Judith 1 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 16 versitos |
1

JUDIT
Planes de Nabucodonosor

Era el año doce del reinado de Nabucodonosor, rey de Asiria, en la capital, Nínive. Por entonces, Arfaxad era rey de los medos en Ecbatana;
2 éste había construido alrededor de Ecbatana murallas de piedras talladas que medían un metro y medio de ancho por tres de largo; las murallas tenían una altura de treinta y cinco metros y una anchura de veinticinco;
3 las puertas tenían una altura de treinta y cinco metros y una anchura de veinte, para que pudieran pasar las fuerzas de su ejército y desfilar su infantería;
4 sobre las puertas levantó unas torres de cincuenta metros de alto por treinta de ancho en los cimientos.
5 En aquellos días, el rey Nabucodonosor luchó contra el rey Arfaxad en la gran llanura, es decir, la llanura que hay en el término de Ragau.
6 Se le unieron todos los habitantes de la región montañosa, todos los que vivían en las riberas del Éufrates, del Tigris y del Hidaspe, y en la llanura que estaban bajo el dominio de Arioc, rey de Elimaida. Así, se aliaron muchas naciones para combatir contra los hijos de Jeleud.
7 Nabucodonosor, rey de Asiria, despachó embajadores a Persia y a las naciones de occidente, a Cilicia, Damasco, el Líbano y el Antilíbano; a los habitantes del litoral
8 y a los pueblos del Carmelo, Galaad, la alta Galilea y la gran llanura de Esdrelón;
9 a los de Samaría y sus ciudades; a los de Cisjordania hasta Jerusalén, Batané, Jelús, Cades, y el río de Egipto, Tafnés, Ramsés y todo Gosén,
10 hasta más allá de Tanis y Menfis, y a todos los egipcios, hasta la frontera de Nubia.
11 Todo el mundo despreció la embajada de Nabucodonosor, rey de Asiria, y no se aliaron con él, y es que no le tenían miedo, porque lo consideraban como un hombre sin aliados. Así que despidieron a sus embajadores con las manos vacías y humillados.
12 Nabucodonosor se encolerizó contra todas aquellas regiones y juró, por su trono y por su imperio, vengarse de todo el territorio de Cilicia, Damasco y Siria, y pasar a cuchillo a todos los moabitas, amonitas, judíos y a todo Egipto, hasta la frontera de los dos mares.
13 El año diecisiete presentó batalla al rey Arfaxad, y lo venció en el combate, aplastando todo su ejército, su caballería y sus carros.
14 Se apoderó de sus ciudades, llegó hasta Ecbatana, tomó sus torres y saqueó sus calles, convirtiendo en humillación la hermosura de la ciudad.
15 A Arfaxad lo capturó en los montes de Ragau, lo acribilló a flechazos y así acabó con él para siempre.
16 Luego se volvió con toda su gente, una inmensa multitud de soldados. Y allá él y su ejército, se dedicaron a descansar y divertirse durante ciento veinte días.

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Introducción a Judith

JUDIT

Contexto histórico. Siempre tuvo Israel que enfrentarse con culturas extranjeras, sin perder su identidad o casi recreándola por contraste. Fue relativamente fácil con la cultura egipcia, cananea, babilónica, etc., pero la penetración y difusión del helenismo plantea al pueblo una de sus mayores crisis históricas.
El helenismo representa algo nuevo, sobre todo como irradiación de una cultura atractiva y fascinadora. Si las armas de Alejandro Magno vencieron, la cultura helénica convence. ¿Será una amenaza para Israel, para ese pueblo extraño que vive separado de los demás? ¿Podrá asimilar Israel la cultura griega del helenismo como un día asimiló la cultura cananea?
Hay que distinguir, a corto plazo, dos épocas en el desafío del helenismo. En la primera etapa, algunos espíritus críticos saben volver su mirada inquisitiva y crítica sobre sus propias tradiciones y doctrinas. A esta época podrían pertenecer el libro de Jonás y el Eclesiastés. Sin embargo, la posible asimilación pacífica queda violentamente truncada por la conjunción de dos fuerzas: los excesos de los círculos progresistas y la opresión de un tirano extranjero, Antíoco IV Epífanes, el gran enemigo del pueblo judío, del que hablan los libros de los Macabeos y al que parece referirse el libro de Judit.

