Eclesiástico 28 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 29 versitos |
1

Venganza
Lv 19,17-18; Éx 23,4-5

Ira y enojo son odiosos:
el pecador los posee.
Del vengativo se vengará el Señor
y llevará estrecha cuenta de sus culpas.
2 Perdona la ofensa a tu prójimo,
y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas.
3 ¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro
y pedir la salud al Señor?
4 No tiene compasión de su semejante,
¿y pide perdón de sus pecados?
5 Si él, que es un simple mortal, conserva la ira,
¿quién le perdonará sus pecados?
6 Piensa en tu fin y acaba con tu enojo,
piensa en la muerte y en la corrupción, y guarda los mandamientos.
7 Recuerda los mandamientos y no te enojes con tu prójimo,
recuerda la alianza del Señor, y perdona las ofensas.
8

Riñas
Prov 15,18; 17,19; 26,21

Huye de peleas y disminuirás los pecados,
el hombre violento enciende peleas;
9 el pecador provoca a los amigos
y siembra discordia entre los que viven en paz.
10 Cuanto más leña, más arde el fuego;
cuanto más terquedad, más se enciende la pelea;
cuanto más poder, mayor es el enojo;
cuanto más riqueza, más crece la ira.
11 Una centella provoca un incendio,
pelea acalorada derrama sangre;
12 si soplas la chispa, la enciendes;
si escupes en ella, la apagarás;
las dos cosas salen de tu boca.
13

Calumnia
Sant 3,1-12

Maldice al murmurador y al mentiroso,
ha destruido muchas amistades;
14 lengua entrometida ha hecho tambalear a muchos,
haciéndolos huir de pueblo en pueblo,
ha destruido ciudades amuralladas
y ha derribado palacios de nobles;
15 lengua entrometida ha expulsado a mujeres capaces
privándolas del fruto de sus fatigas;
16 el que le hace caso no tendrá paz
ni podrá vivir tranquilo;
17 golpe de látigo deja un moretón,
golpe de lengua rompe los huesos;
18 muchos cayeron a filo de espada,
pero no tantos como las víctimas de la lengua;
19 dichoso el que se protege de ella y no es víctima de su furor,
el que no arrastra su yugo ni se enreda en sus cadenas;
20 porque su yugo es de hierro
y sus cadenas de bronce;
21 la muerte que causa es terrible,
se está mejor en el Abismo.
22 Pero no podrá dominar a los buenos,
que no se quemarán en su fuego;
23 los que abandonan al Señor caerán en él,
prenderá en ellos y no se apagará;
lo soltarán tras ellos como un león,
y los destrozará como una pantera.
24

Exhortación

Rodea tu posesión con cerco de espinos,
guarda bien tu oro y tu plata;
25 para las palabras hazte balanza y platillos;
para la boca, puerta y cerrojo.
26 Cuidado, no resbales con la lengua,
y no caerás ante los que te acechan.
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Introducción a Eclesiástico

ECLESIÁSTICO

El libro, su autor y fecha de composición. El título del libro y la firma del autor se encuentran en la parte final de la obra (57,27-29), como en el Eclesiastés. Bajo el título encontramos reunidos varios términos sapienciales: enseñanza, consejo, prudencia, sabiduría. El autor es «Simón, hijo de Jesús, hijo de Eleazar, hijo de Sirá» (50,27), hombre culto y experimentado, conocedor, por sus viajes, de diversos pueblos y culturas.
El libro fue compuesto en hebreo hacia el año 197 a.C. para reafirmar a los judíos de la Diáspora en la fidelidad a la ley y a la tradición de sus mayores, frente a la influencia generalizada de la cultura helenista. El texto hebreo desapareció pronto, quizás por no ser considerado como canónico por una parte de la tradición judía. Desde finales del s. XIX hasta la fecha, sin embargo, han ido apareciendo en diversos lugares fragmentos sueltos del original hebreo que equivalen a dos tercios de la obra completa.
La traducción griega, hacia el año 132 a.C., se debió al nieto de Ben Sirá. El abuelo había escrito en una lengua hebrea más bien académica, según los módulos formales hebreos. El nieto traduce al griego, lengua culta de estructura y estilo bien diversos. Cuenta con el antecedente de otros libros traducidos al griego. Su aclaración parece tener un tono apologético frente a los clásicos de la literatura griega: quiere salvar el prestigio del abuelo y de la literatura de su pueblo.
La «Sabiduría de Ben Sirá», uno de los libros más extensos del Antiguo Testamento, fue aceptado como canónico por la tradición cristiana, y llegó a ser tan leído en la Iglesia antigua que recibió el título de «Eclesiástico».

