I Macabeos 9 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 24 versitos |
1

Muerte de Judas

Pero Demetrio, en cuanto oyó que Nicanor y su ejército habían sucumbido en el combate, volvió a enviar a Báquides y Alcimo al territorio de Judá con el ala derecha del ejército.
2 Emprendieron la marcha por el camino de Guilgal, tomaron al asalto Mesalot de Arbela y asesinaron a mucha gente.
3 El mes primero del año ciento cincuenta y dos acamparon frente a Jerusalén,
4 pero luego partieron de allí, camino de Berea, con veinte mil de infantería y dos mil jinetes.
5 Judas acampaba en Elasa con tres mil soldados,
6 y al ver la enorme muchedumbre de enemigos se aterrorizaron; muchos desertaron del campamento, y sólo quedaron ochocientos.
7 Judas vio que su ejército se deshacía precisamente cuando era inminente la batalla, y se descorazonó, porque ya no era posible reunirlos.
8 Aunque desalentado, dijo a los que quedaban:
–¡Ataquemos lo mismo a nuestro enemigo! A lo mejor podemos presentarles batalla.
9 Los suyos intentaban convencerle:
– Es completamente imposible. Salvemos primero nuestras vidas, luego volveremos con los nuestros, y entonces les daremos la batalla. Ahora somos pocos.
10 Judas repuso:
–¡Nada de huir ante el enemigo! Si nos ha llegado la hora, muramos valientemente por nuestros compatriotas, sin dejar una mancha en nuestra fama.
11 El ejército enemigo salió del campamento y formó frente a ellos, con la caballería dividida en dos cuerpos, y los honderos y arqueros delante del ejército, los más aguerridos en primera fila. Báquides iba en el ala derecha.
12 La tropa avanzó por ambos lados, a toque de la trompeta.
13 Los de Judas también tocaron las trompetas, y el suelo retembló por el fragor de los ejércitos. El combate se entabló al amanecer y duró hasta la tarde.
14 Judas vio que Báquides y lo más fuerte del ejército estaba a la derecha; se le juntaron los más animosos,
15 destrozaron el ala derecha y la persiguieron hasta los montes de Asdod.
16 Pero cuando los del ala izquierda vieron que el ala derecha estaba destrozada se volvieron en persecución de Judas y sus compañeros.
17 El combate arreció, y hubo muchas bajas por ambas partes.
18 Judas también cayó, y los demás huyeron.
19 Jonatán y Simón recogieron el cadáver de su hermano Judas y lo enterraron en la sepultura familiar, en Modín.
20 Lo lloraron, y todo Israel le hizo solemnes funerales, entonando muchos días esta lamentación:
21 ¡Cómo ha caído el héroe, salvador de Israel!
22 No hemos escrito otros datos de la historia de Judas, sus hazañas militares y sus títulos de gloria, porque fueron muchísimos.
23

Jonatán y Báquides

Después que murió Judas, por todo el territorio israelita asomaron de nuevo los renegados y reaparecieron todos los malhechores.
24 El país se pasó a su bando, porque por entonces hubo un hambre terrible.

25 Báquides eligió a unos impíos y los puso al frente del gobierno de la zona.

26 Ellos seguían el rastro de los amigos de Judas, y se los llevaban a Báquides, que los castigaba y humillaba.

27 Fue un tiempo de grandes sufrimientos para Israel como no se había visto desde que desaparecieron los profetas.

28 Todos los partidarios de Judas se reunieron y dijeron a Jonatán:

29– Desde que murió tu hermano Judas no tenemos un valiente como él que guíe la lucha contra el enemigo, ese Báquides y los que odian a nuestro pueblo.

30 Por eso te elegimos hoy a ti para que lo sustituyas como jefe y caudillo que dirija nuestra guerra.

31 En aquel mismo instante tomó el mando Jonatán, sucediendo a su hermano Judas.

32 Báquides se enteró y quería matarlo;

33 pero en cuanto lo supieron Jonatán, su hermano Simón y todos sus camaradas, huyeron al desierto de Tecua y acamparon junto a la cisterna de Asfar.

34 Báquides lo supo un sábado, y fue él en persona con todo su ejército a la otra orilla del Jordán.

35 Jonatán envió a su hermano al frente de la comitiva, a pedir a sus amigos los nabateos que les cuidaran todo el equipaje, que era mucho.

36 Pero los hijos de Jambrí, de Madabá, salieron y capturaron a Juan con todo lo que tenía, y se marcharon llevándoselo todo.

