Colosenses 4 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 18 versitos |
1 Amos, traten a sus esclavos con justicia y equidad, sabiendo que también ustedes tienen un Señor en el cielo.
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Epílogo y recopilación

Perseveren en la oración, velando en ella y dando gracias.
3 Recen también por mí, para que Dios abra la puerta a la Buena Noticia y me permita exponer el misterio de Cristo, por el que estoy encarcelado.
4 Recen para que logre explicarlo como es debido.
5 Traten a los de fuera con sensatez, aprovechando la ocasión.
6 Que sus conversaciones sean siempre agradables y de buen gusto, sabiendo responder a cada uno como conviene.
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Saludos finales

Tíquico, nuestro querido hermano, fiel ministro y compañero de servicio del Señor, les informará de todo lo mío;
8 para eso se lo envío, para que tengan noticias mías y para que les dé ánimos.
9 Lo acompaña Onésimo, nuestro fiel y querido hermano que es uno de ustedes. Ellos les contarán todo lo que pasa por aquí.
10 Los saluda Aristarco, compañero mío de prisión, y Marcos, primo de Bernabé – acerca de él ya recibieron instrucciones: recíbanlo si va por allá– ;
11 también los saluda Jesús al que llaman el Justo. De los judíos conversos solamente ellos han trabajado conmigo por el reino de Dios y me han servido de alivio.
12 Los saluda Epafras, también de esa comunidad, siervo de Cristo [Jesús], que en sus oraciones ruega siempre por ustedes para que sean decididos y perfectos en cumplir la voluntad de Dios.
13 Yo soy testigo de lo mucho que se preocupa por ustedes y por los de Laodicea y Hierápolis.
14 Los saludan Lucas, el médico querido, y Dimas.
15 Saluden a los hermanos de Laodicea, a Ninfa y a la comunidad que se reúne en su casa.
16 Una vez que hayan leído esta carta, hagan que la lean en la comunidad de Laodicea, y ustedes, a su vez lean la carta que ellos recibieron.
17 A Arquipo díganle que procure cumplir con el ministerio que recibió del Señor.
18 La firma es de mi puño y letra: Pablo. Acuérdense de que estoy preso. La gracia esté con ustedes.

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Introducción a Colosenses

COLOSENSES

Colosas. Era una pequeña ciudad de Frigia, en la provincia romana de Asia, situada a unos 200 km. al este de Éfeso y habitada por pobladores autóctonos, colonos griegos y judíos de la diáspora. Por lo que dice la carta, Colosas no fue evangelizada por Pablo, sino por Epafras, un discípulo suyo (1,7; 4,12s).

Autor, lugar y fecha de composición de la carta. La carta plantea dos problemas serios y bastante discutidos: ¿Quién la escribió? Y, ¿quiénes son los maestros de errores que se menciona en ella?
Sobre la primera pregunta, los biblistas no se ponen de acuerdo pues todos tienen buenas razones para afirmar o negar la autoría de Pablo. Sobre la segunda, se puede afirmar que son maestros de corte gnóstico, devotos de misterios y sincretistas.
A favor de la autoría de Pablo figurarían, entre otras razones, la coincidencia de nombres y situación en que fue escrita la carta a Filemón y la coherencia con muchas enseñanzas auténticas del Apóstol. En contra, la abundancia de un vocabulario peculiar; el estilo torpe; la falta de conceptos paulinos fundamentales, como fe, ley, justicia, salvación, revelación; y sobre todo, una cristología más avanzada, de signo cósmico, y una eclesiología institucionalizada afín a las cartas pastorales.
Si el autor es Pablo, la carta habría sido escrita en Éfeso, a finales de los años 50 o principios de los 60. Si el que la escribe es un discípulo de la siguiente generación que imita hábilmente la impostación epistolar para abordar con autoridad prestada un problema nuevo, la fecha de composición sería más tardía, hacia el año 80.

