Baruc 4 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 32 versitos |
1 La sabiduría es el libro de los mandatos de Dios, la ley de validez eterna:
los que la guarden vivirán,
los que la abandonen morirán.
2 Vuélvete, Jacob, a recibirla,
camina a la claridad
de su resplandor;
3 no entregues a otros tu gloria
ni tu dignidad
a un pueblo extranjero.
4 ¡Dichosos nosotros, Israel,
que conocemos
lo que agrada al Señor!
5

Restauración de Jerusalén

¡Ánimo, pueblo mío,
que llevas el nombre de Israel!
6 Los vendieron a los gentiles,
pero no para ser aniquilados;
porque provocaron
el enojo de Dios contra ustedes
los entregaron a sus enemigos,
7 porque irritaron a su Creador
sacrificando a demonios y no a Dios;
8 se olvidaron del Señor eterno,
que los había criado,
y entristecieron a Jerusalén,
que los alimentó.
9 Cuando ella vio que el castigo de Dios
los alcanzaba, dijo:
Escuchen, vecinas de Sión.
Dios me ha enviado
una pena terrible:
10 vi cómo el Eterno
desterraba a mis hijos e hijas;
11 yo los crié con alegría,
los despedí con lágrimas de pena.
12 Que nadie se alegre viendo
a esta viuda abandonada de todos.
Si estoy desierta,
es por los pecados de mis hijos,
que se apartaron de la ley de Dios.
13 No hicieron caso de sus mandatos
ni siguieron el camino
de sus preceptos,
no pisaron fielmente
la senda de su instrucción.
14 Que se acerquen las vecinas de Sión,
recuerden que el Eterno
llevó cautivos a mis hijos e hijas.
15 Les envió un pueblo remoto,
pueblo cruel y de lengua extraña
que no respetaba a los ancianos
ni sentía piedad por los niños;
16 arrebataron a la viuda
sus hijos queridos,
la dejaron sola y sin hijas.
17 Y yo, ¿qué puedo hacer por ustedes?
18 Sólo el que les envió tales desgracias
los librará del poder enemigo.
19 Váyanse, hijos míos, váyanse,
mientras yo quedo sola.
20 Me he quitado el vestido de la paz,
me he puesto el sayal de suplicante,
gritaré al Eterno toda mi vida.
21 ¡Ánimo, hijos! Invoquen a Dios
para que los libre del poder enemigo.
22 Yo espero que el Eterno los salvará,
el Santo ya me llena de alegría,
porque muy pronto el Eterno,
su Salvador,
tendrá misericordia de ustedes.
23 Si los expulsó entre duelo y llantos,
Dios mismo los devolverá a mí
con gozo y alegría sin término.
24 Como hace poco las vecinas de Sión
los vieron marchar cautivos,
así pronto verán la salvación
que Dios les concede,
acompañada de gran gloria
y el esplendor del Eterno.
25 Hijos, soporten con paciencia el castigo
que Dios les ha enviado;
si tus enemigos te dieron alcance,
muy pronto verás su perdición
y pondrás el pie sobre sus cuellos.
26 Mis niños mimados
recorrieron caminos ásperos,
los robó el enemigo
como a un rebaño.
27 ¡Ánimo, hijos, invoquen a Dios!
Que el que los castigó
se acordará de ustedes.
28 Si un día se empeñaron
en alejarse de Dios,
vuélvanse a buscarlo
con renovado empeño.
29 El que les mandó las desgracias,
les mandará el gozo eterno
de su salvación.
30 –¡Ánimo, Jerusalén!
El que te dio su Nombre
te consuela.
31 Malditos los que te hicieron mal
y se alegraron de tu caída,
32 malditas las ciudades
que esclavizaron a tus hijos,
maldita la ciudad que los aceptó.

33 Como se alegró de tu caída
y disfrutó con tu ruina,
llorará su propia desolación.

34 Le quitaré la población
de que se enorgullece
y su arrogancia
se convertirá en duelo.

35 El Eterno le enviará un fuego
que arderá muchos días,
y la habitarán
largos años los demonios.

36 Mira hacia oriente, Jerusalén,
contempla el gozo
que Dios te envía.

37 Ya llegan alegres
los hijos que despediste,
reunidos por la Palabra del Santo
en oriente y occidente;
ya llegan alegres
y dando gloria a Dios.

