Eclesiástico 23 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 26 versitos |
1 Señor, Padre y Dueño de mi vida,
no permitas que mis ojos sean soberbios,
no me dejes caer por su culpa.
2 ¡Quién pusiera un guardia sobre mis pensamientos
y un sabio instructor en mi mente
que no perdonara mis equivocaciones ni disimulara mis pecados!
3 Para que no aumenten mis ignorancias
ni se multipliquen mis pecados;
para que no caiga ante mis adversarios
ni se alegre el enemigo de mi ruina.
4 Señor, Padre y Dios de mi vida,
5 aparta de mí los malos deseos;
6 gula y lujuria no se apoderen de mí,
no me entregues a pasiones vergonzosas.
7

Sobre el hablar
5,9– 6,1; 19,4-17; 27,8-15

Hijos, escuchen mi instrucción sobre el hablar:
el que la guarda no quedará atrapado.
8 El pecador se enreda en sus propios labios,
el que desprecia e injuria tropieza con ellos.
9 No te acostumbres a pronunciar juramentos
ni pronuncies a la ligera el Nombre santo.
10 Como el criado sometido a interrogatorio
no saldrá sin azotes,
así el que jura por el Nombre continuamente
no quedará limpio de pecado.
11 El que mucho jura se llena de maldad,
y el látigo no se apartará de su casa;
si se equivoca, cae en pecado,
si no cumple, peca el doble;
si jura en falso no será perdonado,
y su casa estará llena de desgracias.
12 Hay palabras que merecen la muerte:
¡que no se pronuncien en los pueblos de Jacob!
Los hombres religiosos están lejos de tales cosas
y no se revuelcan en pecados.
13 No acostumbres tu boca a mal hablar,
porque será causa de pecado;
14 acuérdate de tu padre y tu madre
cuando te sientes entre gente importante:
no sea que te descuides cuando estés con ellos
y eches una mancha en tu educación;
desearás no haber nacido
y maldecirás el día que viste la luz.
15 El que se acostumbra a insultar
no aprenderá en toda la vida.
16

Pasión sexual

Dos clases de hombres multiplican pecados
y una tercera provoca la cólera de Dios:
17 el sensual que arde como fuego,
no se apagará hasta consumirse;
el que fornica con una pariente,
no cesará hasta quemarse;
el lujurioso que encuentra sabroso cualquier pan,
no parará hasta que el fuego lo consuma.
18 El que es infiel al lecho matrimonial
diciéndose: ¿Quién me ve?,
la oscuridad me rodea, las paredes me encubren,
nadie me ve, ¿por qué temer?,
el Altísimo no tendrá en cuenta mis pecados,
19 sólo teme la mirada de los hombres
y no sabe que los ojos del Altísimo
son mil veces más brillantes que el sol
y contemplan todos los caminos de los hombres
y penetran hasta lo más escondido.
20 Todo lo conocía antes de crearlo
y lo mismo después de terminado.
21 Pues cuando menos lo piense, será arrestado
y será castigado en la plaza pública.
22 Lo mismo la mujer que abandona al marido
y proporciona un heredero de un extraño:
23 En primer lugar, desobedeció la ley del Altísimo;
en segundo lugar, ofendió a su marido;
en tercer lugar, se prostituyó con adulterio
y le ha dado hijos de un extraño.
24 Será llevada ante la asamblea,
y el castigo recaerá sobre sus hijos;
25 sus hijos no echarán raíces
y sus ramas no darán fruto;
26 su recuerdo será maldecido
y su deshonra no se borrará.

27 Los que vengan después reconocerán
que nada hay más importante que respetar al Señor
ni más dulce que guardar sus mandamientos.

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Introducción a Eclesiástico

ECLESIÁSTICO

El libro, su autor y fecha de composición. El título del libro y la firma del autor se encuentran en la parte final de la obra (57,27-29), como en el Eclesiastés. Bajo el título encontramos reunidos varios términos sapienciales: enseñanza, consejo, prudencia, sabiduría. El autor es «Simón, hijo de Jesús, hijo de Eleazar, hijo de Sirá» (50,27), hombre culto y experimentado, conocedor, por sus viajes, de diversos pueblos y culturas.
El libro fue compuesto en hebreo hacia el año 197 a.C. para reafirmar a los judíos de la Diáspora en la fidelidad a la ley y a la tradición de sus mayores, frente a la influencia generalizada de la cultura helenista. El texto hebreo desapareció pronto, quizás por no ser considerado como canónico por una parte de la tradición judía. Desde finales del s. XIX hasta la fecha, sin embargo, han ido apareciendo en diversos lugares fragmentos sueltos del original hebreo que equivalen a dos tercios de la obra completa.
La traducción griega, hacia el año 132 a.C., se debió al nieto de Ben Sirá. El abuelo había escrito en una lengua hebrea más bien académica, según los módulos formales hebreos. El nieto traduce al griego, lengua culta de estructura y estilo bien diversos. Cuenta con el antecedente de otros libros traducidos al griego. Su aclaración parece tener un tono apologético frente a los clásicos de la literatura griega: quiere salvar el prestigio del abuelo y de la literatura de su pueblo.
La «Sabiduría de Ben Sirá», uno de los libros más extensos del Antiguo Testamento, fue aceptado como canónico por la tradición cristiana, y llegó a ser tan leído en la Iglesia antigua que recibió el título de «Eclesiástico».

