no vive sólo de pan, sino de todo lo que sale de la boca de Dios.
4 Tus vestidos no se han gastado ni se te han hinchado los pies durante estos cuarenta años,
5 para que reconozcas que el Señor, tu Dios, te ha educado como un padre educa a su hijo;
6 para que guardes los preceptos del Señor, tu Dios, sigas sus caminos y lo respetes.
7 »Cuando el Señor, tu Dios, te introduzca en la tierra buena, tierra de torrentes, de fuentes y aguas profundas que manan en el monte y la llanura;
8 tierra de trigo y cebada, de viñas, higueras y granados, tierra de olivares y de miel;
9 tierra en que no comerás medido el pan, en que no carecerás de nada; tierra que lleva hierro en sus rocas y de cuyos montes sacarás cobre;
10 entonces, cuando comas hasta hartarte, bendice al Señor, tu Dios, por la tierra buena que te ha dado.
11

Advertencias para no olvidarse de Dios

Cuídate de no olvidar al Señor, tu Dios, de no cumplir los preceptos, mandatos y decretos que yo te mando hoy.
12 No sea que cuando comas hasta hartarte, cuando te edifiques casas hermosas y las habites,
13 cuando críen tus reses y ovejas, aumenten tu plata y tu oro y abundes de todo,
14 te vuelvas engreído y te olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud;
15 que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, lleno de serpientes y alacranes, una tierra árida una gota de agua; que te sacó agua de una roca de pedernal;
16 que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres: para afligirte y probarte y para hacerte el bien al final.
17 No pienses: Por mi fuerza y el poder de mi brazo me he creado estas riquezas.
18 Acuérdate del Señor, tu Dios, que es él quien te da la fuerza para crearte estas riquezas, y así mantiene la promesa que hizo a tus padres, como lo hace hoy.
19 »Si olvidas al Señor, tu Dios, y sigues a dioses extranjeros, les das culto y te postras ante ellos, yo les garantizo hoy que morirán sin remedio.
20 Como los pueblos que el Señor va a destruir a su paso, así perecerán, por no obedecer al Señor, su Dios.

Patrocinio

 
 

Introducción a Deuteronomio 

DEUTERONOMIO

El Deuteronomio que nosotros leemos hoy tiene algo de final de sinfonía, de conclusión solemne; pero, posee a la vez algo de roto, de violentamente interrumpido, como si el final no pudiera llegar a su cadencia tonal.
Moisés va a culminar su misión liberadora y el pueblo su largo peregrinar por el desierto. En cierto sentido, el movimiento del Pentateuco se remansa y se aquieta aquí, en la planicie de Moab: silencio contenido para escuchar largos discursos de un hombre que se dispone a morir. Al mismo tiempo, la historia se rompe. Moisés ha de morir antes de completar toda su empresa, el pueblo se queda a las puertas de la tierra prometida, ante la aduana geográfica del Jordán. ¿Qué será del pueblo? ¿Cómo ha de organizarse? ¿Quién lo ha de guiar?
Y porque se rompe bruscamente la historia, se advierte una agitación extraña: tribus impacientes por empezar ya la conquista y ocupación, Rubén, Gad, parte de Manasés; a la que Moisés sanciona. Se anticipa la vida del pueblo en un código que prevé y resuelve las situaciones más importantes de la historia: monarquía, sacerdocio, profetismo, culto, justicia, guerra y paz, familia y sociedad. Moisés lucha desesperadamente por inculcar tal ley, por meter en las entrañas la fidelidad radical y duradera al único Señor, a sus leyes y mandatos, a las exigencias de la historia; lucha contra el olvido, el cansancio, la desesperanza. Y sintiendo que no va a vencer, Moisés deja un poema de testimonio que le sobreviva. Renueva la Alianza, compila sus leyes, encara al pueblo con la gran decisión de su existencia.
Esto es a grandes rasgos el Deuteronomio. También nosotros tenemos que sentarnos con calma para escuchar la conclusión del Pentateuco.

