Filipenses 1 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 30 versitos |
1

Saludo

Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús, a todos los consagrados a Cristo Jesús que residen en Filipos, incluidos sus obispos y diáconos:
2 Gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
3

Acción de gracias

Cada vez que me acuerdo de ustedes, doy gracias a mi Dios;
4 y siempre que pido cualquier cosa por todos ustedes, lo hago con alegría,
5 pensando en la colaboración que prestaron a la difusión de la Buena Noticia, desde el primer día hasta hoy.
6 Estoy seguro de que quien comenzó en ustedes la obra buena, la llevará a término hasta el día de Cristo Jesús.
7 Es justo que sienta esto de todos ustedes, porque los llevo en el corazón y porque participan conmigo de las mismas bendiciones, ya sea cuando estoy en la prisión o cuando trabajo en la defensa y confirmación de la Buena Noticia.
8 Dios es testigo de que los amo tiernamente en el corazón de Cristo Jesús.
9 Esto es lo que pido: que el amor de ustedes crezca más y más en conocimiento y en buen juicio para todo,
10 a fin de que sepan elegir siempre lo mejor. Así llegarán limpios y sin tropiezo al día de Cristo,
11 cargados con el fruto de la honradez que viene por Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.
12

Prisionero por Cristo

Quiero que sepan, hermanos, que lo que me ha sucedido ha favorecido la difusión de la Buena Noticia.
13 En efecto, todos en el palacio, tanto los soldados como los demás saben que estoy preso por Cristo,
14 y la mayoría de los hermanos que confían en el Señor, con mi prisión se han animado a anunciar el mensaje sin temor.
15 Unos proclaman a Cristo por envidia y por polémica, otros lo hacen con buena voluntad.
16 Éstos obran por amor, sabiendo que me encuentro así para defender la Buena Noticia;
17 aquéllos en cambio anuncian a Cristo por ambición y mala intención, pensando añadir penas a mi prisión.
18 ¡Qué importa! En cualquier caso, sea como pretexto o sinceramente, Cristo es anunciado, y de ello me alegro y me alegraré;
19 porque sé que esto servirá para mi salvación, gracias a las oraciones de ustedes y por el auxilio del Espíritu de Jesucristo.
20 Espero y aguardo no desanimarme por nada; al contrario, estoy completamente seguro que ahora como siempre, viva o muera, Cristo será engrandecido en mi persona.
21 Porque para mí la vida es Cristo y morir una ganancia.
22 Pero si mi vida corporal va a producir fruto, no sé qué escoger.
23 Las dos cosas tiran de mí: mi deseo es morir para estar con Cristo, y eso es mucho mejor;
24 pero para ustedes es más necesario que siga viviendo.
25 Ahora bien, estoy convencido de que me quedaré y seguiré con ustedes para que progresen y se alegren en la fe;
26 y así, mi vuelta y mi presencia entre ustedes les será un nuevo motivo de satisfacción en Cristo Jesús.
27 Una cosa importa, que su conducta sea digna de la Buena Noticia de Cristo; de modo que, sea que vaya a verlos o que siga ausente, sepa que se mantienen unidos en espíritu y corazón, luchando juntos por la fe en la Buena Noticia;
28 sin dejarse asustar en nada por sus adversarios. Lo cual, por designio de Dios, será para ellos señal de perdición, y para ustedes de salvación.
29 Porque a ustedes se les ha concedido la gracia, no sólo de creer en Cristo, sino de padecer por él,
30 soportando la misma pelea en la que antes me vieron y ahora oyen que sigo sosteniendo.

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Introducción a Filipenses

FILIPENSES

Filipos. La ciudad que lleva el nombre de Filipos, en honor al padre de Alejandro Magno, era desde el año 31 a.C. colonia de Roma con derecho a ciudadanía. Por ella pasaba la vía Ignacia, que unía Italia con Asia. La población era en parte romana como indican las monedas con inscripciones latinas.
Según Hch 16, Filipos fue la primera ciudad «europea» visitada y evangelizada por Pablo y Silas, hacia el año 49. Una mujer de buena posición fue la primera convertida «europea» al Evangelio por la palabra del Apóstol. Allí se formó una comunidad cordial y generosa, a la que Pablo se sintió estrechamente vinculado ( Hch_1:8 ; Hch_4:1 ). Sólo de ellos aceptó ayuda económica ( Hch_4:14 s).

