Tobías 9 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 6 versitos |
1 Entonces Tobías llamó a Rafael, y le dijo:
2 – Amigo Azarías, vete a Ragués con cuatro servidores y dos camellos.
3 Llégate a casa de Gabael, dale el recibo, carga el dinero y a él te lo traes a la boda.
4 Ya sabes que mi padre estará contando los días, y basta que me retrase un día para darle un disgusto. Y ya ves que tampoco puedo quebrantar el juramento de Ragüel.
5 Rafael marchó a Ragués de Media con los cuatro servidores y los dos camellos, y se hospedaron en casa de Gabael. Rafael le entregó el recibo y le habló de Tobías, hijo de Tobit: que se había casado y que lo invitaba a la boda. Gabael contó inmediatamente las bolsas de dinero con los sellos intactos y los cargaron.
6 De madrugada partieron juntos para ir a la boda. Al llegar a casa de Ragüel encontraron a Tobías sentado a la mesa. Se levantó y saludó a Gabael lloró y lo bendijo con estas palabras:
–¡Qué buen hijo de un padre excelente, honrado y caritativo! Que el Señor te bendiga con bendiciones del cielo, y también a tu mujer y a tus suegros. Bendito sea Dios, que me ha permitido ver el vivo retrato de mi primo Tobit.

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Introducción a Tobías

TOBÍAS

El libro. El libro de Tobías ha sido alabado por muchos comentadores de otros tiempos como lectura devota de familias cristianas; hoy no nos atrevemos a compartir semejante juicio. De hecho le costó afirmarse como libro canónico y, después, fue negado como tal por los reformadores protestantes. El argumento pudo ser entretenido y sorprendente, pero el autor no ha sabido desarrollarlo.
Es acertado el montaje paralelo del capítulo 4 y la no revelación de la personalidad del ángel; pero el ángel abusa de su saber para adelantar lo que va a suceder, matando periódicamente el interés narrativo. Hay una escena divertida, de humor macabro (8); algunos detalles pintorescos animan periódicamente el relato. Nos molesta la falta de tensión dramática, el fácil recurso a lo maravilloso, los discursos y plegarias insistentes, el recurso a las lágrimas para expresar la emoción. Son convenciones de época que hoy no funcionan.
Tobit llega a interesarnos. Rafael es como una «domesticación» de lo angélico, quiero decir que su misión pasa de la gran historia a un asunto familiar. Tobías es casi un antipersonaje, puesto para hacer preguntas y recibir instrucciones del ángel; sin haber luchado ni vencido, llega al colmo de la felicidad cuando hereda a padres y suegros.

Época y autor.
El libro parece escrito durante la era helenística, quizá bien entrado el s. III a.C. El autor es desconocido. Tiene todas las trazas de ser traducción griega de un original semítico, probablemente hebreo. La dicción es poco feliz y da la impresión de que ese defecto no se debe exclusivamente al traductor.

Mensaje religioso.
La espiritualidad del libro se inscribe bajo el lema de la «observancia». Tobit realiza actos heroicos enterrando a sus compatriotas; pero da la impresión de que para el autor no era menos importante lavarse las manos antes de comer. La estima de la limosna es notable, pero no menos se aprecian las riquezas que acarrea. La preocupación por casarse dentro de la familia parece excesiva, la boda es ante todo una cuestión legal. Varias veces se cita un precepto o se alude a él para justificar alguna acción del libro, que de este modo se convierte en ilustración narrativa de la Ley.
Por otra parte, las oraciones expresan una piedad auténtica de agradecimiento y confianza en Dios. El hijo sana al padre devolviéndole la luz que es la vida. Como continuidad de la familia, encarna la comunidad de la tribu, de la nación. El ángel establece, en función del pueblo, la bendición genesíaca y patriarcal de la fecundidad. Sara es como una matriarca amenazada, la mujer predestinada que espera al varón.
El destierro y la diáspora nada podrán contra los vínculos de lealtad a Dios, a su ley, a los compatriotas. En el confín de la esperanza, emerge Jerusalén.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Tobías 9,1-6La boda de Sara. Podemos descomponer esta sección en varias escenas: la llegada directa a casa de Ragüel y acogida de los huéspedes tal como lo «manda» el rito de la hospitalidad oriental (7,1-8); los arreglos de la boda; Tobías ya amaba de oídas a Sara y no quiere dejar pasar esta noche para unirse a ella (7,9-17). El exorcismo con el hígado del pescado, da como resultado la huída de Asmodeo, demonio responsable de las muertes de siete pretendientes que intentaron unirse a Sara, y su encadenamiento por parte de Rafael a kilómetros de distancia (8,1-4). Esta escena se completa con la oración de Tobías y Sara (8,5-8). Se entremezcla aquí una escena, según algunos comentaristas, de puro humor macabro: Ragüel, «habituada» ya a enterrar los maridos de su hija, siete en total, cava una fosa para enterrar secretamente al octavo; sin embargo, los espías del cuarto nupcial anuncian gozosos que Tobías permanece con vida después de haber consumado el matrimonio con Sara (8,10-18). Finalmente tenemos la escena de la recuperación del dinero, motivo del viaje de Tobías, pero cuya misión cumple Rafael (9,1-6). Todo termina en ambiente de fiesta de bodas en casa de Ragüel.
El denominador común de esta secuencia de escenas, como puede verse, es el exagerado providencialismo. Todo se va realizando con una extraordinaria facilidad, como que es Dios, por mano de su ángel, el que va dirigiendo y realizando todo según el querer de los actores. Estos motivos fueron muy apreciados en una época en la cual se creía que es así como Dios actúa, desplazando al hombre y evitándole cualquier esfuerzo. Sin embargo, hoy no entendemos las cosas así; sin desconfiar en la Providencia, en la cual el mismo Jesús nos invita a confiar (Luc_12:22-31; Mat_6:25-34), porque es verdad que existe y actúa en nuestra historia y en nuestra cotidianidad, también hay que volver la mirada a nuestra propia responsabilidad y acción sobre los acontecimientos que afectan a nuestras vidas.