Jueces 9 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 57 versitos |
1

Abimelec

Abimelec, hijo de Yerubaal, fue a Siquén, a casa de sus tíos maternos, y les propuso a ellos y a todos los parientes de su abuelo materno lo siguiente:
2 – Digan a todos los señores de Siquén: ¿Qué es mejor para ustedes, que los gobiernen setenta hombres, es decir, todos los hijos de Yerubaal, o que los gobierne uno solo? Y no olviden que yo soy de su misma sangre.
3 Sus tíos maternos lo comunicaron a los siquemitas, y éstos se pusieron de parte de Abimelec, pensando:
–¡Es pariente nuestro!
4 Le dieron setecientos gramos de plata del templo de Baal-Berit, y con ese dinero Abimelec pagó a unos cuantos desocupados y aventureros que se pusieron a sus órdenes.
5 Luego fue a casa de su padre, a Ofrá, y asesinó a sus hermanos, los hijos de Yerubaal, a setenta hombres en la misma piedra. Sólo quedó Yotán, el hijo menor de Yerubaal, que se había escondido.
6 Los de Siquén y todos los de Bet-Miló se reunieron para proclamar rey a Abimelec, junto a la encina de Siquén.
7 En cuanto se enteró Yotán, subió hasta la cumbre del monte Garizín, y desde allí gritó con voz potente:
–¡Escúchenme, vecinos de Siquén, y que Dios los escuche a ustedes!
8 Una vez fueron los árboles a elegirse rey, y dijeron al olivo: Sé nuestro rey.
9 Pero el olivo dijo: ¿Y voy a dejar mi aceite, con el que se honra a dioses y hombres, para ir a mecerme sobre los árboles?
10 Entonces dijeron a la higuera: Ven a ser nuestro rey.
11 Pero la higuera dijo: ¿Y voy a dejar mi dulce fruto sabroso para ir a mecerme sobre los árboles?
12 Entonces dijeron a la vid: Ven a ser nuestro rey.
13 Pero la vid dijo: ¿Y voy a dejar mi mosto, que alegra a dioses y hombres, para ir a mecerme sobre los árboles?
14 Entonces dijeron todos a la zarza: Ven a ser nuestro rey.
15 Y les dijo la zarza: Si de veras quieren ungirme como su rey, vengan a cobijarse bajo mi sombra, y si no, salga fuego de la zarza y devore a los cedros del Líbano.
16 Y ahora díganme, ¿han obrado con sinceridad y lealtad proclamando rey a Abimelec? ¿Se han portado bien con Yerubaal y su familia? ¿Se han portado con él como merecían los favores que les hizo?
17 – Mi padre luchó por ustedes exponiéndose a la muerte y los libró del poder de Madián– .
18 Al contrario, ustedes se han levantado contra la familia de mi padre, asesinando a sus hijos, setenta hombres, en la misma piedra, y han nombrado rey de los siquemitas a Abimelec, hijo de una criada de mi padre, con el pretexto de que es pariente de ustedes.
19 Si hoy se han portado sincera y lealmente con Yerubaal y su familia, celébrenlo con Abimelec y que él lo celebre con ustedes;
20 pero si no es así, ¡salga fuego de Abimelec que devore a los de Siquén y a los de Bet-Miló, salga fuego de los de Siquén y de los de Bet-Miló que devore a Abimelec!
21 Luego Yotán emprendió la huida y marchó a Beer; allí se quedó por miedo a su hermano Abimelec.
22 Abimelec gobernó a Israel tres años.
23 Dios envió un espíritu de discordia entre Abimelec y los siquemitas, que lo traicionaron.
24 Así, el asesinato de los setenta hijos de Yerubaal, la sangre de sus hermanos, recayó sobre Abimelec, que los había asesinado, y sobre los de Siquén, cómplices del asesinato.
25 Los de Siquén preparaban emboscadas contra él en las cimas de los montes y despojaban a los caminantes que pasaban por allí. Abimelec se enteró.
26 Gaal, hijo de Obed, vino a Siquén con sus hermanos y se ganó la confianza de los siquemitas.
27 Salieron al campo, a la vendimia, pisaron la uva y celebraron la fiesta; fueron al templo de su dios y comieron y bebieron entre maldiciones a Abimelec.
28 Gaal, hijo de Obed, les dijo:
–¿Qué autoridad tiene Abimelec sobre Siquén para que seamos sus esclavos? ¡Es un hijo de Yerubaal, y Zebul, es su lugarteniente, ellos sirvieron en casa de Jamor, padre de Siquén! ¿Por qué vamos a ser sus esclavos?
29 ¡Ah, si yo tuviera poder sobre este pueblo! Quitaría de en medio a Abimelec. Lo desafiaría diciéndole: Refuerza tu ejército y sal a combatir.
30 Zebul, gobernador de la ciudad, oyó el discurso de Gaal, hijo de Obed, y se enfureció,
31 entonces mandó emisarios a Abimelec, avisándole:
– Mira, Gaal, hijo de Obed, ha venido con sus parientes a Siquén y están sublevando la ciudad contra ti.
32 Ven de noche con tu gente y escóndete en el campo;
33 por la mañana, al salir el sol, ataca a la ciudad. Gaal y los suyos saldrán a presentarte batalla; entonces actúa, que es tu ocasión.
34 Abimelec se puso en marcha de noche con su gente y se emboscaron frente a Siquén, divididos en cuatro cuerpos.
35 Gaal, hijo de Obed, salió y se detuvo a las puertas de la ciudad, y Abimelec con su gente surgió de la emboscada.
36 Cuando Gaal los vio, dijo a Zebul:
– Mira, baja gente de las cumbres de los montes.
Zebul contestó:
– Son las sombras de los montes y a ti te parecen hombres.
37 Pero Gaal insistió:
– Baja gente de Tabbur Haares, y un grupo avanza por el camino de Elón Meonenim.
38 Entonces Zebul le dijo:
–¿Dónde está esa boca que decía: ¿Quién es Abimelec para que seamos sus esclavos? ¡Ésos son los que tú despreciabas! Sal ahora y lucha contra ellos.
39 Gaal salió al frente de los siquemitas y entabló batalla con Abimelec.
40 Abimelec lo persiguió. Gaal emprendió la huida y muchos cayeron muertos cuando huían hacia las puertas de la ciudad.
41 Abimelec se volvió a Arumá, y Zebul desterró de Siquén a Gaal y sus parientes.
42 Al día siguiente, los de Siquén se pusieron en campaña, y Abimelec se enteró;
43 tomó a su gente, la dividió en tres cuerpos y se emboscó en el campo. Cuando los vio salir de la ciudad, se lanzó al ataque y los destrozó.
44 Abimelec y los de su grupo se abalanzaron contra la ciudad y tomaron posiciones en las puertas, mientras los otros dos grupos atacaban y derrotaban a los del campo.
45 Todo aquel día estuvo Abimelec atacando la ciudad; al fin la conquistó, pasó a cuchillo a todos sus habitantes, la arrasó y la sembró de sal.
46 Al saberlo los de Torre Siquén, se refugiaron en la cripta del templo del dios del Pacto.
47 Abimelec se enteró de que estaban reunidos los de Torre Siquén;
48 subió al Monte Salmón con toda su gente, empuñó un hacha, cortó una rama de un árbol y se la echó al hombro, mientras decía a los suyos:
–¡Apúrense, hagan lo mismo que hago yo!
49 Cada uno cortó una rama y siguieron a Abimelec. Apoyaron las ramas sobre la cripta y prendieron fuego al techo. Murieron todos los de Torre Siquén, unos mil entre hombres y mujeres.
50 Después Abimelec fue a Tebes, la sitió y la conquistó.
51 En medio de la villa había una torre fortificada, y allí se refugiaron todos los hombres y mujeres de la población, aseguraron por dentro los cerrojos y se subieron a la azotea.
52 Abimelec llegó junto a la torre, intentando asaltarla, se aproximó a la puerta para prenderle fuego,
53 pero una mujer le dejó caer sobre la cabeza una piedra de moler y le partió el cráneo.
54 Abimelec llamó en seguida a su escudero y le dijo:
– Saca la espada y remátame, para que no se diga lo mató una mujer.
Su escudero lo atravesó con su espada, y murió.
55 Al ver los israelitas que Abimelec había muerto, cada cual regresó a su casa.
56 Así pagó Dios a Abimelec lo mal que se portó con su padre, asesinando a sus setenta hermanos.
57 Y todo el mal que hicieron los de Siquén, Dios lo hizo recaer sobre ellos. Sobre ellos cayó la maldición de Yotán, hijo de Yerubaal.