37 Poco tiempo después comunicaron a Jonatán y su hermano Simón:
– Los hijos de Jambrí celebran una gran boda; a la novia, hija de uno de los ricos de Canaán, la llevan desde Madabá en un gran cortejo.

38 Recordando el asesinato de su hermano Juan, subieron a ocultarse al reparo del monte.

39 De pronto vieron aparecer en dirección hacia ellos y en medio de un gran gentío que llevaba regalos, al novio, que avanzaba hacia el cortejo de la novia con sus amigos y parientes, al son de la música, de tamboriles y otros instrumentos.

40 Los de Jonatán salieron de la emboscada y se lanzaron contra ellos para matarlos. Hirieron a muchos, y los supervivientes escaparon al monte. Les quitaron todo el botín,

41 y la boda se cambió en luto, y el canto de los músicos en lamentación.

42 Así vengaron la muerte de su hermano. Luego se volvieron a las regiones pantanosas del Jordán.

43 Cuando Báquides lo supo se fue un sábado hasta las riberas del Jordán con un gran ejército.

44 Jonatán dijo a los suyos:
–¡Ánimo! Luchemos por defender nuestras vidas, que hoy no es como antes.

45 Miren, el enemigo nos asedia por delante y por detrás, de un lado están las aguas del Jordán y del otro los pantanos y las malezas; no hay donde batirse en retirada.

46 Así que clamen al cielo para que nos salve de nuestros enemigos.

47 Se trabó el combate. Jonatán alargó el brazo para herir a Báquides, pero éste lo esquivó echándose atrás.

48 Jonatán y los suyos se echaron al río y lo atravesaron a nado hasta la otra orilla; el enemigo no pasó el Jordán en su persecución.

49 Báquides tuvo aquel día unas mil bajas;

50 luego se volvió a Jerusalén y comenzó a fortificar algunas ciudades en Judea: las fortalezas de Jericó, Emaús, Bet-Jorón y Betel, Timná, Piratón y Tefón, con murallas altas, puertas y cerrojos.

51 En todas ellas acuarteló guarniciones para hostilizar a Israel.

52 Fortificó también la ciudad de Bet-Sur, Guézer y la fortaleza, y dejó en ellas tropas y depósitos de víveres.

53 Tomó como rehenes a los hijos de las autoridades de la zona y los encarceló en la fortaleza de Jerusalén.

54 El año ciento cincuenta y tres, el segundo mes, Alcimo ordenó derribar el muro del atrio interior del templo, destruyendo la obra de los profetas. Empezó la demolición,

55 pero precisamente entonces Alcimo sufrió una enfermedad que detuvo sus planes; la parálisis le cerró la boca de forma que no podía hablar ni hacer testamento.

56 Y así murió entonces, entre enormes dolores.

57 Cuando Báquides vio que había muerto Alcimo, regresó a donde estaba el rey. Judá quedó en paz durante dos años.

58 Todos los judíos renegados deliberaron:
– Ahí tienen a Jonatán y los suyos, tranquilos y confiados. Traeremos a Báquides para que se apodere de todos ellos en una noche.

59 Fueron a verlo y parlamentaron con él.

60 Báquides se puso en marcha con un gran ejército. Envió instrucciones secretas a todos sus aliados de Judá para que apresaran a Jonatán y sus compañeros; pero no lo consiguieron, porque se descubrió su plan.

61 Jonatán y los suyos apresaron a unos cincuenta hombres de la región, de los principales conspiradores, y los mataron.

62 Jonatán y Simón se retiraron con su gente a Bet-Basí del Páramo, reconstruyeron lo que estaba en ruinas y la fortificaron.

63 En cuanto se enteró Báquides, reunió todas sus tropas y avisó a los de Judá;

64 llegó a Bet-Basí, la cercó y la atacó durante muchos días, emplazando máquinas de asalto.

65 Jonatán dejó a su hermano Simón en la ciudad, salió hacia el campo y se puso en marcha con unos cuantos.

66 Derrotó a Odomera y sus parientes, y a los hijos de Farisón en su campamento. Luego empezaron a repartir golpes, avanzando por entre el ejército.

67 Entonces Simón y los suyos hicieron una salida e incendiaron las máquinas de asalto.

68 Lucharon contra Báquides y lo derrotaron; quedó profundamente humillado, porque su plan y su campaña habían sido inútiles.

