I Timoteo 1 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 20 versitos |
1

Saludo

Pablo, apóstol de Cristo Jesús por mandato de Dios salvador nuestro y de Cristo Jesús nuestra esperanza,
2 a Timoteo, hijo suyo engendrado por la fe: Gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús Señor nuestro.
3

Falsos maestros

Como te encargué cuando salía para Macedonia, quédate en Éfeso para avisar a algunos que no enseñen doctrinas extrañas,
4 ni se dediquen a fábulas y genealogías interminables, que favorecen las controversias y no el plan de Dios, basado en la fe.
5 El propósito de esta exhortación es suscitar el amor que brota de un corazón limpio, de una buena conciencia y una fe sincera.
6 Por haberse apartado de esto, algunos se han perdido en discursos vacíos,
7 pretendiendo ser doctores de la ley, sin saber lo que dicen ni entender lo que enseñan con tanta seguridad.
8 Sabemos que la ley es buena, siempre que se la use debidamente:
9 reconociendo que la ley no se dicta para los honrados, sino para castigar a rebeldes y desobedientes, a impíos y pecadores, a los que no respetan a Dios ni a la religión, a los que matan a su padre o a su madre, a los asesinos,
10 a los que cometen inmoralidades sexuales y a los homosexuales, a los traficantes de seres humanos, a los estafadores, y perjuros. En una palabra, la ley está contra todo lo que se opone a una sana enseñanza,
11 y esta sana enseñanza es la que se encuentra en la Buena Noticia que me han encomendado, y que nos revela la gloria del bienaventurado Dios.
12

Pablo y Timoteo

Doy gracias a Cristo Jesús Señor nuestro, quien me fortaleció, se fió de mí y me tomó a su servicio a pesar de mis blasfemias, persecuciones e insolencias anteriores;
13 Él tuvo compasión de mí porque yo lo hacía por ignorancia y falta de fe.
14 Y así nuestro Señor derramó abundantemente su gracia sobre mí y me dio la fe y el amor de Cristo Jesús.
15 Este mensaje es de fiar y digno de ser aceptado sin reservas: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.
16 Pero Cristo Jesús me tuvo compasión, para demostrar conmigo toda su paciencia, dando un ejemplo a los que habrían de creer y conseguir la vida eterna.
17 Al Rey de los siglos, al Dios único, inmortal e invisible, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
18 Te doy esta instrucción, Timoteo, hijo mío, de acuerdo con lo que predijeron de ti algunas profecías, para que, apoyado en ellas, pelees valientemente,
19 con fe y buena conciencia. Al abandonarlas, algunos naufragaron en la fe.
20 Entre ellos se cuenta Himeneo y Alejandro: los he entregado a Satanás para que aprendan a no blasfemar.

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Introducción a I Timoteo

Cartas pastorales. Desde hace tiempo se viene llamando a estas tres cartas «cartas pastorales», tomando la metáfora del cuidado pastoril de los rebaños y aplicándola al pastoreo de la comunidad cristiana. Es un nombre que recoge una de las imágenes más conocidas de Jesús en el Evangelio, la del «buen pastor». Las tres cartas forman un bloque homogéneo y se presentan como instrucciones escritas de Pablo a dos íntimos colaboradores suyos, Timoteo y Tito, que se encuentran al frente de las Iglesias de Éfeso y Creta, respectivamente.
Timoteo estuvo estrechamente ligado al Apóstol, fue su compañero de viaje y misión ( Hch_17:14 s; Hch_18:5 ; Hch_19:22 ; Hch_20:4 ) y hombre de confianza para realizar encargos especiales en Tesalónica ( 1Ts_3:2 .6), Macedonia ( Hch_19:22 ) y Corinto ( 1Co_4:17 ; 1Co_16:10 ; 2Co_1:19 ). Pablo lo llama con mucho afecto paternal: «Hijo mío querido y fiel al Señor» ( 1Co_4:17 ).
Tito, al igual que Timoteo, fue amigo y compañero de viaje de Pablo. Estuvo presente en el Concilio de Jerusalén ( Gál_2:1-3 ) y fue el embajador del Apóstol para solucionar la crisis que tenía éste con la comunidad de Corinto ( 2Co_2:13 ; 2Co_7:6 ; 2Co_8:6 .16.23; 2Co_12:18 ). Pablo lo llama fraternalmente: «mi hermano» ( 2Co_2:13 ), «compañero y colaborador» ( 2Co_8:23 ).
No es inverosímil que estos dos ilustres personajes tuvieran el honor de recibir cartas personales de su maestro; lógicamente las conservarían y trasmitirían a la posteridad.

Autor, destinatarios y fecha de composición de las cartas.
A partir del s. XIX se empezó a cuestionar la autenticidad paulina de estas cartas. Desde entonces se ha ido acrecentado la duda, de tal modo que en la actualidad son muy escasos los biblistas que atribuyen su autoría a Pablo. Se piensa, más bien, que son obra de un discípulo suyo de la siguiente generación, que las escribe alrededor del año 100.
Recurriendo al procedimiento de pseudonimia, muy en boga en aquella época, este discípulo anónimo personifica a Pablo, dando forma de carta a sus instrucciones y escogiendo como destinatarios dos personajes insignes del círculo paulino. Probablemente se sentía heredero legítimo de Pablo; o quizás los rivales citaban a Pablo deformando su enseñanza.
Nada de lo dicho pone en duda el valor canónico de estas cartas. Son parte integrante del Nuevo Testamento y así son reconocidas por todas las confesiones cristianas.

Contenido de las cartas. Las cartas pastorales nos sitúan en la segunda o tercera generación cristiana. El ímpetu por evangelizar de las primeras décadas da paso a la necesidad por consolidar y mantener las Iglesias locales en la tradición y enseñanzas recibidas de los apóstoles o el depósito de la fe. Para ello hay que nombrar líderes responsables, competentes y de confianza, que sepan mantener el orden y la concordia, y regular el culto. Son Iglesias que en su incipiente institucionalización se sienten amenazadas por desviaciones doctrinales que ponen en peligro la «memoria de Jesús» y, por consiguiente, la praxis cristiana.
Las cartas reiteran el adjetivo «sano/a» para referirse a la ortodoxia; hablan de la «verdad»; repiten que «algunos se han apartado de...». Es difícil identificar esas herejías o doctrinas peligrosas. Entre ellas se encontraban, probablemente, las de los «judaizantes», una fuerza menor, todavía activa, con sus prohibiciones alimenticias ( 1Ti_4:3 ), su insistencia en la circuncisión ( Tit_1:10 ), sus «fábulas judías» ( Tit_1:14 ) o sus «controversias sobre la ley» ( Tit_3:9 ). Más peligroso era el impacto del «gnosticismo» que se había infiltrado en las comunidades, cuyas doctrinas esotéricas provenientes de la cultura griega estaban falseando el mensaje cristiano con ideas tales como: la maldad del mundo material y por tanto la condenación en bloque de toda actividad sexual; la negación de la humanidad de Cristo; la afirmación de dos dioses, uno creador y otro salvador, y cosas por el estilo, que podemos adivinar leyendo las refutaciones del autor, aunque no las menciona por su nombre.

Mensaje de las cartas. Desde el punto de vista histórico, las cartas pastorales nos suministran datos preciosos para conocer la vida y los problemas de las Iglesias post-apostólicas formadas por la tercera generación cristiana. Son comunidades que viven la presencia de Jesús en los sacramentos y en la liturgia; muy exigentes con sus líderes y responsables, a los que comienzan, ya, a llamar «obispos y diáconos», y que reciben la autoridad apostólica por la imposición de las manos.
La lista de cualidades y requisitos para acceder al cargo de «pastores» debería ser hoy, como lo fue entonces, el criterio fundamental de su elección: vida intachable, modestos, corteses, hospitalarios, amables, desinteresados ( 1Ti_3:2-13 ), es decir, cercanos al pueblo, como conviene a una «familia» -imagen de la Iglesia, preferida en las cartas-, de la que ellos son, sobre todo, padres y no príncipes o jerarcas.
Pero la gran preocupación y empeño de las pastorales es mantener vivo e intacto el «depósito de la fe» o lo que es lo mismo, la enseñanza que nos trasmite la tradición recibida de los apóstoles. Y esto no es un elenco muerto de dogmas y doctrinas, sino la «memoria viva de Jesús», en la que sobresale su opción por los pobres, los marginados, los pecadores, los últimos y más débiles. Y esto debe ser también el gran empeño de la Iglesia de hoy y de todos los tiempos.


