Tito 1 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 16 versitos |
1

Saludo

Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo para conducir a los elegidos de Dios a la fe y al conocimiento de la verdad religiosa,
2 con la esperanza de una vida eterna, que prometió desde antiguo el Dios infalible
3 y manifiesta ahora de palabra con la proclamación que me han encomendado, por disposición de nuestro Dios y Salvador,
4 a Tito, mi hijo legítimo en la fe común: Gracia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús nuestro Salvador.
5

Misión en Creta

Si te dejé en Creta fue para que resolvieras los asuntos pendientes y para que nombraras ancianos en cada ciudad, según mis instrucciones.
6 Que sean irreprochables, fieles a su mujer, con hijos creyentes, no indisciplinados ni de mala fama.
7 Porque el que preside la comunidad, como administrador de Dios, ha de ser irreprochable: no egoísta ni colérico ni bebedor, no pendenciero ni metido en negocios sucios;
8 antes bien, hospitalario, amante del bien, moderado, justo, devoto, controlado;
9 que se atenga a la doctrina auténtica, de modo que pueda exhortar con una doctrina sana y refutar a los que le contradicen.
10 Hay muchos insumisos, charlatanes y embaucadores, sobre todo entre los judíos convertidos.
11 A ésos hay que taparles la boca porque destruyen familias enteras, enseñando lo que no deben por una vil ganancia.
12 Uno de sus profetas dijo de ellos: Cretenses, siempre embusteros, malas bestias, glotones ociosos.
13 Semejante descripción es correcta. Por eso, repréndelos severamente, a ver si recobran la salud de la fe
14 y se dejan de fábulas judías y de preceptos de hombres apartados de la verdad.
15 Para los puros todo es puro; para los incrédulos contaminados nada es puro, porque tienen contaminada la mente y la conciencia.
16 Afirman conocer a Dios y lo niegan con las acciones; son odiosos y rebeldes, incapaces de cualquier obra buena.

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Introducción a Tito

Cartas pastorales. Desde hace tiempo se viene llamando a estas tres cartas «cartas pastorales», tomando la metáfora del cuidado pastoril de los rebaños y aplicándola al pastoreo de la comunidad cristiana. Es un nombre que recoge una de las imágenes más conocidas de Jesús en el Evangelio, la del «buen pastor». Las tres cartas forman un bloque homogéneo y se presentan como instrucciones escritas de Pablo a dos íntimos colaboradores suyos, Timoteo y Tito, que se encuentran al frente de las Iglesias de Éfeso y Creta, respectivamente.
Timoteo estuvo estrechamente ligado al Apóstol, fue su compañero de viaje y misión ( Hch_17:14 s; Hch_18:5 ; Hch_19:22 ; Hch_20:4 ) y hombre de confianza para realizar encargos especiales en Tesalónica ( 1Ts_3:2 .6), Macedonia ( Hch_19:22 ) y Corinto ( 1Co_4:17 ; 1Co_16:10 ; 2Co_1:19 ). Pablo lo llama con mucho afecto paternal: «Hijo mío querido y fiel al Señor» ( 1Co_4:17 ).
Tito, al igual que Timoteo, fue amigo y compañero de viaje de Pablo. Estuvo presente en el Concilio de Jerusalén ( Gál_2:1-3 ) y fue el embajador del Apóstol para solucionar la crisis que tenía éste con la comunidad de Corinto ( 2Co_2:13 ; 2Co_7:6 ; 2Co_8:6 .16.23; 2Co_12:18 ). Pablo lo llama fraternalmente: «mi hermano» ( 2Co_2:13 ), «compañero y colaborador» ( 2Co_8:23 ).
No es inverosímil que estos dos ilustres personajes tuvieran el honor de recibir cartas personales de su maestro; lógicamente las conservarían y trasmitirían a la posteridad.

