I Timoteo 4 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 16 versitos |
1

Los deberes de Timoteo
como pastor de la comunidad

El Espíritu dice expresamente que en el futuro algunos renegarán de la fe y se entregarán a espíritus engañosos y doctrinas demoníacas,
2 seducidos por la hipocresía de impostores que tienen la conciencia marcada a fuego.
3 Éstos prohibirán el matrimonio y el consumo de ciertos alimentos; cosas que Dios creó para que los creyentes y conocedores de la verdad las tomen agradecidos.
4 Porque todas las criaturas de Dios son buenas y nada es despreciable si se lo recibe con acción de gracias,
5 pues la Palabra de Dios y la oración lo santifican.
6 Si enseñas esto a los hermanos, serás buen ministro de Cristo Jesús, alimentado con el mensaje de la fe y la buena doctrina que has seguido.
7

Conducta personal
de un ministro de Dios

Rechaza las supersticiones y los cuentos de viejas; ejercítate en la piedad.
8 Si el ejercicio corporal trae provecho limitado, la piedad aprovecha para todo, porque encierra una promesa de vida para el presente y para el futuro.
9 Ésta es doctrina cierta y absolutamente digna de fe.
10 Con ese fin nos fatigamos y luchamos, puesta la esperanza en el Dios vivo, salvador de todos los hombres y en especial de los creyentes.
11 Recomienda y enseña esto:
12 Que nadie te desprecie por ser joven; procura ser modelo de los creyentes en la palabra, la conducta, el amor, la fe, la pureza.
13 Hasta que yo llegue, dedícate a leer, exhortar y enseñar.
14 No descuides el don espiritual que posees, que te fue concedido por indicación profética al imponerte las manos los ancianos.
15 Cuida de eso, ocúpate de eso, de modo que todos puedan ver tus progresos,
16 vigila tu persona y tu enseñanza y sé constante. Haciéndolo se salvarán tanto tú como tus oyentes.

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Introducción a I Timoteo

Cartas pastorales. Desde hace tiempo se viene llamando a estas tres cartas «cartas pastorales», tomando la metáfora del cuidado pastoril de los rebaños y aplicándola al pastoreo de la comunidad cristiana. Es un nombre que recoge una de las imágenes más conocidas de Jesús en el Evangelio, la del «buen pastor». Las tres cartas forman un bloque homogéneo y se presentan como instrucciones escritas de Pablo a dos íntimos colaboradores suyos, Timoteo y Tito, que se encuentran al frente de las Iglesias de Éfeso y Creta, respectivamente.
Timoteo estuvo estrechamente ligado al Apóstol, fue su compañero de viaje y misión ( Hch_17:14 s; Hch_18:5 ; Hch_19:22 ; Hch_20:4 ) y hombre de confianza para realizar encargos especiales en Tesalónica ( 1Ts_3:2 .6), Macedonia ( Hch_19:22 ) y Corinto ( 1Co_4:17 ; 1Co_16:10 ; 2Co_1:19 ). Pablo lo llama con mucho afecto paternal: «Hijo mío querido y fiel al Señor» ( 1Co_4:17 ).
Tito, al igual que Timoteo, fue amigo y compañero de viaje de Pablo. Estuvo presente en el Concilio de Jerusalén ( Gál_2:1-3 ) y fue el embajador del Apóstol para solucionar la crisis que tenía éste con la comunidad de Corinto ( 2Co_2:13 ; 2Co_7:6 ; 2Co_8:6 .16.23; 2Co_12:18 ). Pablo lo llama fraternalmente: «mi hermano» ( 2Co_2:13 ), «compañero y colaborador» ( 2Co_8:23 ).
No es inverosímil que estos dos ilustres personajes tuvieran el honor de recibir cartas personales de su maestro; lógicamente las conservarían y trasmitirían a la posteridad.

