Judith 6 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 21 versitos |
1

Condena y liberación de Ajior

Cuando se calmó el alboroto de los que rodeaban el consejo, Holofernes, general en jefe del ejército asirio, dijo a Ajior, en presencia de toda la tropa extranjera y todos los moabitas:
2 – Y, ¿quién eres tú, Ajior, y los mercenarios de Efraín para ponerte a profetizar así, diciendo que no luchemos contra los israelitas porque su Dios los protegerá? ¿Qué dios hay fuera de Nabucodonosor? Él va a enviar su poder y los exterminará de la superficie de la tierra, sin que su Dios pueda librarlos.
3 Nosotros, sus servidores, los aplastaremos como a un solo hombre. No podrán resistir el empuje de nuestra caballería. Los barreremos.
4 Los exterminaremos en sus lugares, sus montañas quedarán empapadas con su sangre, sus llanuras se llenarán de cadáveres. No podrán resistir ante nosotros, sino que perecerán totalmente, dice el rey Nabucodonosor, dueño de toda la tierra. Porque ha hablado, y no pronuncia palabras vacías.
5 Y en cuanto a ti, Ajior, mercenario amonita, que has dicho esas frases en un momento de sinrazón, no volverás a verme hasta que castigue a esa gente escapada de Egipto.
6 Entonces, cuando yo vuelva, la espada de mis soldados y la lanza de mis oficiales te traspasarán el costado, y caerás entre sus heridos.
7 Mis esclavos te van a llevar a la montaña y te dejarán en alguna ciudad de los desfiladeros;
8 no perecerás hasta que seas exterminado con ellos.
9 Y si por dentro confías en que no nos apoderaremos de ellos, no agaches la cabeza. Lo he dicho: no quedará una palabra sin cumplirse.
10 Después ordenó a los esclavos que estaban en la tienda que tomaran a Ajior y lo llevasen a Betulia para entregarlo a los israelitas.
11 Los esclavos lo prendieron y lo sacaron a la llanura, fuera del campamento. Luego, alejándose hacia la sierra, llegaron a las fuentes que hay bajo Betulia.
12 Al verlos, los de la ciudad empuñaron las armas y salieron de Betulia, que está en la cumbre del monte.
13 Como los honderos les impedían la subida disparándoles piedras, los de Holofernes se deslizaron por la ladera del monte, ataron a Ajior y lo dejaron tendido al pie del monte. Luego volvieron a presentarse a su jefe.
14 Los israelitas bajaron de la ciudad, se acercaron a Ajior, lo desataron, lo llevaron a Betulia y se lo presentaron a los jefes de la ciudad,
15 que eran, en aquel entonces, Ozías, de Micá, de la tribu de Simeón; Cabris, de Gotoniel, y Carmis, hijo de Melquiel.
16 Convocaron a todos los ancianos de la ciudad, y también los jóvenes y las mujeres fueron corriendo a la asamblea. Pusieron a Ajior en medio de la gente, y Ozías le preguntó qué había pasado.
17 Ajior respondió contándoles lo que habían hablado en el consejo de Holofernes: lo que dijo él ante la oficialidad asiria y las orgullosas amenazas de Holofernes contra Israel.
18 Todo el pueblo se postró en adoración a Dios, gritando:
19 – Señor, Dios del cielo, mira desde lo alto su soberbia y apiádate de la humillación de nuestro pueblo. Mira en este día a los que te están consagrados.
20 Después animaron a Ajior y lo felicitaron efusivamente.
21 Y, al acabar la asamblea, Ozías lo llevó a su casa y ofreció un convite a los ancianos. Toda aquella noche estuvieron implorando el auxilio del Dios de Israel.

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Introducción a Judith

JUDIT

Contexto histórico. Siempre tuvo Israel que enfrentarse con culturas extranjeras, sin perder su identidad o casi recreándola por contraste. Fue relativamente fácil con la cultura egipcia, cananea, babilónica, etc., pero la penetración y difusión del helenismo plantea al pueblo una de sus mayores crisis históricas.
El helenismo representa algo nuevo, sobre todo como irradiación de una cultura atractiva y fascinadora. Si las armas de Alejandro Magno vencieron, la cultura helénica convence. ¿Será una amenaza para Israel, para ese pueblo extraño que vive separado de los demás? ¿Podrá asimilar Israel la cultura griega del helenismo como un día asimiló la cultura cananea?
Hay que distinguir, a corto plazo, dos épocas en el desafío del helenismo. En la primera etapa, algunos espíritus críticos saben volver su mirada inquisitiva y crítica sobre sus propias tradiciones y doctrinas. A esta época podrían pertenecer el libro de Jonás y el Eclesiastés. Sin embargo, la posible asimilación pacífica queda violentamente truncada por la conjunción de dos fuerzas: los excesos de los círculos progresistas y la opresión de un tirano extranjero, Antíoco IV Epífanes, el gran enemigo del pueblo judío, del que hablan los libros de los Macabeos y al que parece referirse el libro de Judit.