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Introducción a Baruc

BARUC

Autor y época. Baruc, hijo de Nerías, desempeña un papel importante en la vida y obra de Jeremías, como su secretario (Jr 32), portavoz (Jr 36), compañero (Jr 43) y destinatario de un oráculo personal (Jr 45). Esto ha movido a escritores tardíos a acogerse bajo su nombre, ilustre y poco gastado, y atribuirle escritos seudónimos. Entre esas obras seudónimos se cuenta la presente y la única que entró en nuestro canon como escritura inspirada por Dios. El original hebreo es desconocido; a nosotros nos ha llegado la versión griega.
El libro se compone de una introducción y tres secciones autónomas. No sabemos si las tres piezas son obra del mismo autor o de la misma época. Se pueden leer por separado. Como cambia el tema cambia también el estilo. Su calidad literaria es notable y creciente: la primera parte cede a la amplificación, la segunda y tercera combinan el sentimiento lírico y la retórica eficaz. Ciertamente el libro merece más atención de la que recibe.
Es imposible datar la fecha de composición de las tres partes del libro pero, por el análisis interno de las mismas, podrían situarse en un período que abarca desde el año 300 a.C. hasta el 70 d.C. Se conjetura razonablemente que es uno de los últimos libros del Antiguo Testamento.

Mensaje religioso. En el breve libro confluyen tres corrientes venerables: la litúrgica, la predicación del Deuteronomio traducida en términos sapienciales, y la profética. La comunidad judía, aunque repartida entre los que permanecen en el destierro y los que viven en Jerusalén, forman una unidad étnica y religiosa. Solidarios en la confesión de un pecado común y en el reconocimiento de una historia común, el pueblo disperso se siente uno, vivo y continuador hacia el futuro de unas promesas.
Jerusalén, con su templo y sus sacrificios es el centro de gravedad del pueblo judío. De momento, fuertes obstáculos cohíben esa fuerza; cuando Dios remueva los impedimentos, Jerusalén, con su poder de atracción, provocará la vuelta y la restauración definitiva. El reconocimiento del pecado común y la conversión a Dios pondrán al pueblo en el camino de las promesas mesiánicas.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Baruc 4,5-37Restauración de Jerusalén. Después de la confesión de pecados y de la invitación a la enmienda, viene el oráculo de salvación y consuelo. Es un poema inspirado de cerca en modelos de Is 40-66, sobre todo por la imagen matrimonial y el estilo de apóstrofe lírico. La relación del Señor con el pueblo está vista aquí en una imagen familiar. Dios es el padre que ha criado al pueblo (Deu_8:5; Isa_1:2). Jerusalén es la madre del pueblo, pues representa a la comunidad en su valor fecundo y acogedor (Is 49; 54; Isa_66:7-14). El Señor es el esposo de Jerusalén, como indican dichos textos, y también Isa_62:1-9. El padre exige respeto (Mal_1:6), castiga a los hijos para mejorarlos (Os 11). La madre no puede contenerse (Isa_49:15), se deja llevar de la compasión, aunque sus hijos sean la causa de su pesar. Exhorta a los hijos e intercede ante el marido (compárese con la actitud de Moisés en Nm 11). Abandonada del marido, la ciudad se encuentra en la posición social de una viuda sin medios (Isa_50:1; Isa_54:4). Tampoco la pueden ayudar sus hijos, muertos o desterrados (Isa_51:18). A pesar de todo, sigue confiando y esperando. Ya siente la inminencia de la salvación, obra de Dios, renovación del antiguo éxodo.
El profeta se dirige al pueblo (Isa_4:5-8); Jerusalén a sus vecinas (Isa_4:9-16) y a sus hijos (Isa_4:17-29). El profeta se dirige a Jerusalén (,9). Jerusalén es el centro geográfico; en torno hay una serie de capitales vecinas; lejos está el destierro o la diáspora. Desde un punto central se contempla un movimiento de ida y vuelta. Pero sólo vuelven israelitas, no acuden paganos. En eso queda lejos de Isa_2:2-5 o Zac_8:20-23.