69 Entonces se enfureció contra los renegados que le habían aconsejado la expedición, mató a muchos y decidió volverse a su tierra.

70 Al enterarse Jonatán, le envió embajadores para tratar con él la paz y la devolución de los prisioneros.

71 Báquides los recibió, accedió a su petición y juró a Jonatán no hacerle más daño en toda su vida.

72 Le devolvió los prisioneros que había hecho en Judá, y regresó a su tierra, sin volver a hacer incursiones en territorio judío.

73 La espada descansó en Israel. Jonatán vivió en Micmás; empezó a gobernar al pueblo, y barrió a los impíos del territorio israelita.

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Introducción a I Macabeos

1 MACABEOS

Contexto histórico. A la muerte de Alejandro, su imperio, apenas sometido, se convierte en escenario de las luchas de los herederos. En menos de veinte años se realiza una división estable en tres zonas: Egipto, Siria y el reino macedonio. Palestina, como zona intermedia, vuelve a ser terreno disputado por los señores de Egipto y Siria. Durante todo el siglo III a.C. dominaron benévolamente los tolomeos, siguiendo una política de tolerancia religiosa y explotación económica. En el 199 a.C., Antíoco III de Siria se aseguró el dominio de Palestina y concedió a los judíos en torno a Jerusalén autonomía para seguir su religión y leyes, con obligación de pagar tributos y dar soldados al rey.
En el primer siglo del helenismo, los judíos, más o menos como otros pueblos, estuvieron sometidos a su influjo, y se fue realizando una cierta simbiosis espiritual y cultural, sin sacrificio de la religión y las leyes y tradiciones paternas. El siglo siguiente, las actitudes diversas frente al helenismo fraguan en dos partidos opuestos: el progresista, que quiere conciliar la fidelidad a las propias tradiciones con una decidida apertura a la nueva cultura internacional, y el partido conservador, cerrado y exclusivista. En gran parte, las luchas que narra este libro son luchas judías internas o provocadas por la rivalidad de ambos partidos.
Antíoco IV hace la coexistencia imposible al escalar las medidas represivas (aquí comienza el libro). Los judíos reaccionaron primero con la resistencia pasiva hasta el martirio; después abandonaron las ciudades en acto de resistencia pasiva; finalmente, estalló la revuelta a mano armada. Primero en guerrillas, después con organización más amplia, lucharon con suerte alterna desde el 165 hasta el 134 a.C.; hasta que los judíos obtuvieron la independencia bajo el reinado del asmoneo Juan Hircano.
En tiempos de este rey y con el optimismo de la victoria se escribió el primer libro de los Macabeos, para exaltar la memoria de los combatientes que habían conseguido la independencia, y para justificar la monarquía reinante. Justificación, porque Juan Hircano era a la vez sumo sacerdote y rey, cosa inaudita y contra la tradición. Si la descendencia levítica podía justificar el cargo sacerdotal, excluía el oficio real, que tocaba a la dinastía davídica de la tribu de Judá.