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Introducción a Jueces

JUECES

El título del libro es antiguo, aunque no original. Mientras el libro de Josué se centra en un único protagonista, que le da su nombre, este otro se reparte entre muchos protagonistas sucesivos, que quedan asumidos bajo un título común. «Juez» es un oficio bastante definido y homogéneo; en cambio, al leer el libro nos encontramos con jefes militares, una profetisa, un extraño soldado consagrado, un usurpador y varios jefes pacíficos mal definidos, entre otros. Para ganar en claridad podríamos reunir en un grupo a los personajes que intervienen militarmente contra la opresión o la agresión extranjera -los llamados jueces mayores-, y en otro, al resto, registrado en forma de lista en 10,1-5 y 12,8-15 -los jueces menores-. De estos últimos no se cuentan maravillosas hazañas, no han merecido cantos épicos; solamente se consigna que se sucedieron en el cargo de «jueces», lo ejercieron vitaliciamente durante veintitrés, veintidós, siete, diez, ocho años, murieron y fueron sepultados en su tierra. Estos personajes aparecen en una lista de fórmulas repetidas, con todas las apariencias de lista oficial, conservada quizás en los archivos de la administración judicial. En cambio, los «jueces mayores» no se suceden continuamente, sino que surgen cuando el Espíritu del Señor los arrebata; no dirimen litigios, sino vencen al enemigo en campaña abierta o con estratagemas; rehúsan un cargo vitalicio, como Gedeón (8,22s), o mueren relativamente jóvenes, como Sansón. El sociólogo Max Weber llamó a los mayores «jefes carismáticos», con una fórmula que ha hecho fortuna, porque contrapone la institución (jueces menores) al carisma (jueces mayores).

Composición y contexto histórico del libro. ¿Cómo se explica la unificación de este material heterogéneo? Podemos imaginarnos así el trabajo del autor que compuso el libro definitivo -sin bajar a muchos detalles-: Quiso llenar el espacio de vacío histórico que discurre en el suelo de Canaán antes de la monarquía, de manera que aparezca una continuidad. Para ello echa mano del material antiguo a su disposición: por una parte, «cantares de gesta» típicos de una edad heroica, transmitidos oralmente y recogidos en colecciones menores; por otra, una lista de funcionarios centrales, que representan una verdadera institución. Con estos materiales heterogéneos construye una historia seguida, una cronología sin huecos. Realiza un trabajo de unificación, superpuesto al material preexistente.
El libro logra presentar una continuidad de salvación. Esa continuidad se desenvuelve en una alternancia irregular de momentos espectaculares y tiempos cotidianos. Todo el material está proyectado sobre la totalidad de Israel, sean los jueces institucionales (hecho probablemente histórico), sean los liberadores locales o los de la confederación.
En una primera operación tenemos que dividir el libro en una sección inicial que se refiere todavía a la conquista (1,1-2,10), un cuerpo que comprende los jueces y salvadores (2,11-16,31), un par de episodios tribales «antes de la monarquía» (17-21). En el libro de los Jueces, como en pocos del Antiguo Testamento, se puede apreciar la existencia de materiales antiguos y la elaboración artificiosa en un conjunto unificado. El material antiguo se remonta por etapas orales hasta poco después de los hechos; la composición final parece caer en tiempo del destierro, como parte de la gran Historia Deuteronomística.
El balance final es que no podemos reconstruir una historia del período. Pero sí podemos saborear unos cuantos relatos magistrales.

