Eclesiástico 51 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 31 versitos |
1

EPÍLOGO
Primera acción de gracias

Te alabo, mi Dios y salvador;
te doy gracias, Dios de mi padre.
2 Contaré tu fama, refugio de mi vida,
porque me has salvado de la muerte,
detuviste mi cuerpo ante la fosa,
libraste mis pies de las garras del Abismo,
me libraste de las malas lenguas:
de lenguas que flagelan,
de labios que calumnian,
estuviste conmigo frente a mis rivales,
3 me auxiliaste con tu gran misericordia:
del lazo de los que esperan mi caída,
del poder de los que me persiguen a muerte,
me salvaste de múltiples peligros,
4 del cerco apretado de las llamas,
del incendio de un fuego que no ardía,
5 del vientre de un océano sin agua,
de labios mentirosos e insinceros,
de las flechas de una lengua traidora.
6 Cuando estaba ya para morir
y casi en lo profundo del Abismo,
7 me volvía a todas partes y nadie me auxiliaba,
buscaba un protector y no lo había,
8 recordé la compasión del Señor y su misericordia eterna,
que libra a los que se acogen a él y los rescata de todo mal;
9 desde el suelo levanté la voz
y grité desde las puertas del Abismo,
10 invoqué al Señor: Tú eres mi Padre,
tú tienes poder para salvarme,
no me abandones en el peligro,
a la hora del espanto y turbación;
11 alabaré siempre tu Nombre
y te llamaré en mi súplica.
El Señor escuchó mi voz, oyó mi súplica,
12 me salvó de todo mal, me puso a salvo del peligro.
Por eso doy gracias y alabo
y bendigo el Nombre del Señor.
13

Segunda acción de gracias

Den gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia;
den gracias al Dios de la alabanza,
porque es eterna su misericordia;
den gracias al guardián de Israel,
porque es eterna su misericordia;
den gracias al Creador del universo,
porque es eterna su misericordia;
den gracias al redentor de Israel,
porque es eterna su misericordia;
den gracias al que reúne a los dispersos de Israel,
porque es eterna su misericordia;
den gracias al que reconstruye su ciudad y santuario,
porque es eterna su misericordia;
den gracias al que hace rebrotar el poder de la casa de David,
porque es eterna su misericordia;
den gracias al que escoge un sacerdote entre los sadoquitas,
porque es eterna su misericordia;
den gracias al escudo de Abrahán,
porque es eterna su misericordia;
den gracias a la roca de Isaac,
porque es eterna su misericordia;
den gracias al paladín de Jacob,
porque es eterna su misericordia;
den gracias al que escoge a Sión,
porque es eterna su misericordia;
den gracias al Rey de reyes,
porque es eterna su misericordia;
acrecienta el poder de su pueblo, alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido. Aleluya.

Poema a la Sabiduría
6,18-37

Siendo joven, antes de extraviarme, deseé la sabiduría con toda el alma,
14 la he buscado desde mi juventud
y hasta la muerte la perseguiré.
15 Crecía como un racimo que madura,
y mi corazón gozaba con ella.
Yo seguí fielmente su camino,
porque desde joven la había aprendido;
16 en el poco tiempo que estuve escuchándola
adquirí mucho saber.
17 Someterme a ella fue un honor,
daré gracias al que me la enseñó.
18 Decidí hacer un buen negocio,
cuando lo alcance no me avergonzaré;
19 la deseé ardientemente
y no apartaré de ella mi rostro;
mi alma saboreó sus frutos,
y jamás me apartaré de ella;
mi mano abrió sus puertas:
contemplaré sus secretos.
20 Mi alma la siguió desde el principio,
y la encontré en toda su pureza.
Con sus consejos adquirí prudencia
y no la abandonaré;
21 mis entrañas se conmovían al mirarla,
por eso la adquirí como posesión preciosa;
22 el Señor me concedió lo que pedían mis labios,
con mi lengua le daré gracias.
23 Ustedes, ignorantes, vengan a mí,
y habiten en mi escuela.
24 ¿Hasta cuándo quieren privarse de todo esto
y seguir sufriendo esa terrible sed?
25 Abrí la boca para hablar de ella:
adquiéranla gratuitamente.
26 Pongan el cuello bajo su yugo
y acepten de buena gana su carga;
porque ella se acerca al que la busca
y el que se entrega, la encuentra.
27 Vean con sus propios ojos qué poco trabajé,
y qué gran descanso conseguí.
28 Escuchen todos lo que aprendí en mi juventud,
y así obtendrán plata y oro.
29 ¡Alégrense en mi escuela!
¡No se avergüencen de mis enseñanzas!
30 Hagan sus obras con justicia
y el Señor los recompensará a su tiempo.
Bendito sea el Señor por siempre,
alabado sea su Nombre de edad en edad.
Hasta aquí las palabras de Simón, hijo de Jesús, apellidado hijo de Sirá.
Sabiduría de Simón, hijo de Jesús, hijo de Eleazar, hijo de Sirá.
Sea bendito el Nombre del Señor ahora y siempre.
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Introducción a Eclesiástico

