Eclesiástico 35 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 31 versitos |
1 El que observa la ley hace una buena ofrenda,
el que guarda los mandamientos ofrece sacrificio de comunión,
2 el que hace favores es como el que ofrenda la mejor harina,
el que da limosna ofrece sacrificio de alabanza.
3 Apartarse del mal es agradable a Dios,
apartarse de la injusticia es obtener el perdón de los pecados.
4 No te presentes a Dios con las manos vacías:
esto es lo que pide la ley.
5 La ofrenda del justo enriquece el altar,
y su aroma llega hasta el Altísimo.
6 El sacrificio del justo es aceptado,
su ofrenda memorial no se olvidará.
7 Honra al Señor con generosidad
y no seas mezquino en tus ofrendas;
8 cuando ofreces, pon buena cara,
y paga de buena gana los diezmos.
9 Da al Altísimo como él te dio:
generosamente, según tus posibilidades,
10 porque el Señor sabe pagar
y te dará siete veces más.
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Los gritos del pobre

No pretendas sobornarlo, porque no lo aceptará,
no confíes en sacrificios injustos;
15 porque es un Dios justo
y trata a todos por igual;
16 no favorece a nadie contra el pobre,
escucha las súplicas del oprimido;
17 no desoye los gritos del huérfano
o de la viuda cuando repite su queja;
18 mientras le corren las lágrimas por las mejillas
19 y el gemido se añade a las lágrimas,
20 sus penas consiguen su favor
y su grito alcanza las nubes;
21 el reclamo del pobre atraviesa las nubes
y hasta alcanzar a Dios no descansa;
no se detiene hasta que Dios lo atiende,
y el juez justo le hace justicia.
22 Dios tampoco se hará esperar;
como guerrero, no reposará,
23 hasta quebrar la fuerza del tirano
y tomar venganza de los soberbios,
hasta arrancar el poder de los arrogantes
y romper la fuerza de los malvados,
24 hasta pagar al hombre sus acciones
y retribuir al mortal sus pensamientos,
25 hasta defender la causa de su pueblo
y darles la alegría de la salvación.
26 Bienvenida su misericordia en el momento del sufrimiento,
como lluvia durante la sequía.
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Introducción a Eclesiástico

ECLESIÁSTICO

El libro, su autor y fecha de composición. El título del libro y la firma del autor se encuentran en la parte final de la obra (57,27-29), como en el Eclesiastés. Bajo el título encontramos reunidos varios términos sapienciales: enseñanza, consejo, prudencia, sabiduría. El autor es «Simón, hijo de Jesús, hijo de Eleazar, hijo de Sirá» (50,27), hombre culto y experimentado, conocedor, por sus viajes, de diversos pueblos y culturas.
El libro fue compuesto en hebreo hacia el año 197 a.C. para reafirmar a los judíos de la Diáspora en la fidelidad a la ley y a la tradición de sus mayores, frente a la influencia generalizada de la cultura helenista. El texto hebreo desapareció pronto, quizás por no ser considerado como canónico por una parte de la tradición judía. Desde finales del s. XIX hasta la fecha, sin embargo, han ido apareciendo en diversos lugares fragmentos sueltos del original hebreo que equivalen a dos tercios de la obra completa.
La traducción griega, hacia el año 132 a.C., se debió al nieto de Ben Sirá. El abuelo había escrito en una lengua hebrea más bien académica, según los módulos formales hebreos. El nieto traduce al griego, lengua culta de estructura y estilo bien diversos. Cuenta con el antecedente de otros libros traducidos al griego. Su aclaración parece tener un tono apologético frente a los clásicos de la literatura griega: quiere salvar el prestigio del abuelo y de la literatura de su pueblo.
La «Sabiduría de Ben Sirá», uno de los libros más extensos del Antiguo Testamento, fue aceptado como canónico por la tradición cristiana, y llegó a ser tan leído en la Iglesia antigua que recibió el título de «Eclesiástico».