Mensaje religioso. La idea teológica que recorre todo el Deuteronomio, la fragilidad humana y la inagotable paciencia y providencia de Dios aparece en el libro de los Jueces como un componente del esquema narrativo con que viene tratado cada episodio: pecado del pueblo, castigo a manos de los enemigos y la aparición de un salvador carismático que lleva de nuevo a la comunidad recalcitrante a los caminos de Dios. Un paso más en la afirmación de la fe de Israel en tiempos difíciles: Dios no abandonará a su pueblo.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Jueces 9,1-57Abimelec. Este capítulo trata sobre Abimelec, hijo de Gedeón, medio israelita y medio cananeo (8,30-32). Abimelec no forma parte del selecto grupo de los jueces mayores, ya que no salvó de nada a los israelitas. Al contrario, con un discurso demagógico logra seducir al pueblo, olvidándose de la promesa de su padre de que nadie de su familia gobernaría Israel, sino que Dios sería su único rey (8,23). Abimelec enfermo de poder asesina a sus setenta hermanos (1-6). Irónicamente, al cabo de tres años muere traicionado por quienes le ayudaron a entronizarse. Ante la astucia y la maldad de Abimelec, surge la persona de Yotam -el único sobreviviente de la matanza de Abimelec-, que con voz potente denuncia las atrocidades y la ceguera política de Israel. Para iluminar esta historia desdichada, el narrador inserta aquí una fábula (7-15), que es una crítica mordaz al poder destructor de los reyes.
Yotán nos presenta a tres árboles, todos ellos útiles y esenciales en una comunidad agrícola: el olivo, la higuera y la vid; éstos no aceptan renunciar a producir sus frutos, con los que alegran la vida de los humanos, para controlar, manipular y gobernar sobre los demás. En cambio, la zarza, sí. Por un lado, los tres primeros dan vida, dan frutos y alegran al ser humano. Por otro, la zarza lo único que da es una amenaza de muerte. Ella no tiene nada que perder si acepta ser rey, porque no tiene nada que dar. Si la zarca acepta gobernar -y lo hará- sólo destrucción y muerte acarreará a todos los árboles que se cobijen bajo su sombra.
Yotán intenta mostrar por medio de su fábula el gran error que han cometido los habitantes de Siquén cuando han aceptado por rey a un hombre tan sanguinario como Abimelec. En su interpretación (16-20), Yotán reprueba la injusticia y la crueldad de Abimelec y de los siquemitas. Éstos, consintiendo la injusticia, tendrán en Abimelec la paga merecida: «¡Salga fuego de Abimelec que devore a los de Siquén y a los de Bet-Miló, salga fuego de los de Siquén y de los de Bet-Miló que devore a Abimelec!» (20). Los siquemitas no se entenderán con Abimelec, porque Dios -que siempre reprueba la injusticia- mandará el espíritu de la discordia entre ellos.
¿Qué sucede cuando buscamos el poder a toda costa? ¿Qué sucede cuando nos gobiernan gente inepta y corrupta? ¿Qué sucede cuando somos cómplices de los sistemas de muerte? Ojalá que en nuestras comunidades surgieran muchas personas como Yotán que valientemente denuncien las injusticias de nuestros gobiernos corruptos. La lección de los árboles nos manifiesta que la violencia crea siempre una espiral de destrucción que acaba con los mismos que la han provocado.