I Macabeos 5 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 31 versitos |
1

Hazañas de Judas fuera de Judea
2 Mac 10,15-23

Cuando las naciones vecinas se enteraron de que los judíos habían reconstruido el altar y restaurado el santuario como estaba antes, se irritaron muchísimo,
2 determinaron destruir a los descendientes de Jacob que vivían entre ellos, y empezaron a matar y eliminar a gente del pueblo.
3 Entonces Judas atacó a los descendientes de Esaú en Idumea, en Acrabatene, porque hostigaban a Israel. Les infligió una gran derrota, los sometió y los saqueó.
4 Después se acordó de la maldad de los beanitas, una trampa peligrosa para el pueblo, con sus emboscadas en los caminos,
5 y los cercó en sus castillos; tomó posiciones, los consagró al exterminio y quemó sus castillos con todos los que estaban dentro.
6 Después marchó contra los amonitas, y se las vio con un ejército considerable y bien armado, a las órdenes de Timoteo.
7 Trabó con ellos muchos combates; los destrozó, los deshizo,
8 se apoderó de todo el territorio de Jézer y luego se volvió a Judá.
9 Los pueblos de Galaad se aliaron contra los israelitas que vivían en su territorio, con intención de exterminarlos. Los israelitas huyeron a la plaza fuerte de Datema,
10 y enviaron a Judas y sus hermanos este mensaje: Los pueblos vecinos se han aliado contra nosotros para exterminarnos,
11 y se están preparando para venir a apoderarse de la plaza fuerte donde nos hemos refugiado. Timoteo es su general.
12 Ven a librarnos de sus manos, porque ya han caído muchos de los nuestros,
13 y todos nuestros hermanos que vivían en el país de Tob han muerto; sus mujeres, hijos y enseres han sido llevados al destierro; han muerto allí unas mil personas.
14 Estaban leyendo la carta cuando otros mensajeros, con la ropa hecha jirones, llegaron de Galilea con esta noticia:
15 De Tolemaida, Tiro y Sidón, y toda la Galilea de los gentiles, se han aliado contra nosotros para aniquilarnos.
16 En cuanto lo oyeron Judas y la tropa, convocaron una asamblea extraordinaria para deliberar qué podían hacer por los hermanos en situación apurada, hostilizados por el enemigo.
17 Judas dijo a su hermano Simón:
– Elige unos cuantos y vete a librar a tus hermanos de Galilea. Mi hermano Jonatán y yo iremos al país de Galaad.
18 Dejó con el resto de las fuerzas, para la defensa de Judá, a José, hijo de Zacarías, y a Azarías, oficial del ejército,
19 dándoles estas instrucciones:
– Tomen el mando de estas tropas, pero no entren en combate con los paganos hasta que volvamos nosotros.
20 A Simón le asignaron tres mil hombres para ir a Galilea, y a Judas, ocho mil para la expedición contra Galaad.
21 Simón partió para Galilea y trabó muchos combates con los paganos, los derrotó
22 y los persiguió hasta las puertas de Tolemaida. Los paganos tuvieron unas tres mil bajas, y Judas recogió el botín.
23 Luego juntó a los judíos que había en Galilea y Arbata, con sus mujeres, hijos y enseres, y los llevó a Judá, con gran regocijo.
24 Por su parte, Judas Macabeo y su hermano Jonatán atravesaron el Jordán y caminaron tres jornadas por el desierto.
25 Encontraron a los nabateos, que los recibieron pacíficamente, y les contaron lo que había pasado a sus hermanos israelitas en Galaad.
26 Muchos se habían encerrado en Bosra, Béser, Alema, Casfo, Maqued y Carnín, todas plazas fuertes e importantes.
27 Otros se habían reunido en las demás ciudades de Galaad, y el enemigo había determinado atacar esas plazas fuertes al día siguiente, ocuparlas y exterminarlos a todos en un solo día.
28 Judas y su ejército desandaron inmediatamente el camino hacia el desierto de Bosra. Judas tomó la ciudad, pasó a cuchillo a todos los varones, saqueó la villa y la incendió.
29 Por la noche marchó de allí, y caminaron hasta la fortaleza.
30 Al salir el sol divisaron un ejército innumerable colocando escalas y máquinas de guerra para apoderarse de la fortaleza; estaban dando el asalto.
31 Al ver Judas que había empezado el ataque y que de la ciudad subía al cielo el fragor del alarido de guerra y el son de las cornetas,

32 ordenó a sus soldados:
–¡Luchen hoy por sus hermanos!

33 Avanzaron en tres columnas por detrás del enemigo, tocaron las cornetas y oraron gritando.

34 Cuando los soldados de Timoteo se dieron cuenta de que era el Macabeo, huyeron. Judas les infligió una gran derrota: les hizo aquel día unas ocho mil bajas.

