Jueces 12 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 15 versitos |
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Guerra con los efraimitas

Los efraimitas se amotinaron, cruzaron el Jordán hacia el norte y fueron a protestarle a Jefté:
–¿Por qué marchaste a la guerra contra los amonitas y no nos llamaste a nosotros para que fuéramos contigo? Ahora vamos a prenderle fuego a tu casa contigo adentro.
2 Jefté les respondió:
– Cuando yo andaba reñido con los parientes y los amonitas me presionaban, les pedí ayuda, y no me ayudaron.
3 Entonces, viendo que no había quien viniera en mi auxilio, me jugué la vida, marché contra los amonitas, y el Señor me los entregó. ¿Por qué entonces vienen ahora a hacerme la guerra?
4 Luego juntó a todos los de Galaad y atacó a los efraimitas. Los galaaditas derrotaron a los efraimitas.
5 Ocuparon los vados del Jordán, cortándole el paso a Efraín. Y cuando los efraimitas fugitivos les pedían: ¡Déjanos pasar!, los galaaditas preguntaban: ¿Eres de Efraín?; el otro respondía: No;
6 y ellos le mandaban: Di cebada. Él decía sebada, porque no sabía pronunciar correctamente; entonces lo agarraban y lo degollaban junto a los vados del Jordán. Así murieron en aquella ocasión cuarenta y dos mil efraimitas.
7 Jefté gobernó a Israel seis años. Murió, y lo enterraron en su pueblo de Galaad.
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Jueces menores II

Después de él gobernó a Israel Ibsán, natural de Belén.
9 Tuvo treinta hijos y treinta hijas. A sus hijas las casó fuera y a sus hijos los casó con forasteras. Gobernó a Israel siete años.
10 Murió, y lo enterraron en Belén.
11 Después de él gobernó a Israel Elón, zabulonita. Gobernó a Israel diez años.
12 Murió, y lo enterraron en Ayalón, en el territorio de Zabulón.
13 Después de él gobernó a Israel Abdón, hijo de Hilel, natural del Piratón.
14 Tuvo cuarenta hijos y treinta nitos, cada uno de los cuales montaba un asno. Gobernó Israel ocho años.
15 Abdón, hijo de Hilel, natural de Piratón, murió, y lo enterraron en Piratón, de la serranía de Efraín, en el territorio de Saalín.

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Introducción a Jueces

JUECES

El título del libro es antiguo, aunque no original. Mientras el libro de Josué se centra en un único protagonista, que le da su nombre, este otro se reparte entre muchos protagonistas sucesivos, que quedan asumidos bajo un título común. «Juez» es un oficio bastante definido y homogéneo; en cambio, al leer el libro nos encontramos con jefes militares, una profetisa, un extraño soldado consagrado, un usurpador y varios jefes pacíficos mal definidos, entre otros. Para ganar en claridad podríamos reunir en un grupo a los personajes que intervienen militarmente contra la opresión o la agresión extranjera -los llamados jueces mayores-, y en otro, al resto, registrado en forma de lista en 10,1-5 y 12,8-15 -los jueces menores-. De estos últimos no se cuentan maravillosas hazañas, no han merecido cantos épicos; solamente se consigna que se sucedieron en el cargo de «jueces», lo ejercieron vitaliciamente durante veintitrés, veintidós, siete, diez, ocho años, murieron y fueron sepultados en su tierra. Estos personajes aparecen en una lista de fórmulas repetidas, con todas las apariencias de lista oficial, conservada quizás en los archivos de la administración judicial. En cambio, los «jueces mayores» no se suceden continuamente, sino que surgen cuando el Espíritu del Señor los arrebata; no dirimen litigios, sino vencen al enemigo en campaña abierta o con estratagemas; rehúsan un cargo vitalicio, como Gedeón (8,22s), o mueren relativamente jóvenes, como Sansón. El sociólogo Max Weber llamó a los mayores «jefes carismáticos», con una fórmula que ha hecho fortuna, porque contrapone la institución (jueces menores) al carisma (jueces mayores).

