Tobías 5 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 22 versitos |
1

El guía desconocido

Tobías respondió a su padre, Tobit:
– Padre, haré lo que me has dicho.
2 Pero, ¿cómo podré recuperar ese dinero de Gabael, si ni él me conoce ni yo a él? ¿Qué contraseña puedo darle para que me reconozca y se fíe de mí y me dé el dinero? Además, no conozco el camino de Media.
3 Tobit le dijo:
– Gabael me dio un recibo, y yo le di el mío; firmamos los dos el contrato, después lo rompí por la mitad y tomamos cada uno una parte, de modo que una quedó con el dinero. ¡Ya hace veinte años que dejé en depósito ese dinero! Bien, hijo, búscate un hombre de confianza que pueda acompañarte, y le pagaremos por todo lo que dure el viaje. Vete a recuperar ese dinero.
4 Tobías salió a buscar un guía experto que lo acompañase a Media. Cuando salió se encontró con el ángel Rafael, parado; pero no sabía que era un ángel de Dios.
5 Le preguntó:
–¿De dónde eres, buen hombre?
Respondió:
– Soy un israelita compatriota tuyo y he venido aquí buscando trabajo.
Tobías le preguntó:
–¿Sabes por dónde se va a Media?
6 Rafael le dijo:
– Sí. He estado allí muchas veces y conozco muy bien todos los caminos. He ido a Media con frecuencia, parando en casa de Gabael, uno de nuestros hermanos que vive en Ragués de Media. Ragués está a dos días enteros de camino desde Ecbatana, porque queda en la montaña.
7 Entonces Tobías le dijo:
– Espérame aquí, buen hombre, mientras voy a decírselo a mi padre. Porque necesito que me acompañes; ya te lo pagaré.
8 El otro respondió:
– Bueno, espero aquí, pero no te entretengas.
9 Tobías fue a informar a su padre, Tobit:
– Mira, he encontrado a un israelita compatriota nuestro.
Tobit le dijo:
– Llámamelo, que yo me entere de qué familia y de qué tribu es, y a ver si es de confianza para acompañarte, hijo.
10 Tobías salió a llamarlo:
– Buen hombre, mi padre te llama.
Cuando entró, Tobit se adelantó a saludarlo. El ángel le respondió:
–¡Que tengas salud!
Pero Tobit comentó:
–¿Qué salud puedo tener? Soy un ciego que no ve la luz del día. Vivo en la oscuridad, como los muertos, que ya no ven la luz. Estoy muerto en vida: oigo hablar a la gente, pero no la veo.
El ángel le dijo:
–Ánimo, Dios te sanará pronto; ánimo.
Entonces Tobit le preguntó:
– Mi hijo Tobías quiere ir a Media. ¿Podrías acompañarlo como guía? Yo te lo pagaré, amigo.
Él respondió:
– Sí. Conozco todos los caminos. He ido a Media muchas veces, he atravesado sus llanuras y sus montañas; sé todos los caminos.
11 Tobit le preguntó:
– Amigo, ¿de qué familia y de qué tribu eres? Dímelo.
12 Rafael respondió:
–¿Qué falta te hace saber mi tribu?
Tobit dijo:
– Amigo, quiero saber exactamente tu nombre y apellido.
13 Rafael respondió:
– Soy Azarías, hijo del ilustre Ananías, compatriota tuyo.
14 Entonces Tobit le dijo:
–¡Seas bienvenido, amigo! No te me enfades si he querido saber exactamente de qué familia eres. Ahora resulta que tú eres pariente nuestro, y de muy buena familia. Yo conozco a Ananías y a Natán, los dos hijos del ilustre Semeyas. Iban conmigo a adorar a Dios en Jerusalén, y no se han apartado del buen camino. Los tuyos son buena gente. Bienvenido, hombre; eres de una familia excelente.
15 Y añadió:
– Te daré como paga una dracma diaria y tendrás todo lo que necesites, lo mismo que mi hijo.
16 Acompáñale, y ya añadiré algo a la paga.
17 Rafael respondió:
– Lo acompañaré. No tengas miedo: sanos marchamos y sanos volveremos; el camino es seguro.
Tobit le dijo:
– Amigo, Dios te lo pague.
Luego llamó a Tobías y le habló así:
– Hijo, prepara el viaje y vete con tu pariente. Que el Dios del cielo los proteja allá y los traiga de nuevo sanos y salvos. Que su ángel los acompañe con su protección, hijo.
Tobías besó a su padre y a su madre y emprendió la marcha, mientras Tobit le decía:
–¡Buen viaje!
18 Pero la madre se echó a llorar, y dijo a Tobit:
–¿Por qué has mandado a mi hijo? ¡Él, que era nuestro apoyo, que lo teníamos siempre cerca!
19 El dinero no es más que dinero, es basura en comparación con nuestro hijo.
20 ¡Nos bastaba vivir con lo que Dios nos daba!
21 Tobit le dijo:
– No te preocupes. Nuestro hijo ha marchado sano y salvo, y sano y salvo volverá. Lo verás con tus ojos el día que regrese sano y salvo.
22 No te preocupes ni temas por ellos, mujer, que un ángel bueno lo acompañará, le dará un viaje feliz y lo traerá sano y salvo. Y ella dejó de llorar.

