I Macabeos 8 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 26 versitos |
1

Judas pacta con Roma

Judas había oído hablar de los romanos: que eran muy poderosos, benévolos con sus aliados y que hacían pacto de amistad con cuantos acudían a ellos.
2 Le contaron sus hazañas militares en las Galias: cómo las habían conquistado, sometiéndolas a tributo;
3 y todo lo que habían hecho en tierras de España para apoderarse de las minas de plata y oro que hay allí,
4 cómo habían sabido mantener su dominio en todo el país con paciencia y prudencia, y eso que estaba muy lejos. A los reyes que les habían atacado desde los confines de la tierra los habían derrotado aplastándolos definitivamente; los demás les pagaban un tributo anual.
5 Habían derrotado y sometido a Filipo, a Perseo, rey de Macedonia, y a los que se les habían sublevado;
6 derrotaron también a Antíoco el Grande, rey de Asia, que salió a atacarles con ciento veinte elefantes, caballería, carros y muchísima infantería:
7 lo apresaron vivo, y quedó obligado, él y sus sucesores en el trono, a pagar un fuerte tributo, a entregar rehenes y ceder la India, Media y Lidia,
8 las mejores provincias del rey; cuando los romanos las recibieron se las dieron al rey Eumenes.
9 También los griegos proyectaron una campaña para aniquilar a los romanos,
10 pero al enterarse éstos del proyecto mandaron contra ellos a un solo general: entraron en combate e hicieron muchas bajas a los griegos, se llevaron cautivos a las mujeres y niños, saquearon el país y lo sometieron, derribaron las plazas fuertes y los redujeron a esclavitud perpetua.
11 Aniquilaron y esclavizaron los restantes reinos, las islas, a cuantos les opusieron resistencia; en cambio, se mantenían fieles a sus amigos y a los que se ponían bajo su protección.
12 Dominaron a reyes vecinos y lejanos. Cuantos oían hablar de ellos los temían.
13 Aquéllos a quienes quieren ayudar en sus pretensiones al trono, llegan a reyes; a los que quieren cambiar, los destituyen. Están en la cima del poder.
14 Y con todo esto ni uno de ellos ha ceñido la corona ni se ha vestido de púrpura para aumentar su autoridad.
15 Han formado un Senado, y diariamente deliberan trescientos veinte senadores, buscando siempre el bien público.
16 Confían cada año el poder y el gobierno del país a un solo hombre; todos le obedecen, sin envidia ni rivalidades.
17 Judas eligió a Eupólemo, hijo de Juan, hijo de Acos, y a Jasón, hijo de Lázaro, y los envió a Roma para firmar un tratado de amistad y mutua defensa,
18 con la intención de sacudirse el yugo griego, porque veían que el imperio griego estaba esclavizando a Israel.
19 Partieron para Roma, un viaje larguísimo. Y al entrar en el Senado hablaron así:
20 – Judas Macabeo, sus hermanos y el pueblo judío nos han enviado aquí para hacer con ustedes un tratado de paz y mutua defensa, y para que nos inscriban en el número de sus aliados y amigos.
21 Los senadores aprobaron la petición.
22 Copia de documento que escribieron en tablillas de bronce, y mandaron a Jerusalén para que quedase allí como documento fehaciente del pacto de paz y mutua defensa:
23 ¡Gocen bienestar perpetuo romanos y judíos en tierra y mar! ¡Lejos de ellos la espada enemiga!
24 Pero si estalla la guerra contra Roma o uno de sus aliados en el imperio,
25 el pueblo judío luchará a su lado con toda el alma, conforme lo exijan las circunstancias,
26 a los enemigos no les darán ni suministrarán alimentos, armas, dinero, naves. Es decreto de Roma. Cumplirán estas cláusulas sin compensación alguna.

27 Igualmente, si estalla una guerra contra el pueblo judío, los romanos lucharán a su lado decididamente, conforme lo exijan las circunstancias,

28 y no darán a los enemigos alimentos, armas, dinero ni naves. Es decreto de Roma. Observarán estas cláusulas lealmente.

29 En estos términos quedaba estipulado el pacto de los romanos con el pueblo judío.

30 Y si más adelante alguna de las partes quisiera añadir o rescindir algo, se hará de común acuerdo, y lo añadido o rescindido tendrá fuerza de ley.

31 En cuanto a los daños que les ha causado el rey Demetrio, ya le escribimos en los siguientes términos: ¿Por qué oprimes tiránicamente a nuestros amigos y aliados los judíos?