Lugar y fecha de composición de la carta. Pablo escribió la carta desde la cárcel ( Hch_1:7 .13.17). ¿Dónde? Algunos biblistas piensan, siguiendo la tradición, que se encontraba ya en Roma (después del año 60); citan en su apoyo las expresiones «todos en el pretorio» ( Hch_1:13 ) y «los servidores del emperador» ( Hch_4:22 ); asimismo su perplejidad ante una muerte próxima. Pero estas expresiones se pueden aplicar también a Éfeso, y Pablo sabía mucho de cárceles y de peligros de muerte. Por eso, la mayoría de biblistas se inclina por una prisión en Éfeso, no mencionada por Lucas en los Hechos. Esta hipótesis explica mejor el viaje de Epafrodito, el intercambio de noticias, su intención de hacerles una visita pronto ( Hch_2:24 ). Sobre el peligro de muerte tenemos la referencia en 2Co_1:8 s. En este supuesto, la carta habría sido escrita hacia el año 54.

Ocasión y contenido de la carta. Sobre la ocasión nos informa la misma carta. Un asunto al parecer trivial, el viaje y la enfermedad de Epafrodito; un motivo simple y grave, la necesidad de desahogar su agradecimiento sin renunciar a su oficio de exhortar y animar.
Se trata de una carta que discurre sin un plan determinado, con cambios de tema, de tono, de situación. Por eso algunos biblistas han pensado que se trata de dos o tres cartas, todas de Pablo, artificialmente reunidas bajo un epígrafe por un recopilador posterior. Sin embargo, en una típica carta personal, los saltos, cambios y prolongaciones no deben extrañar.
Lo que es indiscutible es el atractivo particular de esta carta como expresión de los sentimientos del Apóstol. Su joya teológica es el himno cristológico (2,6-11), síntesis audaz y madura, que algunos consideran un himno cristiano incorporado a ella. En términos de apostolado es importante el valor del «testimonio» (1,12-14) y la prioridad de que Cristo sea predicado, donde y como sea (1,15-18), así como la participación del Apóstol en la muerte y resurrección de Cristo (3,10s.20s). También afloran algunos asuntos particulares de la comunidad: el peligro de los judaizantes (3,1-7) y la necesidad de la concordia (3,2).

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Filipenses 1,1-2Saludo. El remitente de la carta es «Pablo», a secas, sin el título de «apóstol», señal de que los filipenses aceptaban su apostolado sin problemas. El escrito va dirigido también en nombre de Timoteo, uno de sus mejores colaboradores, quizás también presente en la evangelización de Filipos (cfr. Hch_16:12-40). Pablo se presenta junto con su compañero como «siervos de Cristo Jesús» (1), título que los identifica como misioneros del Evangelio. Llama «santos» o «consagrados», como de costumbre, a sus destinatarios, en alusión a su pertenencia a Cristo Jesús.
Entre estos destinatarios se encuentran los líderes a cuyo cargo está la comunidad. Llama la atención que Pablo los designe como «obispos y diáconos», es decir, supervisores y auxiliares. En otras cartas se refiere a ellos como «los que les enseñan, amonestan y gobiernan» (cfr. 1Ts_5:12; Rom_12:8), o «apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros» (cfr. Efe_4:11). En tiempos del Apóstol, el nombre que se da a los encargados de las comunidades cristianas, ya sean fundadas por él o no, es muy fluido y variado.
Los títulos de «obispos» y «diáconos», que fueron adoptados por los cristianos para sus propios líderes, eran los nombres con que la sociedad civil griega designaba a los cargos dirigentes. No tenían todavía el significado y alcance que tienen en la Iglesia de hoy, pues las primeras comunidades cristianas no estaban aún estructuradas jerárquicamente en torno a un obispo de carácter monárquico. Con el correr del tiempo, toda la función de gobierno y liderazgo se concentró en el ministerio de los «obispos, presbíteros y diáconos», desapareciendo los demás nombres y títulos.
Curiosamente, ningún líder cristiano de las primeras generaciones era llamado «sacerdote» para no confundirlo con el sacerdocio judío. Posteriormente, cuando el «sacerdocio judío» desapareció junto con el templo de Jerusalén y no existía ya el peligro de confusión, los «presbíteros cristianos» también comenzaron a ser llamados «sacerdotes». Y con el correr del tiempo, solamente, sacerdotes. No fue una simple cuestión semántica, pues dicho cambio se debió entre otros factores, a la peligrosa reducción de sus funciones, a la celebración de la eucaristía y al perdón de los pecados casi exclusivamente. El Concilio Vaticano II ha vuelto a dar preferencia al título de «presbítero» sobre el de «sacerdote» para reafirmar una de sus misiones más importantes: edificar la comunidad cristiana sobre la Palabra de Dios o ser «siervos del Evangelio», como se han presentado Pablo y Timoteo.