35 Luego torció hacia Alema. La tomó al asalto, mató a todos los varones, la saqueó y la incendió.

36 Partió de allí y conquistó Casfo, Maqued y Béser, con las demás ciudades de Galaad.

37 Después de estos sucesos, Timoteo reunió otro ejército y acampó frente a Rafón, al otro lado del torrente.

38 Judas envió gente a reconocer el campamento, y le informaron:
– Se le han unido todas las naciones vecinas; es un ejército numerosísimo;

39 tienen mercenarios árabes como auxiliares, y están acampados al otro lado del torrente, preparados para venir a atacarte.
Judas les salió al encuentro,

40 y mientras él y su ejército se acercaban al torrente, Timoteo dijo a sus oficiales:
– Si lo atraviesa él primero hacia nosotros, no podremos resistirle; seguro que nos vencerá.

41 Pero si no se atreve, y acampa al otro lado del río, lo pasamos nosotros hacia él, y lo venceremos.

42 Cuando Judas se acercó al torrente, formó a los oficiales de la administración en la ribera y les ordenó:
– No dejen acampar a nadie. Que avancen todos.

43 Luego él, el primero, atravesó el río hacia el enemigo. Toda la tropa le siguió. Derrotaron a los paganos, que arrojaron sus armas y huyeron hasta el santuario de Carnín.

44 Los judíos se apoderaron de la ciudad e incendiaron el santuario con todos los que estaban dentro. Destruida Carnín, ya nadie opuso resistencia a Judas.

45 Judas reunió a todos los israelitas que había en Galaad, chicos y grandes, con sus esposas, hijos y enseres – una muchedumbre inmensa– , para llevarlos a Judá.

46 Llegaron a Efrón, una ciudad importante, bien fortificada, que les caía de camino – era imposible dejarla a derecha o izquierda, había que atravesarla– .

47 Pero los de la ciudad la cerraron y obstruyeron las puertas con piedras.

48 Judas les envió mensajeros en son de paz que les dijeron:
– Queremos pasar por el territorio de ustedes para llegar a nuestra patria. Nadie les hará ningún daño, sólo queremos pasar.
Pero se negaron a abrirle.

49 Entonces Judas ordenó pregonar por el campamento que todos formaran para el combate, en el sitio donde estuvieran.

50 Los guerreros formaron. Dio el asalto a la ciudad, todo aquel día y toda la noche, y la ciudad se rindió.

51 Judas pasó a cuchillo a todos los varones, arrasó la villa después de saquearla y la atravesó pasando por encima de los cadáveres.

52 Luego cruzaron el Jordán hasta la gran llanura, frente a Beisán.

53 Judas iba reuniendo a los rezagados y animando a la gente durante toda la marcha, hasta que llegaron a Judá.

54 Subieron al monte Sión, en medio de una gran alegría, y ofrecieron holocaustos por haber regresado sanos y salvos, sin ninguna baja.

55 Mientras Judas y Jonatán estaban en Galaad, y su hermano Simón en Galilea, frente a Tolemaida,

56 José, hijo de Zacarías, y Azarías, oficiales del ejército, se enteraron de las hazañas militares que habían llevado a cabo,

57 y se dijeron:
– Vamos a hacernos famosos también nosotros. ¡Vamos a luchar contra las naciones vecinas!

58 Dieron órdenes a sus tropas, y marcharon contra Yamnia.

59 Pero Gorgias y sus hombres salieron de la ciudad a presentarles batalla,

60 y José y Azarías huyeron. Gorgias los persiguió hasta las fronteras de Judá. Aquel día cayeron unos dos mil soldados israelitas,

61 el ejército sufrió una gran derrota por no haber obedecido a Judas y sus hermanos, esperando hacer una gran hazaña;

62 no eran de la raza de los hombres destinados a salvar a Israel.

63 El valeroso Judas y sus hermanos se hicieron muy célebres en todo Israel y por todos los países donde se oía hablar de ellos.

64 La gente se arremolinaba en torno a ellos, vitoreándolos.

65 Judas y sus hermanos salieron a luchar contra los descendientes de Esaú, en el sur. Conquistó el territorio de Hebrón, derribó sus plazas fuertes e incendió los torreones de la muralla.

66 Luego emprendió la marcha al país filisteo y atravesó Maresá.

67 Aquel día cayeron en el combate unos sacerdotes que, queriendo hacer una hazaña, salieron a luchar imprudentemente.

68 Luego Judas torció hacia Asdod, en tierra filistea; derribó sus altares, quemó las imágenes de sus dioses, saqueó las ciudades y se volvió a Judá.

