Tobías 3 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 17 versitos |
1 Profundamente afligido, sollocé, me eché a llorar y empecé a rezar entre sollozos:
2 Señor, tú eres justo; todas tus obras son justas;
tú actúas con misericordia y lealtad,
tú eres el juez del mundo.
3 Tú, Señor, acuérdate de mí y mírame;
no me castigues por mis pecados y mis errores
ni por los que mis padres cometieron delante de ti.
4 Ellos desoyeron tus mandamientos.
Y tú nos entregaste al saqueo, al destierro y a la muerte,
nos has hecho refrán, comentario y burla
de todas las naciones donde nos has dispersado.
5 Sí, todas tus sentencias son justas
cuando me tratas así por mis pecados,
porque no hemos cumplido tus mandatos
ni hemos procedido lealmente en tu presencia.
6 Haz ahora de mí lo que te guste.
Manda que me quiten la vida,
y desapareceré de la faz de la tierra
y en tierra me convertiré.
Porque más me vale morir que vivir
después de oír ultrajes que no merezco
y verme invadido de tristeza.
Manda, Señor, que yo me libre de esta prueba;
déjame marchar a la eterna morada
y no me apartes tu rostro, Señor.
Porque más me vale morir que vivir
pasando esta prueba y escuchando tales ultrajes.
7

La desgracia de Sara

Aquel mismo día, Sara, la hija de Ragüel, el de Ecbatana de Media, tuvo que soportar también los insultos de una criada de su padre;
8 porque Sara se había casado siete veces, pero el maldito demonio Asmodeo fue matando a todos los maridos, uno después de otro, cuando iban a unirse a ella. La criada le dijo:
– Eres tú la que matas a tus maridos. Te han casado ya con siete y no llevas el apellido ni siquiera de uno.
9 Que tus maridos hayan muerto no es razón para que nos castigues. ¡Ve a reunirte con ellos! ¡Y que jamás veamos ni un hijo ni una hija tuyos!
10 Entonces Sara, profundamente afligida, se echó a llorar y subió al piso de arriba de la casa, con intención de ahorcarse. Pero lo pensó otra vez, y se dijo:
–¡Van a echárselo en cara a mi padre! Le dirán que la única hija que tenía, tan querida, se ahorcó al verse hecha una desgraciada. Y mandaré a la tumba a mi anciano padre de puro dolor. Será mejor no ahorcarme, sino pedir al Señor la muerte, y así ya no tendré que oír más insultos.
11 Extendió las manos hacia la ventana y rezó:
Bendito eres, Dios misericordioso.
Bendito tu nombre por los siglos.
Que te bendigan todas tus obras por los siglos.
12 Hacia ti levanto ahora mi rostro y mis ojos.
13 Manda que yo desaparezca de la tierra
para no oír más insultos.
14 Tú sabes, Señor, que me conservo limpia
de todo pecado con varón,
15 conservo limpio mi nombre
y el de mi padre, en el destierro.
Soy hija única; mi padre no tiene
otro hijo que pueda heredarlo,
ni pariente próximo, o de la familia,
con quien poder casarme.
Ya se me han muerto siete,
¿para qué vivir más?
Si no quieres matarme, Señor, escucha cómo me insultan.
16 En el mismo momento, el Dios de la gloria escuchó la oración de los dos,
17 y envió a Rafael para sanarlos: a Tobit, limpiándole la vista, para que pudiera ver la luz de Dios, y a Sara, la de Ragüel, dándole como esposa a Tobías, hijo de Tobit, y librándola del maldito demonio Asmodeo. Porque Tobías tenía más derecho a casarse con ella que todos los pretendientes. En el mismo momento Tobit pasaba del patio a casa y Sara de Ragüel bajaba del piso de arriba.

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Introducción a Tobías

TOBÍAS

El libro. El libro de Tobías ha sido alabado por muchos comentadores de otros tiempos como lectura devota de familias cristianas; hoy no nos atrevemos a compartir semejante juicio. De hecho le costó afirmarse como libro canónico y, después, fue negado como tal por los reformadores protestantes. El argumento pudo ser entretenido y sorprendente, pero el autor no ha sabido desarrollarlo.
Es acertado el montaje paralelo del capítulo 4 y la no revelación de la personalidad del ángel; pero el ángel abusa de su saber para adelantar lo que va a suceder, matando periódicamente el interés narrativo. Hay una escena divertida, de humor macabro (8); algunos detalles pintorescos animan periódicamente el relato. Nos molesta la falta de tensión dramática, el fácil recurso a lo maravilloso, los discursos y plegarias insistentes, el recurso a las lágrimas para expresar la emoción. Son convenciones de época que hoy no funcionan.
Tobit llega a interesarnos. Rafael es como una «domesticación» de lo angélico, quiero decir que su misión pasa de la gran historia a un asunto familiar. Tobías es casi un antipersonaje, puesto para hacer preguntas y recibir instrucciones del ángel; sin haber luchado ni vencido, llega al colmo de la felicidad cuando hereda a padres y suegros.

