II Macabeos 7 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 16 versitos |
1

Los siete hermanos y su madre

Arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios de buey para forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la ley.
2 Uno de ellos habló en nombre de los demás:
–¿Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres.
3 Fuera de sí, el rey ordenó poner al fuego sartenes y ollas.
4 Las pusieron al fuego inmediatamente, y el rey ordenó que cortaran la lengua al que había hablado en nombre de todos, que le arrancaran el cuero cabelludo y le amputaran las extremidades a la vista de los demás hermanos y de su madre.
5 Cuando el muchacho quedó completamente mutilado, el rey mandó aplicarle fuego y freírlo; todavía respiraba. Mientras el humo de la sartén se esparcía por todas partes, los otros con la madre se animaban entre sí a morir noblemente diciendo:
6 – El Señor Dios nos contempla, y de verdad se compadece de nosotros, como declaró Moisés en el cántico de denuncia contra Israel: Se compadecerá de sus servidores.
7 Una vez que el primero murió de esta manera, llevaron al segundo al suplicio; le arrancaron los cabellos con la piel, y le preguntaban si pensaba comer carne de cerdo antes que lo atormentasen miembro a miembro.
8 El respondió en la lengua materna:
–¡No comeré!
Por eso también él sufrió a su vez el martirio como el primero.
9 Y cuando estaba por dar su último suspiro, dijo:
– Tú, malvado, nos arrancas la vida presente. Pero el Rey del universo nos resucitará a una vida eterna, ya que nosotros morimos por su ley.
10 Después se divertían con el tercero. Invitado a sacar la lengua, lo hizo en seguida, y alargó las manos con gran valor.
11 Y habló dignamente:
– De Dios las recibí, y por sus leyes las desprecio. Espero recobrarlas del mismo Dios.
12 El rey y su corte se asombraron del valor con que el joven despreciaba los tormentos.
13 Cuando murió éste, torturaron de modo semejante al cuarto.
14 Y cuando estaba próximo a su fin, dijo:
– Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará. En cambio, tú no resucitarás para la vida.
15 Después sacaron al quinto, y lo atormentaban.
16 Pero él, mirando al rey, le dijo:
– Aunque eres un simple mortal, haces lo que quieres porque tienes poder sobre los hombres. Pero no te creas que Dios ha abandonado a nuestra nación.

17 Espera un poco y ya verás cómo su gran poder te tortura a ti y a tu descendencia.

18 Después de éste llevaron al sexto, y cuando iba a morir, dijo:
– No te equivoques. Nosotros sufrimos esto porque hemos pecado contra nuestro Dios; por eso han ocurrido estas cosas extrañas.

19 Pero tú, que te has atrevido a luchar contra Dios, no pienses que vas a quedar sin castigo.

20 Pero ninguno más admirable y digno de recuerdo que la madre. Viendo morir a sus siete hijos en el espacio de un día, lo soportó con entereza, esperando en el Señor.

21 Con noble actitud, uniendo un ardor varonil a la ternura femenina, fue animando a cada uno, y les decía en su lengua:

22– Yo no sé cómo ustedes aparecieron en mis entrañas; no fui yo la que les dio el espíritu y la vida, ni la que ordenó armoniosamente los miembros de su cuerpo.

23 Fue el creador del universo, el que modela la raza humana y determina el origen de todo. Él, con su misericordia, les devolverá el aliento y la vida si ahora se sacrifican por su ley.

24 Antíoco creyó que la mujer lo despreciaba, y sospechó que lo estaba insultando.
Todavía quedaba el más pequeño, y el rey intentaba persuadirlo no sólo con palabras, sino que le juraba que si renegaba de sus tradiciones lo haría rico y feliz, lo tendría por amigo y le daría algún cargo.

25 Pero como el muchacho no hacía el menor caso, el rey llamó a la madre y le rogaba que aconsejase al chiquillo para su bien.

