SABIDURÍA
El libro, el autor y fecha de composición. El título tradicional del libro, Sabiduría de Salomón, es justificado y capcioso. Justificado porque el libro pertenece al grupo o corriente «sapiencial», que se ampara al patronato de Salomón. Entronca con los Proverbios, parece polemizar contra el Eclesiastés, tiene coincidencias notables con Eclesiástico (Ben Sirá) y algún contacto con Job.
La sabiduría ocupa en el libro una posición altísima -en continuación con Prov 6 y Eclo 24-. Alta, pero no exclusiva ni central. A partir del capítulo 11 la sabiduría desaparece, salvo un par de menciones. En cambio, la justicia atraviesa el libro de cabo a rabo: justicia, injusticia, justos e injustos, juicio. Un título temático del libro sería: «A los gobernantes: sobre la justicia».
En cuanto a Salomón, aparece como ficción retórica en los capítulos 7-9. No hay otra razón interna para poner su nombre en el título. El autor es anónimo. Es muy probable que haya vivido en Alejandría. La fecha de composición parece ser el tiempo de Jesús, o algún decenio antes. Es cronológicamente el último libro del Antiguo Testamento. Tiene bastantes coincidencias con el Nuevo Testamento, sobre todo con san Pablo y su escuela.
Contexto cultural. El autor realiza en su tratado una conjunción de culturas: la griega y la semita. Está embebido en los escritos del Antiguo Testamento que lee en la traducción griega de los «Setenta» (LXX); lo que tiene tan asimilado le sale de muchas formas, controladas o espontáneas. Conoce también la cultura filosófica griega, especialmente su corriente estoica, filosofía en estado de cultura poco profunda. El autor aparece como mediador sereno de ambas tradiciones culturales.
Lo que sucede con el pensamiento, sucede también con el estilo. Los recursos hebreos del paralelismo, del comentario midrásico son patentes. No menos lo son los recursos griegos: palabras compuestas, exquisitas, multiplicación de sinónimos, adjetivación refinada, alteraciones, rimas, juegos de palabras. La simbiosis de una tradición hebrea con una alejandrina engendra una obra original, a veces recargada y reiterativa, artificiosa, con alardes de artesanía estilística, rica en sorpresas y agudezas de ingenio.
Tema del libro. El libro de la Sabiduría es el más importante tratado de «teología política» del Antiguo Testamento. Si preferimos, es un tratado sobre la justicia en el gobierno, con argumentación teológica y orientación doctrinal. Ni manual práctico ni tratado profano.
El tema de la justicia en el gobierno es de buena ascendencia sapiencial: «El trono se afianza con la justicia» ( Pro_16:12 ). Dirigirse a los gobernantes, israelitas o extranjeros, que quieran leer no es una fantasía desatinada. Lo habían hecho otros antes: Ester y el tercer libro de los Macabeos en forma narrativa, Daniel en clave apocalíptica. Quizás nuestro autor lo hace con una conciencia más lúcida y también con mayor acierto. No es extraño que su obra tuviera más lectores judíos que paganos, más súbditos que gobernantes; los que gobiernan son siempre menos.
El discurso sobre la justicia, sobre todo si es crítico, es provocado muchas veces por la práctica de la injusticia, sobre todo de la «injusticia establecida», de «los que dictan sentencias en nombre de la Ley» ( Sal_94:20 ). Aparte las persecuciones bien conocidas, por ejemplo, la de Tolomeo II, es probable que los judíos de la diáspora alejandrina tuvieran que sufrir discriminaciones, opresión y vejaciones a manos de gobernantes griegos o romanos; también pudieron sumarse a esos opresores algunos judíos renegados e influyentes.
El libro no especifica la raza de los destinatarios, pues quiere atravesar fronteras ( Sal_6:1 ); el libro no disimula su actitud crítica, que estriba en la justicia de Dios, en un «pensar recto del Señor» ( Sal_1:1 ). La denuncia profética se hace aquí crítica sapiencial.
A diferencia de los otros libros sapienciales, el autor de la Sabiduría se mueve ya en otro horizonte, el del destino inmortal del ser humano: «Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser» ( Sal_2:23 ). Es la clara respuesta a la angustia del mal y del dolor de Job y del Eclesiastés.
Es desde este horizonte que el autor nos habla de Dios como ser trascendente, omnipotente, creador de todo, pero también misericordioso y providente, cuya bondad rebasa los límites de Israel, abarcando a toda la familia humana: «a todos perdonas porque son tuyos, Señor, amigo de la vida» (11,26). Y también nos habla del ser humano, como el que debe rendir culto a Dios haciendo su voluntad y caminando por sus caminos, gracias al don de la Sabiduría o Palabra o Espíritu de Dios. Estamos ya en los umbrales de la «Gracia» del Evangelio.
Sabiduría 1,1-161:1-10:21 Juicio definitivo. El sabio y el necio son los dos polos sobre los que gravitan los temas desarrollados en esta primera sección. El primero es quien se reconoce formando parte de la creación de Dios; el segundo, por el contrario, confía exclusivamente en sus fuerzas y sólo busca su propio bien. Para el libro de la Sabiduría, el juicio de Dios caerá implacablemente sobre los malvados en forma de castigo.
Dos mil años después, este mensaje puede ser comprendido por los creyentes de forma nueva: conocen a Dios quienes se saben en sus manos, formando parte del plan que Él estableció desde antiguo para todos los hombres y las mujeres de la tierra.
1:1-16 La justicia es inmortal. El título «la justicia es inmortal» (15), resume el contenido de este capítulo y es al mismo tiempo la enseñanza de toda la obra. Para el libro de la Sabiduría hay una relación directa entre Dios, la justicia y la sabiduría, y en este primer capítulo se expone del siguiente modo:
Punto de partida (1). El libro se dirige a los gobernantes, ámbito común de los discursos sapienciales de la antigüedad (Sal_2:10; Pro_31:1s), y posiblemente también porque fue atribuido a Salomón. En realidad se ofrece a los judíos amenazados por el ambiente pagano -criticados, tal vez, por la aparente despreocupación de Dios-, a los que se exhorta a la práctica de la justicia como conjunto de actitudes agradables a Dios.
Desarrollo (2-12). Con la imagen de la sabiduría personificada (cfr. Pro_8:22-31) y asumiendo la función de los maestros (cfr. Prov 1-9) se describe el comportamiento recto (2-5) y el conocimiento que Dios tiene de todas las cosas (6-10), y se ofrecen un par de consejos para el creyente-justo-sabio (11s). Detrás está el problema típicamente sapiencial de las suertes cambiadas de los fieles y los malvados.
Conclusión (13-16). La solución definitiva se presenta al identificar la justicia con la vida y la inmortalidad (Pro_8:31.36; Hch_2:2-4), y la injusticia con la muerte y la separación definitiva de Dios (Apo_6:8; Apo_20:14). Los impíos son la heredad de la muerte, como Israel es la de Dios (Deu_32:9; Sal_16:5; Sal_73:26). La justicia, ya sea desde el punto de vista individual o colectivo, grita desde todos los lugares y desde todos los tiempos, y su voz se silencia con toda suerte de recursos. La sabiduría verdadera se hace eco de ello y pone a Dios por testigo mientras existan quienes sufran y quienes trabajen por ella.