ECLESIÁSTICO

El libro, su autor y fecha de composición. El título del libro y la firma del autor se encuentran en la parte final de la obra (57,27-29), como en el Eclesiastés. Bajo el título encontramos reunidos varios términos sapienciales: enseñanza, consejo, prudencia, sabiduría. El autor es «Simón, hijo de Jesús, hijo de Eleazar, hijo de Sirá» (50,27), hombre culto y experimentado, conocedor, por sus viajes, de diversos pueblos y culturas.
El libro fue compuesto en hebreo hacia el año 197 a.C. para reafirmar a los judíos de la Diáspora en la fidelidad a la ley y a la tradición de sus mayores, frente a la influencia generalizada de la cultura helenista. El texto hebreo desapareció pronto, quizás por no ser considerado como canónico por una parte de la tradición judía. Desde finales del s. XIX hasta la fecha, sin embargo, han ido apareciendo en diversos lugares fragmentos sueltos del original hebreo que equivalen a dos tercios de la obra completa.
La traducción griega, hacia el año 132 a.C., se debió al nieto de Ben Sirá. El abuelo había escrito en una lengua hebrea más bien académica, según los módulos formales hebreos. El nieto traduce al griego, lengua culta de estructura y estilo bien diversos. Cuenta con el antecedente de otros libros traducidos al griego. Su aclaración parece tener un tono apologético frente a los clásicos de la literatura griega: quiere salvar el prestigio del abuelo y de la literatura de su pueblo.
La «Sabiduría de Ben Sirá», uno de los libros más extensos del Antiguo Testamento, fue aceptado como canónico por la tradición cristiana, y llegó a ser tan leído en la Iglesia antigua que recibió el título de «Eclesiástico».

Contenido del Eclesiástico. Con Jesús Ben Sirá llegamos a un ejercicio profesional del saber, practicado en una escuela. Según sus confesiones en el libro, el autor se ha dedicado al estudio, enseñanza y exposición de lo que era tradicionalmente la sabiduría, sensatez o prudencia. Mantiene como fuentes del saber la experiencia, la observación y la reflexión; al mismo tiempo subraya el valor de la tradición (30,25; 36,16) y la necesidad de la oración (39,5-8).
En su tiempo la sabiduría consistía en buena parte en el estudio y comentario de textos bíblicos, narrativos y legales. De ordinario no cita explícitamente el pasaje comentado, se contenta con aludirlo; supone, quizás, que sus discípulos lo conocen. Al final del libro ofrece un brevísimo resumen de historia, en forma de tratado de vidas ilustres.
El principio de su doctrina consiste en una correlación: lo supremo de la sabiduría es el respeto o reverencia de Dios, y esto se traduce en el cumplimiento de la ley, sobre todo en lo que respecta a la justicia y misericordia para con los débiles y necesitados. Es en Israel donde esta sabiduría se ha hecho presente y operante.
Hombre tradicionalmente piadoso y humano, Ben Sirá, sabe inspirar la piedad y la confianza en Dios a sus oyentes. De todas formas, el horizonte en que se mueve su enseñanza no va más allá de la vida presente donde, según la doctrina tradicional de la retribución, Dios recompensará al que le permanece fiel y castigará a los descarriados.



PRÓLOGO

Muy pocos libros del Antiguo Testamento cuentan con una información tan explícita de la totalidad de la obra, tal como lo encontramos aquí. Estas líneas escritas por el traductor del libro del hebreo al griego, nos informa varias cosas importantes: 1. Los motivos que tuvo para escribirlo: para que los lectores aprendan y puedan ayudar a los de fuera. 2. El autor: mi abuelo Jesús. Este Jesús, según 50,27 es hijo de un tal Eleazar, hijo de Sirá, de Jerusalén. 3. Las fuentes que inspiraron al autor: La Ley, los Profetas y los restantes libros paternos. 4. Motivos y destinatarios de la traducción al griego: ofrecer a los judíos de la dispersión la oportunidad de instruirse en las tradiciones de su pueblo, en una lengua que dominaban más que la de sus ancestros. 5. Contexto del traductor y de la traducción: Egipto, año 132; finalización del trabajo de traducción, año 117 a.C.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Eclesiástico 51,1-12Primera acción de gracias. Ésta es una oración de acción de gracias al Señor por haber librado al que ora de los más grandes peligros. El modelo de oración es muy reconocido en el Antiguo Testamento. El creyente se dirige al Señor para alabarlo y bendecirlo porque lo ha librado de la persecución, de la calumnia y de la angustia, situaciones tan extremas que se asemejan al desenlace de la misma muerte.


Eclesiástico 51,13Segunda acción de gracias. Sin relación directa con la oración anterior, este himno, también de acción de gracias parece calcado sobre el salmo 136. El autor, que no parece ser Ben Sirá, empieza por reconocer a Dios como creador de todo, para señalar luego, mediante epítetos (guardián, redentor, reconstructor...) algunas de las grandes intervenciones divinas en la historia de Israel. Todo lo ha hecho Dios y lo ha dispuesto según su gran misericordia.
Eclesiástico 51,14-30Poema a la sabiduría. Este poema puede dividirse en dos partes. La primera, con acentos autobiográficos, atribuible al mismo Ben Sirá, describe la inclinación del autor desde muy joven a seguir el camino de la sabiduría (13) y cómo pronto la reconoce y se apega a ella (14s) habiendo adquirido así mucha sabiduría (16). En los versículos 17-22 la sabiduría es personificada con rasgos de nodriza y de maestra (7) y relata todo lo que de ella alcanzó y el deseo y la pasión con que la buscó (18-21), por lo cual el autor da gracias a Dios (22). La segunda parte (23-30) es una invitación a los jóvenes para que también empiecen como el autor a buscar sabiduría desde su edad temprana. El secreto de la sabiduría está en hacer todo con justicia, pero esto tan simple requiere de toda una formación, todo un esfuerzo, abandonando a veces criterios y gustos propios para someterse a ella y así ponerse a tono con el querer de Dios.