Contenido del Eclesiástico. Con Jesús Ben Sirá llegamos a un ejercicio profesional del saber, practicado en una escuela. Según sus confesiones en el libro, el autor se ha dedicado al estudio, enseñanza y exposición de lo que era tradicionalmente la sabiduría, sensatez o prudencia. Mantiene como fuentes del saber la experiencia, la observación y la reflexión; al mismo tiempo subraya el valor de la tradición (30,25; 36,16) y la necesidad de la oración (39,5-8).
En su tiempo la sabiduría consistía en buena parte en el estudio y comentario de textos bíblicos, narrativos y legales. De ordinario no cita explícitamente el pasaje comentado, se contenta con aludirlo; supone, quizás, que sus discípulos lo conocen. Al final del libro ofrece un brevísimo resumen de historia, en forma de tratado de vidas ilustres.
El principio de su doctrina consiste en una correlación: lo supremo de la sabiduría es el respeto o reverencia de Dios, y esto se traduce en el cumplimiento de la ley, sobre todo en lo que respecta a la justicia y misericordia para con los débiles y necesitados. Es en Israel donde esta sabiduría se ha hecho presente y operante.
Hombre tradicionalmente piadoso y humano, Ben Sirá, sabe inspirar la piedad y la confianza en Dios a sus oyentes. De todas formas, el horizonte en que se mueve su enseñanza no va más allá de la vida presente donde, según la doctrina tradicional de la retribución, Dios recompensará al que le permanece fiel y castigará a los descarriados.



PRÓLOGO

Muy pocos libros del Antiguo Testamento cuentan con una información tan explícita de la totalidad de la obra, tal como lo encontramos aquí. Estas líneas escritas por el traductor del libro del hebreo al griego, nos informa varias cosas importantes: 1. Los motivos que tuvo para escribirlo: para que los lectores aprendan y puedan ayudar a los de fuera. 2. El autor: mi abuelo Jesús. Este Jesús, según 50,27 es hijo de un tal Eleazar, hijo de Sirá, de Jerusalén. 3. Las fuentes que inspiraron al autor: La Ley, los Profetas y los restantes libros paternos. 4. Motivos y destinatarios de la traducción al griego: ofrecer a los judíos de la dispersión la oportunidad de instruirse en las tradiciones de su pueblo, en una lengua que dominaban más que la de sus ancestros. 5. Contexto del traductor y de la traducción: Egipto, año 132; finalización del trabajo de traducción, año 117 a.C.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Eclesiástico 23,1-6Oración por el dominio propio. Las plegarias son más bien escasas en la literatura sapiencial (cfr. sin embargo, 36,1-22 y 51,1-12). Esta oración que encontramos aquí no está del todo desconectada del tema anterior sobre el cultivo de la amistad, en el sentido de que la amistad puede perderse por una ligereza de la lengua, cuando se revela un secreto, por ejemplo; ni tampoco está desconectada de las unidades siguientes que también van a tratar el tema de la lengua. La plegaria consta de dos partes introducidas cada una por la invocación «Señor, Padre, Dueño de mi vida» (1) y «Señor, Padre, Dios de mi vida» (4). La primera parte se refiere al anhelo interior de dominar la lengua ya que por medio de ella se puede llegar a causar mucho mal; y la segunda parte, es también un anhelo, un deseo interior de llegar a dominar los apetitos y pasiones desenfrenadas puesto que es otro modo de perder calidad humana.


Eclesiástico 23,7-15Sobre el hablar. El que tiene cuidado en su hablar no quedará jamás atrapado por sus propias palabras. Hay un dicho popular en nuestro pueblo, «el pescado muere por la boca» que sintoniza con esta enseñanza de Ben Sirá. Claro que el autor se centra más especialmente en el tema del juramento y de la invocación ahí del Nombre de Dios. Jurar era muy frecuente, y para darle al juramento una mayor fuerza de verdad se hacía en nombre de Dios; ahora, si se descubría que el juramento era falso, el implicado era reo de castigo porque no sólo había pronunciado en vano el nombre de Dios, sino que había hecho aparecer como cierto lo que era falso, y esto en detrimento de su prójimo. En cierta medida estas enseñanzas preparan la enseñanza de Jesús de Nazaret (Mat_5:33-37). El otro error que sale inevitablemente por la boca es la costumbre del lenguaje descompuesto y en general del mal hablar. Ben Sirá llama en todo caso a «acordarse de los padres», lo cual quiere decir que se da por supuesta una adecuada educación familiar que se debe poner en práctica en cualquier circunstancia.
Eclesiástico 23,16-27Pasión sexual. Esta sección comienza con un proverbio numérico, que tiene cierta frecuencia en la literatura sapiencial. Enuncia tres pecados que tienen que ver con el abuso de la sexualidad: la pasión incontrolada, el incesto y la fornicación, al tiempo que advierte sobre las consecuencias. De los pecados enunciados, se detiene en el adulterio, diferenciando el del esposo (18-21) donde critica la actitud contradictoria del adúltero que no teme al castigo de Dios, sino que se oculta a los ojos de los hombres «como si los ojos de Dios no brillaran mil veces más que el sol» (19), para decir que es a Dios a quien hay que dar finalmente cuentas del pecado. Luego se centra en el adulterio de la mujer. La legislación de Israel era muy clara y drástica y, por supuesto, el autor la conoce (cfr. Lev_20:10; Deu_22:22-24; ,11); Ben Sirá enfatiza sobre la maldición que pesa sobre la mujer pero especialmente sobre los hijos habidos en este tipo de relación. Hay un distanciamiento de la doctrina de Jeremías y más todavía de Ezequiel que habían intentado ya replantear este concepto del castigo del pecado de los padres en sus hijos (cfr. Jer_31:29s; Ez 18). Todavía en el Nuevo Testamento encontramos rasgos de este concepto (cfr. Jua_9:2). En definitiva, todo esto podría evitarse si se guardara fielmente la Ley del Señor (27).