Época y autor.
El libro parece escrito durante la era helenística, quizá bien entrado el s. III a.C. El autor es desconocido. Tiene todas las trazas de ser traducción griega de un original semítico, probablemente hebreo. La dicción es poco feliz y da la impresión de que ese defecto no se debe exclusivamente al traductor.

Mensaje religioso.
La espiritualidad del libro se inscribe bajo el lema de la «observancia». Tobit realiza actos heroicos enterrando a sus compatriotas; pero da la impresión de que para el autor no era menos importante lavarse las manos antes de comer. La estima de la limosna es notable, pero no menos se aprecian las riquezas que acarrea. La preocupación por casarse dentro de la familia parece excesiva, la boda es ante todo una cuestión legal. Varias veces se cita un precepto o se alude a él para justificar alguna acción del libro, que de este modo se convierte en ilustración narrativa de la Ley.
Por otra parte, las oraciones expresan una piedad auténtica de agradecimiento y confianza en Dios. El hijo sana al padre devolviéndole la luz que es la vida. Como continuidad de la familia, encarna la comunidad de la tribu, de la nación. El ángel establece, en función del pueblo, la bendición genesíaca y patriarcal de la fecundidad. Sara es como una matriarca amenazada, la mujer predestinada que espera al varón.
El destierro y la diáspora nada podrán contra los vínculos de lealtad a Dios, a su ley, a los compatriotas. En el confín de la esperanza, emerge Jerusalén.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Tobías 3,1-6La desgracia de Tobit. Sobre Tobit se abaten las desgracias en tres olas sucesivas: la fiesta turbada, la pérdida de la vista, la pérdida de la paz familiar. La primera provoca los comentarios burlones de los vecinos, la segunda excita la compasión de los parientes y la tercera hace estallar los reproches de su mujer. El primer comentario podría debilitar la fe de Tobit si la Escritura recordada no fortificara su convicción (2,5). El tercero, que afronta el problema de la retribución, pone a dura prueba la fe de Tobit (2,14). De la profundidad de su dolor brotará la súplica del capítulo 3. El relato procede con fluidez, velocidad y eficacia. En este capítulo, con la plegaria de 3,1-6, confluyen dos influjos patentes: El de Job, honrado e inocente, sobre quien se abaten desgracias; y las confesiones postexílicas, que en boca de un inocente adquieren nuevo sentido. Con esto se aclara la función del capítulo precedente. Tenía que quedar claro que Tobit es inocente, que sufre sin culpa, que es probado por Dios y supera la prueba. El principio de la retribución no actúa inmediata ni mecánicamente.


Tobías 3,7-17La desgracia de Sara. Aparece en lugar diferente pero simultáneamente, otro personaje que tiene motivos suficientes para estar afligido y triste. Se trata de Sara, una piadosa judía que en siete matrimonios no ha podido consumar ni uno, pues un demonio, Asmodeo, ha ido matando a cada marido en el momento de la unión marital. La joven es duramente criticada por alguien del servicio doméstico, lo cual es considerado por ella como una humillación y, en el mismo tono que Tobit, se dirige a Dios para pedirle fervientemente ser quitada del mundo de los vivos. La oración de ambos conmueve a Dios y el autor nos anticipa que, como efecto de sus súplicas, un ángel vendrá a encargarse de ambos creyentes (16s).
Una lectura superficial nos llevaría a ver en Tobit y en Sara actitudes desesperadas, pues ambos desean su propia muerte para verse libres de sus tribulaciones y, sobre todo, de los reproches e injurias de amigos y parientes. Pero la realidad es que ambas plegarias dejan traslucir un profundo espíritu de fe, humildad y conformidad con la voluntad de Dios. Esas expresiones un poco desesperanzadas están pronunciadas más por vía de desahogo que por falta de fe. En el caso de Tobit, su preocupación desborda en ocasiones el ámbito de lo personal para interesarse por el pueblo en general.