Eclesiástico 49 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 32 versitos |
1 El nombre de JOSÍAS es incienso aromático,
mezclado por un maestro perfumista,
su recuerdo es miel dulce al paladar
o música en el banquete,
2 porque sufrió por nuestra conversión
y acabó con los ídolos detestables;
3 se entregó a Dios de todo corazón
y en tiempos violentos fue compasivo;
4 excepto David, Ezequías y Josías, todos se pervirtieron,
los reyes de Judá abandonaron la ley del Altísimo hasta el final.
5 Por eso entregó su poder a otros
y su honor a un pueblo extranjero,
6 que incendió la ciudad santa
y asoló sus calles.
7 JEREMÍAS lo anunció, cuando lo maltrataron;
creado profeta en el vientre materno,
para arrancar y arrasar y demoler,
para edificar y plantar y consolidar.
8 Ezequiel tuvo una visión
y describió los diferentes seres del carro,
9 también mencionó a Job,
que se mantuvo en el camino justo.
10 También los DOCE PROFETAS, ¡florezcan sus huesos en la tumba!,
ellos confortaron a Jacob y lo salvaron con firme esperanza.
11 Que grande fue ZOROBABEL,
anillo de sello en la diestra de Dios.
12 Y lo mismo JESÚS, hijo de Yosedec,
en cuyos días se construyó el altar,
se reedificó el templo santo destinado a gloria eterna.
13 NEHEMÍAS, nombre glorioso; él reconstruyó nuestras ruinas,
reparó los muros derruidos, colocando puertas y cerrojos.
14 Pocos ha habido en el mundo como HENOC,
también él arrebatado en persona.
15 No ha nacido varón como JOSÉ,
y sus restos fueron sepultados.
16 SEM y SET son respetados por los hombres,
pero a todos supera la gloria de ADÁN.
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Introducción a Eclesiástico

ECLESIÁSTICO

El libro, su autor y fecha de composición. El título del libro y la firma del autor se encuentran en la parte final de la obra (57,27-29), como en el Eclesiastés. Bajo el título encontramos reunidos varios términos sapienciales: enseñanza, consejo, prudencia, sabiduría. El autor es «Simón, hijo de Jesús, hijo de Eleazar, hijo de Sirá» (50,27), hombre culto y experimentado, conocedor, por sus viajes, de diversos pueblos y culturas.
El libro fue compuesto en hebreo hacia el año 197 a.C. para reafirmar a los judíos de la Diáspora en la fidelidad a la ley y a la tradición de sus mayores, frente a la influencia generalizada de la cultura helenista. El texto hebreo desapareció pronto, quizás por no ser considerado como canónico por una parte de la tradición judía. Desde finales del s. XIX hasta la fecha, sin embargo, han ido apareciendo en diversos lugares fragmentos sueltos del original hebreo que equivalen a dos tercios de la obra completa.
La traducción griega, hacia el año 132 a.C., se debió al nieto de Ben Sirá. El abuelo había escrito en una lengua hebrea más bien académica, según los módulos formales hebreos. El nieto traduce al griego, lengua culta de estructura y estilo bien diversos. Cuenta con el antecedente de otros libros traducidos al griego. Su aclaración parece tener un tono apologético frente a los clásicos de la literatura griega: quiere salvar el prestigio del abuelo y de la literatura de su pueblo.
La «Sabiduría de Ben Sirá», uno de los libros más extensos del Antiguo Testamento, fue aceptado como canónico por la tradición cristiana, y llegó a ser tan leído en la Iglesia antigua que recibió el título de «Eclesiástico».