Sinopsis

Primera carta a Timoteo. La sinopsis nos hace ver el propósito del autor: proporcionar normas y consejos para el recto caminar de la comunidad. La precaución frente a los falsos maestros, difundida por la carta, se concentra al principio y hacia la mitad; en ambas ocasiones contrasta al destinatario con el Apóstol.

Segunda carta a Timoteo.
En esta segunda carta la exhortación se hace más personal y animada. Pablo ofrece su ejemplo, recuerda su ministerio, se prepara a morir. Frente a los falsos maestros, que cobran número y fuerza en los últimos días, el líder responsable ha de ser como un soldado, un obrero, un empleado fiel, pieza del ajuar doméstico, y valiente testigo.

Carta a Tito.
Lo más sustancioso de esta carta es la doctrina cristológica de 2,11-15 y 3,4-7. Los demás temas y preocupaciones son los mismos de las cartas precedentes, dirigidas ahora a Tito como responsable de la Iglesia de Creta.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Timoteo 1,1-2Saludo. El saludo es el habitual de la correspondencia paulina, en el que a Pablo se presenta como apóstol por disposición de Dios y no por mera delegación de la comunidad. Esta afirmación tendrá un relieve especial en las llamadas «cartas pastorales» donde el tema principal será el de la verdadera tradición apostólica frente a otras doctrinas que la estaban poniendo en peligro. Aunque, como es probable, el autor del presente escrito no sea el mismo Pablo, sino un discípulo suyo de la siguiente generación, la autoridad apostólica que representa es indiscutible. Por eso, y para darle aún más relieve, asume el nombre de Pablo, en un claro ejemplo de pseudonimia, tan frecuente en el ambiente literario de entonces.
El destinatario es Timoteo, el íntimo colaborador del Apóstol, a quien el autor se refiere como a «hijo suyo engendrado por la fe» (2). Más que apelativo cariñoso, es título de la autoridad legítima y auténtica que tiene como líder de la comunidad cristiana. A la combinación acostumbrada de «gracia» del saludo griego y «paz» del saludo hebreo, añade la «misericordia», de gran raigambre bíblica.


