Baruc 6 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 20 versitos |
1 Por los pecados que han cometido contra Dios serán llevados cautivos a Babilonia por Nabucodonosor rey de Babilonia.
2 Llegados a Babilonia, pasarán allí mucho tiempo, largos años, unas siete generaciones. Después los sacaré de allí en paz.
3 Durante ese tiempo verán en Babilonia, dioses de plata, oro y madera, que son llevados a hombros y que infunden temor a los gentiles.
4 ¡Cuidado! No imiten a los extranjeros, no se dejen dominar del temor a esos dioses.
5 Cuando vean delante y detrás de ellos multitudes que los adoran, digan: Solo a ti, Señor, se debe la adoración,
6 porque mi ángel está con ustedes, y cuidará de sus vidas.
7 Los ídolos tienen una lengua modelada por el escultor, están recubiertos de oro y plata, pero son falsos e incapaces de hablar.
8 Como se hace con una doncella que gusta adornarse con joyas, toman oro y tejen coronas para sus dioses.
9 Pero los sacerdotes sustraen a dioses oro y plata para sus usos personales, y llegan a dar parte de ello a las prostitutas del templo.
10 A sus dioses de plata, oro y madera los adornan con vestidos como a hombres,
11 pero no se libran del óxido y la polilla. Les ponen mantos de púrpura, y tienen que limpiarles la cara del polvo del templo que se les acumula encima.
12 Empuña un bastón de mando como gobernador de provincia, pero no puede matar con él a quien lo ofende.
13 Empuña en la diestra un puñal y un hacha, que no los librarán en la guerra ni de los bandidos.
14 De donde se sigue que no son dioses y que no tienen por qué temerles.
15 Como una vasija rota que ya no sirve son los dioses que entronizan en sus templos.
16 Tienen los ojos llenos del polvo que levantan los que entran.
17 Como se cierra la celda de un reo que ha ofendido al rey y va a ser ejecutado; así los sacerdotes aseguran los templos con portones y barras y cerrojos, para que los dioses no sean robados por los ladrones.
18 Les encienden más candiles que a sí mismos, aunque los dioses no pueden ver ninguno.
19 Son como las vigas de las casas, que, según dicen, los gusanos las roen por dentro, y mientras son devorados junto con sus vestidos, no lo sienten.
20 Tienen la cara negra del humo del templo.

21 Sobre sus cuerpos y cabezas revolotean lechuzas, golondrinas y otros pájaros, y saltan los gatos.

22 Por todo esto reconocerán que no son dioses y que no deben tenerles miedo.

23 El oro que los recubre y adorna no brilla si no le limpian la pátina. Cuando los fundían no lo sentían.

24 Se compran a cualquier precio, aunque no tienen vida.

25 Llevados a hombros – porque no tienen pies– , demuestran a la gente que no valen nada; y hasta sus servidores quedan avergonzados, porque si esos dioses caen por tierra, ellos tienen que levantarlos;

26 si los colocan derechos, no pueden moverse; si se inclinan, no se ponen derechos, y reciben como muertos los dones que les ofrecen.

27 Los sacerdotes venden las víctimas de sus sacrificios para aprovecharse, y lo mismo sus mujeres las sazonan, sin dar a pobres y necesitados. Esos sacrificios los tocan mujeres paridas o en sus reglas.

28 Por tanto, sabiendo que no son dioses, no les tengan miedo.

29 Entonces, ¿por qué se llaman dioses? Las mujeres llevan ofrendas a dioses de plata, oro y madera.

30 En sus templos los llevan en procesión con las túnicas rasgadas, la cabeza y la barba afeitadas, la cabeza descubierta,

31 y lanzan aullidos ante sus dioses, como se hace en un banquete fúnebre.

32 Los sacerdotes les quitan sus vestidos para vestir a sus mujeres e hijos.

33 Reciban bienes o males, no pueden reclamarles. No pueden nombrar ni destituir reyes.

34 Tampoco pueden dar riquezas ni dinero. Si uno les hace una promesa y no la cumple, no pueden vengarse.

35 No arrancan al hombre de la muerte ni libran al débil del poderoso.

36 No devuelven la vista al ciego ni libran al hombre del peligro.

37 No se apiadan de las viudas ni socorren a los huérfanos.

38 Son como piedras del monte esos seres de madera, dorados y plateados.

39 Sus servidores quedarán defraudados. Entonces, ¿cómo es posible creerles o llamarlos dioses?

40 Más aún, los mismos caldeos los deshonran, porque viendo que un mudo no habla, se lo llevan a Bel y le piden que le dé el habla, como si pudiera escuchar.

41 Pero ellos no son capaces de discurrir y abandonarlos, viendo que no sienten.

42 Las mujeres, ceñidas de cuerdas, se sientan en las calles y queman salvado como si fuese incienso.

43 Cuando una de ellas, solicitada por algún transeúnte, se acuesta con él, se burla de la vecina que no ha tenido el mismo éxito ni le han cortado las cuerdas.