26 Tanto le insistió, que la madre accedió a persuadir al hijo;

27 se inclinó hacia él, y riéndose del cruel tirano, habló así en su idioma:
– Hijo mío, ten piedad de mí, que te llevé nueve meses en el seno, te amamanté y crié tres años y te he alimentado hasta que te has hecho un joven.

28 Hijo mío, te lo suplico, mira el cielo y la tierra, fíjate en todo lo que contienen y verás que Dios lo creó todo de la nada, y el mismo origen tiene el hombre.

29 No temas a ese verdugo, no desmerezcas de tus hermanos y acepta la muerte. Así, por la misericordia de Dios, te recobraré junto con ellos.

30 Apenas ella terminó de hablar, el muchacho dijo:
–¿Qué esperan? Yo no obedezco el decreto real. Yo obedezco los decretos de la ley dada a nuestros antepasados por medio de Moisés.

31 Pero tú, que has tramado toda clase de crímenes contra los hebreos, no escaparás de las manos de Dios.

32 Porque nosotros sufrimos por nuestros pecados.

33 Y si el Dios vivo se ha enojado un momento para corregirnos y educarnos, volverá a reconciliarse con sus servidores.

34 Pero tú, impío, el hombre más criminal de todos, no te ensoberbezcas neciamente con vanas esperanzas, mientras alzas la mano contra los servidores de Dios;

35 que todavía no has escapado de la sentencia de Dios, vigilante todopoderoso.

36 Mis hermanos, después de soportar ahora un dolor pasajero, participan ya de la promesa divina de una vida eterna; en cambio, tú, por sentencia de Dios, pagarás la pena que merece tu soberbia.

37 Yo, lo mismo que mis hermanos, entrego mi cuerpo y mi vida por las leyes de mis padres, suplicando a Dios que se apiade pronto de mi raza, que tú tengas que confesarlo, entre tormentos y azotes, como único Dios,

38 y que la ira del Todopoderoso, que se ha abatido justamente sobre todo mi pueblo, se detenga en mí y en mis hermanos.

39 El rey, exasperado y no aguantando aquella burla, se ensañó contra éste muchísimo más que contra los otros,

40 y aquel muchacho murió sin mancha, con total confianza en el Señor.

41 La madre murió la última, después de sus hijos.

42 Baste lo que he contado a propósito de los convites sacrificiales y la increíble crueldad del rey.

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Introducción a II Macabeos

2 MACABEOS

¿Un libro histórico? No estamos ante una historia en sentido clásico, sino más bien ante la transformación de datos reales en una especie de parábola o símbolo, desarrollado sobre un esquema que se podría resumir así: un Reino de Dios en la tierra, del que forman parte un pueblo de escogidos, y los demás quedan fuera. Los de dentro están ligados a su Dios, que es su verdadero rey: si no lo obedecen son escarmentados; si le son fieles participan de los bienes de esta vida y de una vida después de la muerte. Hay una comunidad entre los ciudadanos vivos y muertos: algunos difuntos viven más allá e interceden por los que viven acá; algunos mueren con culpas que los vivos pueden expiar con oraciones y sacrificios.
Todo era bello y pacífico bajo Onías; pero por el pecado de algunos judíos el Señor se encoleriza y castiga a su pueblo, culminando en el martirio de Eleazar y de los siete hermanos con su madre. Este momento es como una expiación: el Señor pasa de la cólera a la misericordia, y los acontecimientos, incluso los más adversos, se vuelven triunfalmente a favor de los judíos.
Los de fuera, o sencillamente no entran en la representación, o son extras que contemplan, o son ejecutores providenciales de un escarmiento, o son agresores que sufren un castigo ejemplar.