Mensaje del libro.
El autor, usando situaciones paralelas y un lenguaje rico en alusiones, muestra que el iniciador de la revuelta es el nuevo Fineés (Nm 25), merecedor de la función sacerdotal; que sus hijos son los nuevos «jueces», suscitados y apoyados por Dios para salvar a su pueblo; que la dinastía asmonea es la correspondencia actual de la davídica.
Más aún, muestra el nuevo reino como cumplimiento parcial de muchas profecías escatológicas o mesiánicas: la liberación del yugo extranjero, la vuelta de judíos dispersos, la gran tribulación superada, el honor nacional reconquistado, son los signos de la nueva era de gracia.
El autor no vivió (al parecer) para contemplar el fracaso de tantos esfuerzos e ilusiones, es decir, la traición por parte de los nuevos monarcas de los principios religiosos y políticos que habían animado a los héroes de la resistencia. Fueron otros quienes juraron odio a la dinastía asmonea y con su influjo lograron excluir de los libros sagrados una obra que exaltaba las glorias de dicha familia.
Por encima del desenlace demasiado humano, el libro resultó el canto heroico de un pueblo pequeño, empeñado en luchar por su identidad e independencia nacional: con el heroísmo de sus mártires, la audacia de sus guerrilleros, la prudencia política de sus jefes. La identidad nacional en aquel momento se definía por las «leyes paternas» frente a los usos griegos, especialmente las más distintivas. Por el pueblo, así definido, lucharon y murieron hasta la victoria.
El libro es, por tanto, un libro de batallas, con muy poco culto y devoción personal. Dios apoya a los combatientes de modo providencial, a veces inesperado, pero sin los milagros del segundo libro de los Macabeos y sin realizar Él solo la tarea, como en las Crónicas. El autor es muy parco en referencias religiosas explícitas, pero el tejido de alusiones hace la obra transparente para quienes estaban familiarizados con los escritos bíblicos precedentes.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Macabeos 9,1-22Muerte de Judas. Continúa el relato del capítulo 7. Judas no se conforma con la autonomía religiosa sino que continúa luchando por una autonomía política. Demetrio, rey sirio, queriendo vengar la muerte de Nicanor, pero también preocupado por los acuerdos de los judíos con Roma, envía un gran ejército para aniquilar la resistencia judía, cuyo ejército se encuentra desintegrado, desanimado y temeroso. Llama la atención que Judas, a pesar de la inferioridad numérica, no invoca a Dios como en otras ocasiones (1Ma_4:10.30-33; 1Ma_7:41s), sino que decide enfrentar la batalla con la convicción de ofrecer la vida por la causa liberadora del pueblo judío (10). Es como si presintiera la derrota y la muerte (8-10). Judas, tras una férrea resistencia muere en su ley. Llama la atención que el autor no acuse a Roma de violar el pacto al no acudir en defensa de su aliado. Ésta es la primera prueba que el pacto con el imperio romano antes que beneficios sólo significó ruina y muerte para los judíos. La elegía por la muerte de Judas recuerda la reacción de David ante la muerte de Saúl y Jonatán (2Sa_1:19-27) y refleja el amor que le profesaba su pueblo. El título de salvador es el mismo que se daba a los jueces de Israel. Judas hizo muchas hazañas que no se recogen en este libro (cfr. Jua_20:30; Jua_21:25).


I Macabeos 9,23-73Jonatán y Báquides. Comienza el ciclo de Jonatán (9,23-12,53). El vacío dejado por Judas es aprovechado por el grupo de los «renegados» para aumentar su poder e influencia. Para eso cuentan con el apoyo de los gobernantes sirios. La situación se vuelve insoportable para los judeomacabeos, que deciden acudir a Jonatán, hermano menor de Judas Macabeo, para pedirle que se ponga al frente del ejército judío. Un mal cálculo militar de Jonatán causa la muerte de Juan, su hermano mayor (1Ma_2:8) a manos de una tribu árabe, la familia de Jambrí, por robarle todo su equipaje. La reacción de Jonatán es ejecutar una venganza que asedia, roba y mata a la familia Jambrí mientras celebraba una boda. La alegría de la boda se convirtió en luto y lamento (cfr. Amó_8:10). Una acción que hay que comprenderla dentro del contexto de la época, pero que todavía está lejos del espíritu evangélico.
El relato continúa describiendo las batalles entre Báquides, representante del imperio Sirio, apoyado por los judíos «renegados» (Amó_9:23) y Jonatán, representante del grupo judeomacabeo. La actitud de los «renegados» de acusar a sus hermanos ante los sirios y ganarse el favor del imperio, esta vez se vuelve en su contra, dado que Báquides al fracasar en su intento por derrotar a Jonatán, acusa a los «renegados» de su fracaso y humillación, hasta el punto de castigarlos y romper toda relación con ellos. Situación que aprovecha Jonatán para lograr un pacto de no agresión con Báquides. Jonatán va consolidándose como un gran comandante militar y un hábil negociador, hasta el punto que el autor lo presenta con las características de los Jueces de Israel (73). En medio del relato se cuenta la muerte del sumo sacerdote Alcima después de haber derrumbado el muro del Templo (54s) que separaba los atrios de los judíos y los gentiles (1Re_7:12; Eze_44:9). Recordemos que si un gentil, en el Templo de Jerusalén, pisaba el patio de los judíos era sometido a la pena de muerte. El autor considera la enfermedad y muerte de Alcima como un castigo por esta acción sacrílega. Respetando el contexto de la época, tendríamos que decir que la actitud reprobable de Alcima, al quitar el muro que separaba a judíos y gentiles, será por el contrario, parte de la misión de Jesús y de los cristianos de todos los tiempos. Por ejemplo, el desgarro del velo del Templo de Jerusalén al momento de la muerte de Jesús (Mar_15:38), se interpreta también como el derribamiento del muro que separaba a Dios de su pueblo.