II Macabeos 4 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 20 versitos |
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Persecución de Antíoco Epífanes
1 Mac 1,10-64

Simón, al que antes mencionamos, el que denunció los tesoros traicionando a la patria, calumniaba a Onías, como si éste hubiese sido el que maltrató a Heliodoro y el causante de los males.
2 Se atrevía a llamar enemigo público al bienhechor de la ciudad, al protector de sus compatriotas y fervoroso cumplidor de las leyes.
3 La enemistad llegó a tal punto, que uno de los agentes de Simón llegó a cometer asesinatos.
4 Entonces Onías, considerando que aquella tensión era peligrosa y que Apolonio, hijo de Menesteo, gobernador de Celesiria y Fenicia, fomentaba la maldad de Simón,
5 acudió al rey no como acusador de sus conciudadanos, sino mirando al bien común y privado,
6 porque veía que si no intervenía el rey era ya imposible tener paz en el Estado y que Simón pusiera fin a su locura.
7 Al morir Seleuco ocupó el trono Antíoco, por sobrenombre Epífanes. Jasón, el hermano de Onías, consiguió el sumo sacerdocio por soborno,
8 prometiendo al rey en una audiencia unos diez mil kilos de plata al contado, más dos mil de otras rentas.
9 Y además se comprometía a incluir en la cuenta otros cuatro mil si se le concedía autorización para instalar un gimnasio y un ateneo juvenil y para registrar a los de Jerusalén como ciudadanos antioquenos.
10 En cuanto obtuvo el consentimiento del rey y se apoderó del mando, Jasón hizo enseguida que sus compatriotas adoptaran el estilo de vida griego,
11 suprimió los privilegios reales concedidos benévolamente a los judíos gracias a Juan, padre de Eupólemo – el que negoció el pacto de amistad y mutua defensa con los romanos– , abolió las leyes de la constitución e intentaba introducir prácticas contra la ley.
12 Se dio el gusto de levantar un gimnasio bajo la misma fortaleza, e hizo que los jóvenes más sobresalientes se dedicaran a los ejercicios atléticos.
13 Era tal el auge del helenismo, y el avance de la moda extranjera, debido a la enorme desvergüenza de Jasón, el cual tenía más de impío que de sumo sacerdote,
14 que los sacerdotes ya no tenían interés por el culto litúrgico ante el altar, sino que, despreciaban el templo. En cuanto se convocaba el campeonato de disco, dejaban de lado los sacrificios y corrían a participar en los juegos de la palestra, contrarios a la ley.
15 Y sin mostrar ningún aprecio por los valores nacionales, tenían, en cambio, las glorias griegas como las mejores.
16 Pero esto mismo los llevó a una situación difícil: aquellos mismos a quienes se propusieron seguir y a los cuales querían imitar en todo, fueron sus enemigos y verdugos.
17 Porque no es cosa liviana quebrantar las leyes divinas, como se verá claramente en lo que sigue.
18 Cuando se celebraban en Tiro los campeonatos quinquenales en presencia del rey,
19 el contaminado Jasón envió como representantes de Jerusalén unos antioquenos en calidad de observadores, con trescientas dracmas de plata para el sacrificio a Hércules. Pero los mismos que las llevaron tuvieron por mejor no emplearlas en el sacrificio, cosa inconveniente, sino dejarlas para otros gastos,
20 y así aquel dinero destinado al sacrificio de Hércules por voluntad del donante, fue a parar a la construcción de barcos de remos por deseo de los portadores.

21 Cuando Apolonio de Menesteo fue enviado a Egipto para asistir a la entronización del rey Filométor, Antíoco se enteró de que éste no apoyaba su política, y empezó a adoptar medidas de seguridad; por eso visitó Jafa y siguió hacia Jerusalén.

22 Jasón y los vecinos le hicieron un gran recibimiento; entró al resplandor de antorchas y entre aclamaciones, y después fue a acampar en Fenicia con su ejército.

23 Al cabo de tres años, Jasón envió a Menelao, el hermano del Simón antes mencionado, a llevar el dinero al rey y concluir las negociaciones sobre asuntos urgentes.

24 Pero Menelao, una vez presentado ante el rey, lo impresionó con su aire majestuoso y logró hacerse investir del sumo sacerdocio, ofreciendo unos nueve mil kilos de plata más que Jasón,

25 y se volvió con el nombramiento real, sin otros méritos para el sumo sacerdocio que el furor de un tirano cruel y la ira rabiosa de un animal salvaje.

