Tobías 1 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 22 versitos |
1

TOBÍAS
Vida y milagros de un deportado

Historia de Tobit, hijo de Tobiel, hijo de Ananiel, hijo de Aduel, hijo de Gabael, de la familia de Asiel, de la tribu de Neftalí,
2 deportado desde Tisbé – al sur de Cades de Neftalí, en la alta Galilea, por encima de Jasor, detrás de la ruta occidental, al norte de Fegor– durante el reinado de Salmanasar, rey de Asiria.
3 Yo, Tobit, procedí toda mi vida con sinceridad y honradez, e hice muchas limosnas a mis parientes y compatriotas deportados conmigo a Nínive, en el país de los Asirios.
4 De joven, cuando estaba en Israel, mi patria, toda la tribu de nuestro padre Neftalí se separó de la casa de David y de Jerusalén, la ciudad elegida entre todas las tribus de Israel como lugar de sus sacrificios, en la que había sido edificado y consagrado a perpetuidad el templo, morada de Dios.
5 Todos mis parientes, y la tribu de nuestro padre Neftalí, ofrecían sacrificios al ternero que Jeroboán, rey de Israel, había puesto en Dan, en la serranía de Galilea;
6 mientras que muchas veces yo era el único que iba a las fiestas de Jerusalén, como se lo prescribe a todo Israel una ley perpetua. Yo corría a Jerusalén con las primicias de los frutos y de los animales, con los diezmos del ganado y la primera lana de las ovejas,
7 y lo entregaba a los sacerdotes, hijos de Aarón, para el culto; el diezmo del trigo y del vino, del aceite, de las granadas, de las higueras y demás árboles frutales se lo daba a los levitas que oficiaban en Jerusalén. El segundo diezmo lo cambiaba en dinero, juntando lo de seis años, y cuando iba cada año a Jerusalén lo gastaba allí.
8 El tercer diezmo lo daba cada tres años a los huérfanos, a las viudas y a los extranjeros que convivían con los israelitas. Lo comíamos según lo ordenado en la Ley de Moisés acerca de los diezmos, y según el encargo de Débora, madre de mi abuelo Ananiel, porque mi padre murió, dejándome huérfano.
9 De mayor, me casé con una mujer de mi familia llamada Ana; tuve con ella un hijo y le puse de nombre Tobías.
10 Cuando me deportaron a Asiria como cautivo, vine a Nínive. Todos mis parientes y compatriotas comían manjares de los gentiles,
11 pero yo me guardé muy bien de hacerlo.
12 Y como yo tenía muy presente a Dios,
13 el Altísimo hizo que me ganara el favor de Salmanasar, y llegué a ser el encargado de sus compras.
14 Hasta que murió, yo solía ir a Media, y allí hacía las compras en casa de Gabriel, hijo de Gabri, en Ragués de Media, y allí dejé en depósito unas bolsas con trescientos kilos de plata.
15 Cuando murió Salmanasar, su hijo Senaquerib le sucedió en el trono. Las rutas de Media se cerraron y ya no pude volver allá.
16 En tiempo de Salmanasar hice muchas limosnas a mis compatriotas:
17 di mi pan al hambriento y mi ropa al desnudo, y si veía a algún israelita muerto y arrojado tras la muralla de Nínive, lo enterraba.
18 Así, enterré a los que mató Senaquerib cuando tuvo que huir de Judea, después del castigo que recibió del Rey del cielo a causa de sus blasfemias. Lleno de cólera, Senaquerib mató a muchos israelitas; yo recogí los cadáveres y los enterré a escondidas; él mandó buscarlos, pero no aparecieron.
19 Un ninivita fue a denunciarme ante el rey, diciéndole que era yo el que los había enterrado. Me escondí, y cuando supe que el rey estaba informado y que me buscaban para matarme, huí lleno de miedo.
20 Entonces me quitaron todos los bienes; se lo llevaron todo para el tesoro real y me dejaron únicamente a mi mujer, Ana, y mi hijo, Tobías.
21 No habían pasado cuarenta días cuando Senaquerib fue asesinado por sus dos hijos que huyeron a los montes de Ararat. Su hijo Asaradón le sucedió en el trono. Asaradón puso a Ajicar, hijo de mi hermano Anael, al frente de la contabilidad y la administración general del reino.
22 Ajicar intercedió por mí y pude volver a Nínive. Durante el reinado de Senaquerib de Asiria, Ajicar había sido copero mayor, canciller, tesorero y contador, y Asaradón lo repuso en sus cargos. Ajicar era de mi familia, era sobrino mío.

