I Samuel 11 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 15 versitos |
1

Saúl vence a los amonitas

El amonita Najás hizo una incursión y acampó ante Yabés de Galaad. Los de Yabés le pidieron:
– Haz un pacto con nosotros y seremos tus vasallos.
2 Pero Najás les dijo:
– Pactaré con ustedes a condición de arrancarles el ojo derecho. Así pondré en ridículo a todo Israel.
3 Los ancianos de Yabés le pidieron:
– Concédenos un plazo de siete días para que podamos mandar emisarios por todo el territorio de Israel. Si no hay quien nos salve, nos rendimos.
4 Los mensajeros llegaron a Guibeá de Saúl, comunicaron la noticia al pueblo, y todos se echaron a llorar a gritos.
5 En ese momento, Saúl llegaba del campo tras los bueyes y preguntó:
–¿Qué le pasa a la gente, que está llorando?
Le contaron la noticia que habían traído los de Yabés,
6 y al oírlo Saúl, lo invadió el Espíritu de Dios; enfurecido,
7 tomó la pareja de bueyes, los descuartizó y aprovechando los emisarios, los repartió por todo Israel, con este mensaje: Así acabará el ganado del que no vaya a la guerra con Saúl y Samuel.
El temor del Señor cayó sobre la gente, y fueron a la guerra como un solo hombre.
8 Saúl les pasó revista en Bézec: los de Israel eran trescientos mil y treinta mil los de Judá.
9 Y dijo a los emisarios que habían venido:
– Digan a los hombres de Yabés de Galaad: Mañana, cuando caliente el sol, les llegará la salvación.
Los emisarios marcharon a comunicárselo a los de Yabés, que se llenaron de alegría,
10 y dijeron a Najás:
– Mañana nos rendiremos y harás de nosotros lo que mejor te parezca.
11 Al día siguiente Saúl distribuyó la tropa en tres cuerpos; irrumpieron en el campamento enemigo al relevo de la madrugada y estuvieron matando amonitas hasta que calentó el sol; los enemigos que quedaron vivos se dispersaron, de forma que no iban dos juntos.
12 Entonces el pueblo dijo a Samuel:
–¡A ver, los que decían que Saúl no reinaría! ¡Entreguen a esos hombres que los mataremos!
13 Pero Saúl dijo:
– Hoy no ha de morir nadie, porque hoy el Señor ha salvado a Israel.
14 Y Samuel dijo a todos:
– Vengan, vamos a Guilgal a inaugurar allí la monarquía.
15 Todos fueron a Guilgal y coronaron allí a Saúl ante el Señor; ofrecieron al Señor sacrificios de comunión, y Saúl y los israelitas se llenaron de alegría.

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Introducción a I Samuel

1 SAMUEL

El libro de Samuel se llama así por uno de sus personajes decisivos, no porque sea él el autor. Está artificialmente divido en dos partes, que se suelen llamar primer libro y segundo libro, aunque en realidad constituyen la primera y segunda parte de una misma obra.

Tema del libro.
El tema central es el advenimiento de la monarquía bajo la guía de Samuel como juez y profeta. Samuel actúa como juez con residencia fija e itinerante. Aunque prolonga la serie de jueces precedentes como Débora, Gedeón, Jefté y Sansón, Samuel recibe una vocación nueva: ser mediador de la Palabra de Dios, ser un profeta. Al autor le interesa mucho el detalle y proyecta esa vocación a la adolescencia de su personaje. En virtud de dicha vocación, el muchacho se enfrenta con el sacerdote del santuario central; más tarde introduce un cambio radical: unge al primer rey, lo condena, unge al segundo, se retira, desaparece, y hasta se asoma por un momento desde la tumba. Cuando muere, toman su relevo Gad y Natán.
En otras palabras, el autor que escribe en tiempos de Josías, uno de los reyes buenos, o el que escribe durante el destierro, nos hace saber que la monarquía está sometida a la palabra profética.

Marco histórico.
Con razonable probabilidad podemos situar los relatos en los siglos XI y X a.C. Hacia el año 1030 Saúl es ungido rey, David comenzaría su reinado en Hebrón hacia el 1010 y Salomón en el 971. Los grandes imperios atraviesan momentos de cambios y crisis internas y durante este largo compás de silencio pueden actuar como solistas sobre el suelo de Palestina dos pueblos relativamente recientes en dicho lugar: filisteos e israelitas.

Maestría narrativa. Si lo referente a la historicidad es hipotético, lo que es indudable e indiscutible es la maestría narrativa de esta obra. Aquí alcanza la prosa hebrea una cumbre clásica. Aquí el arte de contar se muestra inagotable en los argumentos, intuidor de lo esencial, creador de escenas impresionantes e inolvidables, capaz de decir mucho en poco espacio y de sugerir más.
El autor o autores sabían contar y gozaban contando; no menos gozaron los antiguos oyentes y lectores; del mismo deleite debemos participar en la lectura del libro, recreándolo en la contemplación gozosa de unos relatos magistrales.

Samuel. En su elogio de los antepasados, Ben Sirá -o Eclesiástico-, traza así el perfil de Samuel: «Amado del pueblo y favorito de su Creador, pedido desde el vientre materno, consagrado como profeta del Señor, Samuel juez y sacerdote» (46,13). Sacerdote porque ofrecía sacrificios. Juez de tipo institucional, porque resuelve pleitos y casos, no empuña la espada ni el bastón de mando. Cuando su judicatura intenta convertirse en asunto familiar por medio de la sucesión de sus hijos, fracasa. Profeta, por recibir y trasmitir la Palabra de Dios. Hch_13:20 s lo llama profeta; Heb_11:32 lo coloca en su lista entre los jueces y David.
Un monte en las cercanías de Jerusalén perpetúa su nombre: «Nebi Samwil». ¿Y no es Samuel como una montaña? Descollante, cercano al cielo y bien plantado en tierra, solitario, invitador de tormentas, recogiendo la primera luz de un nuevo sol y proyectando una ancha sombra sobre la historia.

La monarquía. Fue para los israelitas una experiencia ambivalente, con más peso en el platillo negativo de la balanza. En realidad pocos monarcas respondieron a su misión religiosa y política. Aunque es verdad que los hubo buenos: David, Josafat, Ezequías, Josías (cfr. Eclo 49a). Por otra parte, los salmos dan testimonio de una aceptación sincera y hasta de un entusiasmo hiperbólico por la monarquía. Antes de ser leídos en clave mesiánica los salmos reales expresaron la esperanza de justicia y de paz, como bendición canalizada por el Ungido.
Pues bien, el autor proyecta la ambigüedad y las tensiones al mismo origen de la monarquía -remontarse a los orígenes para explicar el presente o la historia es hábito mental hebreo-. Explícita o implícitamente el libro nos hace presenciar o deducir las dos tendencias, en pro o en contra de la monarquía. Es un acto de honradez del autor el haber concedido la voz en sus páginas a los dos partidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Samuel 11,1-15Saúl vence a los amonitas. Saúl ya elegido y ungido, continúa sus labores agrícolas, típico modo de actuar de los jueces. Cuando surgía un nuevo juez, éste no cambiaba su «modus vivendi», pues no había estructuras, ni una ciudad, ni un palacio, ni una corte que rodearan a la institución. El marco propicio para la inauguración de la monarquía y para la coronación del rey es la victoria de Saúl sobre los amonitas, con lo cual ya definitivamente Samuel declina para dar paso a una nueva época, a la época de la monarquía. Los que no creyeron que Saúl podría salvarlos tuvieron que tragarse, por ahora, sus palabras.