El libro de Judit. En estas circunstancias, durante los azares de la rebelión de los Macabeos, nuestro autor anónimo se pone a componer una historia -probablemente hacia finales del s. II a.C.- que sirva para animar a la resistencia. Será una historia conocida y nueva, ideal y realizable; sonará a cosa vieja, pero tendrá una clave de lectura en el momento actual. La acumulación de datos precisos le sirve para enmascarar la referencia peligrosa a los hechos del día; los lectores de la época entendían fácilmente ese guiño malicioso, que suena ya en el nombre de la protagonista («La Judía»).
El argumento, reducido a esqueleto, es de pura ascendencia bíblica, aunque es nuevo el hecho de que el pueblo no haya pecado. Tradicional es el motivo de la mujer que seduce y vence al enemigo (Yael-Sísara, Dalila-Sansón); Judit toma algunos rasgos proféticos, denunciando a los jefes su falta de confianza, presentándose a Holofernes como confidente de Dios. También son tradicionales los motivos del extranjero alabando a Israel, el descubrimiento del asesinato, las danzas y el canto de victoria, la soberbia del extranjero agresor, el castigo del enemigo por la noche y la liberación por la mañana.
A esto se añade la abundante fraseología tradicional, que sumerge al lector en un lenguaje familiar, bastante concentrado. Este recurso literario tiene una función decisiva: el pasado todavía es presente y puede volver a repetirse, incluso adoptando formas nuevas.
El autor narra los hechos con amplitud, en proceso cronológico lineal (salvo dos síntesis históricas). Es maestro en el arte de sustentar y estrechar la acción, en la creación de escenas sugerentes, en la aceleración rítmica cuando llega el momento culminante. Descuella su manejo de la ironía a diversos niveles: caracterización de Nabucodonosor y Holofernes, las palabras de Judit al general enemigo, las alusiones del autor al partido colaboracionista.
En su estilo destaca el amor a las enumeraciones que expresan riqueza, extensión, universalidad, y la expresión enfática, retórica, y los discursos que piden una recitación dramática.

Texto. A través de la complicada y literal traducción griega es fácil, muchas veces, leer el texto del original hebreo que se encuentra detrás, con suficiente seguridad para mejorar dicha traducción.

Mensaje religioso. Es la destacada personalidad de Judit, «La Judía», la que encarna el mensaje religioso del libro, personalidad más simbólica que individual. Judit es encarnación del pueblo, como novia (por la belleza) y como madre, según la tradición profética. Encarna la piedad y fidelidad al Señor y la confianza en Dios, el valor con la sagacidad. Es una figura ideal que podrá inspirar a cualquier hijo de Israel. Como viuda puede representar el sufrimiento del pueblo, aparentemente abandonado de su Señor (Is 49 y 54); puede concentrar toda su fidelidad en el único Señor del pueblo. No teniendo hijos físicos, puede asumir la maternidad de todo el pueblo y convertirse en «bienhechora de Israel». Judit aconseja como Débora, hiere como Yael, canta como María.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Judith 1,1-161:1-7:32 La gran amenaza. Esta primera parte del libro gira en torno a la creciente amenaza que se cierne sobre el pueblo judío. El emperador no se contenta con imponerse como mandatario único, sino, además, como dios, con todo lo que ello implica. Así pues, esta pieza literaria, aunque cargada de ficción, se convierte en una invitación a resistir a todo aquello que por encima de Dios, pretende imponerse como única alternativa de vida en el mundo. Ayer fueron emperadores y reyes, hoy son gobernantes elegidos, a veces por voto popular, sin títulos demasiado pomposos, pero con herramientas tan poderosas y mortales como las ideologías o corrientes políticas y económicas actuales... Estos imperios se presentan como única tabla de salvación en el caos mundial que ellos mismos promueven y estimulan con fines nacionalistas y particulares.

1:1:16 Planes de Nabucodonosor. Desde el primer versículo el autor está pidiendo a sus lectores que no tomen la narración como historia objetiva. Los dos nombres reales están históricamente descoyuntados, mostrando que representan una ficción. Nabucodonosor no reinó en Nínive como rey de Asiria, sino en Babilonia, como rey del imperio babilónico. Arfaxad es, según Gén_10:22.24, descendiente de Sem y, según la tradición, fue el antecesor de los caldeos, a los que perteneció Nabucodonosor. En consecuencia, el comienzo del libro nos ahorra de golpe todo trabajo de identificación histórica y nos orienta hacia una lectura de ficción cargada de simbolismo. Nótese, por ejemplo, la expresión simbólica, «convertiendo en humillación la hermosura de la ciudad» (14), que es importante en el libro. Las ciudades, especialmente las capitales, son como doncellas por la belleza; conquistarlas es un poco como violarlas, deshonrarlas. En el libro aparecerá otra mujer bella que el enemigo quiere inútilmente poseer y deshonrar (2Cr_13:16).