El libro de Judit. En estas circunstancias, durante los azares de la rebelión de los Macabeos, nuestro autor anónimo se pone a componer una historia -probablemente hacia finales del s. II a.C.- que sirva para animar a la resistencia. Será una historia conocida y nueva, ideal y realizable; sonará a cosa vieja, pero tendrá una clave de lectura en el momento actual. La acumulación de datos precisos le sirve para enmascarar la referencia peligrosa a los hechos del día; los lectores de la época entendían fácilmente ese guiño malicioso, que suena ya en el nombre de la protagonista («La Judía»).
El argumento, reducido a esqueleto, es de pura ascendencia bíblica, aunque es nuevo el hecho de que el pueblo no haya pecado. Tradicional es el motivo de la mujer que seduce y vence al enemigo (Yael-Sísara, Dalila-Sansón); Judit toma algunos rasgos proféticos, denunciando a los jefes su falta de confianza, presentándose a Holofernes como confidente de Dios. También son tradicionales los motivos del extranjero alabando a Israel, el descubrimiento del asesinato, las danzas y el canto de victoria, la soberbia del extranjero agresor, el castigo del enemigo por la noche y la liberación por la mañana.
A esto se añade la abundante fraseología tradicional, que sumerge al lector en un lenguaje familiar, bastante concentrado. Este recurso literario tiene una función decisiva: el pasado todavía es presente y puede volver a repetirse, incluso adoptando formas nuevas.
El autor narra los hechos con amplitud, en proceso cronológico lineal (salvo dos síntesis históricas). Es maestro en el arte de sustentar y estrechar la acción, en la creación de escenas sugerentes, en la aceleración rítmica cuando llega el momento culminante. Descuella su manejo de la ironía a diversos niveles: caracterización de Nabucodonosor y Holofernes, las palabras de Judit al general enemigo, las alusiones del autor al partido colaboracionista.
En su estilo destaca el amor a las enumeraciones que expresan riqueza, extensión, universalidad, y la expresión enfática, retórica, y los discursos que piden una recitación dramática.

Texto. A través de la complicada y literal traducción griega es fácil, muchas veces, leer el texto del original hebreo que se encuentra detrás, con suficiente seguridad para mejorar dicha traducción.

Mensaje religioso. Es la destacada personalidad de Judit, «La Judía», la que encarna el mensaje religioso del libro, personalidad más simbólica que individual. Judit es encarnación del pueblo, como novia (por la belleza) y como madre, según la tradición profética. Encarna la piedad y fidelidad al Señor y la confianza en Dios, el valor con la sagacidad. Es una figura ideal que podrá inspirar a cualquier hijo de Israel. Como viuda puede representar el sufrimiento del pueblo, aparentemente abandonado de su Señor (Is 49 y 54); puede concentrar toda su fidelidad en el único Señor del pueblo. No teniendo hijos físicos, puede asumir la maternidad de todo el pueblo y convertirse en «bienhechora de Israel». Judit aconseja como Débora, hiere como Yael, canta como María.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Judith 6,1-21Condena y liberación de Ajior. Irónicamente los asirios, que pretenden condenar a Ajior a una muerte humillante cuando caiga el pueblo que él les ha dicho que tiene al mismo Dios por defensa, lo que están haciendo es salvarlo de la muerte. Ajior, tratado como un vendido a los judíos, es dejado en manos de los habitantes de Betulia, quienes lo acogen y lo escuchan alabándolo por la forma en la que se expresó ante los asirios. Este personaje podría ser símbolo de tantos prosélitos a quienes por un lado les atrajo la moral superior de Israel y por otro lado les repelió la cruel ambición de los poderosos.
La breve plegaria que encontramos en el versículo 19 es clave de toda la narración, la cual es a su vez cifra de toda una historia.