II Tesalonicenses  1 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 12 versitos |
1

Saludo y acción de gracias

Pablo, Silvano y Timoteo a la Iglesia de Tesalónica, en Dios nuestro Padre y en el Señor Jesucristo:
2 Gracia y paz a ustedes de parte de Dios [nuestro] Padre y del Señor Jesucristo.
3 Siempre tenemos que dar gracias a Dios por ustedes, hermanos, y es justo que lo hagamos, porque la fe de ustedes va creciendo y el amor que cada uno tiene por los otros es cada vez mayor.
4 Hasta el punto de que estamos orgullosos de ustedes frente a las Iglesias de Dios, por la constancia y la fe con que soportan las persecuciones y aflicciones.
5

Sentido cristiano de la persecución

En esto se manifiesta el justo juicio de Dios para que ustedes sean encontrados dignos del reino de Dios, por el que tienen que sufrir.
6 Es justo que Dios pague con sufrimientos a los que los hacen sufrir
7 y a ustedes, los que sufren, les dé descanso, como a nosotros, cuando se revele desde el cielo el Señor Jesús con los ángeles de su dominio
8 y con fuego ardiente, para castigar a los que no reconocen a Dios ni obedecen a la Buena Noticia de nuestro Señor Jesús.
9 Ésos sufrirán una condena perpetua, lejos de la presencia del Señor y de su majestad poderosa
10 cuando venga aquel día a revelar su gloria a los consagrados y sus maravillas a los creyentes. Y ustedes han creído por nuestro testimonio.
11 Por eso rezamos continuamente por ustedes, para que nuestro Dios los haga dignos de su llamado y les permita cumplir eficazmente todo buen propósito y toda acción de la fe.
12 Así el nombre de nuestro Señor Jesús será glorificado por ustedes y ustedes por él, por la gracia del Dios nuestro y del Señor Jesucristo.

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Introducción a II Tesalonicenses 

2ª TESALONICENSES

Tesalónica. Tesalónica, la actual Salónica -Grecia- era la capital de la provincia romana de Macedonia desde el año 146 a.C., y en la ordenación jurídica del imperio, ciudad libre desde el 44 a.C. Ciudad portuaria, comercial, reina del Egeo, próxima a la vía Ignacia que unía el sur de Italia con Asia. Ciudad cosmopolita, próspera y, como tantas ciudades importantes, ofrecida al sincretismo religioso: cultos orientales, egipcios, griegos y también el culto imperial.

Circunstancias de las cartas. Sus circunstancias se pueden reconstruir combinando la relación, bastante esquematizada de Hch 17s con datos directos o implicados de las mismas cartas. Expulsado de Filipos, Pablo se dirigió a Tesalónica donde fundó una comunidad. Huido pronto de allí, pasó a Berea hasta donde lo persiguieron, y marchó a Atenas. Fracasado en la Capital cultural, se asentó con relativa estabilidad en Corinto. Le asaltó el recuerdo de los tesalonicenses y la preocupación por aquella comunidad joven y amenazada. Les envió a su fiel colaborador Timoteo para que los alentara y volviera con noticias. Timoteo trajo muy buenas noticias y también un problema teológico.

El problema teológico. Éste versa sobre la parusía o venida/retorno del Señor. El término griego «parousia» designaba la visita que el emperador o legado hacía a una provincia o ciudad de su reino. Llegaba acompañado de su séquito, desplegando su magnificencia, y era recibido por las autoridades y el pueblo con festejos y solemnidades.
Esta actividad imperial, muy conocida en la antigüedad, sirve para traducir a la lengua y cultura griegas el tema bíblico de la «venida del Señor» para juzgar o gobernar el mundo (cfr. Sal 96 y 98; Isa_62:10 s y otros muchos textos). Donde el Antiguo Testamento dice Dios = Yahvé, Pablo pone Kyrios (Señor Jesús): el que vino por medio de la encarnación, volverá en la parusía. Su séquito serán ángeles y santos; su magnificencia, la gloria del Padre; su función, juzgar y regir. Al encuentro le saldrán los suyos, para quienes su retorno será un día de gozo y de triunfo.

¿Cuándo sucederá eso? ¿Cuándo llegará ese día feliz? Aquí entra otro tema teológico importante del Antiguo Testamento: «el día del Señor». Puede ser cualquier día a lo largo de la historia humana en que Dios interviene de modo especial, juzgando o liberando. Será por antonomasia «aquel día» en que el Señor establezca definitivamente su reinado sobre el mundo. También se usan fórmulas como «vendrán días» o «al final de los días».
Pero, ¿cuándo? ¿En qué fecha se cumplirá? Imposible saberlo. Está próximo y será repentino, dice la Primera Carta a los Tesalonicenses (4,16; 5,1-6). Se difiere y se anunciará con signos previos, dice la Segunda Carta. ¿Qué ha provocado el cambio? Algunos piensan que ha evolucionado el pensamiento de Pablo; otros sostienen que son dos aspectos complementarios de una misma realidad. La primera visión transforma la esperanza en expectación, manteniendo tensa la vida cristiana; la segunda, traduce la expectación en esperanza serena y perseverancia. Nunca da cabida el Nuevo Testamento a una especulación sobre fechas precisas.

¿Quiénes saldrán a recibir al Señor? Queda pendiente el problema si miramos a los que saldrán a recibir al Señor: ¿Sólo aquellos a los que la «venida» los encuentre aún vivos?, ¿no participarán los muertos en el acontecimiento? La preocupación delata la solidaridad con los hermanos difuntos y una concepción bastante burda. Pablo responde que para ellos habrá resurrección y serán arrebatados al encuentro del Señor (4,16s).