44 Todo lo que hacen con ellos es falso. Entonces, ¿cómo es posible creerles o llamarlos dioses?

45 Están fabricados por escultores y orfebres, y son lo que quieren sus autores.

46 Los que lo fabrican no viven muchos años; ¿qué será, pues, de sus fabricaciones?

47 Dejan como herencia a los sucesores engaños e infamias.

48 Porque si sobreviene una guerra o una desgracia, los sacerdotes deliberan dónde esconderse con ellos.

49 ¿Cómo no comprenden que no son dioses cuando no pueden salvarse en la guerra o en la desgracia?

50 Siendo de madera, dorados y plateados, es evidente que son falsos; quedará patente a reyes y pueblos que no son dioses, sino manufactura humana, y no realizan ninguna acción divina.

51 ¿Quién no ve que no son dioses?

52 No nombran reyes de un país ni dan la lluvia a los hombres;

53 no pueden juzgar sus causas ni vengar sus injurias, porque son impotentes. Son como cuervos que vuelan entre cielo y tierra.

54 Si se produce un incendio en el templo de esos dioses de madera, dorados y plateados, sus sacerdotes escapan para ponerse a salvo, y ellos se queman como las vigas del templo.

55 No pueden resistir ni al rey ni a los enemigos.

56 Entonces, ¿cómo se puede aceptar o creer que sean dioses?

57 Esos dioses de madera, dorados y plateados, no se libran de ladrones ni de bandidos; éstos al ser más fuertes, les quitan el oro, la plata y los vestidos, se los llevan y los ídolos no pueden defenderse.

58 Por tanto, más que esos dioses vale un rey que hace alarde de su valor o una servicial vasija doméstica que utiliza su propietario. Más vale puerta de casa que protege a los inquilinos que los dioses falsos. Más vale columna de madera en un palacio que los dioses falsos.

59 El sol, la luna y las estrellas brillan y obedecen cuando les encargan sus tareas.

60 Cuando aparece el rayo, es bien visible. El viento mismo sopla en cualquier región.

61 Las nubes obedecen en seguida cuando Dios las despacha por todo el mundo habitado.

62 El rayo, cuando lo despachan desde arriba a consumir montes y selvas, lo hace al punto. Los ídolos no se les pueden comparar ni en figura ni en poder.

63 Por tanto, ¿cómo es posible creerles o llamarlos dioses? Pues no pueden hacer justicia ni favorecer a los hombres.

64 Por tanto, sabiendo que no son dioses, no les tengan miedo.

65 No pueden maldecir ni bendecir a los reyes.

66 No pueden mostrar a los pueblos signos celestes, no iluminan como el sol ni brillan como la luna.

67 Valen más las fieras, que saben defenderse refugiándose en sus guaridas.

68 Ningún argumento prueba que sean dioses; por tanto, no les teman.

69 Esos dioses de madera, dorados y plateados son como espantapájaros inútiles en un melonar.

70 Son como espinos en un huerto, donde se posa cualquier pájaro; son como un muerto echado a las tinieblas esos dioses de madera, dorados y plateados.

71 Por la púrpura y el lino que se pudren encima de ellos conocerán que no son dioses. Terminan carcomidos y son el oprobio del país.

72 En conclusión: vale más el hombre honrado que no tiene ídolos.

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Introducción a Baruc

BARUC

Autor y época. Baruc, hijo de Nerías, desempeña un papel importante en la vida y obra de Jeremías, como su secretario (Jr 32), portavoz (Jr 36), compañero (Jr 43) y destinatario de un oráculo personal (Jr 45). Esto ha movido a escritores tardíos a acogerse bajo su nombre, ilustre y poco gastado, y atribuirle escritos seudónimos. Entre esas obras seudónimos se cuenta la presente y la única que entró en nuestro canon como escritura inspirada por Dios. El original hebreo es desconocido; a nosotros nos ha llegado la versión griega.
El libro se compone de una introducción y tres secciones autónomas. No sabemos si las tres piezas son obra del mismo autor o de la misma época. Se pueden leer por separado. Como cambia el tema cambia también el estilo. Su calidad literaria es notable y creciente: la primera parte cede a la amplificación, la segunda y tercera combinan el sentimiento lírico y la retórica eficaz. Ciertamente el libro merece más atención de la que recibe.
Es imposible datar la fecha de composición de las tres partes del libro pero, por el análisis interno de las mismas, podrían situarse en un período que abarca desde el año 300 a.C. hasta el 70 d.C. Se conjetura razonablemente que es uno de los últimos libros del Antiguo Testamento.

Mensaje religioso. En el breve libro confluyen tres corrientes venerables: la litúrgica, la predicación del Deuteronomio traducida en términos sapienciales, y la profética. La comunidad judía, aunque repartida entre los que permanecen en el destierro y los que viven en Jerusalén, forman una unidad étnica y religiosa. Solidarios en la confesión de un pecado común y en el reconocimiento de una historia común, el pueblo disperso se siente uno, vivo y continuador hacia el futuro de unas promesas.
Jerusalén, con su templo y sus sacrificios es el centro de gravedad del pueblo judío. De momento, fuertes obstáculos cohíben esa fuerza; cuando Dios remueva los impedimentos, Jerusalén, con su poder de atracción, provocará la vuelta y la restauración definitiva. El reconocimiento del pecado común y la conversión a Dios pondrán al pueblo en el camino de las promesas mesiánicas.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas