I Macabeos 16 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 25 versitos |
1

Primer éxito de Juan

Juan subió de Guézer y comunicó a su padre, Simón, lo que hacía Cendebeo.
2 Simón llamó a sus dos hijos mayores, Judas y Juan, y les dijo:
– Mis hermanos y yo, y toda mi familia, combatimos a los enemigos de Israel, desde jóvenes hasta hoy, y muchas veces conseguimos liberar a Israel con nuestro esfuerzo.
3 Yo ya soy viejo, pero ustedes están en la mejor edad, gracias a Dios. Ocupen mi puesto y el de mi hermano. Salgan a luchar por nuestra patria. Que la ayuda del cielo los acompañe.
4 Seleccionó veinte mil guerreros y jinetes del país, y marcharon contra Cendebeo. Pernoctaron en Modín,
5 y de madrugada caminaron hacia la llanura; se toparon con un ejército numeroso, de infantería y caballería, separado de ellos por un río.
6 Juan y sus tropas formaron frente a ellos; al ver que la tropa no se atrevía a pasar el río, Juan lo pasó el primero. Al verlo sus soldados, pasaron tras él.
7 Luego dividió a la tropa, colocando en medio a los jinetes, porque la caballería enemiga era muy numerosa.
8 Sonaron las trompetas, y Cendebeo y su ejército fueron derrotados: cayeron muchos heridos, y los demás huyeron a la plaza fuerte.
9 Entonces fue herido Judas, el hermano de Juan. Juan los persiguió hasta llegar a Cedrón, reconstruida por Cendebeo.
10 Huyeron a las torres de la campiña de Asdod. Juan incendió la ciudad, causando dos mil bajas al enemigo. Después regresó a Judá.
11

Muerte de Simón

Tolomeo de Abubo había sido nombrado gobernador de la llanura de Jericó. Tenía mucha plata y oro,
12 por ser yerno del sumo sacerdote,
13 pero, lleno de soberbia, quiso apoderarse del país, y conspiró para eliminar a Simón y sus hijos.
14 Simón estaba inspeccionando las poblaciones del país, ocupado en sus problemas administrativos. Bajó a Jericó con sus hijos Matatías y Judas, el año ciento setenta y siete, el mes de enero, o sea, el mes Sebat.
15 El hijo de Abubo los recibió pérfidamente en el fortín llamado Doc, construido por él; les ofreció un banquete y apostó allí unos cuantos hombres.
16 Cuando Simón y sus hijos estaban bebidos, Tolomeo y sus hombres se levantaron, empuñaron sus armas, se precipitaron sobre Simón en la sala del banquete, y lo mataron junto con sus dos hijos y algunos de su séquito.
17 ¡Fue una gran traición devolver mal por bien!
18 Tolomeo consignó por escrito lo sucedido y envió el informe al rey, pidiéndole tropas de socorro y el mando sobre la provincia y las poblaciones.
19 Despachó a Guézer otros emisarios para eliminar a Juan; envió cartas a la oficialidad para que se entrevistaran con él, que les daría plata, oro y regalos.
20 A otro grupo lo mandó a Jerusalén, para apoderarse de la ciudad y del monte del templo.
21 Pero hubo uno que corrió a Guézer y avisó a Juan de la muerte de su padre y hermanos, y que Tolomeo había mandado gente para matarle también a él.
22 Juan quedó consternado ante la noticia. Luego apresó a los que venían a asesinarlo y los ejecutó, sabiendo que llegaban para matarlo.
23 Para otros datos sobre Juan y las hazañas militares que realizó, las murallas que construyó y sus empresas,
24 véanse los anales de su pontificado, a partir de la fecha de su consagración como sumo sacerdote, sucesor de su padre.
25 --

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Introducción a I Macabeos

1 MACABEOS

Contexto histórico. A la muerte de Alejandro, su imperio, apenas sometido, se convierte en escenario de las luchas de los herederos. En menos de veinte años se realiza una división estable en tres zonas: Egipto, Siria y el reino macedonio. Palestina, como zona intermedia, vuelve a ser terreno disputado por los señores de Egipto y Siria. Durante todo el siglo III a.C. dominaron benévolamente los tolomeos, siguiendo una política de tolerancia religiosa y explotación económica. En el 199 a.C., Antíoco III de Siria se aseguró el dominio de Palestina y concedió a los judíos en torno a Jerusalén autonomía para seguir su religión y leyes, con obligación de pagar tributos y dar soldados al rey.
En el primer siglo del helenismo, los judíos, más o menos como otros pueblos, estuvieron sometidos a su influjo, y se fue realizando una cierta simbiosis espiritual y cultural, sin sacrificio de la religión y las leyes y tradiciones paternas. El siglo siguiente, las actitudes diversas frente al helenismo fraguan en dos partidos opuestos: el progresista, que quiere conciliar la fidelidad a las propias tradiciones con una decidida apertura a la nueva cultura internacional, y el partido conservador, cerrado y exclusivista. En gran parte, las luchas que narra este libro son luchas judías internas o provocadas por la rivalidad de ambos partidos.
Antíoco IV hace la coexistencia imposible al escalar las medidas represivas (aquí comienza el libro). Los judíos reaccionaron primero con la resistencia pasiva hasta el martirio; después abandonaron las ciudades en acto de resistencia pasiva; finalmente, estalló la revuelta a mano armada. Primero en guerrillas, después con organización más amplia, lucharon con suerte alterna desde el 165 hasta el 134 a.C.; hasta que los judíos obtuvieron la independencia bajo el reinado del asmoneo Juan Hircano.
En tiempos de este rey y con el optimismo de la victoria se escribió el primer libro de los Macabeos, para exaltar la memoria de los combatientes que habían conseguido la independencia, y para justificar la monarquía reinante. Justificación, porque Juan Hircano era a la vez sumo sacerdote y rey, cosa inaudita y contra la tradición. Si la descendencia levítica podía justificar el cargo sacerdotal, excluía el oficio real, que tocaba a la dinastía davídica de la tribu de Judá.

Mensaje del libro.
El autor, usando situaciones paralelas y un lenguaje rico en alusiones, muestra que el iniciador de la revuelta es el nuevo Fineés (Nm 25), merecedor de la función sacerdotal; que sus hijos son los nuevos «jueces», suscitados y apoyados por Dios para salvar a su pueblo; que la dinastía asmonea es la correspondencia actual de la davídica.
Más aún, muestra el nuevo reino como cumplimiento parcial de muchas profecías escatológicas o mesiánicas: la liberación del yugo extranjero, la vuelta de judíos dispersos, la gran tribulación superada, el honor nacional reconquistado, son los signos de la nueva era de gracia.
El autor no vivió (al parecer) para contemplar el fracaso de tantos esfuerzos e ilusiones, es decir, la traición por parte de los nuevos monarcas de los principios religiosos y políticos que habían animado a los héroes de la resistencia. Fueron otros quienes juraron odio a la dinastía asmonea y con su influjo lograron excluir de los libros sagrados una obra que exaltaba las glorias de dicha familia.
Por encima del desenlace demasiado humano, el libro resultó el canto heroico de un pueblo pequeño, empeñado en luchar por su identidad e independencia nacional: con el heroísmo de sus mártires, la audacia de sus guerrilleros, la prudencia política de sus jefes. La identidad nacional en aquel momento se definía por las «leyes paternas» frente a los usos griegos, especialmente las más distintivas. Por el pueblo, así definido, lucharon y murieron hasta la victoria.
El libro es, por tanto, un libro de batallas, con muy poco culto y devoción personal. Dios apoya a los combatientes de modo providencial, a veces inesperado, pero sin los milagros del segundo libro de los Macabeos y sin realizar Él solo la tarea, como en las Crónicas. El autor es muy parco en referencias religiosas explícitas, pero el tejido de alusiones hace la obra transparente para quienes estaban familiarizados con los escritos bíblicos precedentes.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Macabeos 16,1-10Primer éxito de Juan. Sin ningún preámbulo entran en acción Judas y Juan, hijos de Simón y representantes de la tercera generación de la familia de los Macabeos. Simón aún puede ejercer las funciones de gobierno, pero por su edad, ya no puede ir al frente de batalla, misión que delega en sus hijos, de la misma manera que tiempo atrás lo hizo Matatías, antes de morir, con su hijo Judas (2,49-68; cfr. 12,15; 13,3; 14,26). La audacia militar y la inteligencia estratégica de Juan le procuran el triunfo en la batalla contra Cendebeo. Actitudes que recuerdan a sus tíos y lo identifican plenamente como uno de los macabeos.


I Macabeos 16,11-24Muerte de Simón. Las divisiones y traiciones no son ahora entre reyes o gobernantes, sino entre la misma familia. Parece que prácticas nepotistas llevaron a que miembros de la familia macabea vieran crecer rápidamente su riqueza y su poder, como en el caso de Tolomeo de Abubo (11; cfr. 2Sa_13:28), nombrado por su suegro Simón, gobernador de la región de Jericó. Los deseos libertarios de otros tiempos, se cambian por la codicia y la ambición de poder. Tal es el caso de Tolomeo, que en el año 142 a.C. asesina de manera vil y traicionera a Simón, el último de los hermanos Macabeos. Juan, el hijo de Simón, logra salvarse al ser avisado de los planes para asesinarlo. De esta manera queda «bautizado» Juan Hircano como el continuador de la obra macabea. Los dos últimos versículos de nuestro libro (23s) son muy importantes al compararlos con la fórmula clásica utilizada en el Libro de los Reyes de Judá (1Re_11:41; 1Re_14:19; 1Re_15:23). ¿Cuál será la intención del autor? Probablemente quiere colocar a Juan Hircano, que reinó entre los años 134-104 a.C., en la misma línea de los reyes de Judá, y a la dinastía Asmonea, que es la misma de los macabeos, como la continuadora de la dinastía davídica y de la monarquía judía, interrumpida por más de cuatrocientos años. Una pregunta para la reflexión: ¿Realmente querrá Dios «resucitar» el proyecto monárquico cuando fue un rotundo fracaso en la historia de Israel? La respuesta es no, prueba de ello es que en poco tiempo la dinastía Asmonea va a ser tan odiada, que ni siquiera el libro de los Macabeos fue aceptado en el canon judío. El proyecto macabeo que comenzó como un proyecto libertario contra el emperador idólatra y esclavizador, terminó siendo una monarquía tan cruel e idólatra como aquella que combatió.