Santiago 2 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 26 versitos |
1

Parcialidad

Hermanos míos, ustedes que creen en nuestro glorioso Señor Jesucristo no hagan diferencias entre las personas.
2 Supongamos que cuando ustedes están reunidos entra uno con anillos de oro y traje elegante, y entra también un pobre andrajoso;
3 y ustedes fijan la mirada en el de traje elegante y le dicen: Siéntate aquí en un buen puesto; y al pobre le dicen: Quédate de pie o siéntate allí, en el suelo,
4 ¿no están haciendo diferencias entre las personas y siendo jueces malintencionados?
5 Escuchen, hermanos míos queridos: ¿acaso no escogió Dios a los pobres de este mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino que prometió a los que lo aman?
6 Ustedes, en cambio, desprecian al pobre. ¿Acaso no son los ricos los que los oprimen y arrastran a los tribunales?
7 ¿No son ellos quienes hablan mal del precioso Nombre que fue invocado sobre ustedes?
8 Por lo tanto si ustedes cumplen la ley del reino, según lo escrito: amarás a tu prójimo como a ti mismo, procederán bien.
9 Pero si hacen diferencia entre una persona y otra, cometen pecado y son culpables ante la ley de Dios.
10 Quien cumpliendo toda la ley, falla en un precepto, quebranta toda la ley.
11 El que dijo: no cometerás adulterio, dijo también: no matarás. Si tú no cometes adulterio, pero matas, has quebrantado la ley.
12 Ustedes deben hablar y actuar como quienes van a ser juzgados por la ley de los hombres libres.
13 Será despiadado el juicio del que no tuvo misericordia, pero los misericordiosos no tienen por qué temer al juicio.
14

Fe y obras

Hermanos míos, ¿de que le sirve a uno decir que tiene fe si no tiene obras? ¿Podrá salvarlo la fe?
15 Supongan que un hermano o hermana andan medio desnudos, o sin el alimento necesario,
16 y uno de ustedes le dice: vayan en paz, abríguense y coman todo lo que quieran; pero no les da lo que sus cuerpos necesitan, ¿de qué sirve?
17 Lo mismo pasa con la fe que no va acompañada de obras, está muerta del todo.
18 Uno dirá: tú tienes fe, yo tengo obras: muéstrame tu fe sin obras, y yo te mostraré por las obras mi fe.
19 ¿Tú crees que existe Dios? ¡Muy bien! También los demonios creen y tiemblan de miedo.
20 ¿Quieres comprender, hombre necio, que la fe sin obras es estéril?
21 Nuestro padre Abrahán, ¿no fue reconocido justo por las obras, ofreciendo sobre el altar a su hijo Isaac?
22 Estás viendo que la fe se demostró con hechos, y por esos hechos la fe llegó a su perfección.
23 Y se cumplió lo que dice la Escritura: Abrahán creyó en Dios y esto le fue tenido en cuenta para su justificación y se le llamó amigo de Dios.
24 Como ven el hombre no es justificado sólo por la fe sino también por las obras.
25 Lo mismo pasó con Rajab, la prostituta, ¿no hizo méritos con las obras, alojando a los mensajeros y haciéndolos salir por otro camino?
26 Como el cuerpo sin el aliento está muerto, así está muerta la fe sin obras.

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Introducción a Santiago

SANTIAGO

Autor, fecha de composición y destinatarios de la carta. El remitente de esta carta o escrito se identifica como Santiago. El nombre puede corresponder a tres personajes conocidos del Nuevo Testamento: los dos apóstoles, el mayor y el menor, y el «hermano del Señor». De los dos primeros, es del todo improbable que alguno sea el autor. Al último, se le podría atribuir muy bien la autoría de la carta; sin embargo, una serie de razones, como el lenguaje y el estilo marcadamente helenístico y el uso normal de la versión griega de la Biblia hebrea (los LXX) descartan la posibilidad de que lo sea. En la actualidad, muchos biblistas piensan que se trata de una obra pseudónima, escrita hacia finales del s. I.
En cuanto a los destinatarios, el título «las doce tribus dispersas» remite a primera vista a la diáspora judía del Antiguo Testamento; pero la referencia natural al Señor Jesucristo obliga a identificarlas con las Iglesias difundidas por Asia y Europa. El número «doce» indica totalidad; la palabra «tribus», la sucesión del nuevo Israel; y «dispersas», la expansión creciente del cristianismo. El título pasa, pues, a designar ahora a la comunidad cristiana plural y extendida por el mundo.

Género de la carta. Solemos llamarla carta, aunque de carta tiene muy poco, apenas un escueto saludo convencional. Tampoco es una homilía o un tratado. A lo que más se parece es a un escrito sapiencial del Antiguo Testamento, con mayor semejanza a las breves instrucciones temáticas del Eclesiástico que a la cadena de refranes y aforismos del libro de los Proverbios.