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Introducción a Tobías

TOBÍAS

El libro. El libro de Tobías ha sido alabado por muchos comentadores de otros tiempos como lectura devota de familias cristianas; hoy no nos atrevemos a compartir semejante juicio. De hecho le costó afirmarse como libro canónico y, después, fue negado como tal por los reformadores protestantes. El argumento pudo ser entretenido y sorprendente, pero el autor no ha sabido desarrollarlo.
Es acertado el montaje paralelo del capítulo 4 y la no revelación de la personalidad del ángel; pero el ángel abusa de su saber para adelantar lo que va a suceder, matando periódicamente el interés narrativo. Hay una escena divertida, de humor macabro (8); algunos detalles pintorescos animan periódicamente el relato. Nos molesta la falta de tensión dramática, el fácil recurso a lo maravilloso, los discursos y plegarias insistentes, el recurso a las lágrimas para expresar la emoción. Son convenciones de época que hoy no funcionan.
Tobit llega a interesarnos. Rafael es como una «domesticación» de lo angélico, quiero decir que su misión pasa de la gran historia a un asunto familiar. Tobías es casi un antipersonaje, puesto para hacer preguntas y recibir instrucciones del ángel; sin haber luchado ni vencido, llega al colmo de la felicidad cuando hereda a padres y suegros.

Época y autor.
El libro parece escrito durante la era helenística, quizá bien entrado el s. III a.C. El autor es desconocido. Tiene todas las trazas de ser traducción griega de un original semítico, probablemente hebreo. La dicción es poco feliz y da la impresión de que ese defecto no se debe exclusivamente al traductor.

Mensaje religioso.
La espiritualidad del libro se inscribe bajo el lema de la «observancia». Tobit realiza actos heroicos enterrando a sus compatriotas; pero da la impresión de que para el autor no era menos importante lavarse las manos antes de comer. La estima de la limosna es notable, pero no menos se aprecian las riquezas que acarrea. La preocupación por casarse dentro de la familia parece excesiva, la boda es ante todo una cuestión legal. Varias veces se cita un precepto o se alude a él para justificar alguna acción del libro, que de este modo se convierte en ilustración narrativa de la Ley.
Por otra parte, las oraciones expresan una piedad auténtica de agradecimiento y confianza en Dios. El hijo sana al padre devolviéndole la luz que es la vida. Como continuidad de la familia, encarna la comunidad de la tribu, de la nación. El ángel establece, en función del pueblo, la bendición genesíaca y patriarcal de la fecundidad. Sara es como una matriarca amenazada, la mujer predestinada que espera al varón.
El destierro y la diáspora nada podrán contra los vínculos de lealtad a Dios, a su ley, a los compatriotas. En el confín de la esperanza, emerge Jerusalén.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Tobías 1,1-22Vida y milagros de un deportado. Después de la rigurosa e imprescindible presentación genealógica, el personaje central del libro hace, en primera persona, la presentación de sus propias virtudes, que nos recuerda al fariseo que entra al templo para dar gracias a Dios por lo «bueno» que era, porque «no era como los demás» (Luc_18:9-14). Este recurso es importante para el autor, y al parecer era algo que esperaban sus lectores, precisamente porque quiere demostrar que fuera de las fronteras judías, el verdadero israelita debe mantener su comportamiento acorde con su fe, adaptándose a los lugares donde vive, pero no asimilándose en sus costumbres ni en el descuido espiritual y moral en que supuestamente viven los paganos.
La manera externa como el judío piadoso manifestaba sus convicciones de fe era la práctica de la limosna, el ayuno y la oración. Pero estamos todavía en una época en la cual se creía que estas prácticas de por sí sumaban méritos suficientes para llamarse a sí mismo «bueno» delante de los demás y, al mismo tiempo, deberían ser recompensadas por Dios a través de la multiplicación de los bienes materiales, el bienestar corporal y la abundancia de hijos. Estamos, pues, demasiado lejos todavía del auténtico concepto de la gracia por la cual apuesta Jesús cuando insta a sus discípulos a una «justicia superior» (Mat_5:20) y que en la reflexión teológica cristiana posterior se considera como teología de la gracia.