Autor, destinatarios y fecha de composición de las cartas.
A partir del s. XIX se empezó a cuestionar la autenticidad paulina de estas cartas. Desde entonces se ha ido acrecentado la duda, de tal modo que en la actualidad son muy escasos los biblistas que atribuyen su autoría a Pablo. Se piensa, más bien, que son obra de un discípulo suyo de la siguiente generación, que las escribe alrededor del año 100.
Recurriendo al procedimiento de pseudonimia, muy en boga en aquella época, este discípulo anónimo personifica a Pablo, dando forma de carta a sus instrucciones y escogiendo como destinatarios dos personajes insignes del círculo paulino. Probablemente se sentía heredero legítimo de Pablo; o quizás los rivales citaban a Pablo deformando su enseñanza.
Nada de lo dicho pone en duda el valor canónico de estas cartas. Son parte integrante del Nuevo Testamento y así son reconocidas por todas las confesiones cristianas.

Contenido de las cartas. Las cartas pastorales nos sitúan en la segunda o tercera generación cristiana. El ímpetu por evangelizar de las primeras décadas da paso a la necesidad por consolidar y mantener las Iglesias locales en la tradición y enseñanzas recibidas de los apóstoles o el depósito de la fe. Para ello hay que nombrar líderes responsables, competentes y de confianza, que sepan mantener el orden y la concordia, y regular el culto. Son Iglesias que en su incipiente institucionalización se sienten amenazadas por desviaciones doctrinales que ponen en peligro la «memoria de Jesús» y, por consiguiente, la praxis cristiana.
Las cartas reiteran el adjetivo «sano/a» para referirse a la ortodoxia; hablan de la «verdad»; repiten que «algunos se han apartado de...». Es difícil identificar esas herejías o doctrinas peligrosas. Entre ellas se encontraban, probablemente, las de los «judaizantes», una fuerza menor, todavía activa, con sus prohibiciones alimenticias ( 1Ti_4:3 ), su insistencia en la circuncisión ( Tit_1:10 ), sus «fábulas judías» ( Tit_1:14 ) o sus «controversias sobre la ley» ( Tit_3:9 ). Más peligroso era el impacto del «gnosticismo» que se había infiltrado en las comunidades, cuyas doctrinas esotéricas provenientes de la cultura griega estaban falseando el mensaje cristiano con ideas tales como: la maldad del mundo material y por tanto la condenación en bloque de toda actividad sexual; la negación de la humanidad de Cristo; la afirmación de dos dioses, uno creador y otro salvador, y cosas por el estilo, que podemos adivinar leyendo las refutaciones del autor, aunque no las menciona por su nombre.

Mensaje de las cartas. Desde el punto de vista histórico, las cartas pastorales nos suministran datos preciosos para conocer la vida y los problemas de las Iglesias post-apostólicas formadas por la tercera generación cristiana. Son comunidades que viven la presencia de Jesús en los sacramentos y en la liturgia; muy exigentes con sus líderes y responsables, a los que comienzan, ya, a llamar «obispos y diáconos», y que reciben la autoridad apostólica por la imposición de las manos.
La lista de cualidades y requisitos para acceder al cargo de «pastores» debería ser hoy, como lo fue entonces, el criterio fundamental de su elección: vida intachable, modestos, corteses, hospitalarios, amables, desinteresados ( 1Ti_3:2-13 ), es decir, cercanos al pueblo, como conviene a una «familia» -imagen de la Iglesia, preferida en las cartas-, de la que ellos son, sobre todo, padres y no príncipes o jerarcas.
Pero la gran preocupación y empeño de las pastorales es mantener vivo e intacto el «depósito de la fe» o lo que es lo mismo, la enseñanza que nos trasmite la tradición recibida de los apóstoles. Y esto no es un elenco muerto de dogmas y doctrinas, sino la «memoria viva de Jesús», en la que sobresale su opción por los pobres, los marginados, los pecadores, los últimos y más débiles. Y esto debe ser también el gran empeño de la Iglesia de hoy y de todos los tiempos.


Sinopsis

Primera carta a Timoteo. La sinopsis nos hace ver el propósito del autor: proporcionar normas y consejos para el recto caminar de la comunidad. La precaución frente a los falsos maestros, difundida por la carta, se concentra al principio y hacia la mitad; en ambas ocasiones contrasta al destinatario con el Apóstol.

