I Macabeos 4 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 25 versitos |
1 Gorgias emprendió la marcha de noche, con cinco mil hombres de infantería y mil jinetes escogidos,
2 con idea de caer sobre el campamento judío y aplastarlos de improviso. Gente de la fortaleza de Jerusalén le servían de guías.
3 Pero Judas se enteró, y también él se puso en marcha con sus guerreros, para aplastar al ejército real que quedaba en Emaús,
4 mientras el resto de las tropas estaban dispersas lejos del campamento.
5 Cuando Gorgias llegó de noche al campamento judío no encontró a nadie. Se puso a buscarlos por la sierra, pensando que huían de él.
6 Al amanecer apareció Judas en la llanura con tres mil hombres, aunque sin escudos ni espadas como hubiera querido.
7 Cuando vieron el campamento pagano fortificado, bien defendido, rodeado por la caballería, con tropas aguerridas,
8 Judas arengó a sus hombres:
9 – No teman a esta muchedumbre ni se asusten por sus ataques. Recuerden cómo se salvaron nuestros antepasados en el Mar Rojo, cuando los perseguía el Faraón con un ejército.
10 Invoquemos ahora al cielo para que nos favorezca, acordándose de la alianza con nuestros padres, para que aplaste hoy a este ejército ante nosotros.
11 Así, todas las naciones reconocerán que hay alguien que rescata y salva a Israel.
12 Cuando los extranjeros levantaron la vista y los vieron venir de frente, salieron del campamento para la batalla.
13 Los de Judas hicieron tocar la trompeta y se entabló la lucha.
14 Los paganos fueron derrotados y huyeron hacia la llanura;
15 los más rezagados cayeron muertos a espada; los de Judas los fueron persiguiendo hasta Guézer y los llanos de Idumea, Asdod y Yamnia; les hicieron unas tres mil bajas.
16 Cuando Judas y su ejército dejaron de perseguirlos,
17 Judas advirtió a la tropa:
– No tengan ansia del botín, porque nos queda otra batalla: Gorgias y su ejército están en el monte, ahí cerca.
18 Ahora hagan frente al enemigo y luchen; después podrán apoderarse del botín tranquilamente.
19 Aún estaba hablando cuando asomó por el monte un escuadrón;
20 pero al ver que los suyos habían huido y que el campamento estaba ardiendo, como lo probaba la humareda que se veía,
21 se desmoralizaron por completo, y cuando vieron al ejército de Judas en la llanura, dispuesto al combate,
22 huyeron todos a territorio filisteo.
23 Entonces Judas se volvió a saquear el campamento: recogieron gran cantidad de oro, plata, ropa de púrpura roja y violeta y muchas riquezas.
24 Y regresaron cantando alabanzas a Dios, porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
25 Israel consiguió aquel día una gran victoria.

26 Los extranjeros que escaparon con vida fueron a comunicar a Lisias lo ocurrido.

27 Lisias, al oírlo, quedó abrumado de pesar, porque a Israel no le había ocurrido lo que él quería, ni el plan le había salido como le había ordenado el rey.

28 Así que al año siguiente reclutó sesenta mil infantes y cinco mil jinetes para luchar contra los judíos.

29 Llegaron a Idumea y acamparon en Bet-Sur. Judas salió a hacerles frente con diez mil hombres,

30 y al ver aquel ejército tan poderoso, rezó:
– Bendito eres, Salvador de Israel, que quebrantaste el ímpetu de aquel gigante por medio de tu siervo David y entregaste el campamento filisteo en poder de Jonatán, hijo de Saúl, y de su escudero.

31 Entrega así ese ejército en poder de tu pueblo Israel. Que ellos se sientan avergonzados de su infantería y de su caballería.

32 Mételes miedo, haz que se derrita su poderío y que se tambaleen con la derrota.

33 Derríbalos con la espada de tus amigos para que te canten himnos de alabanza todos los que conocen tu Nombre.

34 Cuando se enfrentaron los dos ejércitos, unos cinco mil hombres de Lisias cayeron en la refriega.

35 Lisias al ver rotas sus líneas de combate y el valor de los soldados de Judas, dispuestos a vivir o morir noblemente, marchó a Antioquía para reclutar más mercenarios, con intención de volver a Judá.


Purificación del Templo
2 Mac 10,1-8

Judas y sus hermanos propusieron:
– Ahora que tenemos derrotado al enemigo, subamos a purificar y consagrar el templo.

37 Se reunió toda la tropa, y subieron al monte Sión.

38 Vieron el santuario desolado, el altar profanado, las puertas incendiadas, la maleza creciendo en los atrios como matorrales en una ladera y las dependencias del templo derruidas.