Contenido del Eclesiástico. Con Jesús Ben Sirá llegamos a un ejercicio profesional del saber, practicado en una escuela. Según sus confesiones en el libro, el autor se ha dedicado al estudio, enseñanza y exposición de lo que era tradicionalmente la sabiduría, sensatez o prudencia. Mantiene como fuentes del saber la experiencia, la observación y la reflexión; al mismo tiempo subraya el valor de la tradición (30,25; 36,16) y la necesidad de la oración (39,5-8).
En su tiempo la sabiduría consistía en buena parte en el estudio y comentario de textos bíblicos, narrativos y legales. De ordinario no cita explícitamente el pasaje comentado, se contenta con aludirlo; supone, quizás, que sus discípulos lo conocen. Al final del libro ofrece un brevísimo resumen de historia, en forma de tratado de vidas ilustres.
El principio de su doctrina consiste en una correlación: lo supremo de la sabiduría es el respeto o reverencia de Dios, y esto se traduce en el cumplimiento de la ley, sobre todo en lo que respecta a la justicia y misericordia para con los débiles y necesitados. Es en Israel donde esta sabiduría se ha hecho presente y operante.
Hombre tradicionalmente piadoso y humano, Ben Sirá, sabe inspirar la piedad y la confianza en Dios a sus oyentes. De todas formas, el horizonte en que se mueve su enseñanza no va más allá de la vida presente donde, según la doctrina tradicional de la retribución, Dios recompensará al que le permanece fiel y castigará a los descarriados.



PRÓLOGO

Muy pocos libros del Antiguo Testamento cuentan con una información tan explícita de la totalidad de la obra, tal como lo encontramos aquí. Estas líneas escritas por el traductor del libro del hebreo al griego, nos informa varias cosas importantes: 1. Los motivos que tuvo para escribirlo: para que los lectores aprendan y puedan ayudar a los de fuera. 2. El autor: mi abuelo Jesús. Este Jesús, según 50,27 es hijo de un tal Eleazar, hijo de Sirá, de Jerusalén. 3. Las fuentes que inspiraron al autor: La Ley, los Profetas y los restantes libros paternos. 4. Motivos y destinatarios de la traducción al griego: ofrecer a los judíos de la dispersión la oportunidad de instruirse en las tradiciones de su pueblo, en una lengua que dominaban más que la de sus ancestros. 5. Contexto del traductor y de la traducción: Egipto, año 132; finalización del trabajo de traducción, año 117 a.C.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Eclesiástico 28,1-7Venganza. Llamado al perdón y a la misericordia para con el prójimo. Aquí encontramos la esencia de una de las peticiones del Padrenuestro: perdónanos como nosotros perdonamos a quienes nos han ofendido, y lo cual suscita una de las más bellas parábolas sobre el perdón que necesitamos continuamente y que también continuamente debemos brindar a nuestro prójimo (cfr. Mat_6:12.14s).


Eclesiástico 28,8-12Riñas. Las pendencias y riñas afectan las sanas relaciones; ambas son causadas por personas que Ben Sirá califica de pecadoras y que por razones obvias, el aprendiz de sabio debe evitar. Se recalca el valor de la boca, por medio de ella se puede iniciar un conflicto y por medio de ella se puede superar.
Eclesiástico 28,13-23Calumnia. Nada hay más peligroso y destructor que una lengua murmuradora, pues puede llegar hasta acabar con la paz (13.16) y acabar con la tranquilidad y felicidad de hombres (14) y de mujeres (15). Una lengua habituada a la murmuración provoca situaciones peores que las que puede provocar hasta la misma muerte. La posición del sabio es no hacerle caso del murmurador y «maldecirlo» (13), esto es, alejarlo de su camino; el autor declara dichoso al que sabe protegerse de este tipo de influencia tan nociva para la sociedad (19).
Eclesiástico 28,24-26Exhortación. Con esta exhortación concluye el tema de la murmuración y sus efectos. El sabio ha de poner barreras a lo que más ama y a sí mismo para protegerse del murmurador. Hay un llamado al justo discernimiento, sopesar cada palabra, cada expresión para no resbalar y caer ante los demás.