I Samuel 12 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 25 versitos |
1

Despedida de Samuel

Samuel dijo a los israelitas:
– Ya ven que les hice caso en todo lo que me pidieron, y les he dado un rey.
2 Ahora, ahí tienen al rey que marcha al frente de ustedes. Yo ya estoy viejo y canoso, y allí están mis hijos, como unos más entre ustedes. Yo he actuado a la vista de todos ustedes desde mi juventud hasta ahora.
3 Aquí me tienen, declaren contra mí delante del Señor y su ungido: ¿A quién le quité un buey? ¿A quién le quité un burro? ¿A quién le hice injusticia? ¿A quién he perjudicado? ¿De quién he aceptado un soborno para hacer la vista gorda? Díganlo y yo les devolveré.
4 Respondieron:
– No nos has hecho injusticia, ni nos has perjudicado, ni has aceptado soborno de nadie.
5 Samuel añadió:
– Hoy yo tomo por testigo frente a ustedes al Señor y a su ungido: no me han sorprendido con nada en la mano.
Respondieron:
– Sean testigos.
6 Samuel dijo al pueblo:
– Es testigo el Señor, que envió a Moisés y a Aarón e hizo subir de Egipto a sus padres.
7 Pónganse de pie, que voy a discutir con ustedes en presencia del Señor, acerca de todos los beneficios que el Señor les hizo a ustedes y a sus padres.
8 Cuando Jacob fue con sus hijos a Egipto, y los egipcios los oprimieron, sus padres gritaron al Señor, y el Señor envió a Moisés y a Aarón para que sacaran de Egipto a sus padres y los establecieran en este lugar.
9 Pero olvidaron al Señor, su Dios, y él los vendió a Sísara, general del ejército de Yabín, rey de Jasor, y a los filisteos y al rey de Moab, y tuvieron que luchar contra ellos.
10 Entonces gritaron al Señor: Hemos pecado, porque hemos abandonado al Señor, para servir a Baal y Astarté; líbranos del poder de nuestros enemigos y te serviremos.
11 El Señor envió a Yerubaal, a Barac, a Jefté y a Sansón, y los libró del poder de sus vecinos, y pudieron vivir tranquilos.
12 Pero cuando vieron que los atacaba el rey amonita Najás, me pidieron que les nombrara un rey, siendo así que es el Señor el rey de ustedes.
13 Ahora, ahí tienen al rey que pidieron y que se han elegido; ya ven que el Señor les ha dado un rey.
14 Si respetan al Señor y le sirven, si le obedecen y no se rebelan contra sus mandatos, ustedes y el rey que reine sobre ustedes vivirán siendo fieles al Señor, su Dios.
15 Pero si no obedecen al Señor y se rebelan contra sus mandatos, el Señor descargará su mano sobre ustedes y sobre su rey, hasta destruirlos.
16 Ahora prepárense a asistir al prodigio que el Señor va a realizar ante sus ojos.
17 Estamos en la cosecha del trigo, ¿no es cierto? Yo voy a invocar al Señor para que envíe truenos y lluvia; así reconocerán la grave maldad que cometieron ante el Señor pidiendo un rey.
18 Samuel invocó al Señor, y el Señor envió aquel día truenos y un aguacero.
19 Todo el pueblo, lleno de miedo ante el Señor y ante Samuel, dijo a Samuel:
– Reza al Señor, tu Dios, para que tus servidores no mueran, porque a todos nuestros pecados hemos añadido la maldad de pedir para nosotros un rey.
20 Samuel les contestó:
– No teman. Ya que han cometido esta maldad, al menos en adelante no se aparten del Señor; sirvan al Señor de todo corazón,
21 no sigan a los ídolos, que ni auxilian ni liberan, porque son puro vacío.
22 Por el honor de su ilustre Nombre, el Señor no rechazará a su pueblo, porque el Señor se ha dignado hacer de ustedes su pueblo.
23 Por mi parte, líbreme Dios de pecar contra el Señor dejando de rezar por ustedes. Yo les enseñaré el camino recto y bueno,
24 ya que han visto los grandes beneficios que el Señor les ha hecho, respeten al Señor y sírvanlo sinceramente y de todo corazón.
25 Pero si obran mal, perecerán, ustedes con su rey.

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Introducción a I Samuel

1 SAMUEL

El libro de Samuel se llama así por uno de sus personajes decisivos, no porque sea él el autor. Está artificialmente divido en dos partes, que se suelen llamar primer libro y segundo libro, aunque en realidad constituyen la primera y segunda parte de una misma obra.