Autor, destinatarios y fecha de composición de las cartas.
A partir del s. XIX se empezó a cuestionar la autenticidad paulina de estas cartas. Desde entonces se ha ido acrecentado la duda, de tal modo que en la actualidad son muy escasos los biblistas que atribuyen su autoría a Pablo. Se piensa, más bien, que son obra de un discípulo suyo de la siguiente generación, que las escribe alrededor del año 100.
Recurriendo al procedimiento de pseudonimia, muy en boga en aquella época, este discípulo anónimo personifica a Pablo, dando forma de carta a sus instrucciones y escogiendo como destinatarios dos personajes insignes del círculo paulino. Probablemente se sentía heredero legítimo de Pablo; o quizás los rivales citaban a Pablo deformando su enseñanza.
Nada de lo dicho pone en duda el valor canónico de estas cartas. Son parte integrante del Nuevo Testamento y así son reconocidas por todas las confesiones cristianas.

Contenido de las cartas. Las cartas pastorales nos sitúan en la segunda o tercera generación cristiana. El ímpetu por evangelizar de las primeras décadas da paso a la necesidad por consolidar y mantener las Iglesias locales en la tradición y enseñanzas recibidas de los apóstoles o el depósito de la fe. Para ello hay que nombrar líderes responsables, competentes y de confianza, que sepan mantener el orden y la concordia, y regular el culto. Son Iglesias que en su incipiente institucionalización se sienten amenazadas por desviaciones doctrinales que ponen en peligro la «memoria de Jesús» y, por consiguiente, la praxis cristiana.
Las cartas reiteran el adjetivo «sano/a» para referirse a la ortodoxia; hablan de la «verdad»; repiten que «algunos se han apartado de...». Es difícil identificar esas herejías o doctrinas peligrosas. Entre ellas se encontraban, probablemente, las de los «judaizantes», una fuerza menor, todavía activa, con sus prohibiciones alimenticias ( 1Ti_4:3 ), su insistencia en la circuncisión ( Tit_1:10 ), sus «fábulas judías» ( Tit_1:14 ) o sus «controversias sobre la ley» ( Tit_3:9 ). Más peligroso era el impacto del «gnosticismo» que se había infiltrado en las comunidades, cuyas doctrinas esotéricas provenientes de la cultura griega estaban falseando el mensaje cristiano con ideas tales como: la maldad del mundo material y por tanto la condenación en bloque de toda actividad sexual; la negación de la humanidad de Cristo; la afirmación de dos dioses, uno creador y otro salvador, y cosas por el estilo, que podemos adivinar leyendo las refutaciones del autor, aunque no las menciona por su nombre.

Mensaje de las cartas. Desde el punto de vista histórico, las cartas pastorales nos suministran datos preciosos para conocer la vida y los problemas de las Iglesias post-apostólicas formadas por la tercera generación cristiana. Son comunidades que viven la presencia de Jesús en los sacramentos y en la liturgia; muy exigentes con sus líderes y responsables, a los que comienzan, ya, a llamar «obispos y diáconos», y que reciben la autoridad apostólica por la imposición de las manos.
La lista de cualidades y requisitos para acceder al cargo de «pastores» debería ser hoy, como lo fue entonces, el criterio fundamental de su elección: vida intachable, modestos, corteses, hospitalarios, amables, desinteresados ( 1Ti_3:2-13 ), es decir, cercanos al pueblo, como conviene a una «familia» -imagen de la Iglesia, preferida en las cartas-, de la que ellos son, sobre todo, padres y no príncipes o jerarcas.
Pero la gran preocupación y empeño de las pastorales es mantener vivo e intacto el «depósito de la fe» o lo que es lo mismo, la enseñanza que nos trasmite la tradición recibida de los apóstoles. Y esto no es un elenco muerto de dogmas y doctrinas, sino la «memoria viva de Jesús», en la que sobresale su opción por los pobres, los marginados, los pecadores, los últimos y más débiles. Y esto debe ser también el gran empeño de la Iglesia de hoy y de todos los tiempos.


Sinopsis

Primera carta a Timoteo. La sinopsis nos hace ver el propósito del autor: proporcionar normas y consejos para el recto caminar de la comunidad. La precaución frente a los falsos maestros, difundida por la carta, se concentra al principio y hacia la mitad; en ambas ocasiones contrasta al destinatario con el Apóstol.

