I Tesalonicenses 2 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 20 versitos |
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Ministerio de Pablo en Tesalónica

Ustedes saben, hermanos, que nuestra visita no fue inútil.
2 Después de sufrir malos tratos en Filipos, como ya saben, nuestro Dios nos dio valentía para anunciarles la Buena Noticia de Dios en medio de una fuerte oposición.
3 Es que nuestra predicación no se inspira en el engaño, ni en motivos sucios, ni usa el fraude;
4 sino que, Dios nos encontró dignos de confiarnos la Buena Noticia y nosotros la predicamos, buscando agradar no a hombres, sino a Dios, que examina nuestros corazones.
5 Ustedes saben, y Dios es testigo de ello, que nunca los halagamos con palabras bonitas, ni usamos pretextos para ganar dinero;
6 tampoco hemos pretendido honores humanos, ni de ustedes ni de otros,
7 aunque podíamos, como apóstoles de Cristo, hacer sentir nuestro peso. Al contrario, nos portamos con ustedes con toda bondad, como una madre que acaricia a sus criaturas.
8 Sentíamos tanto afecto por ustedes, que estábamos dispuestos a entregarles no sólo la Buena Noticia de Dios, sino también nuestra propia vida: tanto los queríamos.
9 Recuerden, hermanos, nuestro esfuerzo y fatiga: noche y día trabajamos para no serles una carga mientras les proclamábamos la Buena Noticia de Dios.
10 Ustedes son testigos y también Dios del trato santo, justo e irreprochable que mantuvimos con ustedes, los creyentes;
11 saben que tratamos a cada uno como un padre a su hijo,
12 exhortándolos, animándolos, exigiéndoles a llevar una vida digna de Dios, que los llamó a su reino y gloria.
13 Por eso también nosotros damos siempre gracias a Dios, porque, cuando escucharon la Palabra de Dios que les predicamos, la recibieron, no como palabra humana, sino como realmente es, Palabra de Dios, que actúa en ustedes, los creyentes.
14 Ustedes, hermanos, siguieron el ejemplo de las Iglesias de Dios fieles a Cristo Jesús que están en Judea; porque sufrieron de parte de sus compatriotas el mismo trato que ellas de parte de los judíos;
15 los cuales dieron muerte al Señor Jesús, nos persiguieron a nosotros, no agradan a Dios y son enemigos de todo el mundo;
16 nos impiden hablar a los paganos para que se salven; y así están colmando la medida de sus pecados. Pero finalmente el castigo de Dios ha venido sobre ellos.
17 Nosotros, hermanos, separados temporalmente de ustedes, en el cuerpo pero no en el corazón, sentimos un ardiente deseo de volver a verlos.
18 Yo, Pablo, varias veces quise ir a visitarlos, pero me lo impidió Satanás.
19 Porque, cuando venga el Señor nuestro, Jesús, ¿quién sino ustedes será nuestra esperanza y gozo y la corona de la que estemos orgullosos ante él?
20 Ustedes son mi gloria y mi gozo.

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Introducción a I Tesalonicenses

1ª TESALONICENSES

Tesalónica. Tesalónica, la actual Salónica -Grecia- era la capital de la provincia romana de Macedonia desde el año 146 a.C., y en la ordenación jurídica del imperio, ciudad libre desde el 44 a.C. Ciudad portuaria, comercial, reina del Egeo, próxima a la vía Ignacia que unía el sur de Italia con Asia. Ciudad cosmopolita, próspera y, como tantas ciudades importantes, ofrecida al sincretismo religioso: cultos orientales, egipcios, griegos y también el culto imperial.

Circunstancias de las cartas. Sus circunstancias se pueden reconstruir combinando la relación, bastante esquematizada de Hch 17s con datos directos o implicados de las mismas cartas. Expulsado de Filipos, Pablo se dirigió a Tesalónica donde fundó una comunidad. Huido pronto de allí, pasó a Berea hasta donde lo persiguieron, y marchó a Atenas. Fracasado en la Capital cultural, se asentó con relativa estabilidad en Corinto. Le asaltó el recuerdo de los tesalonicenses y la preocupación por aquella comunidad joven y amenazada. Les envió a su fiel colaborador Timoteo para que los alentara y volviera con noticias. Timoteo trajo muy buenas noticias y también un problema teológico.

El problema teológico. Éste versa sobre la parusía o venida/retorno del Señor. El término griego «parousia» designaba la visita que el emperador o legado hacía a una provincia o ciudad de su reino. Llegaba acompañado de su séquito, desplegando su magnificencia, y era recibido por las autoridades y el pueblo con festejos y solemnidades.
Esta actividad imperial, muy conocida en la antigüedad, sirve para traducir a la lengua y cultura griegas el tema bíblico de la «venida del Señor» para juzgar o gobernar el mundo (cfr. Sal 96 y 98; Isa_62:10 s y otros muchos textos). Donde el Antiguo Testamento dice Dios = Yahvé, Pablo pone Kyrios (Señor Jesús): el que vino por medio de la encarnación, volverá en la parusía. Su séquito serán ángeles y santos; su magnificencia, la gloria del Padre; su función, juzgar y regir. Al encuentro le saldrán los suyos, para quienes su retorno será un día de gozo y de triunfo.