Composición y contexto histórico del libro. ¿Cómo se explica la unificación de este material heterogéneo? Podemos imaginarnos así el trabajo del autor que compuso el libro definitivo -sin bajar a muchos detalles-: Quiso llenar el espacio de vacío histórico que discurre en el suelo de Canaán antes de la monarquía, de manera que aparezca una continuidad. Para ello echa mano del material antiguo a su disposición: por una parte, «cantares de gesta» típicos de una edad heroica, transmitidos oralmente y recogidos en colecciones menores; por otra, una lista de funcionarios centrales, que representan una verdadera institución. Con estos materiales heterogéneos construye una historia seguida, una cronología sin huecos. Realiza un trabajo de unificación, superpuesto al material preexistente.
El libro logra presentar una continuidad de salvación. Esa continuidad se desenvuelve en una alternancia irregular de momentos espectaculares y tiempos cotidianos. Todo el material está proyectado sobre la totalidad de Israel, sean los jueces institucionales (hecho probablemente histórico), sean los liberadores locales o los de la confederación.
En una primera operación tenemos que dividir el libro en una sección inicial que se refiere todavía a la conquista (1,1-2,10), un cuerpo que comprende los jueces y salvadores (2,11-16,31), un par de episodios tribales «antes de la monarquía» (17-21). En el libro de los Jueces, como en pocos del Antiguo Testamento, se puede apreciar la existencia de materiales antiguos y la elaboración artificiosa en un conjunto unificado. El material antiguo se remonta por etapas orales hasta poco después de los hechos; la composición final parece caer en tiempo del destierro, como parte de la gran Historia Deuteronomística.
El balance final es que no podemos reconstruir una historia del período. Pero sí podemos saborear unos cuantos relatos magistrales.

Mensaje religioso. La idea teológica que recorre todo el Deuteronomio, la fragilidad humana y la inagotable paciencia y providencia de Dios aparece en el libro de los Jueces como un componente del esquema narrativo con que viene tratado cada episodio: pecado del pueblo, castigo a manos de los enemigos y la aparición de un salvador carismático que lleva de nuevo a la comunidad recalcitrante a los caminos de Dios. Un paso más en la afirmación de la fe de Israel en tiempos difíciles: Dios no abandonará a su pueblo.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Jueces 12,1-7El sacrificio de la hija de Jefté - Guerra con los efraimitas. El Espíritu de Dios viene sobre Jefté sólo después que éste defiende el proyecto de Dios frente al rey de los amonitas (29). Desafortunadamente, ni aun con la «asistencia» de Dios, Jefté es capaz de obrar con sabiduría. Jefté ha confundido a las deidades con el Señor: el sacrificio humano puede ser aceptable para los dioses paganos, pero nunca para el Dios de Israel, que categóricamente prohíbe dichos sacrificios (Lev_18:21; Lev_20:2-5; Deu_12:31; Deu_18:10). Jefté, aun «creyendo» en el Señor no lo adora como el Dios de la vida, sino que usurpa el papel de Dios, al disponer de la vida de su hija. Tenemos que ser muy críticos de Jefté y no tratar de justificarlo, porque la victoria que quiere alcanzar por medio del sacrificio de su hija no es para gloria de Dios, sino para su propia gloria. Dios está en silencio y es totalmente ajeno a este macabro voto. Jefté pasa a Mispá donde le hace el voto a Dios. El Señor no cede ni se compromete con Jefté a darle la victoria -ésta no es la manera de actuar de Dios-. No hay ninguna promesa para Jefté de parte de Dios, como la hubo con Josué (Jos_6:2; Jos_8:1; Jos_11:6); tampoco hay una advertencia de parte de Dios para Jefté, como la hubo con Gedeón (Jos_7:2); ni le da ningún signo de fuego ni de rocío (Jos_6:21.36-40); en conclusión, Jefté hace su voto solo, sin el consentimiento de Dios.
La estupidez de Jefté no tiene límites al ofrecer en sacrificio al primero que salga a recibirle a la puerta de su casa (Jos_11:34). Y no es otra persona, que su propia hija, que sale a su encuentro con panderetas. Esta inocente criatura no sabe que con su música está sellando su propia muerte. La muerte de esta virgen de Israel sólo encuentra solidaridad entre las mujeres, que cada año cantan lamentaciones en su honor (39s).
¿Cuántas maldades no hacemos en el nombre de Dios? En el nombre de Dios invadimos países, asesinamos a gente inocente, les quitamos sus tierras; condenamos al fuego eterno. Quizás sea el momento de pedir perdón y reconocer que Dios nunca ha estado apoyando la opresión de los pobres, ni aceptando sacrificios de muerte.


Jueces 12,8-15Jueces menores II. La «victoria» de Jefté no solamente es oscura por el sacrificio de su hija, sino por las muchas divisiones y conflictos que existían entre las diferentes tribus. El autor comenzó el ciclo de Jefté, con una lista donde mencionaba dos jueces menores (10,1-5), ahora concluye este dramático episodio con otra lista donde incluye tres nuevos jueces. Estos cinco jueces tienen algo en común: Tolá no tiene hijos (10,1-2), al igual que Elón (12,11). Por el contrario, Yair tuvo treinta hijos, que se montaban en treinta asnos y eran señores de treinta villas (10,4), al igual que Abdón, que tiene cuarenta hijos y treinta nietos, y cada uno de los cuales montaba un asno. Después de este segundo grupo de jueces menores, el autor comienza el ciclo del controversial Sansón.