39 Se rasgaron las vestiduras e hicieron gran duelo, echándose ceniza en la cabeza

40 y postrándose rostro en tierra. Al toque de corneta gritaron hacia el cielo.

41 Judas ordenó a sus hombres que combatieran a los que estaban en la fortaleza hasta terminar la purificación del templo.

42 Eligió sacerdotes sin defecto corporal, observantes de la ley,

43 que purificaron el templo y arrojaron a un lugar impuro las piedras que lo contaminaban.

44 Luego deliberaron qué hacer con el altar de los holocaustos que había sido profanado,

45 y se les ocurrió una buena idea: destruirlo; así no les serviría de oprobio por haberlo profanado los paganos. Así que lo destruyeron,

46 y colocaron las piedras en el monte del templo, en un sitio apropiado, hasta que viniese un profeta y resolviera lo que había que hacer con ellas.

47 Luego tomaron piedras sin tallar, como manda la ley, y levantaron un altar nuevo, igual que el anterior.

48 Restauraron el templo y consagraron el interior del edificio y los atrios.

49 Renovaron todos los utensilios sagrados y metieron en el templo el candelabro, el altar del incienso y la mesa.

50 Quemaron incienso sobre el altar y encendieron los candiles del candelabro, para que alumbraran el templo.

51 Cuando pusieron panes sobre la mesa y corrieron la cortina, quedó ultimado todo el trabajo.

52 El año ciento cuarenta y ocho, el día veinticinco del mes noveno – diciembre– ,

53 madrugaron para ofrecer un sacrificio, según la ley, en el nuevo altar de los holocaustos recién construido.

54 En el aniversario del día en que lo habían profanado los paganos lo volvieron a consagrar, cantando himnos y tocando cítaras, laúdes y platillos.

55 Todo el pueblo se postró en tierra, adorando y alabando a Dios, que les había dado éxito.

56 Durante ocho días celebraron la consagración, ofreciendo con júbilo holocaustos y sacrificios de comunión y de alabanza.

57 Decoraron la fachada del templo con coronas de oro y pequeños escudos. Consagraron también el portal y las dependencias, poniéndoles puertas.

58 El pueblo entero celebró una gran fiesta, que canceló la afrenta de los paganos.

59 Judas, con sus hermanos y toda la asamblea de Israel, determinó que se conmemorara anualmente la nueva consagración del altar, con solemnes festejos, durante ocho días, a partir del veinticinco de diciembre.

60 En aquella ocasión construyeron en torno al monte Sión unas murallas altas, con torreones, no fueran a llegar los paganos y las derruyesen como habían hecho antaño.

61 Judas acuarteló allí una guarnición para defender el monte. También fortificó Bet-Sur, para que la gente estuviera defendida por la parte de Idumea.

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Introducción a I Macabeos

1 MACABEOS

Contexto histórico. A la muerte de Alejandro, su imperio, apenas sometido, se convierte en escenario de las luchas de los herederos. En menos de veinte años se realiza una división estable en tres zonas: Egipto, Siria y el reino macedonio. Palestina, como zona intermedia, vuelve a ser terreno disputado por los señores de Egipto y Siria. Durante todo el siglo III a.C. dominaron benévolamente los tolomeos, siguiendo una política de tolerancia religiosa y explotación económica. En el 199 a.C., Antíoco III de Siria se aseguró el dominio de Palestina y concedió a los judíos en torno a Jerusalén autonomía para seguir su religión y leyes, con obligación de pagar tributos y dar soldados al rey.
En el primer siglo del helenismo, los judíos, más o menos como otros pueblos, estuvieron sometidos a su influjo, y se fue realizando una cierta simbiosis espiritual y cultural, sin sacrificio de la religión y las leyes y tradiciones paternas. El siglo siguiente, las actitudes diversas frente al helenismo fraguan en dos partidos opuestos: el progresista, que quiere conciliar la fidelidad a las propias tradiciones con una decidida apertura a la nueva cultura internacional, y el partido conservador, cerrado y exclusivista. En gran parte, las luchas que narra este libro son luchas judías internas o provocadas por la rivalidad de ambos partidos.
Antíoco IV hace la coexistencia imposible al escalar las medidas represivas (aquí comienza el libro). Los judíos reaccionaron primero con la resistencia pasiva hasta el martirio; después abandonaron las ciudades en acto de resistencia pasiva; finalmente, estalló la revuelta a mano armada. Primero en guerrillas, después con organización más amplia, lucharon con suerte alterna desde el 165 hasta el 134 a.C.; hasta que los judíos obtuvieron la independencia bajo el reinado del asmoneo Juan Hircano.
En tiempos de este rey y con el optimismo de la victoria se escribió el primer libro de los Macabeos, para exaltar la memoria de los combatientes que habían conseguido la independencia, y para justificar la monarquía reinante. Justificación, porque Juan Hircano era a la vez sumo sacerdote y rey, cosa inaudita y contra la tradición. Si la descendencia levítica podía justificar el cargo sacerdotal, excluía el oficio real, que tocaba a la dinastía davídica de la tribu de Judá.