Historia del libro. Parece ser que el Deuteronomio se leyó en otros tiempos de otro modo; no como final del Pentateuco, sino como comienzo de una gran obra histórica que abarcaba el tiempo de la tierra prometida desde la entrada, cruzando el Jordán, hasta la salida, camino del destierro.
Según esta teoría, el autor de la gran construcción y compilación histórica introdujo los capítulos autobiográficos (1-3), que le permitían ofrecer un resumen histórico con nueva perspectiva, y añadió el paso de poderes a Josué, como preparación para lo siguiente. Esta obra se extendía hasta el último capítulo del Segundo libro de los Reyes.
En tal posición, el Deuteronomio era un código de alianza que organizaba la vida en la tierra, previendo y sancionando la lealtad y la deslealtad del pueblo. Y como la historia terminaba en el destierro, el Deuteronomio justifica por adelantado el castigo de Dios. Moisés prevé dolorido ese desenlace y pronuncia una última palabra de esperanza.
La alianza en Moab adquiere así importancia capital. Empalma con la alianza del Sinaí, que recoge en la memoria. Pero asigna a dicha alianza solamente el decálogo como ley promulgada; el resto lo escucha sólo Moisés, se lo guarda, lo promulga antes de morir.
Las instituciones, la legislación y el mensaje del Deuteronomio acompañan al lector desde el comienzo de la obra histórica: como lo que pudo ser y no fue, pero puede y debe volver a ser si el pueblo se convierte. Como un punto de arranque que coloca toda la historia subsiguiente bajo el signo de la libertad responsable ante Dios.
En esta perspectiva, el sentido del libro cambia notablemente. Es muy difícil la paciencia para escuchar tantos sermones al comienzo de una historia. La ficción retrospectiva se hace más patente, las referencias a los Patriarcas se vuelven borrosas en la lejanía. El libro es un homenaje a la personalidad apasionada de Moisés, capaz de dejar tan gravemente preñada la historia que le sucede.
El Deuteronomio ya existía antes de las dos lecturas descritas. No íntegro, sino aproximadamente desde 4,44 hasta el final del capítulo 28. Tiene la forma de un código legal preparado y entreverado de discursos o frases parenéticas, rematado en la serie paralela de bendiciones y maldiciones. La breve justificación histórica de 4,45 y 5,6, las alusiones históricas esparcidas en 6-11, las indicaciones rituales del capítulo 27 confieren al libro la forma aproximada de un documento o protocolo de alianza.
Es bastante probable que, prescindiendo de adiciones, este libro sea el documento encontrado en el Templo en tiempos de Josías (2 Re 22), que sirvió de impulso y base para la reforma del rey. No es probable que el libro se fabricase «ad hoc» en aquella época, pero sí lo es que fuera obra de círculos reformadores, quizá durante el reinado de Manasés. Esto no pasa de conjetura. Es probable que parte del material legal se remonte a tiempos antiguos, mientras que la exhortación sobre la Ley también puede tener raíces seculares.