26 Y Jasón, que había suplantado a su propio hermano, suplantado a su vez por otro, tuvo que huir a territorio amonita.

27 Por su parte, Menelao tenía en sus manos el poder, pero no hacía nada por pagar la cantidad prometida al rey.

28 Sóstrato, prefecto de la fortaleza, se la reclamaba, porque estaba encargado de cobrar los impuestos. Por este motivo el rey llamó a los dos.

29 Menelao dejó como sustituto en su cargo de sumo sacerdote a su hermano Lisímaco, y Sóstrato dejó a Crates, jefe de los chipriotas.

30 Entre tanto, ocurrió la sublevación de Tarso y Malos, porque las habían entregado en donación a Antióquida, concubina del rey.

31 Así que el rey marchó apresuradamente para restablecer el orden, dejando como regente a Andrónico, uno de los dignatarios de la corte.

32 Pensando aprovechar una buena oportunidad, Menelao robó algunos objetos de oro del templo, se los regaló a Andrónico y vendió otros en Tiro y las ciudades vecinas.

33 Cuando Onías lo averiguó con toda certeza, se retiró a Dafne, cerca de Antioquía, lugar de asilo y de allí denunció a Menelao.

34 El resultado fue que Menelao, tomando aparte a Andrónico, lo incitaba a matar a Onías. Andrónico se presentó ante Onías, y se ganó astutamente su confianza, dándole la mano derecha con juramento. Onías se resistía a creerle, pero al fin se dejó convencer y salió de su refugio. Inmediatamente Andrónico lo mató, sin ningún miramiento por la justicia.

35 Por esta razón no sólo los judíos, sino también muchos de otras naciones, estaban alarmados e indignados por el injusto asesinato de aquel hombre.

36 Cuando el rey volvió de Cilicia, los judíos de la capital y los griegos que reprochaban tan mala acción, acudieron a él para quejarse por la injusta muerte de Onías.

37 Antíoco, profundamente apenado y movido a compasión, lloró recordando la prudencia y la conducta irreprochable del difunto.

38 Luego, lleno de indignación despojó a Andrónico de la púrpura y le desgarró los vestidos; luego hizo que lo pasearan por toda la ciudad, y en el mismo sitio donde había tratado a Onías impíamente, allí eliminó al homicida. Así le dio el Señor el castigo que merecía.

39 Lisímaco había cometido en Jerusalén muchos robos sacrílegos con el consentimiento de Menelao, y la noticia se había divulgado entre la gente. Por eso el pueblo se amotinó contra Lisímaco cuando ya muchos objetos de oro habían desaparecido.

40 Como la multitud estaba muy excitada y había llegado al colmo de su furor, Lisímaco armó a unos tres mil hombres y emprendió una represión violenta, dirigida por un tal Aurano, hombre avanzado en edad y más aún en demencia.

41 Ante el ataque de Lisímaco, unos con piedras, otros con estacas y algunos tomando a puñados la ceniza esparcida allí, las arrojaban violentamente contra la tropa.

42 Con eso hirieron a muchos, mataron a otros y a todos los demás les hicieron emprender la huida; y al sacrílego lo mataron junto al tesoro.

43 A Menelao se le procesó por aquel incidente,

44 y cuando el rey llegó a Tiro, los tres hombres emisarios del Senado expusieron un informe ante el rey.

45 Viéndose ya perdido, Menelao prometió una buena suma a Tolomeo, hijo de Dorimeno, para que convenciera al rey. Y efectivamente,

46 Tolomeo se llevó al rey a una galería como para tomar un poco el aire, y lo hizo cambiar de opinión.

47 Así, al culpable de todo lo absolvió de lo que se le imputaba, y a aquellos desdichados, que aun ante un tribunal bárbaro habrían sido absueltos como inocentes, los condenó a muerte.

48 De este modo los que habían hablado en defensa de la ciudad, del pueblo y del ajuar sagrado, sufrieron sin más un castigo injusto.

49 Por este motivo algunos de Tiro, para manifestar su repulsa por aquel crimen, costearon con generosidad los gastos del funeral.

50 En cambio, Menelao, gracias a la avaricia de los poderosos, se mantuvo en el mando, progresando en maldad, convirtiéndose en el mayor adversario de sus conciudadanos.