¿Cuándo sucederá eso? ¿Cuándo llegará ese día feliz? Aquí entra otro tema teológico importante del Antiguo Testamento: «el día del Señor». Puede ser cualquier día a lo largo de la historia humana en que Dios interviene de modo especial, juzgando o liberando. Será por antonomasia «aquel día» en que el Señor establezca definitivamente su reinado sobre el mundo. También se usan fórmulas como «vendrán días» o «al final de los días».
Pero, ¿cuándo? ¿En qué fecha se cumplirá? Imposible saberlo. Está próximo y será repentino, dice la Primera Carta a los Tesalonicenses (4,16; 5,1-6). Se difiere y se anunciará con signos previos, dice la Segunda Carta. ¿Qué ha provocado el cambio? Algunos piensan que ha evolucionado el pensamiento de Pablo; otros sostienen que son dos aspectos complementarios de una misma realidad. La primera visión transforma la esperanza en expectación, manteniendo tensa la vida cristiana; la segunda, traduce la expectación en esperanza serena y perseverancia. Nunca da cabida el Nuevo Testamento a una especulación sobre fechas precisas.

¿Quiénes saldrán a recibir al Señor? Queda pendiente el problema si miramos a los que saldrán a recibir al Señor: ¿Sólo aquellos a los que la «venida» los encuentre aún vivos?, ¿no participarán los muertos en el acontecimiento? La preocupación delata la solidaridad con los hermanos difuntos y una concepción bastante burda. Pablo responde que para ellos habrá resurrección y serán arrebatados al encuentro del Señor (4,16s).

Primera carta. Se trata del primer escrito del Nuevo Testamento, compuesto en el año 51, en Corinto. Nos deja entrever lo que era una Iglesia joven y ferviente, firme en medio de los sufrimientos. Nos informa sobre las creencias de los cristianos, unos 20 años después de la Ascensión, entre ellas: la Trinidad; Dios como Padre; la misión de Jesús, Mesías; su muerte y resurrección y su futuro retorno; las tres virtudes, fe, esperanza y caridad.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Tesalonicenses 2,1-20Ministerio de Pablo en Tesalónica. Recordando emocionado su actividad misionera entre los tesalonicenses, las palabras de Pablo tienen algo de autodefensa y apología de su ministerio y mucho de manifestación de afecto. Reitera expresiones como «saben, conocen, son testigos», en una especie de amable complicidad: aunque ya lo saben... yo les digo. El conjunto es una especie de autobiografía apostólica, escrita por Pablo en un momento de cierta ansiedad o aprehensión con respecto a la comunidad. En realidad, tuvo que marchar muy pronto de Tesalónica (cfr. Hch_17:1-8), sin haber podido regresar a visitar a sus fieles, y teme que algunos le hayan podido confundir por un charlatán de tantos que abundaban en aquella época. Esta autodefensa, como veremos, resultó innecesaria.
Pablo habla de su vocación de apóstol, confirmada por sus sufrimientos en Filipos (cfr. Hch_16:16-40); describe sus sanas intenciones en la predicación, sobre todo su desinterés -los charlatanes itinerantes de la época lo hacían por dinero-, y también la buena acogida que los tesalonicenses le dispensaron y el éxito de su trabajo misionero entre ellos. Su actitud ha sido de entrega, como de una nodriza, como de un padre, como de alguien dispuesto a dar la vida. En cuanto a su método de predicación, lo suyo ha sido «proponer» más que «imponer». Y algo muy importante, Pablo sabe que el anuncio evangélico tiene que ir respaldado por una vida intachable, y así menciona su trabajo manual para no ser gravoso a sus evangelizados que frecuentemente eran pobres. Quizás se refiera a su oficio de tejedor de tiendas de campaña, tal como nos narra Hch_18:3. En el ambiente griego, el trabajo manual era considerado humillante, cosa de esclavos (cfr. 2Co_11:7), pero Pablo está dispuesto a todo por el bien del Evangelio.
Retoma la acción de gracias (2Co_1:5s) para exponer en concreto la tribulación sufrida. Pero antes completa y enriquece la doctrina sobre la palabra del Evangelio a que se ha referido antes (2Co_1:5). La palabra del predicador del Evangelio es palabra humana, pronunciada por Pablo; pero es también «Palabra de Dios» y, como tal, activa por sí, independiente de cualquier resorte humano de persuasión. En cuanto a las penalidades sufridas, éstas vinieron de los paganos que ponían trabas e incluso perseguían a sus paisanos conversos. Pero a Pablo parece dolerle más la hostilidad de los judíos (cfr. Sal_55:14s). Las duras expresiones que usa se han de entender a la luz de los acontecimientos narrados en Hch 17 que ocasionaron su huida precipitada de Tesalónica. Se refiere a aquellos judíos que se resisten a aceptar el Evangelio y luchan contra su difusión. Ellos, a quienes equipara a Satanás, le están impidiendo regresar a la ciudad. Pero aunque esté separado físicamente de los tesalonicenses, los lleva en el corazón y esta comunión mutua se manifestará como su gloria y su corona el día de la venida del Señor.