Contenido de la carta. Por su carácter sapiencial, su contenido es más una lista de temas o serie de instrucciones para la vida cristiana que el desarrollo minucioso de algún tema doctrinal.
Se ha objetado su talante cristiano, y hasta existe una hipótesis que la señala como una composición judía superficialmente adaptada. Sin embargo, a pesar que sólo se menciona a Jesucristo tres veces (1,1; 2,1 y 5,7), contiene asuntos específicamente cristianos, como la debatida cuestión de fe y obras (2,14-26; cfr. Gál 3 y Rom 4), la regeneración por la palabra/mensaje (1,18) y la ley de la libertad (1,25; 2,12). Además, su relación con la primera carta de Pedro es patente: la dispersión (1,1 y 1Pe_1:1 ); las pruebas de la fe ( 1Pe_1:2 s y 1Pe_1:6 ); la guerra de las pasiones ( 1Pe_4:1 y 1Pe_2:11 ); la invitación a resistir ( 1Pe_4:7 y 1Pe_5:9 ).
Es probable que el autor se inspirara ampliamente en el substrato tradicional de la ética judía, pero dándole contenido cristiano y aplicándolo a situaciones y necesidades concretas de las comunidades a las que se dirige. Una de estas necesidades, y por la que se ha hecho famosa como punto de referencia neo-testamentario, es el tema de la obras sin las cuales la fe carece de sentido, «está muerta del todo» ( 1Pe_2:17 ). El autor conoce probablemente la enseñanza de Pablo sobre la fe y las obras, y parece reaccionar contra las consecuencias abusivas de dicha doctrina. Santiago, por supuesto, piensa en las obras que debe realizar un cristiano que vive ya en el contexto de la fe que salva, recibida gratuitamente y no por mérito de las obras -de la Ley- como afirma Pablo.
De todas formas, si la carta aborda una variedad de temas, una sola es la intención del autor: exhortar a los cristianos a ser consecuentes con la fe que profesan y a testimoniarla con una vida ejemplar.

Carta católica.
El escrito de Santiago pertenece al grupo de las llamadas «cartas católicas». Las otras son las dos de Pedro, las tres de Juan y la de Judas. El significado de «católico» -universal- expresa la principal característica de estos escritos, es decir, que están dirigidos no a una Iglesia particular como las cartas de Pablo, sino a los cristianos en general. Con el correr del tiempo, y frente a corrientes protestantes que negaban el carácter canónico a estas cartas, el Concilio de Trento (s. XVI) definió su canonicidad, afirmando ser Palabra de Dios como los otros libros del Nuevo Testamento.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Santiago 2,1-13Parcialidad. Las tres secciones siguientes se ocupan de la tentación del poder, no como servicio, sino como la búsqueda de intereses personales y la pretensión de estar por encima de los demás. Las comunidades están en problemas porque algunos quieren ejercer su poder haciendo alarde de su riqueza (1-13), de su fe (2,14-26) y de su sabiduría (3,1-12). La incoherencia entre creer en Jesús y discriminar a las personas es insoportable para Santiago, actitud que seguramente se había intensificado con la llegada de personas ricas a las comunidades (6s). El mismo animador de la comunidad ha caído en la trampa de la discriminación al hacer diferencia entre el rico, a quien le ofrece un buen puesto, y el pobre, a quien invita a quedarse de pie o en el suelo.
Probablemente, el uso del anillo de oro y del traje elegante remite a los magistrados locales que compraban el cargo para administrar la justicia de acuerdo a sus intereses. El tener poder económico y judicial le daba un estatus que todos respetaban o temían. También era normal en la época que estas personas fuesen benefactores de grupos religiosos o sociales para ganarse el afecto de los pobres. ¿Será que los animadores de las comunidades están tratando de ganar benefactores aún a costa de discriminar a los pobres? La enseñanza es clara: la discriminación del pobre no es compatible con la fe en Jesús por las siguientes razones, entre otras: 1. Los ricos oprimen, manipulan los tribunales y son idólatras al utilizar el nombre de Jesús para defender lo suyo. 2. El mismo Jesús hizo opción por los pobres (5-7; cfr. Luc_4:18s), siendo fiel a la opción hecha por Dios desde el Antiguo Testamento (Éxo_3:7-10). 3. La discriminación viola la ley de Dios (Pro_14:21), en cuanto contradice el precepto del amor (8; cfr. Lev_19:18; Mat_22:39). En las comunidades, el juez supremo no es el magistrado rico y corrupto que discrimina al pobre, sino el Dios que juzga según la ley de libertad (cfr. 1,25) y de acuerdo a la misericordia que hayamos tenido con el prójimo (12s).


Santiago 2,14-26Fe y obras. El recuerdo de las palabras que Jesús dirige a escribas y fariseos (Mat_23:3-5) y a sus discípulos (Mat_5:16) le sirve a Santiago para resolver el problema de quienes se creen campeones de la fe, pero no dan testimonio de ella con las obras. Utilizando el recurso literario de la diatriba, que consiste en la presencia de un interlocutor imaginario, el texto comienza con una pregunta retórica que introduce el tema de la fe y las obras. La misericordia (Mat_2:13) se concreta a través de las obras; pero en este caso no se trata de las «obras de la Ley», en línea con la teología paulina (Rom_3:20.27.28; Gál_2:16; Gál_3:2.5.10), sino de obras de misericordia con los más pobres y necesitados.
Si bien a Santiago parece preocuparle cierto abuso sobre la interpretación paulina de la justificación por la fe (Rom_3:28; Gál_2:16), su preocupación mayor sigue siendo la realidad de muchos cristianos que se jactan de ser hombres y mujeres de fe, pero de una fe vacía, estéril y pasiva que no genera compromisos de misericordia. Acudiendo nuevamente al género literario de la diatriba (18), Santiago quiere dejar claro que la fe y las obras deben caminar juntas, y que ninguna está por encima de la otra. El hecho de que se resalte más las obras no se debe a que sean más importantes que la fe, sino a la coyuntura del momento, caracterizada por unas comunidades dormidas en sus laureles. Esto lo ilustra con Abrahán y Rajab, dos personajes del Antiguo Testamento que demostraron su fe con obras concretas. Para Santiago la fe simboliza el cuerpo, y las obras, el Espíritu que da vida. Una fe sin obras es un cuerpo sin vida.