I Macabeos 2 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 26 versitos |
1

Rebelión de Matatías

Por ese tiempo surgió Matatías, hijo de Juan, hijo de Simeón, sacerdote de la familia de Yoarib; y aunque era nacido en Jerusalén, se había establecido en Modín.
2 Tenía cinco hijos: Juan, por sobrenombre el Feliz;
3 Simón, llamado el Fanático;
4 Judas, llamado Macabeo;
5 Lázaro, llamado Avarán, y Jonatán, llamado Apfús.
6 Al ver Matatías los sacrilegios que se cometían en Judá y Jerusalén,
7 exclamó:
–¡Ay de mí! ¿Para esto he nacido? ¿Para ver la ruina de mi pueblo y la destrucción de la ciudad santa? ¡Para quedarme sentado en ella, mientras es entregada al poder del enemigo, y el santuario está en manos de extranjeros!
8 Su templo es como un hombre deshonrado;
9 su ajuar valioso ha sido llevado como botín; sus niños, asesinados en las plazas; sus jóvenes, muertos por la espada enemiga.
10 ¿Qué nación no ha ocupado sus palacios,
no se ha apropiado de sus despojos?
11 Le han arrebatado su hermosura;
era libre, y ahora es esclava.
12 Ahí está nuestro santuario,
nuestra hermosura y nuestro orgullo,
está desolado,
lo han profanado los paganos.
13 ¿Para qué seguir viviendo?
14 Matatías y sus hijos se rasgaron las vestiduras, se vistieron de sayal e hicieron gran duelo.
15 Los funcionarios reales encargados de hacer apostatar por la fuerza llegaron a Modín, para que la gente ofreciese sacrificios,
16 y muchos israelitas acudieron a ellos. Matatías se reunió con sus hijos,
17 y los funcionarios del rey le dijeron:
– Eres un personaje ilustre, un hombre importante en este pueblo, y estás respaldado por tus hijos y parientes.
18 Adelántate para ser el primero en cumplir la orden del rey, como lo han hecho todas las naciones, y también los hombres de Judá y los que han quedado en Jerusalén. Tú y tus hijos recibirán el título de grandes del reino, los premiarán con oro y plata y muchos regalos.
19 Pero Matatías respondió en voz alta:
– Aunque todos los súbditos en los dominios del rey obedezcan, abandonando la religión de sus padres, y aunque prefieran cumplir sus órdenes,
20 yo, mis hijos y mis parientes viviremos según la alianza de nuestros padres.
21 ¡Dios nos libre de abandonar la ley y nuestras costumbres!
22 No obedeceremos las órdenes del rey, desviándonos de nuestra religión ni a la derecha ni a la izquierda.
23 Cuando acabó de hablar, se adelantó un judío, a la vista de todos, dispuesto a sacrificar sobre el altar de Modín, como lo mandaba el rey.
24 Al verlo, Matatías se indignó, tembló de cólera y en un arrebato de ira santa corrió a degollar a aquel hombre sobre el altar.
25 Ahí mismo mató al funcionario real, que obligaba a sacrificar, y derribó el altar.
26 Lleno de celo por la ley, hizo lo que Fineés a Zimrí, hijo de Salu.

27 Luego empezó a gritar con toda su voz por la ciudad:
– El que sienta celo por la ley y quiera mantener la alianza, ¡que me siga!

28 Después, dejando en la ciudad cuanto tenía, él y sus hijos huyeron a las montañas.

29 Por entonces, muchos judíos amantes de la justicia y el derecho bajaron al desierto para instalarse allí

30 con sus hijos, mujeres y ganados. Es que la situación se había hecho intolerable.

31 A los funcionarios reales y a la guarnición de Jerusalén, de la Ciudad de David, les llegó la denuncia de que unos individuos, que habían desobedecido el mandato del rey, habían bajado a las cuevas del desierto.

32 Corrieron en su persecución muchos soldados. Los alcanzaron, tomaron posiciones frente a ellos y los atacaron un sábado.

33 Y les dijeron:
–¡Basta ya! Salgan, obedezcan las órdenes del rey y salvarán sus vidas.

34 Pero ellos respondieron:
– Ni saldremos ni obedeceremos al rey, profanando el sábado.

35 Los soldados les dieron el asalto enseguida,

36 y ellos no replicaron, ni les tiraron una piedra, ni se atrincheraron en las cuevas,

37 sino que dijeron:
–¡Muramos todos con la conciencia limpia! El cielo y la tierra son testigos de que ustedes nos asesinan injustamente.

38 Así fueron atacados en pleno sábado. Y murieron todos, con sus mujeres, hijos y ganados. Había unas mil personas.

39 Cuando lo supieron Matatías y sus hijos hicieron gran duelo por ellos,

40 y comentaban:
– Si todos nos comportamos como nuestros hermanos, y no luchamos contra los paganos por nuestra vida y nuestra ley, muy pronto nos harán desaparecer de la tierra.