I Timoteo 1,3-11Falsos maestros. Saltándose la acostumbrada «acción de gracias», Pablo entra de lleno en la polémica. La primera tarea de Timoteo será la de enfrentarse con los falsos maestros que difunden doctrinas heréticas opuestas a la sana tradición, y que no son sino fábulas, mitos, «genealogías interminables» (4), productos todos de la fantasía de los charlatanes de turno. No sabemos en concreto a qué desviaciones doctrinales se refiere. Reuniendo datos de las tres cartas pastorales que forman un conjunto epistolar, es probable que se trate del gnosticismo -la «gnosis» se podría traducir como «sabiduría arcana», la «Nueva Era» de aquel entonces- con su mezcla vaga y heterogénea de prácticas ascéticas no convencionales y de conocimientos esotéricos que fascinaban a los iniciados con el señuelo de una salvación al alcance de la mano, como si el mensaje salvador de Jesucristo no fuera claro o suficiente. Todo esto, viene a decir el autor, lo único que hace es perturbar la armonía de la comunidad con controversias interminables. Así pues, el primer gran encargo que encomienda a Timoteo es el de exhortar a los creyentes a ser fieles al «plan de Dios, basado en la fe» (4), es decir, a vivir una praxis de concordia y amor mutuo que solo puede brotar de esa fe sincera que limpia el corazón y produce una buena conciencia.
Entre las falsas doctrinas, están las propuestas por los que pretenden pasarse como doctores de la ley. No sabemos en concreto si lo que enseñaban estos individuos era una versión «gnóstica» de la Ley mosaica o alguna interpretación heterodoxa de la misma, lo cierto es que ni ellos sabían «lo que enseñan con tanta seguridad» (7). En la polémica que entabla con esos falsos doctores (9s), el autor hace eco de la enseñanza de Pablo sobre la bondad de la Ley, su verdadera función, para quiénes fue promulgada y la cesación de la misma ante la «ley de la fe» (cfr. Rom_7:12-16; Rom_3:27). Ésta fue y es la sana doctrina, la que se ajusta a la tradición evangélica que Pablo enseñó con su autoridad apostólica y que, con la misma autoridad, debe exponerla ahora Timoteo como líder de la comunidad.
La «sana doctrina» es uno de los temas fundamentales de las cartas pastorales (cfr. 2Ti_4:3; Tit_1:9; Tit_2:1). Si los líderes de la primera generación de la Iglesia -los apóstoles, los profetas, los predicadores itinerantes-, dedicaron todas sus preocupaciones a la difusión del mensaje evangélico más allá de toda frontera, los responsables de las siguientes generaciones comienzan progresivamente a dar más prioridad a la vida interna de la comunidad de creyentes. De la figura del «evangelizador» se va pasando poco a poco a la del «pastor», bajo cuya responsabilidad está, sobre todo, la fidelidad a la «tradición apostólica» -la «memoria de Jesús»- que hay que mantener como un sagrado depósito (cfr. 1Ti_1:11; 2Ti_1:10-14; Tit_1:3) contra toda desviación del tipo que sea. Y así, los ministerios «itinerantes» de la Iglesia primitiva van desapareciendo para dejar paso a ministerios «sedentarios» que comienzan a institucionalizarse alrededor de la figura del obispo (cfr. 1Ti_3:1-13; 1Ti_5:17; Tit_1:5-9) y que miran más al gobierno y a la buena marcha interna de las Iglesias locales. Así mismo, la comunidad cristiana no es ya solamente la que nace del anuncio del mensaje evangélico sino, sobre todo, la que posee y vive la verdad del mismo, o sea la «sana doctrina».
I Timoteo 1,12-20Pablo y Timoteo. La acostumbrada acción de gracias que solía encabezar e introducir el asunto de las cartas, la coloca el autor cuando ya ha comenzado a desarrollar el tema, con el fin de dar más fuerza a sus instrucciones de «pastor» de la comunidad. ¿Cuáles son sus intenciones al presentarnos este autorretrato del antes blasfemo, perseguidor e insolente (12) y que, ahora, da gracias a Dios por su conversión? Primera, afirmar la sana doctrina, digna de ser aceptada sin reservas, a saber: «Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores» (15). Esta salvación la dramatiza en el gran cambio que se produjo en Pablo, gracias a la paciencia, compasión, misericordia y favor de Dios: de perseguidor se convirtió en servidor, de pecador en hombre de confianza, «se fió de mí y me tomó a su servicio» (12). Y segunda, el gran convertido trasmite la tarea del servicio apostólico a su hijo Timoteo en una especie de sucesión legítima.
La enseñanza es clara: ningún líder puede aducir derechos y méritos propios para asumir la autoridad dentro de la comunidad ni ésta posee la autoridad apostólica para delegarla a quien desee. La autoridad viene de Dios y Dios elige a quien quiere, por más pecador que haya sido -el caso del mismo Pablo-. Esta convicción es la que inmunizó a la Iglesia primitiva contra el culto a la personalidad de sus apóstoles y pastores. Buena lección para nuestra Iglesia de hoy. Con estas credenciales el autor invita a Timoteo a ejercer su tarea de pastor.