Los maestros de errores. Es difícil trazar el perfil de éstos porque reúnen rasgos heterogéneos. La carta alude a ellos y a sus doctrinas en negativo, es decir, refutándolos. De todas formas, y de modo general, habría que hablar de un movimiento sincretista influido por especulaciones religiosas venidas del Cercano Oriente, que se infiltró tanto en el paganismo griego como en el judaísmo.
En las religiones paganas sustituyó las creencias ya desacreditadas sobre los dioses por elementos y potencias cósmicas, convertidas, a su vez, en dioses a los que se tributaba culto en fiestas, rituales y celebraciones. En el judaísmo, muchos adoptaron y acomodaron esta corriente religioso-filosófica a las fiestas y celebraciones judías, dando como resultado un protagonismo excesivo a ángeles y potestades que personificaban tales potencias y elementos cósmicos, y que influían decisivamente sobre el destino de los hombres.
En resumidas cuentas, ese universo gnóstico, esotérico y seudo religioso -algo así como la «Nueva Era» que tanto fascina a nuestro mundo de hoy- estaba también amenazando a las comunidades cristianas expuestas al ambiente que las envolvía, como era el caso de la Iglesia de Colosas. El autor de la carta da tres avisos: que nadie los engañe, que nadie los juzgue, que nadie los condene (2,4.8.16.18).

Contenido de la carta. Frente a todas esas influencias, el autor afirma y desarrolla la centralidad de Jesucristo, no en categorías jurídicas de justicia y liberación, ley y fe, sino en la visión de un Señor de todo lo creado, que incorpora a hombres y mujeres de toda raza o nación a su muerte y resurrección, y que es cabeza de la Iglesia, su cuerpo y sacramento de esta salvación universal. Él es el vencedor de todos los poderes cósmicos o históricos que pretenden señorear el mundo. Él no es «uno de tantos» mediadores a través de los cuales Dios dispensa su poder salvífico, sino el único y definitivo Salvador.
No estaban en juego cuestiones doctrinales abstractas, desligadas de la praxis de cada día, sino todo lo contrario. La carta es, en primer lugar, un alegato a favor de la salvación que Cristo nos ha traído y que nos libera de los temores y las angustias de un universo falsamente sacralizado y misterioso que escapa a nuestra comprensión; y al mismo tiempo, una palabra de aliento y de esperanza para no dejarse embaucar y poder así hacer frente, con nuestro testimonio cristiano, a todas las hegemonías políticas, económicas o religiosas que tratan de imponer su señorío sobre el mundo con falsos mesianismos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Colosenses 4,2-6Epílogo y recopilación. Pablo, en su última exhortación práctica, señala dos temas que han venido apareciendo a lo largo de la carta y que considera los más importantes. Primero, «la perseverancia y la vigilancia», actitudes fundamentales del cristiano que sólo se consiguen con la oración constante (cfr. Rom_13:12; 1Ts_5:6; 1Co_16:13; Mat_24:42; Mar_13:33-37; Luc_21:36). Y segundo, la predicación y el anuncio del «misterio de Cristo» (3) que debe ser el compromiso misionero de todos los creyentes. El Apóstol, encarcelado ahora a causa precisamente de este anuncio, pide oraciones para que logre explicarlo como es debido (3). En cuanto a los colosenses, les anima a no desaprovechar ninguna ocasión para transmitir el mensaje, pero con sensatez y «con buen gusto» (6), para que se adapte, penetre y haga vibrar «a cada uno como conviene» (6). He aquí la bella lección de inculturación del Evangelio con que cierra el Apóstol su carta. Un anuncio abstracto y aburrido no conmueve a nadie.


Colosenses 4,7-18Saludos finales. La lista de colaboradores y compañeros, hombres y mujeres, es larga y detallada. Para todos tiene Pablo un recuerdo y una palabra de cariño, de alabanza y de aliento. Hay algo entrañable que los une a todos y los fundamenta en una amistad indestructible: la misión compartida de anunciar el Misterio de Cristo que llevó a cada uno, por diversos caminos, a dar testimonio del Señor, muchos de ellos con su sangre. Y por último, de nuevo la comunión en una misma Palabra de Dios: «Una vez que hayan leído esta carta, hagan que la lean en la comunidad de Laodicea, y ustedes, a su vez lean la carta que ellos recibieron» (16).