Jueces 4 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 24 versitos |
1

Débora y Barac

Después que murió Ehud, los israelitas volvieron a hacer lo que el Señor reprueba,
2 y el Señor los vendió a Yabín, rey cananeo que reinaba en Jasor; el general de su ejército era Sísara, con residencia en Jaróset Haggoyim.
3 Los israelitas gritaron al Señor, porque Sísara tenía novecientos carros de hierro y llevaba ya veinte años tiranizándolos.
4 Débora, profetisa, casada con Lapidot, gobernaba por entonces a Israel.
5 Ella se sentaba debajo de la Palmera de Débora, entre Ramá y Betel, en la serranía de Efraín, y los israelitas acudían a ella para resolver sus litigios.
6 Débora mandó llamar a Barac, hijo de Abinoán, de Cades de Neftalí, y le dijo:
– Por orden del Señor, Dios de Israel, ve a reunir en el Tabor a diez mil hombres de la tribu de Neftalí y de la tribu de Zabulón;
7 que yo llevaré junto a ti, al torrente Quisón, a Sísara, jefe del ejercito de Yabín con sus carros y sus tropas, y te lo entregaré.
8 Barac replicó:
– Si vienes conmigo, voy; si no vienes conmigo, no voy.
9 Débora contestó:
– Bien. Iré contigo, pero la gloria de esta campaña que vas a emprender no será para ti, porque el Señor pondrá a Sísara en manos de una mujer.
Luego se puso en camino para reunirse con Barac, en Cades.
10 Barac movilizó en Cades a Zabulón y Neftalí; diez mil hombres lo siguieron, y también Débora subió con él.
11 Jéber, el quenita, se había separado de su tribu, de los descendientes de Jobab, suegro de Moisés, y había acampado junto a la Encina de Sananín, cerca de Cades.
12 En cuanto avisaron a Sísara que Barac, hijo de Abinoán, había subido al Tabor,
13 movilizó sus carros – novecientos carros de hierro– y toda su infantería, y avanzó desde Jaróset hasta el torrente Quisón.
14 Débora dijo a Barac:
–¡Vamos! Que hoy mismo pone el Señor a Sísara en tus manos. ¡El Señor marcha delante de ti!
Barac bajó del Tabor, y tras él sus diez mil hombres.
15 Y el Señor desbarató a Sísara, a todos sus carros y todo su ejército ante Barac, tanto que Sísara tuvo que saltar de su carro de guerra y huir a pie.
16 Barac fue persiguiendo al ejército y los carros hasta Jaróset Haggoyim. Todo el ejército de Sísara cayó a filo de espada, no quedó ni uno.
17 Mientras tanto, Sísara había huido a pie hacia la tienda de Yael, esposa de Jéber, el quenita, porque había buenas relaciones entre Yabín, rey de Jasor, y la familia de Jéber, el quenita.
18 Yael salió a su encuentro y lo invitó:
– Pasa, señor; pasa, no temas.
Sísara pasó a la tienda, y Yael lo tapó con una manta.
19 Sísara le pidió:
– Por favor, dame un poco de agua, que me muero de sed.
Ella abrió el odre de la leche, le dio a beber y lo tapó.
20 Sísara le dijo:
– Ponte a la entrada de la tienda, y si viene alguno y te pregunta si hay alguien, le respondes que no.
21 Pero Yael, esposa de Jéber, sacó una estaca de la tienda, agarró un martillo en la mano, se le acercó de puntillas y le hundió el clavo en la sien, atravesándolo hasta la tierra. Sísara, que dormía rendido, murió.
22 Barac, por su parte, iba en persecución de Sísara. Yael le salió al encuentro y le dijo:
– Ven, te voy a enseñar al hombre que buscas.
Barac entró en la tienda: Sísara yacía cadáver, con el clavo en la sien.
23 Dios derrotó aquel día a Yabín, rey cananeo, ante los israelitas.
24 Y éstos se fueron haciendo cada vez más fuertes frente a Yabín, rey cananeo, hasta que lograron aniquilarlo.