Contenido del Eclesiástico. Con Jesús Ben Sirá llegamos a un ejercicio profesional del saber, practicado en una escuela. Según sus confesiones en el libro, el autor se ha dedicado al estudio, enseñanza y exposición de lo que era tradicionalmente la sabiduría, sensatez o prudencia. Mantiene como fuentes del saber la experiencia, la observación y la reflexión; al mismo tiempo subraya el valor de la tradición (30,25; 36,16) y la necesidad de la oración (39,5-8).
En su tiempo la sabiduría consistía en buena parte en el estudio y comentario de textos bíblicos, narrativos y legales. De ordinario no cita explícitamente el pasaje comentado, se contenta con aludirlo; supone, quizás, que sus discípulos lo conocen. Al final del libro ofrece un brevísimo resumen de historia, en forma de tratado de vidas ilustres.
El principio de su doctrina consiste en una correlación: lo supremo de la sabiduría es el respeto o reverencia de Dios, y esto se traduce en el cumplimiento de la ley, sobre todo en lo que respecta a la justicia y misericordia para con los débiles y necesitados. Es en Israel donde esta sabiduría se ha hecho presente y operante.
Hombre tradicionalmente piadoso y humano, Ben Sirá, sabe inspirar la piedad y la confianza en Dios a sus oyentes. De todas formas, el horizonte en que se mueve su enseñanza no va más allá de la vida presente donde, según la doctrina tradicional de la retribución, Dios recompensará al que le permanece fiel y castigará a los descarriados.



PRÓLOGO

Muy pocos libros del Antiguo Testamento cuentan con una información tan explícita de la totalidad de la obra, tal como lo encontramos aquí. Estas líneas escritas por el traductor del libro del hebreo al griego, nos informa varias cosas importantes: 1. Los motivos que tuvo para escribirlo: para que los lectores aprendan y puedan ayudar a los de fuera. 2. El autor: mi abuelo Jesús. Este Jesús, según 50,27 es hijo de un tal Eleazar, hijo de Sirá, de Jerusalén. 3. Las fuentes que inspiraron al autor: La Ley, los Profetas y los restantes libros paternos. 4. Motivos y destinatarios de la traducción al griego: ofrecer a los judíos de la dispersión la oportunidad de instruirse en las tradiciones de su pueblo, en una lengua que dominaban más que la de sus ancestros. 5. Contexto del traductor y de la traducción: Egipto, año 132; finalización del trabajo de traducción, año 117 a.C.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Eclesiástico 49,1-13Profetas y reyes. Tal como sucedió en el desarrollo histórico de Israel, Ben Sirá presenta entremezcladas las figuras de los profetas más antiguos que coinciden en el Norte con la época de la monarquía, institución que ellos combaten con todas sus fuerzas. Se trata de Elías (48,1-11) y Eliseo, su sucesor (12-24) de quienes se resaltan las maravillas obradas por ellos en defensa de la religión israelita. De los reyes anteriores a la caída de Jerusalén Ben Sirá solamente menciona a dos: Ezequías (17-22) y Josías (49,1-3), y la explicación es que «todos se pervirtieron excepto David, Ezequías y Josías» (49,4). De los grandes profetas, Ben Sirá menciona a Isaías (49,22-24), gran consejero de Ezequías e instrumento de Dios a favor del pueblo; a Jeremías, profeta de la destrucción de Jerusalén (49,7) y a Ezequiel (49, 8); a los demás profetas los elogia refiriéndose al colectivo de «los doce» a quienes reconoce como los mejores mediadores entre Dios y el pueblo. El elogio menciona además a Zorobabel, gobernador impuesto por Persia cuando el pueblo fue liberado de la deportación y autorizado para regresar a su tierra. Zorobabel aspiraba a suceder a David. También se menciona a Josué, gran impulsor de la reconstrucción física de Jerusalén, y a Nehemías, aunque muy comprometido con la reconstrucción material, se le reconoce más su papel como reconstructor de la identidad israelita y, en definitiva, como uno de los grandes impulsores de la religión judía tal como se conoce hoy. Deliberadamente o por un lamentable lapsus, Ben Sirá no menciona a Esdras en este elogio a los héroes de Israel.


Eclesiástico 49,14-16Primera conclusión. Una breve capitulación antes de dedicarse a hacer el elogio de Simón, cierra esta serie de elogios a los grandes antepasados de Israel. Menciona de nuevo a Henoc y la tradición según la cual fue misteriosamente arrebatado al cielo (14). A José, con quien ningún varón se le compara y, sin embargo, a su muerte sus huesos fueron sepultados (15). De los tres hijos de Noé sólo menciona a Sem y a Set, Cam es ignorado quizás por la tradición bíblica de su maldición (cfr. Gén_9:20-25) y tal vez por las difíciles relaciones históricas con los pueblos que, según las mismas tradiciones judías, descienden de él. Finalmente es mencionado Adán, quien «supera a todos en gloria» (16). Esta referencia a Adán, en estos términos, es única en todo el Antiguo Testamento.