Segunda carta a Timoteo.
En esta segunda carta la exhortación se hace más personal y animada. Pablo ofrece su ejemplo, recuerda su ministerio, se prepara a morir. Frente a los falsos maestros, que cobran número y fuerza en los últimos días, el líder responsable ha de ser como un soldado, un obrero, un empleado fiel, pieza del ajuar doméstico, y valiente testigo.

Carta a Tito.
Lo más sustancioso de esta carta es la doctrina cristológica de 2,11-15 y 3,4-7. Los demás temas y preocupaciones son los mismos de las cartas precedentes, dirigidas ahora a Tito como responsable de la Iglesia de Creta.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Tito 1,1-4Saludo. En contraste con la brevedad del escrito, el saludo de introducción es solemne y largo, apuntando ya al contexto en que se va a mover toda la carta. Pablo, personificado por el autor anónimo de la misma, se presenta con todas sus credenciales de apóstol para impregnar de autoridad a las exhortaciones que va a dar su discípulo Tito. Su responsabilidad apostólica que contempla prologándose en la de «mi hijo legítimo en la fe común» (4), es de servicio a «los elegidos de Dios» que forman la «casa grande» (2Ti_2:20), la Iglesia, y que está cimentada «en el conocimiento de la verdad» (1) cuya manifestación y anuncio «me han encomendado, por disposición de nuestro Dios y salvador» (3).
La preocupación constante de las cartas pastorales se centra en la Iglesia entendida como la casa-familia de Dios que debe ser bien administrada y protegida contra las falsas doctrinas que perturban y ponen en peligro la memoria de Jesús, transmitida por el testimonio de los apóstoles -el de Pablo en este caso- y donde la figura del obispo responsable y de sus asesores, los presbíteros, es de capital importancia. Al ímpetu por evangelizar de la primera generación cristiana, sucede el esfuerzo por mantener viva y limpia la tradición recibida. Estamos en los comienzos de una necesaria institucionalización de la comunidad creyente.


Tito 1,5-16Misión en Creta. La primera tarea de Tito en Creta será nombrar responsables para organizar la comunidad, la gran preocupación de la segunda y tercera generación cristiana. Se trata de una especie de senado o consejo de «ancianos» -presbíteros-, que ya conocemos por Hch_14:23 y 1Ti_5:17. El encargado o responsable supremo es el obispo, título específico que se daba a los líderes de las comunidades locales, a diferencia de los ministerios de otros líderes más itinerantes, llamados apóstoles, profetas y maestros. Aunque los títulos de obispo y presbíteros resulten familiares a los lectores de hoy, no hay que deducir, sin embargo, que se trate ya de la misma organización eclesial que existe actualmente en la Iglesia. La fluidez de títulos y funciones de los responsables de las comunidades cristianas es una constante de los primeros siglos. De todas formas nunca ha existido ni existirá la Iglesia sin el carisma de la autoridad como servicio a la comunidad.
Es interesante el retrato ideal de un responsable de la Iglesia local que hace el autor de la carta. Como si de un padre de familia se tratara, debe tener una vida privada intachable, pues será el testimonio de su integridad personal el que le dé la autoridad moral para dirigir a la comunidad. Pero sobre todo, debe ser un hombre «que se atenga a la doctrina auténtica» (9), la gran preocupación de las cartas pastorales. Por los epítetos que usa a continuación contra los falsos maestros, el peligro debía haber sido grave. La descripción que hace del grupo de aquellos «insumisos, charlatanes, embaucadores» (10), está agravada por la cita mordaz de un poeta pagano -quizás Epiménides, s. VI a.C.-. En cuanto al contenido de esas doctrinas falsas, el autor de la carta no se molesta en entrar en detalles, aludiendo a ellas con un despectivo: «fábulas judías y... preceptos de hombres apartados de la verdad» (14).
Lo que verdaderamente estaba en juego era la praxis cristiana de la comunidad. Si a Pablo le preocupaba, ante todo, la salvación por la fe, independientemente de las obras de la ley, a la nueva generación cristiana le preocupan las obras que brotan de la fe (cfr. Stg_2:14-26). En cambio, esos tales «afirman conocer a Dios y lo niegan con las acciones» (16), pues una mente y conciencia contaminadas no pueden producir el comportamiento auténtico de un seguidor de Jesús.