II Timoteo  2 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 26 versitos |
1

Soldado de Cristo

Tú, hijo mío, saca fuerzas de los dones que has recibido de Cristo Jesús.
2 Lo que me escuchaste en presencia de muchos testigos transmítelo a personas de fiar, que sean capaces de enseñárselo a otros.
3 Comparte las penas como buen soldado de Cristo Jesús.
4 Un soldado en servicio activo no se enreda en asuntos civiles, si quiere satisfacer al que lo reclutó.
5 Lo mismo un atleta: no gana el premio si no compite según el reglamento.
6 El labrador que trabaja es el primero en recibir los frutos.
7 Reflexiona sobre lo que te digo, que el Señor te hará entenderlo todo.
8 Acuérdate de Jesucristo, resucitado de la muerte, y descendiente de David. Ésta es la Buena Noticia que yo predico
9 por la que sufro y estoy encadenado como malhechor, pero la Palabra de Dios no está encadenada.
10 Yo todo lo sufro por los elegidos de Dios, para que, por medio de Cristo Jesús, también ellos alcancen la salvación y la gloria eterna.
11 Esta doctrina es digna de fe:
Si morimos con él, viviremos con él;
12 si perseveramos, reinaremos con él;
si renegamos de él, renegará de nosotros;
13 si le somos infieles, el se mantiene fiel,
porque no puede negarse a sí mismo.
14 Recuérdales esto, y encárgales delante de Dios que dejen de discutir por cuestiones de palabras; esas discusiones no sirven para nada, sólo perjudican a los que las escuchan.
15 Esfuérzate por merecer la aprobación de Dios, como obrero intachable que enseña debidamente el mensaje de la verdad.
16 Evita conversaciones inútiles y extrañas a la fe, que fomentan más y más la impiedad;
17 son discursos que se propagan como gangrena. Tal es el caso de Himeneo y Fileto:
18 cuando afirman que nuestra resurrección ya ha sucedido, se apartan de la verdad y socavan la fe de algunos.
19 Pero el firme cimiento de Dios resiste, y lleva la siguiente inscripción: El Señor conoce a los suyos, y: quien invoque el nombre del Señor apártese de la injusticia.
20

La Iglesia, la casa grande

En una casa grande no hay sólo recipientes de oro y plata, sino también de madera y loza, unos para usos nobles, otros para usos humildes.
21 Quien se mantenga limpio de todo lo dicho será recipiente noble, consagrado, útil para el dueño, disponible para cualquier tarea buena.
22 Huye de las pasiones juveniles, procura la justicia, la fe, el amor, la paz con todos los que invocan sinceramente al Señor.
23 Evita las discusiones necias y carentes de sentido, teniendo en cuenta que generan peleas.
24 Y un siervo del Señor no ha de pelear; antes bien, debe mostrarse a todos modesto, buen maestro, tolerante,
25 capaz de amonestar con suavidad a los adversarios, para que Dios les conceda el arrepentimiento y el conocimiento de la verdad.
26 Así podrán recobrar el juicio y librarse de la red del Diablo, que los tiene prisioneros para hacer de ellos lo que quiera.

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Introducción a II Timoteo 

Cartas pastorales. Desde hace tiempo se viene llamando a estas tres cartas «cartas pastorales», tomando la metáfora del cuidado pastoril de los rebaños y aplicándola al pastoreo de la comunidad cristiana. Es un nombre que recoge una de las imágenes más conocidas de Jesús en el Evangelio, la del «buen pastor». Las tres cartas forman un bloque homogéneo y se presentan como instrucciones escritas de Pablo a dos íntimos colaboradores suyos, Timoteo y Tito, que se encuentran al frente de las Iglesias de Éfeso y Creta, respectivamente.
Timoteo estuvo estrechamente ligado al Apóstol, fue su compañero de viaje y misión ( Hch_17:14 s; Hch_18:5 ; Hch_19:22 ; Hch_20:4 ) y hombre de confianza para realizar encargos especiales en Tesalónica ( 1Ts_3:2 .6), Macedonia ( Hch_19:22 ) y Corinto ( 1Co_4:17 ; 1Co_16:10 ; 2Co_1:19 ). Pablo lo llama con mucho afecto paternal: «Hijo mío querido y fiel al Señor» ( 1Co_4:17 ).
Tito, al igual que Timoteo, fue amigo y compañero de viaje de Pablo. Estuvo presente en el Concilio de Jerusalén ( Gál_2:1-3 ) y fue el embajador del Apóstol para solucionar la crisis que tenía éste con la comunidad de Corinto ( 2Co_2:13 ; 2Co_7:6 ; 2Co_8:6 .16.23; 2Co_12:18 ). Pablo lo llama fraternalmente: «mi hermano» ( 2Co_2:13 ), «compañero y colaborador» ( 2Co_8:23 ).
No es inverosímil que estos dos ilustres personajes tuvieran el honor de recibir cartas personales de su maestro; lógicamente las conservarían y trasmitirían a la posteridad.