Mensaje religioso. El Deuteronomio es un libro de gran riqueza teológica; su teología mana de una preocupación pastoral. Deseando inculcar al pueblo la fidelidad al Señor y a sus leyes, el autor recoge la historia y la comenta, sacando de ella unas cuantas directrices grandes y fecundas, afianza la ley en la historia, apela a la conciencia lúcida y responsable.
A primera lectura, puede llamar la atención la insistencia en la centralización del culto. En la superficie, eso es una medida restrictiva para cortar los abusos de los santuarios locales; en el fondo, es una convicción radical, que el Señor es uno sólo, el Dios único de Israel. Todas sus leyes se concentran en el mandamiento principal del amor o lealtad a Dios; Israel es un pueblo de hermanos que han de ser unánimes en la lealtad a su Dios; cada israelita tiene que darse entero a ese compromiso.
Dios ha elegido al pueblo por puro amor, sin méritos previos le va a regalar una tierra y le exige una tarea. Si el pueblo la cumple, obtendrá nuevos beneficios de su Dios, sobre todo el beneficio supremo de la convivencia con Él; si no la cumple, Dios lo castigará sin abandonarlo del todo, llamándolo a la conversión. La tarea no es puramente cúltica, es ante todo una tarea de justicia social y de amor fraterno.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Deuteronomio  8,1-10No sólo de pan vive el hombre. El significado profundo que tiene el desierto para la formación de la conciencia del pueblo israelita, y de nuestra propia conciencia, lo tenemos en la primera parte de este capítulo. Se trata de la relectura que hace Israel de su experiencia del desierto como lugar geográfico atestado de peligros reales (15) y al mismo tiempo con posibilidades de vida, pero también como lugar que simboliza la conciencia en donde se enfrentan el bien y el mal, el pecado y la gracia, Dios y Satanás, la verdad y la mentira, la Ley y el libertinaje, la fidelidad y la idolatría, la solidaridad y el egoísmo, la paz y la violencia, la nueva sociedad y la sociedad opresora. Es en el desierto como lugar real y como lugar simbólico donde Dios ha hecho todo un trabajo de formación integral con el pueblo.
Esta sentencia que el Señor transmite por boca de Moisés es la misma que Jesús le recuerda al Tentador cuando le propone que realice su tarea mesiánica atendiendo sólo el aspecto material, tangible e inmediato del pueblo. Tanto el redactor o redactores finales del Deuteronomio como Jesús, tienen claro que esa dimensión no material, intangible, espiritual y de conciencia, propia del ser humano, también necesita ser cultivada, alimentada y cuidada. Aquí se pone como alimento principal «todo lo que sale de la boca de Dios», pero eso no implica que sea lo único y que las demás posibilidades de enriquecimiento del espíritu humano no sean importantes. Todo lo que enriquece el espíritu humano es importante: la ciencia, la cultura... Todo eso que humaniza al hombre no sólo es un derecho, también es un deber, puesto que es una tarea concreta y específica. Negar esta posibilidad, esta vocación, y obstaculizarla es ir en contra del mismo plan de vida propuesto por el Padre y asumido por Jesús que, siendo consciente de ello, ha venido para que todos «tengan vida y la tengan en abundancia» (Jua_10:10).


Deuteronomio  8,11-20Advertencias para no olvidarse de Dios. Con frecuencia, la buena salud, la prosperidad, el poder político y militar conllevan un cierto engreimiento y cierto olvido de Dios. Eso ya lo había experimentado Israel; tanto David como Salomón, en la época del reino unido, habían logrado darle estabilidad política y económica al territorio, y en la época de la división del reino, Jeroboán II (783-743 a.C.) le dio un gran peso a su reino, ubicándolo como potencia internacional. No siempre esos períodos correspondieron con la época de mayor fidelidad a la Alianza, a los deberes con la justicia y con la solidaridad. Todo lo contrario: se olvidaron de su Señor, del mismo que los liberó de la esclavitud, y ellos mismos se hicieron esclavos, servidores de otros proyectos que no les garantizaban ni la vida, ni la libertad. Ése es el motivo que hay detrás de esta exhortación. Como el pueblo ha tenido ya la experiencia de los efectos negativos que acarrea alejarse del camino trazado por el Señor, ahora el predicador, con intención de renovar la Alianza, exhorta al pueblo a no repetir los errores del pasado para no ser destruidos de nuevo. Los efectos negativos que trae consigo el alejarse de Dios olvidándolo, olvidando su proyecto de vida, de libertad y de justicia, no son estrictamente un «castigo de Dios», sino el resultado del rechazo a la vida que no puede ser otro que el derrumbamiento ético y moral y que la Biblia describe como la destrucción y la muerte.