Tema del libro.
El tema central es el advenimiento de la monarquía bajo la guía de Samuel como juez y profeta. Samuel actúa como juez con residencia fija e itinerante. Aunque prolonga la serie de jueces precedentes como Débora, Gedeón, Jefté y Sansón, Samuel recibe una vocación nueva: ser mediador de la Palabra de Dios, ser un profeta. Al autor le interesa mucho el detalle y proyecta esa vocación a la adolescencia de su personaje. En virtud de dicha vocación, el muchacho se enfrenta con el sacerdote del santuario central; más tarde introduce un cambio radical: unge al primer rey, lo condena, unge al segundo, se retira, desaparece, y hasta se asoma por un momento desde la tumba. Cuando muere, toman su relevo Gad y Natán.
En otras palabras, el autor que escribe en tiempos de Josías, uno de los reyes buenos, o el que escribe durante el destierro, nos hace saber que la monarquía está sometida a la palabra profética.

Marco histórico.
Con razonable probabilidad podemos situar los relatos en los siglos XI y X a.C. Hacia el año 1030 Saúl es ungido rey, David comenzaría su reinado en Hebrón hacia el 1010 y Salomón en el 971. Los grandes imperios atraviesan momentos de cambios y crisis internas y durante este largo compás de silencio pueden actuar como solistas sobre el suelo de Palestina dos pueblos relativamente recientes en dicho lugar: filisteos e israelitas.

Maestría narrativa. Si lo referente a la historicidad es hipotético, lo que es indudable e indiscutible es la maestría narrativa de esta obra. Aquí alcanza la prosa hebrea una cumbre clásica. Aquí el arte de contar se muestra inagotable en los argumentos, intuidor de lo esencial, creador de escenas impresionantes e inolvidables, capaz de decir mucho en poco espacio y de sugerir más.
El autor o autores sabían contar y gozaban contando; no menos gozaron los antiguos oyentes y lectores; del mismo deleite debemos participar en la lectura del libro, recreándolo en la contemplación gozosa de unos relatos magistrales.

Samuel. En su elogio de los antepasados, Ben Sirá -o Eclesiástico-, traza así el perfil de Samuel: «Amado del pueblo y favorito de su Creador, pedido desde el vientre materno, consagrado como profeta del Señor, Samuel juez y sacerdote» (46,13). Sacerdote porque ofrecía sacrificios. Juez de tipo institucional, porque resuelve pleitos y casos, no empuña la espada ni el bastón de mando. Cuando su judicatura intenta convertirse en asunto familiar por medio de la sucesión de sus hijos, fracasa. Profeta, por recibir y trasmitir la Palabra de Dios. Hch_13:20 s lo llama profeta; Heb_11:32 lo coloca en su lista entre los jueces y David.
Un monte en las cercanías de Jerusalén perpetúa su nombre: «Nebi Samwil». ¿Y no es Samuel como una montaña? Descollante, cercano al cielo y bien plantado en tierra, solitario, invitador de tormentas, recogiendo la primera luz de un nuevo sol y proyectando una ancha sombra sobre la historia.

La monarquía. Fue para los israelitas una experiencia ambivalente, con más peso en el platillo negativo de la balanza. En realidad pocos monarcas respondieron a su misión religiosa y política. Aunque es verdad que los hubo buenos: David, Josafat, Ezequías, Josías (cfr. Eclo 49a). Por otra parte, los salmos dan testimonio de una aceptación sincera y hasta de un entusiasmo hiperbólico por la monarquía. Antes de ser leídos en clave mesiánica los salmos reales expresaron la esperanza de justicia y de paz, como bendición canalizada por el Ungido.
Pues bien, el autor proyecta la ambigüedad y las tensiones al mismo origen de la monarquía -remontarse a los orígenes para explicar el presente o la historia es hábito mental hebreo-. Explícita o implícitamente el libro nos hace presenciar o deducir las dos tendencias, en pro o en contra de la monarquía. Es un acto de honradez del autor el haber concedido la voz en sus páginas a los dos partidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Samuel 12,1-25Despedida de Samuel. Después de la primera victoria y de la inauguración solemne del reino, o sea, cuando Samuel reduce su autoridad, el autor del libro inserta una de sus recapitulaciones teológicas, puesta en boca de un personaje importante. El conjunto de la ceremonia de despedida, consta de los siguientes elementos: juramento de inocencia (2-5); requisitoria (6-15); teofanía que la confirma (16-18); confesión del pecado (19); exhortación conclusiva (20-25).