41 Aquel mismo día celebraron consejo y acordaron lo siguiente: Al que nos ataque en sábado le responderemos luchando; así no pereceremos todos, como nuestros hermanos en las cuevas.

42 Entonces se les añadió el grupo de los Leales, israelitas aguerridos, todos ellos sinceramente fieles a la ley;

43 se les sumaron también como refuerzos todos los que escapaban de cualquier desgracia.

44 Organizaron un ejército y descargaron su ira contra los pecadores y su cólera contra los impíos. Los que se libraron fueron a refugiarse entre las naciones extranjeras.

45 Matatías y sus partidarios recorrieron el país derribando los altares,

46 circuncidando por la fuerza a los niños no circuncidados que encontraban en territorio israelita

47 y persiguiendo a los insolentes. La campaña fue un éxito,

48 de manera que rescataron la ley de manos de los paganos y sus reyes, y no permitieron que prevalecieran los malvados.

49 Cuando le llegó la hora de morir, Matatías dijo a sus hijos:
– Hoy triunfan la insolencia y el descaro; son tiempos de calamidades y de terribles castigos.

50 Hijos míos, tengan celos por la ley y sacrifiquen sus vidas por la alianza de nuestros padres.

51 Recuerden las hazañas que hicieron nuestros padres en su tiempo y conseguirán gloria sin par y fama perpetua.

52¿Acaso Abrahán no fue hallado fiel en la prueba y por eso Dios lo contó entre los justos?

53 José, en medio del peligro, cumplió el mandamiento y llegó a ser señor de Egipto.

54 Fineés, nuestro padre, por su gran celo recibió la promesa de un sacerdocio eterno.

55 Josué llegó a ser juez de Israel por haber cumplido la ley.

56 Caleb, por su testimonio ante la asamblea, recibió una tierra en heredad.

57 David, por su misericordia, obtuvo el trono de una monarquía perpetua.

58 Elías fue arrebatado al cielo por su gran celo por la ley.

59 Ananías, Azarías y Misael, por su fe, se salvaron de la hoguera.

60 Daniel, por su inocencia, se salvó de las fauces de los leones.

61 Y así, repasando las generaciones, comprenderán que los que esperan en Dios no desfallecen.

62 No teman las palabras de un pecador, porque su gloria acabará en podredumbre y gusanos:

63 hoy es exaltado y mañana desaparecerá; volverá al polvo de donde vino y sus planes fracasarán.

64 Hijos míos, sean valientes en defender la ley, que ella los llenará de gloria.

65 Miren, sé que su hermano Simeón es prudente; obedézcanle siempre, y hará de padre con ustedes.

66 Judas Macabeo, aguerrido desde joven, será el jefe del ejercito y dirigirá la guerra contra el extranjero.

67 Ustedes, por su parte, reúnan a todos los que guardan la ley y defiendan los derechos de su pueblo.

68 Devuelvan a los paganos su merecido y cumplan cuidadosamente los preceptos de la ley.

69 Y después de bendecirlos fue a reunirse con sus antepasados.

70 Murió el año ciento cuarenta y seis. Lo enterraron en la sepultura familiar, en Modín, y todo Israel le hizo solemnes funerales.

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Introducción a I Macabeos

1 MACABEOS

Contexto histórico. A la muerte de Alejandro, su imperio, apenas sometido, se convierte en escenario de las luchas de los herederos. En menos de veinte años se realiza una división estable en tres zonas: Egipto, Siria y el reino macedonio. Palestina, como zona intermedia, vuelve a ser terreno disputado por los señores de Egipto y Siria. Durante todo el siglo III a.C. dominaron benévolamente los tolomeos, siguiendo una política de tolerancia religiosa y explotación económica. En el 199 a.C., Antíoco III de Siria se aseguró el dominio de Palestina y concedió a los judíos en torno a Jerusalén autonomía para seguir su religión y leyes, con obligación de pagar tributos y dar soldados al rey.
En el primer siglo del helenismo, los judíos, más o menos como otros pueblos, estuvieron sometidos a su influjo, y se fue realizando una cierta simbiosis espiritual y cultural, sin sacrificio de la religión y las leyes y tradiciones paternas. El siglo siguiente, las actitudes diversas frente al helenismo fraguan en dos partidos opuestos: el progresista, que quiere conciliar la fidelidad a las propias tradiciones con una decidida apertura a la nueva cultura internacional, y el partido conservador, cerrado y exclusivista. En gran parte, las luchas que narra este libro son luchas judías internas o provocadas por la rivalidad de ambos partidos.
Antíoco IV hace la coexistencia imposible al escalar las medidas represivas (aquí comienza el libro). Los judíos reaccionaron primero con la resistencia pasiva hasta el martirio; después abandonaron las ciudades en acto de resistencia pasiva; finalmente, estalló la revuelta a mano armada. Primero en guerrillas, después con organización más amplia, lucharon con suerte alterna desde el 165 hasta el 134 a.C.; hasta que los judíos obtuvieron la independencia bajo el reinado del asmoneo Juan Hircano.
En tiempos de este rey y con el optimismo de la victoria se escribió el primer libro de los Macabeos, para exaltar la memoria de los combatientes que habían conseguido la independencia, y para justificar la monarquía reinante. Justificación, porque Juan Hircano era a la vez sumo sacerdote y rey, cosa inaudita y contra la tradición. Si la descendencia levítica podía justificar el cargo sacerdotal, excluía el oficio real, que tocaba a la dinastía davídica de la tribu de Judá.