Contenido del Eclesiástico. Con Jesús Ben Sirá llegamos a un ejercicio profesional del saber, practicado en una escuela. Según sus confesiones en el libro, el autor se ha dedicado al estudio, enseñanza y exposición de lo que era tradicionalmente la sabiduría, sensatez o prudencia. Mantiene como fuentes del saber la experiencia, la observación y la reflexión; al mismo tiempo subraya el valor de la tradición (30,25; 36,16) y la necesidad de la oración (39,5-8).
En su tiempo la sabiduría consistía en buena parte en el estudio y comentario de textos bíblicos, narrativos y legales. De ordinario no cita explícitamente el pasaje comentado, se contenta con aludirlo; supone, quizás, que sus discípulos lo conocen. Al final del libro ofrece un brevísimo resumen de historia, en forma de tratado de vidas ilustres.
El principio de su doctrina consiste en una correlación: lo supremo de la sabiduría es el respeto o reverencia de Dios, y esto se traduce en el cumplimiento de la ley, sobre todo en lo que respecta a la justicia y misericordia para con los débiles y necesitados. Es en Israel donde esta sabiduría se ha hecho presente y operante.
Hombre tradicionalmente piadoso y humano, Ben Sirá, sabe inspirar la piedad y la confianza en Dios a sus oyentes. De todas formas, el horizonte en que se mueve su enseñanza no va más allá de la vida presente donde, según la doctrina tradicional de la retribución, Dios recompensará al que le permanece fiel y castigará a los descarriados.



PRÓLOGO

Muy pocos libros del Antiguo Testamento cuentan con una información tan explícita de la totalidad de la obra, tal como lo encontramos aquí. Estas líneas escritas por el traductor del libro del hebreo al griego, nos informa varias cosas importantes: 1. Los motivos que tuvo para escribirlo: para que los lectores aprendan y puedan ayudar a los de fuera. 2. El autor: mi abuelo Jesús. Este Jesús, según 50,27 es hijo de un tal Eleazar, hijo de Sirá, de Jerusalén. 3. Las fuentes que inspiraron al autor: La Ley, los Profetas y los restantes libros paternos. 4. Motivos y destinatarios de la traducción al griego: ofrecer a los judíos de la dispersión la oportunidad de instruirse en las tradiciones de su pueblo, en una lengua que dominaban más que la de sus ancestros. 5. Contexto del traductor y de la traducción: Egipto, año 132; finalización del trabajo de traducción, año 117 a.C.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Eclesiástico 35,1-10Culto y justicia. Dos polos opuestos describe Ben Sirá en este pasaje. En primer lugar lo infructuoso de una religión cuando se practica sin relación directa con la justicia social: de nada vale y para nada aprovecha. Es muy interesante cómo la preocupación por la justicia queda aquí en estrecha relación con el quinto mandamiento que prohíbe matar; según Ben Sirá, es un homicida el que niega pan al empobrecido, y así mismo derrama sangre el que le quita el sustento (34,21s), y recordemos que Jesús de Nazaret pone también en este nivel el maltrato verbal al prójimo (cfr. Mat_5:21s). Así un examen de conciencia personal o un análisis de nuestra actual situación socio-política y económica, a la luz de estos criterios, sería muy beneficioso en orden a mejorar nuestras relaciones con el prójimo y al mismo tiempo exigir con toda autoridad, respeto y atención a nuestros derechos. 35,1-10 presenta el polo positivo de la religión practicada en un sano ambiente de justicia social e invita al creyente y al aprendiz de sabiduría a que siempre lo hagan así.


Eclesiástico 35,14-26Los gritos del pobre. Las imágenes más hermosas y con toda seguridad, las que más se acercan a la verdadera imagen de Dios, son éstas donde aparece verdaderamente conmovido y dispuesto a intervenir en favor del pobre. Ya en Éxo_3:7-9 mostró esa faceta de su personalidad y es ésa la que tiene que alimentar nuestra fe, nuestra esperanza, nuestros esfuerzos y luchas por una verdadera justicia entre nosotros. Con base en ella nosotros tenemos que desacreditar y desenmascarar a ese falso dios al que se dirigen los opresores y a quienes ellos creen que agradan con sus magnificas ofrendas, mientras sus manos están manchadas de injusticia. El verdadero Dios, el que se reveló a Moisés y a los esclavos hebreos, el que de tantas formas anunciaron los profetas y el que, en definitiva, nos reveló Jesús de Nazaret, es exactamente el mismo y no cambia ni cambiará, por tanto ése no tendrá una mano estirada al empobrecido y otra hacia el opresor e injusto; ambas manos están dispuestas a acoger al humilde, al marginado, al ignorado de este mundo; pero a nosotros nos compete y obliga luchar cada día por una mayor justicia para que nadie, ni siquiera el injusto si se convierte, quede excluido de esas manos acogedoras de Dios Padre-Madre.