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Introducción a Jueces

JUECES

El título del libro es antiguo, aunque no original. Mientras el libro de Josué se centra en un único protagonista, que le da su nombre, este otro se reparte entre muchos protagonistas sucesivos, que quedan asumidos bajo un título común. «Juez» es un oficio bastante definido y homogéneo; en cambio, al leer el libro nos encontramos con jefes militares, una profetisa, un extraño soldado consagrado, un usurpador y varios jefes pacíficos mal definidos, entre otros. Para ganar en claridad podríamos reunir en un grupo a los personajes que intervienen militarmente contra la opresión o la agresión extranjera -los llamados jueces mayores-, y en otro, al resto, registrado en forma de lista en 10,1-5 y 12,8-15 -los jueces menores-. De estos últimos no se cuentan maravillosas hazañas, no han merecido cantos épicos; solamente se consigna que se sucedieron en el cargo de «jueces», lo ejercieron vitaliciamente durante veintitrés, veintidós, siete, diez, ocho años, murieron y fueron sepultados en su tierra. Estos personajes aparecen en una lista de fórmulas repetidas, con todas las apariencias de lista oficial, conservada quizás en los archivos de la administración judicial. En cambio, los «jueces mayores» no se suceden continuamente, sino que surgen cuando el Espíritu del Señor los arrebata; no dirimen litigios, sino vencen al enemigo en campaña abierta o con estratagemas; rehúsan un cargo vitalicio, como Gedeón (8,22s), o mueren relativamente jóvenes, como Sansón. El sociólogo Max Weber llamó a los mayores «jefes carismáticos», con una fórmula que ha hecho fortuna, porque contrapone la institución (jueces menores) al carisma (jueces mayores).

Composición y contexto histórico del libro. ¿Cómo se explica la unificación de este material heterogéneo? Podemos imaginarnos así el trabajo del autor que compuso el libro definitivo -sin bajar a muchos detalles-: Quiso llenar el espacio de vacío histórico que discurre en el suelo de Canaán antes de la monarquía, de manera que aparezca una continuidad. Para ello echa mano del material antiguo a su disposición: por una parte, «cantares de gesta» típicos de una edad heroica, transmitidos oralmente y recogidos en colecciones menores; por otra, una lista de funcionarios centrales, que representan una verdadera institución. Con estos materiales heterogéneos construye una historia seguida, una cronología sin huecos. Realiza un trabajo de unificación, superpuesto al material preexistente.
El libro logra presentar una continuidad de salvación. Esa continuidad se desenvuelve en una alternancia irregular de momentos espectaculares y tiempos cotidianos. Todo el material está proyectado sobre la totalidad de Israel, sean los jueces institucionales (hecho probablemente histórico), sean los liberadores locales o los de la confederación.
En una primera operación tenemos que dividir el libro en una sección inicial que se refiere todavía a la conquista (1,1-2,10), un cuerpo que comprende los jueces y salvadores (2,11-16,31), un par de episodios tribales «antes de la monarquía» (17-21). En el libro de los Jueces, como en pocos del Antiguo Testamento, se puede apreciar la existencia de materiales antiguos y la elaboración artificiosa en un conjunto unificado. El material antiguo se remonta por etapas orales hasta poco después de los hechos; la composición final parece caer en tiempo del destierro, como parte de la gran Historia Deuteronomística.
El balance final es que no podemos reconstruir una historia del período. Pero sí podemos saborear unos cuantos relatos magistrales.

Mensaje religioso. La idea teológica que recorre todo el Deuteronomio, la fragilidad humana y la inagotable paciencia y providencia de Dios aparece en el libro de los Jueces como un componente del esquema narrativo con que viene tratado cada episodio: pecado del pueblo, castigo a manos de los enemigos y la aparición de un salvador carismático que lleva de nuevo a la comunidad recalcitrante a los caminos de Dios. Un paso más en la afirmación de la fe de Israel en tiempos difíciles: Dios no abandonará a su pueblo.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Jueces 4,1-23Débora y Barac. Débora es sin lugar a dudas la única persona prudente, sabia, y justa en toda la narración. El libro de los Jueces nos describe una sociedad dominada por los hombres, que «hacen» las cosas de los hombres: guerras, tratos, asesinatos, negocios..., y de pronto nos presenta a Débora, la madre de Israel. La visión y sagacidad de Débora hace posible que los desesperados hijos de Israel transformen su sociedad. La fe de Débora, su astucia para planear y su espíritu abierto para descubrir al Dios de la vida, hacen que aniquile las fuerzas cananeas en el norte del país (23s). Débora «oscurece» a cualquier juez o guerrero de Israel. Barac a pesar de escuchar que Dios le entregará a sus enemigos, confía más en ella que en la misma profecía que ésta le anuncia. Débora lo sabía y enérgicamente reprocha a Barac de que no es ella la que va actuar, sino Dios fuerte y poderoso, por eso reconoce que la gloria de la victoria no es ni para ella, ni para el ingenuo y miedoso Barac sino para Dios mismo, que les entregará a los enemigos por manos de una mujer (9).
En Débora las mujeres tienen un modelo a seguir y los hombres una fuerte exhortación a no despreciar las profecías y enseñanzas de las mujeres.