Mensaje del libro.
El autor, usando situaciones paralelas y un lenguaje rico en alusiones, muestra que el iniciador de la revuelta es el nuevo Fineés (Nm 25), merecedor de la función sacerdotal; que sus hijos son los nuevos «jueces», suscitados y apoyados por Dios para salvar a su pueblo; que la dinastía asmonea es la correspondencia actual de la davídica.
Más aún, muestra el nuevo reino como cumplimiento parcial de muchas profecías escatológicas o mesiánicas: la liberación del yugo extranjero, la vuelta de judíos dispersos, la gran tribulación superada, el honor nacional reconquistado, son los signos de la nueva era de gracia.
El autor no vivió (al parecer) para contemplar el fracaso de tantos esfuerzos e ilusiones, es decir, la traición por parte de los nuevos monarcas de los principios religiosos y políticos que habían animado a los héroes de la resistencia. Fueron otros quienes juraron odio a la dinastía asmonea y con su influjo lograron excluir de los libros sagrados una obra que exaltaba las glorias de dicha familia.
Por encima del desenlace demasiado humano, el libro resultó el canto heroico de un pueblo pequeño, empeñado en luchar por su identidad e independencia nacional: con el heroísmo de sus mártires, la audacia de sus guerrilleros, la prudencia política de sus jefes. La identidad nacional en aquel momento se definía por las «leyes paternas» frente a los usos griegos, especialmente las más distintivas. Por el pueblo, así definido, lucharon y murieron hasta la victoria.
El libro es, por tanto, un libro de batallas, con muy poco culto y devoción personal. Dios apoya a los combatientes de modo providencial, a veces inesperado, pero sin los milagros del segundo libro de los Macabeos y sin realizar Él solo la tarea, como en las Crónicas. El autor es muy parco en referencias religiosas explícitas, pero el tejido de alusiones hace la obra transparente para quienes estaban familiarizados con los escritos bíblicos precedentes.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Macabeos 2,1-70Rebelión de Matatías.Así como la historia de los patriarcas la dividimos en ciclos: Abrahán, Jacob y José (Gn 12-50), igual podemos hacer con el primer libro de los Macabeos: ciclo de Matatías (2,1-70), de Judas (3,1-9,22), de Jonatán (9,23-12,53) y de Simón (13,1-16,24).
En oposición a Antíoco IV Epífanes, representante del poder imperial, surge Matatías, que significa «don de Dios», como líder de la resistencia judía. Matatías, un campesino de familia sacerdotal, hace una lectura de la realidad y constata que su pueblo, nacido para la libertad, ha sido esclavizado y saqueado. Su conciencia religiosa le dice que no es posible seguir viviendo sin hacer algo por cambiar tal situación.
Los funcionarios del imperio intentan comprar la conciencia de Matatías y de sus hijos ofreciéndoles títulos y riquezas. En clara opción por el Dios de los padres y del éxodo, rechazan la oferta del imperio y organizan la resistencia armada -«guerra santa»- desde las montañas de Judá.
Muchos judíos tradicionalistas huyen al desierto para escapar de la avalancha helenista. La persecución del imperio no se deja esperar y asesinan en día sábado un grupo de judíos que eran estrictos en el cumplimiento de la Ley pero que no participaban de la resistencia armada promulgada por los Macabeos. La muerte pasiva de estos israelitas por no violar la ley del sábado, hace que Matatías y sus hijos reinterpreten este precepto, decidiendo que si son atacados, aún en día sábado, responderán.
Al ejército de Matatías se une el grupo de los «leales» o «piadosos», de donde nacerán más tarde los fariseos y los esenios. El ejército macabeo organiza una campaña militar por el país con el fin de «rescatar la Ley de manos de los paganos». A pesar del éxito de la campaña militar, a cualquier cristiano le resulta difícil entender que se exalte un procedimiento que repite exactamente las actitudes del opresor: violencia, venganza, ira e imposición religiosa (45s). Es una «guerra santa» comprensible dentro de su época y contexto. Con Jesús se dará otro modelo de resistencia.
El testamento de Matatías recuerda el de Jacob (Gn 49) y Moisés (Dt 33). En el testamento quedan consagrados dos consejos con sabor imperativo: perseverar en la lucha y dar la vida por el proyecto de Dios (50). Además, un catálogo de virtudes para imitar: fe, fidelidad, celo, observancia, testimonio, misericordia, confianza y resistencia activa. Seguir el camino de los antepasados es garantía de triunfo contra los paganos. La comandancia del ejército es entregada a Judas (66), que sin ser el mayor es el más aguerrido.