Judith 4 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 15 versitos |
1

Resistencia israelita

Cuando los israelitas de Judea se enteraron de lo que Holofernes, comandante en jefe del ejército de Nabucodonosor, rey de Asiria, había hecho a aquellas naciones, saqueando y destruyendo sus templos
2 se aterrorizaron, temblando por Jerusalén y el templo de su Dios,
3 porque acababan de volver del destierro y hacía poco que el pueblo se había reagrupado en Judea, y ya habían consagrado el ajuar, el altar y el edificio del templo, que habían sido profanados.
4 Mandaron aviso por todo el territorio de Samaría: Coná, Bet-Jorón, Belmain, Jericó, Joba, Asora y el valle de Salén.
5 Ocuparon las cumbres de los montes más altos, fortificaron los poblados de aquella sierra e hicieron acopio de provisiones con vistas a la guerra, ya que hacía poco que habían terminado la cosecha.
6 Joaquín, que era entonces el sumo sacerdote en Jerusalén, escribió a los habitantes de Betulia y Betomestain, que queda frente a Esdrelón, ante la llanura cercana a Dotán,
7 mandándoles ocupar las subidas de la montaña. Por allí pasaba el camino a Judea y era fácil cortar el paso a los invasores, porque el desfiladero era tan estrecho que sólo se podía pasar de dos en dos.
8 Los israelitas obedecieron al sumo sacerdote, Joaquín, y al Consejo de los ancianos, que tenía sus sesiones en Jerusalén.
9 Todos los israelitas clamaron fervientemente a Dios, humillándose ante él.
10 Ellos y sus mujeres, hijos y ganados, los forasteros, criados y jornaleros, se vistieron de sayal.
11 Y los que vivían en Jerusalén, incluso mujeres y niños, se postraron ante el templo, cubierta la cabeza con ceniza, extendiendo el sayal ante el Señor.
12 Cubrieron el altar con un sayal y gritaron a una voz, fervientemente, al Dios de Israel, pidiéndole que no entregara sus hijos al pillaje, ni sus mujeres al cautiverio, ni a la destrucción las ciudades que habían heredado, ni el templo a la profanación y las burlas humillantes de los gentiles.
13 El Señor escuchó sus plegarias y se fijó en su tribulación. En toda Judea la gente ayunó muchos días seguidos, y también en Jerusalén, ante el templo del Señor Todopoderoso.
14 El sumo sacerdote, Joaquín, todos los sacerdotes y ministros al servicio del Señor ofrecían el holocausto diario, las ofrendas y dones voluntarios de la gente, ceñidos con sayal
15 y con ceniza en sus turbantes, y gritaban al Señor con todas sus fuerzas para que protegiera a la casa de Israel.

Patrocinio

 
 

Introducción a Judith

JUDIT

Contexto histórico. Siempre tuvo Israel que enfrentarse con culturas extranjeras, sin perder su identidad o casi recreándola por contraste. Fue relativamente fácil con la cultura egipcia, cananea, babilónica, etc., pero la penetración y difusión del helenismo plantea al pueblo una de sus mayores crisis históricas.
El helenismo representa algo nuevo, sobre todo como irradiación de una cultura atractiva y fascinadora. Si las armas de Alejandro Magno vencieron, la cultura helénica convence. ¿Será una amenaza para Israel, para ese pueblo extraño que vive separado de los demás? ¿Podrá asimilar Israel la cultura griega del helenismo como un día asimiló la cultura cananea?
Hay que distinguir, a corto plazo, dos épocas en el desafío del helenismo. En la primera etapa, algunos espíritus críticos saben volver su mirada inquisitiva y crítica sobre sus propias tradiciones y doctrinas. A esta época podrían pertenecer el libro de Jonás y el Eclesiastés. Sin embargo, la posible asimilación pacífica queda violentamente truncada por la conjunción de dos fuerzas: los excesos de los círculos progresistas y la opresión de un tirano extranjero, Antíoco IV Epífanes, el gran enemigo del pueblo judío, del que hablan los libros de los Macabeos y al que parece referirse el libro de Judit.

El libro de Judit. En estas circunstancias, durante los azares de la rebelión de los Macabeos, nuestro autor anónimo se pone a componer una historia -probablemente hacia finales del s. II a.C.- que sirva para animar a la resistencia. Será una historia conocida y nueva, ideal y realizable; sonará a cosa vieja, pero tendrá una clave de lectura en el momento actual. La acumulación de datos precisos le sirve para enmascarar la referencia peligrosa a los hechos del día; los lectores de la época entendían fácilmente ese guiño malicioso, que suena ya en el nombre de la protagonista («La Judía»).
El argumento, reducido a esqueleto, es de pura ascendencia bíblica, aunque es nuevo el hecho de que el pueblo no haya pecado. Tradicional es el motivo de la mujer que seduce y vence al enemigo (Yael-Sísara, Dalila-Sansón); Judit toma algunos rasgos proféticos, denunciando a los jefes su falta de confianza, presentándose a Holofernes como confidente de Dios. También son tradicionales los motivos del extranjero alabando a Israel, el descubrimiento del asesinato, las danzas y el canto de victoria, la soberbia del extranjero agresor, el castigo del enemigo por la noche y la liberación por la mañana.
A esto se añade la abundante fraseología tradicional, que sumerge al lector en un lenguaje familiar, bastante concentrado. Este recurso literario tiene una función decisiva: el pasado todavía es presente y puede volver a repetirse, incluso adoptando formas nuevas.
El autor narra los hechos con amplitud, en proceso cronológico lineal (salvo dos síntesis históricas). Es maestro en el arte de sustentar y estrechar la acción, en la creación de escenas sugerentes, en la aceleración rítmica cuando llega el momento culminante. Descuella su manejo de la ironía a diversos niveles: caracterización de Nabucodonosor y Holofernes, las palabras de Judit al general enemigo, las alusiones del autor al partido colaboracionista.
En su estilo destaca el amor a las enumeraciones que expresan riqueza, extensión, universalidad, y la expresión enfática, retórica, y los discursos que piden una recitación dramática.

Texto. A través de la complicada y literal traducción griega es fácil, muchas veces, leer el texto del original hebreo que se encuentra detrás, con suficiente seguridad para mejorar dicha traducción.

Mensaje religioso. Es la destacada personalidad de Judit, «La Judía», la que encarna el mensaje religioso del libro, personalidad más simbólica que individual. Judit es encarnación del pueblo, como novia (por la belleza) y como madre, según la tradición profética. Encarna la piedad y fidelidad al Señor y la confianza en Dios, el valor con la sagacidad. Es una figura ideal que podrá inspirar a cualquier hijo de Israel. Como viuda puede representar el sufrimiento del pueblo, aparentemente abandonado de su Señor (Is 49 y 54); puede concentrar toda su fidelidad en el único Señor del pueblo. No teniendo hijos físicos, puede asumir la maternidad de todo el pueblo y convertirse en «bienhechora de Israel». Judit aconseja como Débora, hiere como Yael, canta como María.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Judith 4,1-15Resistencia israelita. El autor nos presenta un Israel unificado, regido por el sumo sacerdote y un senado. No hay rey. El Templo está en pie y ha sido de nuevo consagrado tras una profanación. Las noticias del avance de Holofernes equivalen a una calamidad nacional para Israel. Rápidamente se toman medidas de seguridad que buscan atajar el avance del enemigo aprovechando ventajas topográficas, a lo cual se suma la disposición espiritual y religiosa con que se proponen resistir: ayuno, penitencia, oración y sacrificios. En eso se involucra a toda la nación, inclusive a los animales.