Autor, destinatarios y fecha de composición de las cartas.
A partir del s. XIX se empezó a cuestionar la autenticidad paulina de estas cartas. Desde entonces se ha ido acrecentado la duda, de tal modo que en la actualidad son muy escasos los biblistas que atribuyen su autoría a Pablo. Se piensa, más bien, que son obra de un discípulo suyo de la siguiente generación, que las escribe alrededor del año 100.
Recurriendo al procedimiento de pseudonimia, muy en boga en aquella época, este discípulo anónimo personifica a Pablo, dando forma de carta a sus instrucciones y escogiendo como destinatarios dos personajes insignes del círculo paulino. Probablemente se sentía heredero legítimo de Pablo; o quizás los rivales citaban a Pablo deformando su enseñanza.
Nada de lo dicho pone en duda el valor canónico de estas cartas. Son parte integrante del Nuevo Testamento y así son reconocidas por todas las confesiones cristianas.

Contenido de las cartas. Las cartas pastorales nos sitúan en la segunda o tercera generación cristiana. El ímpetu por evangelizar de las primeras décadas da paso a la necesidad por consolidar y mantener las Iglesias locales en la tradición y enseñanzas recibidas de los apóstoles o el depósito de la fe. Para ello hay que nombrar líderes responsables, competentes y de confianza, que sepan mantener el orden y la concordia, y regular el culto. Son Iglesias que en su incipiente institucionalización se sienten amenazadas por desviaciones doctrinales que ponen en peligro la «memoria de Jesús» y, por consiguiente, la praxis cristiana.
Las cartas reiteran el adjetivo «sano/a» para referirse a la ortodoxia; hablan de la «verdad»; repiten que «algunos se han apartado de...». Es difícil identificar esas herejías o doctrinas peligrosas. Entre ellas se encontraban, probablemente, las de los «judaizantes», una fuerza menor, todavía activa, con sus prohibiciones alimenticias ( 1Ti_4:3 ), su insistencia en la circuncisión ( Tit_1:10 ), sus «fábulas judías» ( Tit_1:14 ) o sus «controversias sobre la ley» ( Tit_3:9 ). Más peligroso era el impacto del «gnosticismo» que se había infiltrado en las comunidades, cuyas doctrinas esotéricas provenientes de la cultura griega estaban falseando el mensaje cristiano con ideas tales como: la maldad del mundo material y por tanto la condenación en bloque de toda actividad sexual; la negación de la humanidad de Cristo; la afirmación de dos dioses, uno creador y otro salvador, y cosas por el estilo, que podemos adivinar leyendo las refutaciones del autor, aunque no las menciona por su nombre.

Mensaje de las cartas. Desde el punto de vista histórico, las cartas pastorales nos suministran datos preciosos para conocer la vida y los problemas de las Iglesias post-apostólicas formadas por la tercera generación cristiana. Son comunidades que viven la presencia de Jesús en los sacramentos y en la liturgia; muy exigentes con sus líderes y responsables, a los que comienzan, ya, a llamar «obispos y diáconos», y que reciben la autoridad apostólica por la imposición de las manos.
La lista de cualidades y requisitos para acceder al cargo de «pastores» debería ser hoy, como lo fue entonces, el criterio fundamental de su elección: vida intachable, modestos, corteses, hospitalarios, amables, desinteresados ( 1Ti_3:2-13 ), es decir, cercanos al pueblo, como conviene a una «familia» -imagen de la Iglesia, preferida en las cartas-, de la que ellos son, sobre todo, padres y no príncipes o jerarcas.
Pero la gran preocupación y empeño de las pastorales es mantener vivo e intacto el «depósito de la fe» o lo que es lo mismo, la enseñanza que nos trasmite la tradición recibida de los apóstoles. Y esto no es un elenco muerto de dogmas y doctrinas, sino la «memoria viva de Jesús», en la que sobresale su opción por los pobres, los marginados, los pecadores, los últimos y más débiles. Y esto debe ser también el gran empeño de la Iglesia de hoy y de todos los tiempos.