Segunda carta a Timoteo.
En esta segunda carta la exhortación se hace más personal y animada. Pablo ofrece su ejemplo, recuerda su ministerio, se prepara a morir. Frente a los falsos maestros, que cobran número y fuerza en los últimos días, el líder responsable ha de ser como un soldado, un obrero, un empleado fiel, pieza del ajuar doméstico, y valiente testigo.

Carta a Tito.
Lo más sustancioso de esta carta es la doctrina cristológica de 2,11-15 y 3,4-7. Los demás temas y preocupaciones son los mismos de las cartas precedentes, dirigidas ahora a Tito como responsable de la Iglesia de Creta.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Timoteo 4,1-6Los deberes de Timoteo como pastor de la comunidad. Estos deberes pastorales de Timoteo son presentados en contraste radical con las actividades de los falsos doctores, designados con calificativos tales como: «engañosos... de doctrinas demoníacas... impostores que tienen la conciencia marcada a fuego» (1s), como delincuentes o esclavos fugitivos. La viva conciencia que tenían las primeras comunidades de estar viviendo el final de los tiempos, hace que el autor vea en estos individuos a los promotores de la apostasía que tenía que surgir antes de la venida definitiva del Señor (cfr. 2Ts_2:3) y que el mismo Jesús había ya profetizado: «surgirán muchos falsos doctores que engañarán a muchos» (Mat_24:11; cfr. Mar_13:22).
Entre las doctrinas perniciosas, el autor cita la prohibición del matrimonio (3) y las prohibiciones alimenticias, aludiendo, quizás, al dualismo entre cuerpo y espíritu y al desprecio por la materia, típicos del gnosticismo, sistema filosófico-religioso sincretista de entonces, que llegaba a aberraciones tales como considerar -y prohibir a sus iniciados- la unión sexual por ser intrínsecamente mala. Esta filosofía en toda la variedad de manifestaciones, y que se infiltró insidiosamente en el pensamiento y en la praxis cristiana, fue la «bestia negra» de los primeros siglos de la Iglesia. Contra semejantes barbaridades, el autor apela al «sentido común» de la persona que se ha nutrido de la Palabra de Dios que nos transmite la Biblia: «todas las criaturas de Dios son buenas» (4; cfr. Gén_1:31; Sir_39:16), con tal de que sea la Palabra de Dios y la oración las que nos indique el camino para relacionarnos con ellas. Y dirigiéndose a Timoteo, concluye afirmando que un «buen ministro de Cristo Jesús es el que se nutre con el mensaje de la fe y la buena doctrina» (6), y así la enseña y testimonia con su vida. La mejor expresión que hoy define el ministerio de los obispos, presbíteros y diáconos es precisamente ésta: la de ser «servidores de la Palabra de Dios».


I Timoteo 4,7-16Conducta personal de un ministro de Dios. Como en las exhortaciones anteriores, el autor continua dirigiéndose personalmente a Timoteo, pero con la intención de esbozar la figura ideal del responsable de las Iglesias locales, aplicable a todo aquel que ejerce el ministerio de la autoridad, y que como tal debe ser: «modelo de los creyentes en la palabra, la conducta, el amor, la fe, la pureza» (12). En esto consiste y debe consistir «el don espiritual que posees», reconocido por todos, y hecho público y oficial «al imponerte las manos los ancianos» (14), que era el símbolo ritual con que se solemnizaba la transmisión del ministerio apostólico.
Las comunidades cristianas a las que van dirigidas las «cartas pastorales» conocían muy bien la diversidad de carismas y dones con que el Espíritu Santo agraciaba a los cristianos sin distinción de sexo o condición social (cfr. 1 Cor 12). Eran dones temporales que surgían y desaparecían. Pero también sabían que entre los carismas había algunos especiales, de carácter permanente, que afectaban a la existencia misma de la Iglesia: eran los carismas de la autoridad como servicio a la comunidad (cfr. Efe_4:11s).
Al igual que hace Pablo en su carta a los Efesios (cfr. Efe_4:11), el autor dirigiéndose a Timoteo, más que referirse al carisma que éste posee, le exhorta a que toda su persona se convierta en ese don vivo para sus hermanos y hermanas en la fe. Tan seria es esta exhortación que la salvación del responsable va vinculada a la de los subordinados: cumpliendo todo esto «se salvarán tanto tú como tus oyentes» (16).