Mensaje del libro.
El autor, usando situaciones paralelas y un lenguaje rico en alusiones, muestra que el iniciador de la revuelta es el nuevo Fineés (Nm 25), merecedor de la función sacerdotal; que sus hijos son los nuevos «jueces», suscitados y apoyados por Dios para salvar a su pueblo; que la dinastía asmonea es la correspondencia actual de la davídica.
Más aún, muestra el nuevo reino como cumplimiento parcial de muchas profecías escatológicas o mesiánicas: la liberación del yugo extranjero, la vuelta de judíos dispersos, la gran tribulación superada, el honor nacional reconquistado, son los signos de la nueva era de gracia.
El autor no vivió (al parecer) para contemplar el fracaso de tantos esfuerzos e ilusiones, es decir, la traición por parte de los nuevos monarcas de los principios religiosos y políticos que habían animado a los héroes de la resistencia. Fueron otros quienes juraron odio a la dinastía asmonea y con su influjo lograron excluir de los libros sagrados una obra que exaltaba las glorias de dicha familia.
Por encima del desenlace demasiado humano, el libro resultó el canto heroico de un pueblo pequeño, empeñado en luchar por su identidad e independencia nacional: con el heroísmo de sus mártires, la audacia de sus guerrilleros, la prudencia política de sus jefes. La identidad nacional en aquel momento se definía por las «leyes paternas» frente a los usos griegos, especialmente las más distintivas. Por el pueblo, así definido, lucharon y murieron hasta la victoria.
El libro es, por tanto, un libro de batallas, con muy poco culto y devoción personal. Dios apoya a los combatientes de modo providencial, a veces inesperado, pero sin los milagros del segundo libro de los Macabeos y sin realizar Él solo la tarea, como en las Crónicas. El autor es muy parco en referencias religiosas explícitas, pero el tejido de alusiones hace la obra transparente para quienes estaban familiarizados con los escritos bíblicos precedentes.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Macabeos 4,1-35Batalla de Emaús. La victoria de los «débiles» pone en alerta al imperio. Antíoco se ve en la necesidad de abrir dos frentes de batalla, uno contra Persia con el fin de conseguir dinero para mantener la guerra contra quienes amenazan su poder y riqueza -Aún hoy, se siguen haciendo guerras por razones económicas sin importar las personas que mueren en ellas-; el otro frente, bajo el mando de Licias, busca aplastar la sublevación judía y borrar su nombre del lugar (3,35). El número de cuarenta mil soldados de infantería y siete mil jinetes elegidos para esta tarea, coincide con las cifras de 1Cr_19:19, dejando ver en el autor la intención de comparar a Judas con David. El ejército macabeo, conciente de su inferioridad, saca fuerzas para el combate, recordando la cruel situación que atraviesa el pueblo, la ciudad y el Templo (59), consultando la Palabra de Dios (48), haciendo ayuno y oración (47), respetando las normas para participar en el combate (56), pero sobre todo, poniendo todo en las manos del Señor (60). La lucha por la paz, con libertad, justicia y dignidad lo merece todo, aun la propia vida.
El imperio a pesar de su superioridad sigue siendo derrotado por varias razones: la inteligencia de Judas, al mejor estilo de David, en su estrategia militar; la memoria en un Dios liberador que siempre vence a cualquier faraón; y el sueño por mantener una Alianza que los hace libres e hijos predilectos de Dios. Cuando los pobres luchan con inteligencia por una liberación integral y unida al amor de Dios, no hay causa que se pierda.


I Macabeos 4,36-61Purificación del Templo. Con el enemigo derrotado y expulsado de la Ciudad Santa, todas las energías son puestas en la purificación, reconstrucción y consagración -dedicación- del Templo. La fiesta de la Dedicación se celebró el 25 de diciembre del año 164 a.C., exactamente tres años después de la profanación, con una ceremonia que duró ocho días. Esta fiesta, que quedó institucionalizada para celebrarse anualmente, es conocida con varios nombres: Dedicación -«Hanukkah»- que es el más usado, Purificación o fiesta de las Luces -cada día se enciende una luz-. Jesús antes de su muerte participó en esta fiesta (Jua_10:22). El texto nos sugiere una buena lección de liturgia: la materia prima de toda celebración litúrgica deben ser los acontecimientos más significativos de la vida. Es importante anotar que en este momento de la historia, el Templo es el centro de la vida y la religión judía; con Jesús las cosas cambiarán, será la vida del ser humano o su humanización, lo que estará en el centro del proyecto de Dios.