Sinopsis

Primera carta a Timoteo. La sinopsis nos hace ver el propósito del autor: proporcionar normas y consejos para el recto caminar de la comunidad. La precaución frente a los falsos maestros, difundida por la carta, se concentra al principio y hacia la mitad; en ambas ocasiones contrasta al destinatario con el Apóstol.

Segunda carta a Timoteo.
En esta segunda carta la exhortación se hace más personal y animada. Pablo ofrece su ejemplo, recuerda su ministerio, se prepara a morir. Frente a los falsos maestros, que cobran número y fuerza en los últimos días, el líder responsable ha de ser como un soldado, un obrero, un empleado fiel, pieza del ajuar doméstico, y valiente testigo.

Carta a Tito.
Lo más sustancioso de esta carta es la doctrina cristológica de 2,11-15 y 3,4-7. Los demás temas y preocupaciones son los mismos de las cartas precedentes, dirigidas ahora a Tito como responsable de la Iglesia de Creta.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

II Timoteo  2,1-19Soldado de Cristo. Pablo entra en el tema central de esta carta-testamento con tres recomendaciones a su discípulo. La primera: que escoja personas de fiar a quienes pueda trasmitir el legado de la Palabra de Dios que él mismo, Timoteo, recibió públicamente «en presencia de muchos testigos» (2). No sólo es su deber guardar fielmente la «memoria de Jesús» que recibió de su maestro Pablo, sino asegurar que esa memoria se mantenga intacta de una generación a otra.
La segunda: siendo esta «memoria de Jesús» la memoria de un «crucificado», el sufrimiento que acompañará a sus seguidores tiene un valor evangélico. Así ha entendido Pablo siempre sus sufrimientos de apóstol y así interpreta ahora su prisión: «todo lo sufro por los elegidos de Dios, para que... alcancen la salvación y la gloria eterna» (10). El Apóstol exhorta a su discípulo a tener esta «memoria» siempre delante de sus ojos: «acuérdate de Jesucristo, resucitado de la muerte» (8), terminando con la cita de un bello poema en la que ve al creyente entrando en plena comunión con el misterio redentor de Cristo, tanto en su pasión como en su gloria.
La tercera exhortación se refiere al tema constante de las «cartas pastorales»: los falsos doctores, y la actitud que deberán tener los responsables de la comunidad frente a ellos. Contrapone a la palabrería profana y peligrosa de esos tales, la palabra de la verdad que es el Evangelio. Cita un ejemplo de estas doctrinas peligrosas: la de aquellos que decían que la resurrección había tenido ya lugar en el bautismo y que no había que esperar otra, o sea, la resurrección después de la muerte (Jua_5:28s). Para asegurar que las falsas doctrinas no prevalecerán, el autor emplea una bella metáfora: la piedra fundacional de la Iglesia lleva dos inscripciones grabadas, una se refiere a la presencia protectora del Señor que «conoce a los suyos» (19a). La otra advierte a los que invocan su nombre a alejarse de toda esa falsedad a la que llama «injusticia» (19b).


II Timoteo  2,20-26La Iglesia, la casa grande. Con la imagen de la Iglesia como la «casa grande», imagen favorita de las cartas pastorales, el autor concluye estas primeras exhortaciones a Timoteo. Esta casa cuyo único dueño es el Señor, tiene su ajuar humano para las diversas tareas más o menos honoríficas: «recipientes de oro y plata... de madera y de loza» (20). Y todos están llamados, especialmente los responsables de la comunidad, a convertirse en «recipiente noble... útil para el dueño» (21), no a través de discusiones inútiles y peleas dialécticas, sino a través del testimonio de una vida que practica «la justicia, la fe, el amor, la paz» (22). Sólo así será posible atraer a los descarriados al arrepentimiento y a la verdad.