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Introducción a I Macabeos

1 MACABEOS

Contexto histórico. A la muerte de Alejandro, su imperio, apenas sometido, se convierte en escenario de las luchas de los herederos. En menos de veinte años se realiza una división estable en tres zonas: Egipto, Siria y el reino macedonio. Palestina, como zona intermedia, vuelve a ser terreno disputado por los señores de Egipto y Siria. Durante todo el siglo III a.C. dominaron benévolamente los tolomeos, siguiendo una política de tolerancia religiosa y explotación económica. En el 199 a.C., Antíoco III de Siria se aseguró el dominio de Palestina y concedió a los judíos en torno a Jerusalén autonomía para seguir su religión y leyes, con obligación de pagar tributos y dar soldados al rey.
En el primer siglo del helenismo, los judíos, más o menos como otros pueblos, estuvieron sometidos a su influjo, y se fue realizando una cierta simbiosis espiritual y cultural, sin sacrificio de la religión y las leyes y tradiciones paternas. El siglo siguiente, las actitudes diversas frente al helenismo fraguan en dos partidos opuestos: el progresista, que quiere conciliar la fidelidad a las propias tradiciones con una decidida apertura a la nueva cultura internacional, y el partido conservador, cerrado y exclusivista. En gran parte, las luchas que narra este libro son luchas judías internas o provocadas por la rivalidad de ambos partidos.
Antíoco IV hace la coexistencia imposible al escalar las medidas represivas (aquí comienza el libro). Los judíos reaccionaron primero con la resistencia pasiva hasta el martirio; después abandonaron las ciudades en acto de resistencia pasiva; finalmente, estalló la revuelta a mano armada. Primero en guerrillas, después con organización más amplia, lucharon con suerte alterna desde el 165 hasta el 134 a.C.; hasta que los judíos obtuvieron la independencia bajo el reinado del asmoneo Juan Hircano.
En tiempos de este rey y con el optimismo de la victoria se escribió el primer libro de los Macabeos, para exaltar la memoria de los combatientes que habían conseguido la independencia, y para justificar la monarquía reinante. Justificación, porque Juan Hircano era a la vez sumo sacerdote y rey, cosa inaudita y contra la tradición. Si la descendencia levítica podía justificar el cargo sacerdotal, excluía el oficio real, que tocaba a la dinastía davídica de la tribu de Judá.

Mensaje del libro.
El autor, usando situaciones paralelas y un lenguaje rico en alusiones, muestra que el iniciador de la revuelta es el nuevo Fineés (Nm 25), merecedor de la función sacerdotal; que sus hijos son los nuevos «jueces», suscitados y apoyados por Dios para salvar a su pueblo; que la dinastía asmonea es la correspondencia actual de la davídica.
Más aún, muestra el nuevo reino como cumplimiento parcial de muchas profecías escatológicas o mesiánicas: la liberación del yugo extranjero, la vuelta de judíos dispersos, la gran tribulación superada, el honor nacional reconquistado, son los signos de la nueva era de gracia.
El autor no vivió (al parecer) para contemplar el fracaso de tantos esfuerzos e ilusiones, es decir, la traición por parte de los nuevos monarcas de los principios religiosos y políticos que habían animado a los héroes de la resistencia. Fueron otros quienes juraron odio a la dinastía asmonea y con su influjo lograron excluir de los libros sagrados una obra que exaltaba las glorias de dicha familia.
Por encima del desenlace demasiado humano, el libro resultó el canto heroico de un pueblo pequeño, empeñado en luchar por su identidad e independencia nacional: con el heroísmo de sus mártires, la audacia de sus guerrilleros, la prudencia política de sus jefes. La identidad nacional en aquel momento se definía por las «leyes paternas» frente a los usos griegos, especialmente las más distintivas. Por el pueblo, así definido, lucharon y murieron hasta la victoria.
El libro es, por tanto, un libro de batallas, con muy poco culto y devoción personal. Dios apoya a los combatientes de modo providencial, a veces inesperado, pero sin los milagros del segundo libro de los Macabeos y sin realizar Él solo la tarea, como en las Crónicas. El autor es muy parco en referencias religiosas explícitas, pero el tejido de alusiones hace la obra transparente para quienes estaban familiarizados con los escritos bíblicos precedentes.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Macabeos 5,1-68Hazañas de Judas fuera de Judea. Los judíos exiliados y desplazados en tierra extranjera sufren la venganza del imperio (2). Una asamblea democrática, liderada por Judas y sus hermanos, deciden responder con la misma moneda: atacar, someter y eliminar los pueblos vecinos que asesinan a sus hermanos. Hay que recordar que los edomitas y amonitas son enemigos tradicionales de Israel (Gén_19:37s; Núm_20:14-21; 1Sa_14:47). Las batallas son acompañadas de oraciones de alabanza, petición y acción de gracias a Dios, pero también con acciones tan sangrientas (51), que es necesario insistir en la premisa de entender estos hechos desde el contexto de un pueblo que hasta ese momento concebía a un Dios vengativo y hasta sangriento por defender a los suyos. La conciencia del pueblo llegará a su madurez con la presencia de Jesús quien nos mostrará el verdadero rostro de un Dios misericordioso. El texto sin embargo nos permite reflexionar sobre la situación de muchos hombres y mujeres que como exiliados o inmigrantes sufren la persecución xenofóbica de algunos gobiernos o sectores de la población.
Todas las batallas fueron ganadas, excepto las de José y Azarías, oficiales del ejército macabeo (56s), por dos razones: la primera, porque sus motivaciones no eran de solidaridad sino de intereses personales: fama y prestigio (57); la segunda, porque el autor considera que no pertenecen a una raza especial (62) como Judas Macabeo y sus hermanos.