Jueces 17 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 13 versitos |
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La Confederación Israelita
Micá, el ídolo y el levita

Había un hombre en la serranía de Efraín llamado Micá.
2 Un día dijo a su madre:
– Aquellas mil cien monedas que te desaparecieron, por los que echaste una maldición en mi presencia, mira, ese dinero yo lo tengo, yo lo tomé.
3 Pero ahora te lo devuelvo.
Su madre exclamó:
–¡Dios te bendiga, hijo mío!
Trajo a su madre las mil cien monedas, y ella dijo:
– Consagro este dinero mío al Señor, en favor de mi hijo, para hacer una estatua revestida de metal fundido.
4 Entonces entregó el dinero a su madre; ella tomó doscientas monedas, se las llevó al platero, que les hizo una estatua recubierta de metal, y la pusieron en casa de Micá.
5 Aquel Micá tenía un lugar de culto, hizo un efod y unos ídolos familiares y consagró sacerdote a uno de sus hijos.
6 Por entonces no había rey en Israel. Cada uno hacía lo que le parecía bien.
7 Un joven de Belén de Judá, de la tribu de Judá, que era levita y residía allí como emigrante,
8 salió de Belén de Judá con intención de establecerse donde pudiera; fue a la serranía de Efraín, y, de camino, fue a dar a casa de Micá.
9 Éste le preguntó:
–¿De dónde vienes?
El levita respondió:
– De Belén de Judá. Voy de camino, con intención de establecerme donde pueda.
10 Micá le dijo:
– Quédate conmigo, y serás para mí un padre y un sacerdote. Te daré diez monedas al año, ropa y comida.
Y lo convenció.
11 Así, el levita accedió a quedarse con él, y Micá lo trató como a un hijo.
12 Lo consagró, y el joven estuvo en casa de Micá como sacerdote.
13 Micá pensó:
– Ahora estoy seguro de que el Señor me favorecerá, porque tengo a un levita de sacerdote.

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Introducción a Jueces

JUECES

El título del libro es antiguo, aunque no original. Mientras el libro de Josué se centra en un único protagonista, que le da su nombre, este otro se reparte entre muchos protagonistas sucesivos, que quedan asumidos bajo un título común. «Juez» es un oficio bastante definido y homogéneo; en cambio, al leer el libro nos encontramos con jefes militares, una profetisa, un extraño soldado consagrado, un usurpador y varios jefes pacíficos mal definidos, entre otros. Para ganar en claridad podríamos reunir en un grupo a los personajes que intervienen militarmente contra la opresión o la agresión extranjera -los llamados jueces mayores-, y en otro, al resto, registrado en forma de lista en 10,1-5 y 12,8-15 -los jueces menores-. De estos últimos no se cuentan maravillosas hazañas, no han merecido cantos épicos; solamente se consigna que se sucedieron en el cargo de «jueces», lo ejercieron vitaliciamente durante veintitrés, veintidós, siete, diez, ocho años, murieron y fueron sepultados en su tierra. Estos personajes aparecen en una lista de fórmulas repetidas, con todas las apariencias de lista oficial, conservada quizás en los archivos de la administración judicial. En cambio, los «jueces mayores» no se suceden continuamente, sino que surgen cuando el Espíritu del Señor los arrebata; no dirimen litigios, sino vencen al enemigo en campaña abierta o con estratagemas; rehúsan un cargo vitalicio, como Gedeón (8,22s), o mueren relativamente jóvenes, como Sansón. El sociólogo Max Weber llamó a los mayores «jefes carismáticos», con una fórmula que ha hecho fortuna, porque contrapone la institución (jueces menores) al carisma (jueces mayores).

Composición y contexto histórico del libro. ¿Cómo se explica la unificación de este material heterogéneo? Podemos imaginarnos así el trabajo del autor que compuso el libro definitivo -sin bajar a muchos detalles-: Quiso llenar el espacio de vacío histórico que discurre en el suelo de Canaán antes de la monarquía, de manera que aparezca una continuidad. Para ello echa mano del material antiguo a su disposición: por una parte, «cantares de gesta» típicos de una edad heroica, transmitidos oralmente y recogidos en colecciones menores; por otra, una lista de funcionarios centrales, que representan una verdadera institución. Con estos materiales heterogéneos construye una historia seguida, una cronología sin huecos. Realiza un trabajo de unificación, superpuesto al material preexistente.
El libro logra presentar una continuidad de salvación. Esa continuidad se desenvuelve en una alternancia irregular de momentos espectaculares y tiempos cotidianos. Todo el material está proyectado sobre la totalidad de Israel, sean los jueces institucionales (hecho probablemente histórico), sean los liberadores locales o los de la confederación.
En una primera operación tenemos que dividir el libro en una sección inicial que se refiere todavía a la conquista (1,1-2,10), un cuerpo que comprende los jueces y salvadores (2,11-16,31), un par de episodios tribales «antes de la monarquía» (17-21). En el libro de los Jueces, como en pocos del Antiguo Testamento, se puede apreciar la existencia de materiales antiguos y la elaboración artificiosa en un conjunto unificado. El material antiguo se remonta por etapas orales hasta poco después de los hechos; la composición final parece caer en tiempo del destierro, como parte de la gran Historia Deuteronomística.
El balance final es que no podemos reconstruir una historia del período. Pero sí podemos saborear unos cuantos relatos magistrales.

Mensaje religioso. La idea teológica que recorre todo el Deuteronomio, la fragilidad humana y la inagotable paciencia y providencia de Dios aparece en el libro de los Jueces como un componente del esquema narrativo con que viene tratado cada episodio: pecado del pueblo, castigo a manos de los enemigos y la aparición de un salvador carismático que lleva de nuevo a la comunidad recalcitrante a los caminos de Dios. Un paso más en la afirmación de la fe de Israel en tiempos difíciles: Dios no abandonará a su pueblo.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Jueces 17,1-13Micá, el ídolo y el levita - Los danitas (Cap. 17-18). Con la muerte de Sansón se acaba la serie de jueces y héroes. El epílogo del libro nos reserva aún dos abominaciones que cometerán los hijos de Israel en las serranías de Efraín. Los capítulos 17s cuentan la migración de los danitas, centrando la narración en el «levita errante». En estos capítulos, la ausencia de una autoridad religiosa hace que los sacerdotes hagan lo que quieran. No olvidemos que los hombres de la tribu de Leví estaban dedicados al culto (Nm 3). La última parte del libro (19-21) nos narra la escalofriante historia de la concubina de un Levita, que es violada toda la noche. La muerte de esta victima provocará un caos político entre las tribus de Israel. El epílogo nos informa en el transcurso de la narración que por entonces no había rey en Israel. Cada uno hacía lo que le parecía bien (17,6; 18,1; 19,1; 21,25). Desde el inicio de cada sección, el lector puede esperar lo peor, porque Dios está en «silencio» y los israelitas no son capaces de hacer justicia. No hay ningún líder que tenga la suficiente fuerza moral para unir a las tribus en el culto al Señor.
¿Qué sucede cuando tratamos de vivir sin Dios? ¿Qué sucede cuando cada uno hacemos lo que es bueno a nuestros ojos?