Estilo literario.
El autor dice en el prólogo que su tarea no ha sido fácil, y da a entender en el epílogo que ha quedado satisfecho de su trabajo y espera que les guste a los lectores. ¿Es cierto? ¿Ha conseguido el libro agradarnos a nosotros, como quizás agradó a sus contemporáneos? Hay en el libro una serie de cosas que nos desagradan: el recurso a las apariciones crea la impresión de un «deus ex machina» para los momentos de crisis; las mismas apariciones resultan de una magnificencia infantil; la tendencia a exagerar y esquematizar; el estilo hinchado y retorcido; el patetismo teatral; el placer de contar y multiplicar las bajas enemigas. Algo así sería nuestro libro en clave narrativa.
Leyendo el libro podríamos pensar en un auto sacramental barroco con mucho de tramoya y aparato escénico. El público tiene que quedar prendido en la intensidad de la pasión o de su expresión. Los personajes son más bien símbolos; el tiempo se concentra en los momentos dramáticos; los diálogos, como el de la madre de los Macabeos y sus hijos frente al tirano, están compuestos de cara a un público. También adquieren valor escénico las intervenciones corales de la multitud anónima, creando un clima e induciendo el contagio de los espectadores.
Para disculpar semejantes impresiones algunos apelan a la historia literaria: el libro es producto de su época. Pero la respuesta no basta; tener valor de documento no es tener valor literario. Además, la época no justifica el valor de sus libros, sino que los libros recomiendan o condenan una época literaria. Si lo típico de aquella época eran semejantes producciones, la época no es un momento estelar de la literatura. La obra puede ser objeto de estudio, no de disfrute.

Mensaje religioso. A favor del libro están algunas enseñanzas importantes: la fe en la resurrección, justificada por el poder creativo de Dios; la valentía de los mártires sin distinción de edad; el templo como tesoro de limosnas para los pobres; la protección divina como respuesta a la oración confiada; el triunfo del bien sobre el poder tiránico y su violencia. Son valores que fácilmente se entresacan del libro y se imprimen favorablemente en la memoria.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

II Macabeos 7,1-42Los siete hermanos y su madre. Del martirio de un hombre pasamos al de una familia. Un relato típico de la literatura popular que por su dramatismo conmueve y edifica a sus lectores. Tiene además una gran fuerza simbólica. El número siete simboliza perfección y plenitud (1Sa_2:5; Rut_4:15; Jer_15:9). La familia representa la unidad que debe mantener el pueblo. La mujer y sus hijos representan al pueblo de Israel frágil, inocente e indefenso. El relato deja varias enseñanzas, que junto a las de Eleazar, van configurando una teología del martirio. Veamos algunas: 1. Hay que morir antes que quebrantar la ley o el proyecto de Dios (2). 2. Dios tiene compasión del que muere por su causa (6). 3. Los que mueren por la causa de Dios resucitarán a una vida eterna en sus cuerpos mortales (9.11.14.23.29). Por primera vez se habla en la Biblia de la resurrección del cuerpo (cfr. Dan_12:2s). En el Nuevo Testamento será un tema frecuente y fundamental (1Co_15:14). La filosofía griega había desarrollado el tema de la inmortalidad pero sin incluir la resurrección del cuerpo. La mentalidad semita en cambio, no entiende la vida sin el cuerpo, por tanto, la resurrección incluye la inmortalidad del alma y la resurrección del cuerpo. 4. Dios da la vida, pero por su causa hay que estar dispuesto a perderla (11). 5. El que atenta contra el proyecto de Dios, Dios mismo le da su merecido (17.19.31) y no resucitará para la vida (14). 6. A pesar del pecado de los seres humanos Dios nunca abandona a su pueblo (15). 7. La fuerza y la ternura de la mujer son el aliento de Dios que anima la decisión de los que se preparan para el martirio (21-23). 8. La resurrección es un acto propio de la misericordia de Dios (23). 9. Nadie podrá escapar del juicio de Dios (35).
La afirmación «Dios lo creo todo de la nada» (28) es la primera vez que aparece en la Biblia, aunque ya estaba sugerida en Gén_1:1 e Isa_44:2-4.