32 Si se nos vuelven a quejar de ti, defenderemos sus derechos atacándote por tierra y mar.

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Introducción a I Macabeos

1 MACABEOS

Contexto histórico. A la muerte de Alejandro, su imperio, apenas sometido, se convierte en escenario de las luchas de los herederos. En menos de veinte años se realiza una división estable en tres zonas: Egipto, Siria y el reino macedonio. Palestina, como zona intermedia, vuelve a ser terreno disputado por los señores de Egipto y Siria. Durante todo el siglo III a.C. dominaron benévolamente los tolomeos, siguiendo una política de tolerancia religiosa y explotación económica. En el 199 a.C., Antíoco III de Siria se aseguró el dominio de Palestina y concedió a los judíos en torno a Jerusalén autonomía para seguir su religión y leyes, con obligación de pagar tributos y dar soldados al rey.
En el primer siglo del helenismo, los judíos, más o menos como otros pueblos, estuvieron sometidos a su influjo, y se fue realizando una cierta simbiosis espiritual y cultural, sin sacrificio de la religión y las leyes y tradiciones paternas. El siglo siguiente, las actitudes diversas frente al helenismo fraguan en dos partidos opuestos: el progresista, que quiere conciliar la fidelidad a las propias tradiciones con una decidida apertura a la nueva cultura internacional, y el partido conservador, cerrado y exclusivista. En gran parte, las luchas que narra este libro son luchas judías internas o provocadas por la rivalidad de ambos partidos.
Antíoco IV hace la coexistencia imposible al escalar las medidas represivas (aquí comienza el libro). Los judíos reaccionaron primero con la resistencia pasiva hasta el martirio; después abandonaron las ciudades en acto de resistencia pasiva; finalmente, estalló la revuelta a mano armada. Primero en guerrillas, después con organización más amplia, lucharon con suerte alterna desde el 165 hasta el 134 a.C.; hasta que los judíos obtuvieron la independencia bajo el reinado del asmoneo Juan Hircano.
En tiempos de este rey y con el optimismo de la victoria se escribió el primer libro de los Macabeos, para exaltar la memoria de los combatientes que habían conseguido la independencia, y para justificar la monarquía reinante. Justificación, porque Juan Hircano era a la vez sumo sacerdote y rey, cosa inaudita y contra la tradición. Si la descendencia levítica podía justificar el cargo sacerdotal, excluía el oficio real, que tocaba a la dinastía davídica de la tribu de Judá.

Mensaje del libro.
El autor, usando situaciones paralelas y un lenguaje rico en alusiones, muestra que el iniciador de la revuelta es el nuevo Fineés (Nm 25), merecedor de la función sacerdotal; que sus hijos son los nuevos «jueces», suscitados y apoyados por Dios para salvar a su pueblo; que la dinastía asmonea es la correspondencia actual de la davídica.
Más aún, muestra el nuevo reino como cumplimiento parcial de muchas profecías escatológicas o mesiánicas: la liberación del yugo extranjero, la vuelta de judíos dispersos, la gran tribulación superada, el honor nacional reconquistado, son los signos de la nueva era de gracia.
El autor no vivió (al parecer) para contemplar el fracaso de tantos esfuerzos e ilusiones, es decir, la traición por parte de los nuevos monarcas de los principios religiosos y políticos que habían animado a los héroes de la resistencia. Fueron otros quienes juraron odio a la dinastía asmonea y con su influjo lograron excluir de los libros sagrados una obra que exaltaba las glorias de dicha familia.
Por encima del desenlace demasiado humano, el libro resultó el canto heroico de un pueblo pequeño, empeñado en luchar por su identidad e independencia nacional: con el heroísmo de sus mártires, la audacia de sus guerrilleros, la prudencia política de sus jefes. La identidad nacional en aquel momento se definía por las «leyes paternas» frente a los usos griegos, especialmente las más distintivas. Por el pueblo, así definido, lucharon y murieron hasta la victoria.
El libro es, por tanto, un libro de batallas, con muy poco culto y devoción personal. Dios apoya a los combatientes de modo providencial, a veces inesperado, pero sin los milagros del segundo libro de los Macabeos y sin realizar Él solo la tarea, como en las Crónicas. El autor es muy parco en referencias religiosas explícitas, pero el tejido de alusiones hace la obra transparente para quienes estaban familiarizados con los escritos bíblicos precedentes.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Macabeos 8,1-32Judas pacta con Roma. El autor hace un paréntesis en su relato -continuará en 9,1- para presentar a Roma, nuevo actor imperial que ha entrado en escena y que para mediados del s. II a.C. ya dominaba todo el Mediterráneo. A pesar del esfuerzo que hace el autor por justificar el pacto del pueblo judío con Roma, sus mismos comentarios lo hacen contradictorio. Los elogia por su lealtad (1.11), su poderío militar (2-12), porque gobiernan sin soberbia a pesar de su poderío (14) y por su organización política interna en cabeza de un senado que busca siempre el bien público (15). Cabría preguntar: ¿el bien público de quién? De ellos mismos, es decir de los que tienen ciudadanía romana, pues su política exterior está claramente caracterizada por la discriminación, el aniquilamiento, la esclavitud, el sometimiento, la imposición de gobernantes y de un modelo económico tributario (4.5.7.11).
En poco difieren las características del nuevo imperio romano con las de todos los imperios, bien señaladas en 1Sa_8:4-22. ¿Cuál será entonces la motivación real para que los Macabeos firmen con los romanos un pacto de «amistad y mutua defensa» (20s), precisamente cuando se disfrutaba de un triunfo liberador y de un tiempo de paz? (1Ma_7:48-50). Según los macabeos, buscan sacudirse del yugo de los griegos (18). Estos tratados se grababan en tablas de bronce. Se hacía un original en latín que reposaba en el capitolio romano, y otra copia en griego que se entregaba al estado con el que se firmaba el pacto. El autor de Macabeos omite el preámbulo y el final del pacto porque se mencionan los dioses romanos Júpiter y Capitolio. Comienza así una nueva etapa en la historia de Israel, que como se verá con el tiempo, antes que beneficios aumentará la opresión y esclavitud. Se dice que los judíos llegaron a odiar tanto a los romanos que será una de las razones para excluir el libro de los Macabeos del canon judío.