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Introducción a Tobías

TOBÍAS

El libro. El libro de Tobías ha sido alabado por muchos comentadores de otros tiempos como lectura devota de familias cristianas; hoy no nos atrevemos a compartir semejante juicio. De hecho le costó afirmarse como libro canónico y, después, fue negado como tal por los reformadores protestantes. El argumento pudo ser entretenido y sorprendente, pero el autor no ha sabido desarrollarlo.
Es acertado el montaje paralelo del capítulo 4 y la no revelación de la personalidad del ángel; pero el ángel abusa de su saber para adelantar lo que va a suceder, matando periódicamente el interés narrativo. Hay una escena divertida, de humor macabro (8); algunos detalles pintorescos animan periódicamente el relato. Nos molesta la falta de tensión dramática, el fácil recurso a lo maravilloso, los discursos y plegarias insistentes, el recurso a las lágrimas para expresar la emoción. Son convenciones de época que hoy no funcionan.
Tobit llega a interesarnos. Rafael es como una «domesticación» de lo angélico, quiero decir que su misión pasa de la gran historia a un asunto familiar. Tobías es casi un antipersonaje, puesto para hacer preguntas y recibir instrucciones del ángel; sin haber luchado ni vencido, llega al colmo de la felicidad cuando hereda a padres y suegros.

Época y autor.
El libro parece escrito durante la era helenística, quizá bien entrado el s. III a.C. El autor es desconocido. Tiene todas las trazas de ser traducción griega de un original semítico, probablemente hebreo. La dicción es poco feliz y da la impresión de que ese defecto no se debe exclusivamente al traductor.

Mensaje religioso.
La espiritualidad del libro se inscribe bajo el lema de la «observancia». Tobit realiza actos heroicos enterrando a sus compatriotas; pero da la impresión de que para el autor no era menos importante lavarse las manos antes de comer. La estima de la limosna es notable, pero no menos se aprecian las riquezas que acarrea. La preocupación por casarse dentro de la familia parece excesiva, la boda es ante todo una cuestión legal. Varias veces se cita un precepto o se alude a él para justificar alguna acción del libro, que de este modo se convierte en ilustración narrativa de la Ley.
Por otra parte, las oraciones expresan una piedad auténtica de agradecimiento y confianza en Dios. El hijo sana al padre devolviéndole la luz que es la vida. Como continuidad de la familia, encarna la comunidad de la tribu, de la nación. El ángel establece, en función del pueblo, la bendición genesíaca y patriarcal de la fecundidad. Sara es como una matriarca amenazada, la mujer predestinada que espera al varón.
El destierro y la diáspora nada podrán contra los vínculos de lealtad a Dios, a su ley, a los compatriotas. En el confín de la esperanza, emerge Jerusalén.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Tobías 5,1-23El guía desconocido. A partir de este momento interviene en forma directa la mediación divina, encarnada en un extraño personaje que desafortunadamente el narrador identifica de inmediato como el ángel Rafael, quien se hace el encontradizo con Tobías. Ni Tobías ni su padre caen en la cuenta que se trata de un enviado de Dios, pero a partir de ahora todo saldrá bien, sin ningún tipo de inconveniente, pues la presencia del ángel hace que todo se resuelva fácil y favorablemente. Sería la manera de decir que «a quien anda con Dios todo le sale bien», pero podría haberse hecho de una manera menos obvia y un poco más realista, pues en la cotidianidad de la vida, aunque nuestro propósito sea siempre «caminar con Dios», hay siempre desvíos, tropiezos, incertidumbres, dudas y hasta fracasos que por fortuna son ingredientes que ayudan a madurar la fe. Por aquí se podría entender la ceguera de Tobit y, por qué no, la de Pablo de Tarso (Hch_9:7-9). Es lo que los grandes místicos denominan la «noche oscura».