Filipenses 1,3-11Acción de gracias. La acción de gracias acostumbrada se entremezcla con la súplica, en un tono afectuoso y cordial. Los sentimientos de gozo, cariño, confianza y añoranza dominan las relaciones de Pablo con los filipenses. La carta es, desde el principio, muy personal y nos ilustra un aspecto humano importante del apostolado de Pablo: la amistad que le unía a sus evangelizados, siguiendo el ejemplo de Jesús: «a ustedes los he llamado amigos» (Jua_15:15).
Les dice que siempre que se acuerda de ellos da gracias y los encomienda a Dios con «alegría» (4). Esta palabra volverá a aparecer muchas veces (Jua_1:18.25; Jua_2:2.17s; Jua_3:1; Jua_4:1.10). En realidad, toda la carta es un canto a la alegría. El motivo de su gozo es que los filipenses no sólo han aceptado el Evangelio, sino que han colaborado con Pablo en su propagación «desde el primer día hasta hoy» (5). Por eso reza y confía que Dios culminará la obra tan buena que ha comenzado en ellos, cuando llegue «el día de Cristo Jesús» (6), la «parusía» o su venida gloriosa al final de los tiempos. El Apóstol tiene siempre ante sus ojos «el día del Señor», como la fuerza que guía todos los pasos de su vida apostólica (cfr. 2,16).
Con otra expresión de afecto, afirma desde la prisión: «los llevo en el corazón» (7), pues no sólo han participado en su misión apostólica, sino también en los sufrimientos por el Evangelio. En la soledad hostil de la cárcel brota con fuerza la «añoranza» del Apóstol, sentimiento humano transformado por la unión con Cristo.
La súplica incluye la caridad, el ideal de toda comunidad cristiana, y sus manifestaciones concretas adecuadas a cada situación. Por eso pide para ellos un permanente discernimiento guiado por el amor (cfr. Rom_12:9). Finalmente, aparece de nuevo la «parusía» en la oración de Pablo por sus queridos filipenses a quienes desea que ese «día de Cristo» (10) les encuentre cargados «con el fruto de la honradez» (11).
Filipenses 1,12-30Prisionero por Cristo. A pesar de su situación de prisionero, el Apóstol rebosa de gozo. ¡Paradojas de la prisión! (cfr. Efe_3:1). Sus cadenas son otra predicación. Encarcelado en una institución romana, le han brindado una plataforma inesperada de apostolado, ya sea en sus conversaciones particulares con los demás prisioneros, ya sea en las declaraciones oficiales ante los jueces. Los Hechos de los Apóstoles documentan esta táctica paulina de aprovechar cualquier ocasión ante cualquier auditorio (cfr. 2Ti_4:2).
La valentía del prisionero en predicar el Evangelio, incluso en el mismo palacio del gobernador, ha producido la correspondiente valentía en la comunidad cristiana de Filipos para testimoniar su propia fe. Y así, lejos de acobardarse por miedo de terminar también ellos en la cárcel, crecieron en su entusiasmo por el anuncio, lo que provoca la gran alegría de Pablo.
De repente, una sombra oscurece sus pensamientos. Algunos de la comunidad se aprovechan de la prisión del Apóstol con intenciones no muy claras, aunque no fuera para predicar otro evangelio distinto o contrario; quizás la codicia o la envidia les hacen querer ocupar el puesto del ausente. Si bien denuncia el hecho con brevedad vigorosa, Pablo reacciona con grandeza: lo que importa no es su persona, sino que Cristo sea anunciado «y de ello me alegro y me alegraré» (18).
Pero su alegría tiene también otro motivo: Pablo, firme en su fe, está convencido de que toda esta situación que está viviendo le servirá para su salvación, gracias a las oraciones que los filipenses hacen por él y gracias a la asistencia del Espíritu de Jesús. Al parecer, espera el fallo inminente en forma de absolución o de condena a muerte, y contempla ambas posibilidades con paz y optimismo. Si bien morir y unirse definitivamente a Cristo sería lo mejor para él, «para mí la vida es Cristo y morir una ganancia» (21), sin embargo, como apóstol y pensando en que sus comunidades quedarían desatendidas, prefiere salir absuelto; prefiere la «pérdida» a la «ganancia», anteponiendo los intereses de los filipenses a los suyos propios, pues «para ustedes es más necesario que siga viviendo» (24). Él sale perdiendo por ahora para salir ganando al final.
Pase lo que pase, lo importante es que los filipenses sigan en la brecha, «unidos en espíritu y corazón, luchando juntos por la fe en la Buena Noticia» y «sin dejarse asustar en nada por sus adversarios» (27s). Es ésta una vida que supone lucha. El temple y la entereza de los combatientes será como el anticipo del juicio final que será un juicio de salvación para los filipenses, ya que están padeciendo por Jesús, lo mismo que vieron y ahora oyen de él, Pablo (cfr. Hch_16:22; Col_2:1).