Segunda carta. Sucedió que algunos fieles sacaron consecuencias abusivas de la recomendada expectación: no valía la pena trabajar ni ocuparse de los asuntos de la vida terrena. Estemos quietos y a la espera. Pablo escribe una segunda Carta poco tiempo después y también desde Corinto, puntualizando su doctrina sobre la parusía y haciendo una lectura teológica de la historia. Llegará por etapas: ahora ya está actuando el rival, Satanás, provocando persecuciones y difundiendo impiedad; llegarán después el Anticristo y una apostasía; finalmente, sucederá la venida triunfal de Jesucristo. Por tanto, el cristiano debe trabajar y esperar.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

II Tesalonicenses  1,1-4Saludo y acción de gracias. El saludo es semejante al de la carta precedente, dirigida a la misma comunidad por el mismo equipo misionero (cfr. 1 Tes 1). La acción de gracias, sin embargo, tiene un tono más solemne: «tenemos que dar gracias por ustedes... es justo que lo hagamos» (3), como si los tesalonicenses se hubieran ganado a pulso el reconocimiento de Pablo y el de sus compañeros por su crecimiento en el amor mutuo y, sobre todo, por la fe con que soportan con entereza la persecución, motivo de orgullo para el Apóstol ante las demás Iglesias. ¿Se está refiriendo a la persecución desencadenada por Nerón a principios de los años 60 o a la de la época del emperador Domiciano que tuvo lugar a finales del s. I? No lo sabemos. Según se trate de una u otra, el autor de la carta sería, o bien el mismo Pablo o bien un discípulo posterior que habría tomado como modelo la primera carta a los Tesalonicenses y que asume el nombre de Pablo para dar autoridad a sus palabras, como sucede con otros escritos del Nuevo Testamento. Sea quien fuese el la que escribe, se está dirigiendo a una comunidad que atraviesa momentos de especial dramatismo.


II Tesalonicenses  1,5-12Sentido cristiano de la persecución. Una vez terminada la presentación tradicional, el autor comienza a desarrollar el tema que le interesa y que, como de costumbre, ha sido ya insinuado en la acción de gracias: ¿Cómo interpretar cristianamente la persecución? La clave de interpretación es el juicio escatológico, es decir, la diferente retribución final que recibirán perseguidores y perseguidos cuando comparezcan ante el tribunal de Dios.
Seguramente, el lector de hoy que no está familiarizado con el género literario llamado «apocalíptico», de uso tan frecuente en el Antiguo Testamento y que inspira muchos textos del Nuevo, leerá estas líneas con estupor y perplejidad. Primero, y refiriéndose a los perseguidos, el sufrimiento de los inocentes aparece como «justo juicio de Dios» (5), como si Dios mismo enviara los padecimientos a los que permanecen fieles a Él, como prueba y purificación. Y segundo, el castigo a los perseguidores suena a venganza, a justicia retributiva de acuerdo con la «la ley del Talión», ignorando aparentemente la misericordia y el perdón: «es justo que Dios pague con sufrimientos a los que los hacen sufrir a ustedes» (6), en contraste con el consejo a los cristianos de 1Ts_5:15 : «Cuidado, que nadie devuelva mal por mal». Así pues, en ese día de la cuenta final, cuando Cristo «venga aquel día a revelar su gloria... a los creyentes» (10), habrá una doble retribución: de salvación a los perseguidos y de castigo «a los que no reconocen a Dios ni obedecen a la Buena Noticia de nuestro Señor Jesús» (8), como señalando en el grupo de perseguidores no sólo a paganos, sino también a judíos.
¿Qué decir de todo esto? En primer lugar, que el lenguaje apocalíptico es hiperbólico y lleno de símbolos e imágenes atrevidas de destrucciones cósmicas; contrasta la condenación final, dura y sin paliativos de los malvados y el rescate definitivo de los que han permanecido fieles a Dios. Este lenguaje no pretende ser tomado «al pie de la letra», pero sí comunicar un mensaje de suprema importancia a los perseguidos, a los pisoteados por la injusticia y la opresión, con el fin de animarlos en el compromiso y confortarlos en la tribulación: «Dios es justo». Su aparente silencio ante instituciones e individuos que siembran en el mundo realidades de muerte como el hambre, la violencia o la desigualdad no es indiferencia ni pasividad, sino rechazo e indignación presentes, que un día se revelarán con toda la fuerza de la majestad de su justicia.
Es esta manifestación del justo juicio de Dios (5) la que anuncia Pablo a los tesalonicenses, y que, si bien se manifestará plenamente el «día final», ya «está actuando ahora». Por una parte, trasforma -que no causa- los sufrimientos de la comunidad perseguida en frutos de salvación y en sufrimientos por el Evangelio, «para que ustedes sean encontrados dignos del reino de Dios» (5); por otra, anuncia el Evangelio de la ira que se revela «contra toda clase de hombres impíos e injustos que por su injusticia esconden la verdad» (Rom_1:18). El anuncio del Evangelio es también denuncia y condenación.
¿Cuál será la manifestación final de esta justicia de Dios ya en acción? ¿Sufrirán los malos «una condena perpetua, lejos de la presencia del Señor...» (9)? Éste sigue siendo un gran secreto. Pero sólo Dios es a la vez justo y misericordioso, y su infinita misericordia, manifestada en Jesucristo, abarca en su abrazo salvador a toda la humanidad.