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Introducción a II Macabeos

2 MACABEOS

¿Un libro histórico? No estamos ante una historia en sentido clásico, sino más bien ante la transformación de datos reales en una especie de parábola o símbolo, desarrollado sobre un esquema que se podría resumir así: un Reino de Dios en la tierra, del que forman parte un pueblo de escogidos, y los demás quedan fuera. Los de dentro están ligados a su Dios, que es su verdadero rey: si no lo obedecen son escarmentados; si le son fieles participan de los bienes de esta vida y de una vida después de la muerte. Hay una comunidad entre los ciudadanos vivos y muertos: algunos difuntos viven más allá e interceden por los que viven acá; algunos mueren con culpas que los vivos pueden expiar con oraciones y sacrificios.
Todo era bello y pacífico bajo Onías; pero por el pecado de algunos judíos el Señor se encoleriza y castiga a su pueblo, culminando en el martirio de Eleazar y de los siete hermanos con su madre. Este momento es como una expiación: el Señor pasa de la cólera a la misericordia, y los acontecimientos, incluso los más adversos, se vuelven triunfalmente a favor de los judíos.
Los de fuera, o sencillamente no entran en la representación, o son extras que contemplan, o son ejecutores providenciales de un escarmiento, o son agresores que sufren un castigo ejemplar.

Estilo literario.
El autor dice en el prólogo que su tarea no ha sido fácil, y da a entender en el epílogo que ha quedado satisfecho de su trabajo y espera que les guste a los lectores. ¿Es cierto? ¿Ha conseguido el libro agradarnos a nosotros, como quizás agradó a sus contemporáneos? Hay en el libro una serie de cosas que nos desagradan: el recurso a las apariciones crea la impresión de un «deus ex machina» para los momentos de crisis; las mismas apariciones resultan de una magnificencia infantil; la tendencia a exagerar y esquematizar; el estilo hinchado y retorcido; el patetismo teatral; el placer de contar y multiplicar las bajas enemigas. Algo así sería nuestro libro en clave narrativa.
Leyendo el libro podríamos pensar en un auto sacramental barroco con mucho de tramoya y aparato escénico. El público tiene que quedar prendido en la intensidad de la pasión o de su expresión. Los personajes son más bien símbolos; el tiempo se concentra en los momentos dramáticos; los diálogos, como el de la madre de los Macabeos y sus hijos frente al tirano, están compuestos de cara a un público. También adquieren valor escénico las intervenciones corales de la multitud anónima, creando un clima e induciendo el contagio de los espectadores.
Para disculpar semejantes impresiones algunos apelan a la historia literaria: el libro es producto de su época. Pero la respuesta no basta; tener valor de documento no es tener valor literario. Además, la época no justifica el valor de sus libros, sino que los libros recomiendan o condenan una época literaria. Si lo típico de aquella época eran semejantes producciones, la época no es un momento estelar de la literatura. La obra puede ser objeto de estudio, no de disfrute.

Mensaje religioso. A favor del libro están algunas enseñanzas importantes: la fe en la resurrección, justificada por el poder creativo de Dios; la valentía de los mártires sin distinción de edad; el templo como tesoro de limosnas para los pobres; la protección divina como respuesta a la oración confiada; el triunfo del bien sobre el poder tiránico y su violencia. Son valores que fácilmente se entresacan del libro y se imprimen favorablemente en la memoria.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

II Macabeos 4,1-50Persecución de Antíoco Epífanes. Esta sección corresponde en líneas generales a ,61. Estamos ante una magistral página que describe una de las mayores plagas que afecta a los gobernantes de ayer y de hoy. Simón, Jasón, Menelao, el rey, representan a los dirigentes políticos o religiosos, corruptos, ambiciosos y prepotentes, que por obtener el poder traicionan a sus hermanos, a sus aliados, imponen modelos culturales extranjeros -helenismo-, convierten la religión en un negocio, y buscan la muerte de sus opositores. Onías representa la otra cara de la moneda: él es el dirigente honesto, conciliador, dialogante, que por encima de sus intereses personales están siempre los intereses de Dios y del pueblo.
Además del tema recurrente del Templo (1Ma_4:14.32), el autor introduce otro tema clave: la imposición de la cultura helenista con la complicidad de un grupo de judíos prohelenistas o «renegados» (1Ma_1:11).
En los ateneos juveniles (1Ma_4:9) se hacían ejercicios para la belleza corporal, se aprendía el manejo de las armas y se cultivaba la literatura.
El autor va preparando a sus lectores para enamorarse y aplaudir la lucha de Judas Macabeo.
El capítulo termina reconociendo que el mal triunfa y progresa (4,50) mientras el bien, simbolizado en la muerte de Onías, es temporalmente derrotado.